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lunes, 12 de septiembre de 2011

Espacio Rojo 21: London´s burning



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Londres arde, London`s burning. Los barrios proletarios han estallado ante el último crimen de las fuerzas del orden, que asesinaron durante una persecución a Mark Duggan, un joven vecino de Tottenham. Es en estos barrios de las metrópolis imperialistas donde los proletarios son hacinados por la burguesía como materia prima almacenada para ser consumida por la producción. Fuerza de trabajo explotada y moldeada a base de palos por las injusticias que el capitalismo monopolista proyecta sobre sus huesos. Y esto ocurre en Londres como ocurre en París, Estocolmo o Barcelona.  

¿Por qué “estamos como estamos”?

Junto al capital crece la miseria, las masas se proletarizan y las contradicciones sociales aumentan. Por muchos subsidios y migajas que deslice el capital hacia sus subordinados, la pauperización hace acrecentar al ejército de los proletarios. El Estado del bienestar no da para más.
El imperialismo europeo en proceso de crisis y pérdida de hegemonía económica y geopolítica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial intentó escapar de su particular tendencia histórica amarrándose a la consigna reaccionaria de los Estados Unidos de Europa -la UE- asentada sobre la alianza de las distintas burguesías monopolistas a nivel “comunitario” y la asimilación en su democracia de las pequeñas burguesías y la aristocracia obrera a nivel estatal.  Elementos sociales éstos últimos que vivieron su edad de oro de la mano del revisionismo entre los años 50 y 70 (PCI, PCF, PCE, etc.) gestionando, bajo pretexto de “acumular fuerzas para el socialismo”, las dictaduras capitalistas contra  los proletarios y los sectores excluidos que acudían en masa a los centros imperialistas para venderse como esclavos asalariados y cuyas plusvalías eran repartidas entre los patronos y las mayorías sindicales que negociaban su precio/salario.   
            Políticamente el proletariado europeo pierde en esos años su independencia política, organizativa e ideológica. Los PC´s de Europa se adscriben a las tesis revisionistas de Jruschov, del PCUS y de la Kominform frente a la línea revolucionaria de los comunistas chinos.  Las organizaciones que un día parió la Komintern se convierten en su contrario y se transforman en trinchera de la burguesía. Y así los programas reformistas, el cretinismo parlamentario y la práctica sindicalista se apoderan del movimiento comunista para sancionar los intereses de la aristocracia obrera y dilapidar los de la Revolución Socialista. Reproducción de lo ocurrido en la URSS tras el XX Congreso del PCUS donde el proletariado certificó su derrota en pro de la burguesía burocrática. Y todo bajo el pretexto del avance pacífico desde las mismas instituciones del Estado burgués hacia el “socialismo y el comunismo”, formulación programática interclasista y revisionista, que dicho sea de paso, ya había sido teorizada y practicada por la IC de los años 30 sentando las bases para la liquidación de la misma como organización de combate del proletariado revolucionario internacional.
            En este panorama que asola a los explotados en Europa, la conflictividad social y política se reduce, casi desde la segunda mitad del s. XX, a momentos en que el proletariado implementa la lucha desde la conciencia en sí (mediante el sindicalismo combativo y el terrorismo) o simple y directamente instrumentalizado por otras clases que lo encuadran en sus órganos de masas, los sindicatos preferentemente, como medio para encuadrarlos en la planificación económica, política y social del Estado imperialista.
            La clase obrera por tanto queda subordinada a ser arma arrojadiza entre los distintos sectores de las clases dominantes. Las masas del proletariado se separan de la política mientras las problemáticas de su vanguardia se separan del movimiento obrero. Es decir que las cuestiones teóricas, los principios ideológicos del marxismo-leninismo que un día permitieron armarse al proletariado en movimiento revolucionario, se hayan en crisis. 

Luchar contra el revisionismo es luchar contra el capital

Los comunistas concebimos el Partido obrero en sentido leninista. Como movimiento revolucionario organizado, como un complejo organismo en que se fusionan distintas organizaciones partidarias bajo una sola dirección. Y, sobretodo, como un organismo social en que se fusionan la teoría revolucionaria, el socialismo científico, y las masas hondas de la clase generando así una praxis revolucionaria que permite al proletariado elevarse en clase para sí con sus propios intereses políticos, que pasan por transformar el sistema capitalista y revolucionar sus propias condiciones objetivas y subjetivas hasta alcanzar el Comunismo.
En la inexistencia de la organización de nuevo tipo, del Partido Comunista, producto de la crisis de nuestro movimiento generada por el revisionismo  y que se hallaba ya inserta en las premisas históricas y políticas en que se conformó el propio M.C.I. (y quien no lo observe así se está olvidando del materialismo dialéctico), se explica esa disociación entre el comunismo existente y la actividad de las masas proletarias. Y los disturbios de Londres son la última piedra de toque que la historia de la lucha de clases pone ante nuestros ojos al respecto.
  Si el Partido Comunista es la mediación a través de la cual el proletariado adquiere conciencia revolucionaria y se empodera de sus intereses de clase, el revisionismo genera todo lo contrario. Alienación en la conciencia burguesa a través de la parcialización de las problemáticas que atenazan a las masas oprimidas, evitando que el obrero se plantee la sociedad como un conjunto a revolucionar y se contente con reformar y lijar sus aspectos más punzantes. Deconstrucción del proletario para convertirlo en un género, en una raza, en una orientación sexual, en una nacionalidad, en un consumidor, en un individuo. Ciertamente, el revisionismo arranca al sujeto de sus condiciones objetivas, a las que contradictoriamente las mantiene encadenado, y lo embarca en la alienación feminista y ecologista, pacifista y republicana, sindicalista y nacionalista, para separarlo de su conciencia comunista a través de la cual no solo “soluciona” las problemáticas anteriores sino que las revoluciona, las transforma, las supera como muestra, en mayor o menor grado, la práctica de la Revolución Proletaria Mundial (RPM).
Ante la práctica hegemónica del revisionismo, correa de transmisión de la burguesía en el seno de la clase obrera, el proletariado pierde o se ve incapacitado para adquirir su conciencia de clase revolucionaria. Las masas proletarias excluidas por el capital y sin referente antagónico con lo existente, lo más hondo y profundo de la clase obrera que solo recibe miseria por parte del capital reproduce esa miseria material, en falta de consciencia, en pobreza ideológica y cultural, en miseria organizativa que llamamos indisciplina. Se observa así mismo como un pobre, como un negro o una rumana gitana, como un precario o un eventual perdiendo en esas parcialidades su substancia proletaria y su potencialidad revolucionaria.
En los disturbios de Londres encabezados y accionados por la clase proletaria se aúnan todas estas problemáticas y dan como resultado una violencia nihilista y una falta de objetivos, no concretos como reclama la prensa burguesa al movimiento 15M, sino clasistas y rupturistas con el poder existente. Una violencia desorganizada y descabezada, aunque no por ello condenable como penosamente ha hecho nuestra Federación Mundial de la Juventud Democrática. Una violencia espontánea que no va a dotar a nuestra clase de conciencia revolucionaria, pues eso es tarea de la vanguardia, pero que no puede servir a la clase ya organizada para alinearse con la pequeña burguesía y su “honrado trabajo” acumulador de capitales y defensor de la propiedad privada.
Los disturbios en Londres y las hogueras de agosto que se extendieron a Liverpool, Birmingham, Manchester, Nottingham… son un toque de atención al proletariado organizado y al comunismo revolucionario.
Para el revisionismo estas algaradas no son más que unas revueltas protagonizadas por el “lumpen”, como si ese sector social fuese capaz de movilizar a 16.000 policías para pacificar la capital inglesa. El revisionismo desprecia la rabia proletaria y la criminaliza junto a la burguesía por sus “excesos” o por sus “faltas de respeto” a la pequeña burguesía. El oportunismo acusa a nuestros hermanos de clase de no tener conciencia cuando ha sido, y sigue siendo, su actividad en el seno de la clase una de las principales causantes de tal circunstancia. Pero sobre todo el revisionismo desprecia a los proletarios de Inglaterra porque en esta ocasión no podrán instrumentalizarlos para hacer variar la correlación de fuerzas en el seno de la democracia burguesa en favor de la aristocracia obrera de la que son, los revisionistas, su fruto político. De esta revuelta popular de las masas proletarias no podrán sacar rédito electoral ni sindical, no les valdrá para conformar un nuevo programa de mínimos en torno al Estado del bienestar. A los proletarios que no tienen nada que perder ni quieren nada del sistema no los pueden “acumular” como masa de afiliados ni de votantes.
No hay nada como la violencia de los obreros, aunque no tenga una dirección consciente, para sentar diferencias entre reforma y revolución. El reformismo no odia nada tanto como la violencia proletaria ya sea nihilista, terrorista o revolucionaria. Dañar la grande o la pequeña propiedad burguesa genera en la aristocracia obrera el mismo estupor que para el gran burgués francés creó la destrucción de los edificios públicos y privados por parte de los obreros durante la última semana de la Comuna de París allá por 1871; o de la chusma y la racaille de los banlieues en 2005. Desprecio, represión y crítica destructiva es lo que tiene reservado el revisionismo para el proletariado cuando intenta romper sus cadenas.
Mientras tanto los revolucionarios expresamos nuestra crítica al espontaneísmo a la vez que analizamos el estado de nuestro movimiento, pues es tarea de los comunistas saber dotar al movimiento obrero de conciencia y elevar al resto de la clase a su posición de vanguardia. La crisis del movimiento comunista evidencia que son necesarias resolver distintas mediaciones para poder incidir de un modo revolucionario en el movimiento de masas. En primer lugar se pone la cuestión de nuestra propia ideología, su recuperación y revivificación a través de la lucha contra el revisionismo como paso necesario para unir esa conciencia revolucionaria con el movimiento proletario y así poder desarrollar una Praxis revolucionaria que nos encamine a enterrar al capital y forjar el Comunismo.
Los incendiarios de Londres, como hace unos años los de París, muestran que hay sobradas bases objetivas para tamaña tarea y que la autocrítica y la lucha ideológica en el movimiento comunista son necesarias para lograr avanzar hacia nuestro firme objetivo, pasando por encima de renegados y reformistas.  Los obreros de Inglaterra evidencian en su agónica violencia que es necesario forjar el sujeto colectivo revolucionario, que es necesario el Partido Comunista de nuevo tipo.

Juventud Comunista de Zamora
Septiembre 2011

Espacio Rojo 21: presentación


En el mes de agosto llevamos a cabo unas jornadas de estudio encuadradas en la II Escuela de Formación de la JCZ, destinada al análisis de todo lo concerniente a la organización partidaria de la clase obrera. Bajo el lema  “El Partido Comunista ante el Estado de dictadura revolucionaria del proletariado” estudiamos diversos textos de Lenin y Stalin sobre la relación entre el Partido y el Estado de nuevo tipo. Mientras nos reuníamos, aún humeaban los rescoldos de los disturbios en Londres por lo que un “taller-debate” sobre lo que estaba aconteciendo en los barrios proletarios de la capital inglesa sirvió para, en parte, plasmar y desarrollar la teoría que habíamos analizado previamente. La síntesis de ese “taller” en que participamos militantes y simpatizantes de la JCZ la presentamos hoy como “London´s Burning” en el Espacio Rojo nº 21. Dos mil detenidos, restricciones a las libertades políticas y sociales, rearmamento de la policía metropolitana... son algunas de las consecuencias de lo acontecido en Londres. Y junto a ello, la enésima demostración de la bancarrota en que se encuentra el revisionismo (por no decir ya el anarquismo) siempre presto para la “práctica” pero que en los momentos de verdad solo es capaz de lanzar pequeños comunicados que van, en el mejor de los casos, a la cola de las masas, y por lo general, a la rastra de las clases dominantes.  

viernes, 19 de agosto de 2011

Sobre la Jornada Mundial del fundamentalismo católico


Envueltos en amor al prójimo llegan al Estado español miles de jóvenes católicos de todo el Mundo. La paz por bandera y el amor al orden existente por dogma de fe. Han venido a revitalizar las ideas de opresión que a finales de los años 30 lograron dar a España la "paz eterna", la "luz divina" que frenó al bolchevismo y a la hordas marxistas que conspiraban por el fin de la Europa cristiana.

Nosotrxs, lxs militantes antifascistas, proletarios deudores de aquella "hordas" de la Revolución Social no negaremos la mayor. Nuestro objetivo, como el de nuestros antecesores, es acabar con la explotación del hombre por el hombre, barriendo para tal labor con todas las instituciones y dogmas del podrido mundo burgués.

Hoy la JMJ se revela como una "Cruzada" contra el "materialismo" y para ello firman manifiestos "morales" los bandidos y criminales de la patronal española. Botín y los de la CEOE nos llaman a reencontrarnos con nuestra alma y abandonar la avaricia materialista. ¡Y lo dicen ellos!. Pero no se han equivocado no, los fascsitas y los demócratas burgueses se centran en atacar al materialismo, no en su definición de acumular materiales, sino en su definición filosófica como cosmovisión de la realidad que dota a los oprimidos de su instrumento de análisis, permitiendo dar una explicación material y científica del sistema capitalista y del conjunto de relaciones sociales en las que se entrelaza la humanidad, que se divide en explotadores y explotados.

El antifascismo de clase y revolucionario abandera ese materialismo filosófico que es arma de los oprimidos contra la sofistería, el idealismo y la metafísica burguesas. Y reconoce que la Iglesia católica, como cualquier otra, es una institución al servicio de las clases dominantes que ideológicamente es la defensora de la religión, pero que económica y políticamente actúa como sector parasitario dentro de la democracia burguesa aprovechándose de la dictadura del capital contra las clases proletarias, teniendo intereses económicos en las grandes empresas del IBEX-35, de las Cajas de Ahorro y de numerosos organismos políticos y sociales.

Ayer los curas llevaban bajo palio al fascismo (en España y en Croacia, en Polonia y en Austria...) y lanzaban desde sus pulpitos proclamas para exterminar a lo más avanzado de la clase obrera. Hoy dicen traer amor y tolerancia y, aunque fuese cierto, no sería más que la otra versión de la dictadura del capital, la de la "caridad" que justifica a los burgueses y los convierte en buenos feligreses que se preocupan por su "prójimo" al modo en que lo hacen las ONG´s "ateas" que democráticamente esparcen las migajas de las metrópolis opulentas entre las legiones de famélicos que pueblan el Mundo.

Contra las almas caritativas y su cinismo estamos con Oscar Wilde: "los mejores de entre los pobres no son nunca agradecidos". Contra las instituciones religiosas estamos con la historia de la lucha de clases, con los obreros insurrectos de la Semana trágica de Barcelona, con los militantes proletarios de los años 30 y con tantos otros que lo dieron todo para acabar con la ignominia. Aunque debemos señalar que la única forma posible de estirpar a los parásitos sociales es actuar contra la sociedad misma y su anclaje en la división social del trabajo y el sistema de producción capitalista.

Es la lucha de clases que tanto odian los curas y obispos la única que puede encerrarlos en los libros de historia para liberar al género humano.


Plataforma Antifascista de Zamora.


Agosto de 2011

viernes, 12 de agosto de 2011

Las masas incendian Londres


Desde el pasado fin de semana los barrios de Londres se encuentran envueltos en llamas. La policía asesinaba durante una persecución a un joven en un barrio obrero. A uno de tantos que engrosan la filas de las masas hondas y profundas del proletariado, de los sectores excluídos por la dictadura del capital, que esta vez no han callado.

La burguesía ha lanzado todo lo que tiene contra unas masas que en pocas horas demostraron que los que nos controlan son solo tigres de papel. Elementos fascistas colaboran con la policía y los pequeños patronos y comerciantes se arman contra los "incendiarios". La aristocracia obrera condena enérgicamente a las masas que no esperan la ayuda de los Servicio Públicos de Empleo, de las ONG´s o de otros organismos sociales que encuadran a los oprimidos en listas para recibir civilizadamente la caridad del capital.

Por parte de la Juventud Comunista de Zamora trataremos estos sucesos como se merecen, analizando en un artículo para el nº 21 de Espacio Rojo todo lo sucedido y el transfondo político y de correlación de fuerzas de clase en que se desenvuelve.

Adelantamos que no caeremos en el culto al espontaneísmo pues como marxistas reconocemos los límites de los movimientos sociales que no tienen como motor de actuación la ideología revolucionaria. Tampoco caeremos en el cretinismo al que nos han acostumbrados los voceros del revisionismo que despreciarán todo análisis concreto de estos sucesos por no estar encabezados por la aristocracia obrera y sus tradicionales peticiones reformista al Estado burgués, contentandose en sus berrinches anti-proletarios con poner a los oprimidos la etiqueta de "lumpen". Y esto no deja de ser irónico pues el "lumpen" representa históricamente a ese sector de las masas que están tan corrompidas por el capital que se alían con éste en contra del proletariado, y sin embargo lo que vemos en Inglaterra es a las masas enfrentándose directamente al capital. Pero no debe extrañarnos a los obreros organizados que el revisionismo "razone" así, pues su incapacidad para generar movimiento es el reflejo de su incapacidad para hacer análisis correctos desde el punto de vista del proletariado. Tal es la ceguera del revisionismo que en el mejor de los casos reducirán los hechos al malestar de la población por las "reformas anti-sociales" del gobierno Cameron. Como si el "bienestar social" del imperialismo europeo hubiese llegado alguna vez a las periferias proletarias en otra forma que no fuese miseria social y policía antidisturbios.

Adelantamos también nuestro saludo a las masas proletarias de Tottemham y de todos los lugares de Inglaterra donde la rabia ha tomado las calles y no se ha detenido ante los santificados edificios gubernamentales. Su desprecio hacia "lo estatal" muestra ya una línea de demarcación entre los oprimidos y los opresores. Si bien, volvemos a repetir, ese desprecio latente en los barrios obreros deberá ser, no solo encauzado, si no accionado en su momento por el movimiento revolucionario organizado, por el Partido Comunista, para superar el nihilismo destructivo de las masas y dar el paso cualitativo hacia la violencia revolucionaria creadora de un nuevo orden social (uniendo a vanguardia y masas, fundiendo ideología y movimiento), ante el cual sonríen temblorosamente los agoreros y "acumuladores de fuerzas" que jamás han creído en la Revolución Socialista porque jamás han representado los intereses de clase del proletariado.

Juventud Comunista de Zamora.
10 de Agosto de 2011

martes, 9 de agosto de 2011

Democracia, representación y cambio social

El artículo “Democracia, representación y cambio social” fue elaborado para el número Uno de “Fanzine Zamora”, órgano de propaganda en el que trabajan algunos compañeros de la Asamblea Popular y la Acampada Zamora del 15M. Con el permiso de su autor, el compañero Félix D., lo publicamos en Espacio Rojo entendiendo que dicho artículo expone justamente el significado de la democracia y los términos en que ésta se desarrolla sirviendo a una u otra clase social.
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Democracia, representación y cambio social

Democracia. “Gobierno del pueblo”. Pocas palabras se muestran tan biensonantes a nuestros oídos, pocas se proclaman más y pocas reciben tal adhesión de todo tipo de gentes. Tan es así, que no resulta extraño escuchar cómo se autoproclaman como “demócratas” desde el más humilde camarero al más rancio aristócrata, pasando por el más flácido y acomodado banquero.

Y es que el término “democracia”, con sus derivados, a fuerza de ser manoseado por todos, de convertirse en el lugar común de la época, ha acabado perdiendo cualquier significado por sí mismo, transformándose en un cajón de sastre donde cabe todo y se justifica todo, a gusto del demagogo que pronuncie el discurso de turno. Es por eso, cuando el sustantivo pierde toda significación, cuando algo es vociferado por todos y para todo, que hay que fijarse en lo adjetivo, en el “apellido”, en cómo se define y concreta una palabra demasiado estirada como para decir algo por sí misma.

Y resulta que, atendiendo al aspecto jurídico, en este país, y en el conjunto del llamado mundo occidental, lo que tenemos no es una democracia sin más, sino lo que se conoce como democracia representativa. El fundamento de este régimen político se basa en el mandato representativo. Según éste, un sujeto abstracto, la nación, más allá de los individuos y grupos que la componen, es el depositario de la soberanía, que delega en unos representantes, que tienen absoluta independencia para ejercer esa soberanía durante el tiempo que las leyes marquen que dura su mandato (cuatro años en este caso). Es decir, el pueblo durante cuatro años cede su soberanía para que sus representantes hagan y deshagan a su antojo, sin ninguna capacidad de este pueblo electoral para fiscalizar la labor de sus representantes durante el tiempo que dure su mandato, debiendo esperar pacientemente a la siguiente convocatoria electoral para mostrar su acuerdo o desacuerdo con tal gestión, volviendo una vez más a poner en marcha ese mecanismo de despojo de la soberanía por otros cuatro años.

Nos encontramos, además, que las instituciones políticas no flotan en el aire, sino que se sostienen sobre el régimen económico y social establecido. Éste, el capitalismo, se caracteriza por que la gran masa de la población sobrevive de la venta de su fuerza de trabajo, es decir, de buscar y recibir un salario. Esta actividad, tanto la búsqueda de ese salario, como la energía que exige el trabajo necesario para recibirlo una vez que se tiene la fortuna de encontrarlo (que, con suerte, puede ser ocho horas diarias), incapacitan a la gran masa de la población, tanto para adquirir la cultura política imprescindible para atender a los asuntos públicos, como, por supuesto, para tomar éstos directamente en sus manos. A ello podemos sumar un sistema educativo en el que cada vez se acentúan más los rasgos que no buscan darnos una visión amplia y de conjunto del mundo, imprescindible para formar ciudadanos críticos y participativos, sino especializarnos, darnos, cada vez desde edades más tempranas, una orientación profesional clara. Es decir, el sistema educativo (parte indivisible del conjunto del sistema) busca nuestra producción parcializada como tuercas o engranajes del sistema productivo y no como ciudadanos integrales, formados para tener un criterio y algo que decir en la cosa pública. En este sentido van todas las reformas educativas de los últimos años, incluido el célebre Plan Bolonia.

Así pues, tenemos que estos dos elementos, democracia representativa y capitalismo, forman dos esferas que se complementan perfectamente. Es la conjunción de una sociedad desigual con el mandato representativo, que otorga total poder e independencia a los representantes, lo que produce esa enajenación del poder respecto del sujeto soberano, la nación o el pueblo abstracto, y la que hace que las instituciones se muestren tan alejadas y hasta opuestas a los intereses generales de la población. Se trata de algo estructural y no de la falta de ética o la “corrupción” de algún representante: es el sistema político el que garantiza la reproducción y la estabilidad de la desigualdad de la sociedad.

Un reciente ejemplo concreto para ilustrar esto. Tanto el que estas líneas escribe como seguramente el que las lea, gente corriente del común, lo tendríamos francamente difícil, por no decir imposible, para formar, por nuestra cuenta e independientemente, una lista electoral, que ésta se diera conocer y que ocupara algún espacio en las instituciones establecidas. Para ello hace falta un gran sostén económico y mediático que, precisamente por estar en una sociedad desigual y jerarquizada, sólo está al alcance de unos pocos. Tenemos, sin embargo, que Álvarez Cascos hace sólo unos meses se escinde del PP, forma su propio chiringuito electoral y consigue, en tan corto espacio de tiempo, colocarse entre las listas más votadas en Asturias. Si analizáramos este hecho detenidamente, colocándolo en ese contexto social y político que hemos descrito, no podríamos por menos que llegar a la conclusión de que la clase política es tal, no por delegación de la ciudadanía a través del voto, que sólo sirve para legitimar su posición, sino por ser el centro de una red de intereses clientelares, empresariales y financieros, que son los que, con su apoyo, consiguen encumbrar una lista electoral a las instituciones.

Es decir, desigualdad social y económica más representatividad forman el cóctel que permite que la cosa pública esté en manos de una casta que representa los intereses de quien tiene la capacidad y el poder para encumbrarlos, limitándose el grueso de la ciudadanía a legitimar esa posición mediante el sufragio. Es algo que hemos visto descarnadamente durante estos años de crisis, con las medidas anti-sociales y pro-sistema financiero que se han tomado, contraviniendo todas las promesas y programas electorales, y dejándonos ante una alternativa parlamentaria que sólo ofrece más de lo mismo. Todo ello perfectamente validado por el entramado legal. Es por eso que la mera reforma electoral o esa indefinida “revolución ética” que piden algunos no sólo son insuficientes, sino que se muestran superfluas, pues no tocan un ápice de la estructura del sistema (la que vincula desigualdad social con representatividad política) y dan un diagnóstico erróneo del origen del problema, que es sistémico y estructural, no de falta de valores éticos de algunos individuos.

Frente al mandato representativo, una verdadera democracia sólo puede establecerse, en el aspecto jurídico, desde el mandato imperativo. Este tipo de mandato establece que es el organismo popular de base, fundado sobre la libre asociación (llámese éste como se prefiera: asamblea, comité, consejo, etc.), el que delibera y decide sobre las medidas a tomar, enviando a su delegado a la asamblea de representantes con unas directrices claras sobre cómo debe actuar, negándole la independencia y convirtiéndolo, ahora sí, en mero representante de la voluntad popular de base. El delegado no tiene mandato más que para representar lo que sus electores le hayan establecido, impidiendo la apropiación de la representación a manos del representante que hoy sufrimos. El mandato imperativo se complementa, reforzando su carácter democrático, con la revocabilidad del cargo designado en cualquier momento que el organismo popular de base considere defraudada su confianza. Ello impide el atrincheramiento del representante en su cargo y la enajenación de éste a la voluntad popular. Así pues, mandato imperativo más revocabilidad permanente de los cargos designados son los dos elementos jurídicos claves para acercar verdaderamente la palabra democracia a su significado semántico: gobierno del pueblo.

Hay que decir que este sistema no es una utopía, en el sentido de no realizable en el momento de su enunciación, sino que ha sido probado y establecido en determinados periodos históricos en ciertas partes del mundo. Precisamente, por ejemplo, este año se cumple el 140 aniversario de la proclamación de la Comuna de París.

No obstante, el que la gran masa de la población, a través de sus organismos de base, elabore, delibere, decida, legisle y ejecute sobre las cuestiones públicas implica que ésta población tenga los conocimientos y el tiempo necesario para dedicarse a tales tareas, las que verdaderamente la hacen merecedora del término de ciudadanía. Ello, por supuesto, no es concebible en las actuales condiciones sociales y económicas de división de la sociedad en clases y desigualdad, sino que la premisa fundamental de esta verdadera democracia es la transformación de la estructura socioeconómica establecida. Esta democracia presupone, entre otras cosas, otra lógica económica y una reducción tan amplia de la jornada de trabajo que, simplemente, es inconcebible bajo el sistema capitalista. Es por ello por lo que una democracia verdadera y consecuente sólo puede ir de la mano de la revolución social.

Félix D.


lunes, 1 de agosto de 2011

Terminología, intereses e imperialismo

El artículo “Terminología, intereses e imperialismo” fue elaborado para el número Uno de “Fanzine Zamora”, órgano de propaganda en el que trabajan algunos compañeros de la Asamblea Popular y la Acampada Zamora del 15M. Con el permiso de su autor, el compañero S. Fontano, lo publicamos en Espacio Rojo entendiendo que dicho artículo sirve para luchar contra la fraseología interclasista con la que nos bombardea la burguesía para justificar, en el campo de las ideas, el sistema de la esclavitud asalariada.
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Terminología, intereses e imperialismo

Asumimos conceptos como válidos sin haberlos analizado. Entendemos definiciones como correctas sin planteárnoslas porque nos vienen dadas socialmente. Otorgamos mecánicamente a las palabras una neutralidad que no existe, una inocencia terminológica carente de objetividad pues las palabras, los conceptos, la lengua, es producto genuino de los sujetos, inyectando inevitablemente a todo concepto unos determinados intereses sociales, inherentes a una sociedad dividida en clases.
neutralidad, la abstracción, la falsa heterogeneidad siempre fomentada desde las instancias del Poder, que encierra realmente el sectarismo ideológico del individualismo vulgar que doblega nuestra libertad colectiva, solo sirve a las clases dominantes de cada época, que intentan hacer pasar sus intereses concretos por los intereses colectivos de la mayoría oprimida, que debemos aprender que nuestra situación social no puede cambiar y que es necesaria para que todo vaya bien. (Un buen ejemplo, la inyección millonaria del Estado a la banca mientras casi 5 millones de proletarios estamos en el paro) Y así ocurre que el opresor presenta sus leyes, su economía, su policía, sus ejércitos… como organismos neutros que representan a toda la sociedad, al igual que sucede con su sistema cultural y filosófico que encuadra nuestras expresiones y nuestro pensar dentro del limitado marco de la democracia vertical que padecemos hoy día.Las ideas dominantes tienden a la parcialización de problemas universales. A presentar válvulas de escape individuales a problemas colectivos. A compartimentar las relaciones sociales que interrelacionan a toda la población con el objetivo de asfixiar y anular cualquier tipo de respuesta colectiva organizativa, política y social como pueblo o como clase ante el orden económico existente.

Quizás uno de los ejemplos más sangrantes de esta alienación es la referente a los conceptos que hemos asumido en torno a la explicación de las relaciones de producción a escala internacional: Primer Mundo y Tercer Mundo, explicación dual de una misma realidad, el sistema imperialista mundial. Se divide y se disocia algo que está unido por un entramado de relaciones económicas, políticas y militares, para así poder mantenerlas. Se presenta de forma separada a los Estados imperialistas, a los países ricos, como un Mundo maravilloso y civilizado y a los países oprimidos como un Mundo de famélicos y bárbaros sobre los cuales la bondad del Primer Mundo recae en forma de ayudas al desarrollo, misiones religiosas, cascos azules y otras caridades varias que descienden desde los cielos del Bienestar para soliviantar el endémico e “inexplicable” malestar de los pobres. Se descarga cualquier tipo de culpabilidad de un sistema social impuesto mundialmente, como es el régimen de producción capitalista que desde finales del s. XIX entró, sin posibilidades de retorno, en su fase imperialista.

Y así resulta que el precio de los combustibles y el del pan. El descenso del salario de un proletario alemán, zamorano o egipcio y las subvenciones a los sindicatos oficiales. Los bombardeos de la OTAN con uranio empobrecido en Libia y las campañas propagandísticas de UNICEF. La guerra sin cuartel del Estado fundado por Gandhi contra los obreros y campesinos revolucionarios en India y los palos de los Mossos a los acampados en la Plaza de Catalunya. Las ayudas de la Unión Europea- esa Federación de Estados Parasitarios- a los capitalistas griegos, portugueses o irlandeses y las migraciones en masa de obreros africanos a Europa. Todo ello está necesariamente, interrelacionado de uno u otro modo.

El imperialismo, como fase superior del capitalismo, se caracteriza porque la primacía económica no reside en la exportación de mercancías, sino en la exportación de capitales. El capital financiero se funde con el industrial, se generan los monopolios que convierten a la libre competencia en su contrario y conforman a los Estados burgueses en Estados monopolistas que deben controlar y planificar política y militarmente el crecimiento y el beneficio de los capitalistas nacionales con vistas a competir con el capital de otras naciones. Con ello aumentan las contradicciones entre los países: una minoría de Estados imperialistas frente a una mayoría de países oprimidos. Y una competencia por una cuota del mercado internacional entre los propios Estados imperialistas. Es decir, guerras diplomáticas y militares por conquistar los mercados, las materias primas y la fuerza de trabajo.

Esto lleva aparejado la proletarización de las masas. La apropiación cada vez mayor de la producción por parte de unos pocos se contradice con que esta producción es social y cada vez participa de ella más y más población. La acumulación de capitales por parte de una minoría hace descender a los pequeños patrones, a los campesinos y a los profesionales al duro sector social de los esclavos asalariados en donde convivimos millones de esclavos peleando entre nosotros por poder ser explotados. Aumentan las contradicciones sociales en todos los países porque cada vez son más claros los dos antagonistas que conviven en la sociedad: los dueños de los medios de producción de un lado y los desprovistos de ellos por otro. Esto genera la crisis de la vieja democracia parlamentaria que tiende al corporativismo y la reacción otorgando cuotas de poder a los sectores sociales que se aprovechan del imperialismo y recortando derechos políticos y sociales a las hondas masas del pueblo trabajador. (Las sucesivas reformas laborales, las leyes de excepción contra los inmigrantes o la Ley de partidos, son claros ejemplos de esta tendencia social reaccionaria)

El imperialismo reproduce en una escala internacional lo que el capitalismo primitivo hace en las economías nacionales. La clase obrera está sometida a vender su fuerza de trabajo a quienes son dueños del capital industrial. Los pueblos del Mundo están sometidos a quienes son dueños del capital financiero. Estas son al fin y al cabo las dos patas sobre las que se sostiene el capitalismo internacional y sobre las que se ha asentado lo que de forma cínica se llamó Estado del bienestar: la explotación de la fuerza de trabajo en la Metrópolis y la explotación de los recursos materiales y humanos de los pueblos oprimidos. En definitiva, la apropiación privada de la producción social.

Y desde esta base el capital industrial y financiero genera una política, una cultura y una ideología que es la superestructura social, trasladada a nuestro pensar en forma de una jerga impuesta por la educación vigente y que nos recuerda, si logramos salir de ella y adquirir una conciencia crítica sobre la realidad material existente, que la democracia de los grandes financieros no busca la libertad, sino la dominación.

La estructura económica y política mundial es la sistematización de la violencia para los oprimidos y de la paz para los opresores. Unos sufrimos el paro, la miseria, el hambre, las guerras, las migraciones forzosas, la muerte y la represión. Otros gozan del bienestar mantenido sobre los que estamos abajo. Son las dos almas del sistema. Democracia para un sector minoritario de la población nutrido de burócratas, rentistas, militares, burgueses y liberados sindicales que solo puede proyectarse hacia la mayoría trabajadora en forma de dictadura y de imposición de los intereses sociales estructurados en Estado.

El lenguaje, los conceptos encierran intereses. Es inevitable y natural bajo el orden actual. Los de abajo podemos asirnos de los conceptos acordes con nuestros intereses como pueblo sometido a unos cuantos tiranos, adquiriendo conciencia de nuestra posición social y desarrollando las contradicciones del imperialismo para solucionarlas en una nueva sociedad de nuevo tipo con una nueva base económica. O podemos conformarnos como hasta ahora y actuar para atenuarlas intentando volver al pasado para que esas contradicciones acaben reproduciéndose antes o después.

S. Fontano
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martes, 12 de julio de 2011

Introducción a la charla sobre las Juventudes Socialistas Unificadas

(Texto base de la introducción de la JCZ a la charla sobre las JSU realizada en Zamora el pasado 9 de Julio y en la que participamos la JCZ y los CJC. Próximamente publicaremos un Espacio Rojo Monográfico sobre la historia de las JSU, realizado sobre la base de nuestra ponencia del día 9 de Julio)

Este acto político está organizado por la Juventud Comunista de Zamora y por los Colectivos de Jóvenes Comunistas en Zamora, organizaciones juveniles que se puede decir, somos herederas de las Juventudes Socialistas Unificadas, aunque no las únicas, pues la experiencia de lucha de los oprimidos es patrimonio de todo el pueblo.

La JCZ y los CJC venimos de esa tradición de las JSU, de esa línea frentepopulista que implementó la Comintern en su VII Congreso, allá por 1935, de la cual surgieron las JSU como fusión de las juventudes del PCE y del PSOE.

Aquel era un período de confrontación social directa, de lucha de clases encarnizada, de guerra de clases. En el período abierto tras la Revolución Socialista de Octubre, la Revolución Proletaria estaba candente y sobre Europa recaía la historia de la humanidad en forma de exacerbada lucha entre las clases: la burguesía para mantener el Poder, el proletariado para alcanzarlo y ejercer su dictadura de clase. En España, el movimiento obrero había desarrollado las contradicciones de clase, generado una crisis política en el seno mismo de las clases dominantes, que también tenían sus propias contradicciones, que se vieron obligadas a sacrificar la monarquía y convertirse al republicanismo como forma de garantizar la viabilidad del régimen capitalista. Pero no duró mucho la farsa y las masas proletarias, organizadas bajo la bandera roja o la rojinegra, seguían pujando por acabar con el Estado burgués, desarrollando así las contradicciones del régimen republicano burgués que desembocaron finalmente en la Guerra Civil, máximo exponente de la lucha política.

Esta situación, vivida aquí hace 80 años, sanciona que la crisis general del sistema político burgués, puede ser solo accionada desde posiciones revolucionarias que sepan insertarse en lo más hondo y profundo de la clase trabajadora y todas las masas oprimidas; y que aunque las crisis económicas abren brecha para la actuación política del proletariado revolucionario, éste ni debe ni puede esperar a que esto ocurra, sino que debe erigirse como consecuente vanguardia de la clase obrera y empezar a ser motor del cambio social desde la conquista de una justa línea revolucionaria enraizada en los principios del comunismo científico.

Pero ¿por qué rescatar ahora, 75 años después, la experiencia de las Juventudes Socialistas Unificadas?

En primer lugar porque este acto, además de servirnos para rememorar la historia de los hermanos y hermanas que nos precedieron en la lucha contra la esclavitud, forma parte de un proceso de estudio, de aprehensión, de análisis de la historia de la lucha de clases que como marxistas, como jóvenes trabajadores conscientes, observamos como necesario para desarrollar posteriormente nuestra actividad práctica revolucionaria, que está ligada indefectiblemente a la teoría, que no es otra cosa que la síntesis de la experiencia previa observada con las herramientas científicas de nuestra clase: el materialismo dialéctico e histórico.

En segundo lugar, porque el estudio y el debate en torno a una organización proletaria y juvenil de masas nos parece hoy más que necesaria, porque vivimos un momento, el del movimiento 15M, en que la juventud parece haber despertado del letargo y al igual que el Estado de las cosas le enajenaba hasta hace unos meses el ver de forma crítica la realidad, hoy esto mismo distorsiona y engaña sobre la cuestión de los instrumentos a los que debe asirse la juventud trabajadora para señalar el verdadero problema social y conocer su justa solución, para elevar la democracia a un nuevo estadio y, en definitiva, para revolucionar la sociedad.

La juventud necesita organización consciente para evitar que sus luchas sean reconducidas hacia el sistema, para no caer en la trampa de los mínimos o del pragmatismo vulgar al que le invitan los mass media, el aparato burocrático del Estado y los partidos burgueses y reformistas.

Porque creednos, que es ese pragmatismo, ese reformismo, esa idealización banal de la democracia burguesa, de la dictadura del capital, el que está empantanado realmente en el utopismo. Pues el interclasismo, la confraternización entre clases antagónicas, la gestión general de la dictadura particular de una clase, como plantean tantos hoy, es algo que ante la historia, ante la realidad material y objetiva, se muestra como una ensoñación demagógica que solo pretende, con mejores o peores intenciones, mantener al capital en su pedestal y al obrero encadenado.

Como ya hemos dicho, hoy la juventud trabajadora debe conquistar su conciencia revolucionaria, debe trabajar por restituir sus organizaciones revolucionarias que no podrán ser domesticadas por el régimen como si lo han sido todas las que han pretendido “cambiarlo desde dentro”.

Y todo ello en el largo camino de la lucha contra la dictadura burguesa y por el establecimiento de la democracia más amplia, de la dictadura revolucionaria del proletariado, del Socialismo, dispuesto para el objetivo histórico de acabar con las injusticias sociales paridas por la división social del trabajo y la división en clases sociales.

Juventud Comunista de Zamora,
9 de Julio de 2011

jueves, 16 de junio de 2011

¡Es necesaria la organización consciente de la juventud trabajadora!


Quien despierta a la política está despertando a la realidad que le rodea. De la película impuesta y representada en el cine, en la escuela y la TV una y mil veces, en la que el poli es el bueno que detiene a los malos, se pasa a contemplar y actuar sobre la verdad y se descubre que el policía es un mercenario que por una triste nómina a final de mes apalea a los obreros, a los estudiantes, a la juventud y a todo aquel que tenga la osadía de organizarse para plantar cara a la sistematización de la violencia representada en todas y cada una de las instituciones del régimen político de la vigente democracia.
En los últimos días hemos vivido en nuestra ciudad este despertar de muchas compañeras y compañeros que de la mano del Movimiento 15-M han salido a la calle para luchar contra las injusticias que se desprenden del modelo económico y social sobre el que se cimenta el Poder burgués.

Cualquiera que se mueva, por poco que sea, siente las cadenas y se estrella prontamente con los altos y gruesos muros de la dictadura capitalista. En estos días en que de manera leve, y hasta ingenua, un movimiento interclasista y pacifista ha tensado la cuerda de la convivencia democrática, la careta del Estado se ha caído y se ha mostrado como lo que es, un instrumento para la represión contra las masas trabajadoras y para la gestión de los intereses de las clases dominantes, que combina su acción política y policial con la justificación ideológica de los pesebreros que escriben en los medios de comunicación y las bandas de fascistas que golpean al pueblo en complicidad con algunos de los que se resguardan en comisaría.

El 11 de junio frente al Ayuntamiento de Zamora, organismo estatal en que se resuelven democráticamente los intereses del capital, se vivieron momentos de tensión en donde la unidad del pueblo mostró, en cierto sentido, el camino a seguir, cuando los manifestantes evitaron que un compañero fuese detenido por los cuerpos represivos del estado. Y decimos que muestra el camino en el sentido de que este es un ejemplo práctico de que solo colectivamente los oprimidos podemos hacer frente a nuestros enemigos de clase.

Pero este tipo de movimiento y organización, esencialmente espontánea, encuentra sus límites en que solo sirve para que el pueblo trabajador se desenvuelva dentro de la dicotomía acción-reacción que viene planteada por los giros o golpes políticos y económicos que realizan el Estado y el capital y por ello todos estos movimientos acaban, tarde o temprano, encuadrándose en las estructuras del propio Estado burgués, reformándolo en parte para apuntalarlo en su conjunto.

La organización que necesita la clase obrera para conquistar sus legítimos intereses de clase, la dictadura del proletariado en la que la democracia es de los obreros y la dictadura la ejercen éstos contra los capitalistas, debe surgir en torno a unos principios de transformación social y la revolucionarización de quienes componen esa misma organización, siendo para ello indispensable el trabajo y la formación teórica y política, el estudio de la ideología proletaria, para así adquirir la conciencia revolucionaria que se torne en centro y motor de los organismos que va generando la clase obrera en su justa lucha contra el Estado burgués.

La superación del espontaneísmo, que nos condena a luchar en exclusiva dentro de las condiciones económicas impuesta por la producción social capitalista y que se proyectan políticamente en forma de programa de reformas de nuestra posición como esclavos asalariados, pasa, como decimos, por esa aprehensión de la crítica revolucionaria, que nos permita superar el resistencialismo y pueda fusionarse con nuestra práctica para elevar y transformar a ambas en una praxis revolucionaria cimentada en unos principios ideológicos sólidos y dispuesta hacia unos objetivos políticos claros e innegociables de transformación radical del orden de las cosas.

Y todo ello requiere de organización y de estudio, para desarrollar la forja del intelectual colectivo que aplique en la realidad objetiva los intereses subjetivos del proletariado, que se concretan y se entrelazan necesariamente con la clase obrera en forma de organismo social revolucionario, en forma de Partido Comunista.

Juventud Comunista Zamora,
Junio de 2011

domingo, 12 de junio de 2011

De Revolución, sexo y 15M


Desde la JCZ nos ha parecido pertinente el publicar este artículo, firmado por la compañera de CNT María del Prado Esteban Diezma, de crítica sin concesiones al feminismo realmente existente. No obstante señalamos que no coincidimos en todo lo que se expresa en dicho texto, ya que lo que aquí se entiende como una "fortaleza" del movimiento de los indignados, su heterogeneidad en el campo de las ideas, supone desde el punto de vista del proletariado revolucionario una de sus debilidades, ya que muestra una falta de claridad y de dirección consciente hacia objetivos consecuente y radicalmente democráticos (revolucionarios), que tan solo favorece al mantenimiento de las actuales condiciones culturales e ideológicas que proyecta el sistema de opresión capitalista hacia las masas proletarias, que para acabar con este régimen deben en primer lugar armarse de ideología revolucionaria.

DE REVOLUCIÓN, SEXO Y 15 M:

Nadie duda que la participación femenina en la acampada de Sol ha sido más amplia de lo que es habitual en las acciones políticas de los últimos años, me ha parecido enormemente gratificante encontrar un buen número de mujeres tratando y debatiendo de problemas políticos, sociales y existenciales en toda la amplitud de sus acepciones, saliendo del confinamiento de las “cosas de mujeres” y los debates feministas que han sido la particular “domesticidad” de la modernidad tardía.

Este hecho se produce en el mismo entorno en el que las pancartas con consignas feministas han sido abucheadas y, en algunos casos retiradas por la multitud (esto ha sucedido en bastantes ocasiones en las dos semanas del campamento). ¿Cómo podemos interpretar estas situaciones?. Al grito de “La revolución no tiene sexo” mujeres y hombres comprometidos con una idea, tal vez vaga, pero activa y entusiasta de la transformación social han afeado el recurrente ejercicio de enfrentamiento y discordia que introduce la “política de sexos”, han percibido y señalado al feminismo donde realmente se encuentra, junto a los políticos, el Estado y los instrumentos del orden social (ejército, policía etc.). No puede hablarse, pues, de que el origen de ese desencuentro sea el machismo del movimiento sino su sensata intuición de que estas corrientes representan al sistema y no a las mujeres.

La incorporación que se ha hecho del vocablo “pueblo” como expresión de comunidad horizontal, de unidad de los de abajo contra el poder, es un hecho de especial significación. Frente a la división corporativa que ha sido la regla de los movimientos sociales, divididos convenientemente por sectores con programas reivindicativos que se proponen ante todo sacar mayor tajada del pastel para sus asociados. Decir “pueblo” expresa la vuelta a una realidad integradora, plural, igualitaria y democrática. El pueblo no entiende de divisiones porque admite a los diversos en equilibrada igualdad de derechos y obligaciones. La heterogeneidad de las ideas, las personas y las reflexiones no ha hecho estallar al movimiento sino que lo ha fortalecido por su capacidad para mantener la convivencia en torno a los puntos de unión y el debate político, eso es un auténtico ejemplo de democracia en acción. Por eso el feminismo, con su discurso totalitario, desentona en Sol.

3 de junio, se denuncian agresiones machistas en la Acampada


En la prensa de hoy aparece una denuncia suficientemente inconcreta y confusa sobre “intimidaciones”, “agresiones físicas”, “miradas” “gestos” o “actitudes paternalistas” interpretadas en clave más emocional que objetiva y señalando, de hecho, a todos los varones de la acampada como agresores en potencia. El feminismo se ha refugiado en un monotemático discurso sobre el maltrato a la mujer, un discurso que se sostiene con fondos públicos y cuyo máximo valedor es un hombre, Miguel Lorente, delegado del gobierno para la violencia de género y principal responsable del contenido de la Ley Integral contra la Violencia de Género, una ley de excepción que ha condenado desde su entrada en vigor en 2005 a 145.000 varones, una parte sustancial de ellos acusados de delitos que, de ser cometidos por una mujer, tendrían la categoría de faltas y cuya aplicación ha ejercido una función de incitar los crímenes sexistas (un reconocimiento que se hace de facto cuando los responsables ministeriales han aceptado que el exceso de publicidad de los asesinatos ha hecho “efecto llamada”, algo que muchas sabíamos ya antes, lo que hace sospechar cuales sean las verdaderas intenciones de la ley).

Existen los crímenes machistas, la violación, las agresiones sexuales, el acoso y muchas situaciones de desencuentro e incomprensión en clave sexual, pero todos estos hechos no tienen la misma gravedad ni pueden ser tratados de la misma manera, acuñar la consigna de que hay agresión cada vez que una mujer se sienta agredida es expulsarnos del espacio común de la objetividad, el buen juicio y la justicia. Hacer de la arbitrariedad la bandera de las mujeres es degradar nuestra condición de seres humanos responsables y conscientes, al mismo nivel que los hombres, y rebajarnos a la categoría de seres pueriles dominados por la subjetividad y el capricho. Si nuestro deseo es actuar contra la violencia machista, todas las agresiones han de poder ser acreditadas de forma objetiva y concreta.

La realidad social de la acampada es lo suficientemente compleja como para que el conflicto convivencial y sexual no pueda ser desalojado por completo. Dejando a un lado la posibilidad de que puedan producirse actos de provocación o debidos a desórdenes psíquicos de algunas personas, es necesario entender que los hombres y mujeres que conviven en Sol somos seres de esta sociedad y de este momento, condicionados, aunque no nos guste, por el ideario dominante dependiente del poder establecido que se impone a través de sus cátedras, prensa, medios de comunicación y artísticos entre otros. Este ideario se expresa hoy en el ascenso, por un lado, de las ideologías del narcisismo femenino, el odio sexista y el victimismo que hacen mella en pequeños, pero muy activos, sectores de mujeres y hombres y, por otro, del recelo, el miedo y la incomprensión del que son presa una gran porción de personas de ambos sexos.

La necesidad de tratar estos problemas no debe ser obviada, pero, si deseamos preservar una lucidez y sensatez básicas, deberíamos acordar que no todos los conflictos pueden ser calificados de agresiones. La mayor parte de las desavenencias entre las mujeres y los hombres pertenecen al ámbito de la confusión, la inexperiencia o la falta de habilidades de comunicación y pueden ser resueltos desde la reflexión conjunta y la concordia, de esta manera se propiciará que la convivencia en la acampada sea un espacio de aprender (mujeres y hombres) a entendernos y expresarnos como seres sexuados. La incomunicación, por lo general, no depende de un solo factor, los hombres, sino de dos, los hombres y las mujeres, la negación que se hace de la responsabilidad femenina en el buen trato es una forma de machismo manifiesto e intolerable pues nos considera pasivas receptoras en la relación con los otros, además de sujetos necesitados de “especial protección”, este concepto, acuñado por la Ley de Violencia de Género se funda en el principio patriarcal, que en el Código Civil de 1889 se expresaba como protección del marido y en la actualidad como protección del Estado y que se complementa con el deber de obediencia de las mujeres, obediencia que hoy es dirigida hacia las instituciones del poder.

Presentar como equivalentes violencias, agresiones, conflictos, miradas o actitudes como hace el feminismo, es un acto que, objetivamente, desacredita y ataca al movimiento, crea división y recelos, miedos y desconfianza. Es, de hecho, una llamada a las mujeres a abandonar la acampada y la lucha política y a instalarse el temor a los hombres, un terror hacia lo varonil que ya usó la beatería franquista extensamente. Además, fortalece al sistema de poder que se presenta hoy como el máximo defensor y protector de las mujeres, y de paso, impide que se traten con contundencia las verdaderas agresiones si las hay.

El feminismo ha sido usado para destruir las luchas del pueblo contra el poder de forma repetida. En los años sesenta del siglo XX la revista “Ms.” Espoleó un feminismo negro especialmente androfóbico y agresivo contra el ascenso del movimiento de los Panteras Negras, la revista que dirigía Gloria Steinem, figura señera del feminismo llamado de la “segunda ola” recibía fondos de la CIA (este hecho fue denunciado por otros grupos feministas y nunca fue desmentido por Steinem). James Petras ha llamado también la atención sobre el uso que se ha hecho del feminismo para ahogar algunas luchas en América Latina sembrando la discordia y el enfrentamiento entre los sexos. De hecho los principales sostenedores de las corrientes feministas son los Estados imperialistas que los han exportado a todo el planeta a través de las instituciones internacionales como la ONU (que creó la primera “Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer” en el año 1946 y ha desarrollado Cuatro Conferencias Mundiales que marcaron las líneas esenciales de las “políticas de género” a escala planetaria) el Banco Mundial y las mayores Fundaciones del mundo capitalista como la Fundación Ford, Rockefeller o Gates.

Por ello es una impostura pretender que el feminismo pueda representar a las mujeres, NO NOS REPRESENTAN, los y las feministas sirven a quienes les pagan, el Estado y sus instituciones. Esta corriente se ha constituido como una auténtica mordaza para nosotras que hemos sido despojadas de nuestra voz que pertenece ahora a los nuevos patriarcas, lo que es, en esencia, FEMINICIDIO, como crimen contra la vida personal, psíquica y espiritual de las mujeres.

El objetivo ahora es crear la división y el conflicto entre los sexos en la acampada, expulsar a las mujeres de la lucha, pues sin las mujeres el movimiento no sobrevivirá. Frente a estas maniobras tenemos que defender la batalla por la convivencia, lo que implica que todas las agresiones reales han de ser reprimidas en el ámbito de la horizontalidad pero con contundencia, que los conflictos sexuales no graves han de abordarse con energía pero con cordialidad y con la disposición de reparar, aprender y formarse como seres humanos de valía en la vida social y afectiva.

Las mujeres hemos de renunciar a todo privilegio o protección especial por razón de sexo, asumir nuestras propias responsabilidades en la creación de un ambiente en que el respeto y el buen trato sean la tónica dominante recuperando los valores de esfuerzo, autoexigencia y competencia personal. El neomachismo feminista nos ofrece vivir tuteladas sin enfrentarnos a los problemas de la existencia, mimadas y estúpidas, inconscientes y entontecidas, emocionales y fanáticas, es decir, sin autonomía. Libertad significa obligaciones antes que derechos, esfuerzo y dolor, frustración y dudas, equivocaciones y rectificación, solo si elegimos ese camino podemos ascender a pensarnos y vivir como seres libres, al menos con libertad de conciencia.

Madrid 3 de junio de 2011
María del Prado Esteban Diezma
pradoesteban@hotmail.com
prdlibre.blogspot.com

jueves, 2 de junio de 2011

Una reflexión clasista sobre el Movimiento 15-M

Ver en Kaosenlared

Desde la Juventud Comunista de Zamora reconocemos lo que de progresivo tiene este movimiento que de forma sorprendente ha conseguido llenar las calles de gentes que parecen estar hartas de ser los depositarios de una herencia futura repleta de desastres sociales.

A pesar de su apariencia novedosa, por haberse vertebrado desde las redes sociales, la problemática que plantea el movimiento 15- M es bastante antigua. Los comunistas debemos apoyar este movimiento de masas, pero ello no nos exime de poner sus contradicciones al descubierto, al contrario, nuestra posición ideológica y política respecto al resto de nuestra clase, nos obliga a plantear estas contradicciones ante el ala más consecuente de este movimiento, ante el sector que aunque no de forma clara, representa los intereses de la juventud proletaria en el interior de este movimiento de masas.

El denominado movimiento del 15-M es víctima de su tiempo. Un tiempo en que el embate histórico del revisionismo, de la praxis equivocada, de la mala comprensión y la perversión de la ideología proletaria ha colocado a las masas en posición de defensa frente a cualquier sistema de ideas que no disocie al pensamiento individual del sujeto colectivo. La Hegemonía, entendida cómo superestructura ideológica del sistema asienta sus pilares sobre el proceso de la construcción de la conciencia desde la individualidad, como negación de lo social, demostrando así la tendencia histórica de todas las ideologías que no plantean la transformación radical de “lo que llamamos sociedad” a ser convergentes con el Capital.

Actualmente la posición mayoritaria de todos los que integran el movimiento parte desde el axioma de que el individuo es algo separado de lo que cómo parte integrante le pertenece de un modo natural, convirtiéndose así en la más acabada representación de la tendencia radical del pensamiento pequeño burgués, del “yo”, en un sentido absoluto como afirmación de la esencia de éste. Pero lejos de lo que la mayoría de las gentes que engrosan este movimiento piensan, sus ideas no son suyas porque son el resultado de un proceso histórico, de la lucha de clases. Las ideas dominantes que sobrevuelan el cielo del 15-M son el resultado de la derrota histórica del proletariado, de la agonía política en la que hoy se encuentra el movimiento obrero. La utilización de conceptos aclasistas como “ciudadano” (del que ellos no forman parte dado que no son depositarios de ninguno de los derechos que por ser tales le son otorgados, dado que de ser así si no estarían dentro del movimiento) denota por un lado que como definía uno de los manifiestos aprobados en la asamblea de la Puerta del Sol, “no importa la ideología que tengamos, ni tampoco la clase social a la que pertenezcamos”, cuando precisamente las masas que integran principalmente este movimiento son obreros desempleados o jóvenes estudiantes con brillantes curriculums en proceso de proletarización, que servirán para aumentar el valor añadido a la plusvalía extraída. Se podría hablar de un movimiento, aunque no es obviamente una excepción en los tiempos que corren, que hace gala de su alienación, que hace colocarse a las masas en un ficticio status ciudadano consignatario de los supuestos derechos que la democracia burguesa le otorga.

A pesar del “y sin embargo se mueve” lo cierto es que sin la herramienta adecuada nunca el trozo de hierro que es aún este movimiento, por muy buena voluntad que tenga, podrá tomar forma.

Y decimos “buena voluntad” porque en efecto la hay. Lejos de las teorías conspiranóicas patrocinadas por los mass media, por la extrema derecha, por el gobierno o por muchos de los que se proclaman anticapitalistas, los que participamos en este movimiento observamos que en él entran en colusión, aunque de forma poco clara, dos líneas políticas antagónicas: una tendente a reformar la democracia burguesa, otra destinada a forjar una democracia para las clases productoras en confrontación con las instituciones existentes, que tan solo sirven a la burguesía, a la burocracia estatal o la aristocracia obrera. Reproducir lo viejo o construir lo nuevo, apuntalar los intereses del gran capital o socavarlos cimentando una nueva sociedad. En definitiva, burgueses y proletarios. La lucha de clases reflejada en un movimiento que aunque quiera escapar del devenir histórico de la sociedad de clases, no puede hacerlo.

Y aquí es donde entra en juego el movimiento obrero revolucionario, aquí es donde se demuestra el papel de vanguardia del movimiento comunista. Masas descontentas, aún no encuadradas por el Estado que destacan de entre ellas a sus agitadores, a sus organizadores… que abren la brecha para dotar al movimiento de ideología proletaria y fijarle objetivos democráticos consecuentes. Masas y vanguardia práctica de éste movimiento que carecen de ideología revolucionaria pero que ante un discurso antagónico respecto del dominante no dudan en señalar a lo que entienden como su vanguardia, la cual está obligada a no mirar a otro lado, sino a caminar de frente para realizar su labor de elevar ideológicamente a las masas sin partido ante las cuales muchos de los pregoneros del resistencialismo y el sindicalismo se han visto desbordados, palideciendo ante las masas henchidas de rabia en las calles y refugiándose ante su perenne discurso de predicar que se va a hacer para luego, en los momentos de verdad no hacer nada, salvo pedir el voto a quienes se han hartado de votar.

No pecamos de optimismo ante el 15-M, conocemos de sus limitaciones pequeñoburguesas en cuanto a ideología, política y organización. Limitaciones lógicas de un movimiento espontáneo que no surge desde lo consciente sino desde el desengaño que provoca ante las masas la paz imperialista en tiempos de crisis. Pero no por ello vamos a renunciar a estar con las masas, sino que debemos intentar dotarlas de conciencia revolucionaria pues es solo a través de ella, conformada como núcleo de unidad y acción, como se puede derrocar el orden social vigente organizando a las masas para que ejerzan su democracia, para que experimenten su dictadura de clase y comprendan que la democracia no es un abstracto interclasista, sino un instrumento de imposición de los intereses de las clases sociales: o bien de la burguesía o bien del proletariado.

Juventud Comunista de Zamora,
Junio de 2011

lunes, 2 de mayo de 2011

Paz Social: Nos aprietan las cadenas

Editorial del Ni Un Paso Atrás nº 10, órgano de difusión y propaganda antifascista

La Paz Social por fin ha llegado, pero ¿alguna vez se fue? El tímido “Así no” que encabezó la huelga general de CCOO y UGT fue tan solo un anticipo del nuevo brindis al sol con el que se han deleitado sindicatos, gobierno y patronal. Supuso un guiño insinuante, un luego quedamos, una muestra inequívoca de que los sindicatos oficiales querían tema para poder gemir y gritar “Así sí”.

Y vaya si lo han conseguido pues el pacto orgásmico entre Toxo y Zapatero, entre Méndez y Rosell, trae consigo unas más que embarazosas consecuencias para el proletariado del estado español: Trabajar hasta los 67 años; el cálculo de la pensión sobre los 25 últimos años cotizados a la Seguridad Social; la liberalización del negocio del desempleo a través del fomento de las Agencias Privadas de Colocación; las cláusulas de descuelgue de los convenios colectivos legalizando el incumplimiento de los mismos por parte de la patronal; la ampliación de las causas objetivas de despido para así abaratar las indemnizaciones, que en gran parte serán costeadas por el Estado a través del FOGASA…

Todas estas medidas, y las que están por venir (el Contrato de Primer Empleo o el fin del Salario Mínimo Interprofesional), son un ataque directo de las clases dominantes contra la clase obrera. Los burdos argumentos sobre los cuales justifican estos recortes los politicuchos y los autodenominados periodistas, como que vivimos mucho y trabajamos poco, han sido bien esclarecidos y desmentidos por organizaciones como la CNT en diversos documentos (Ver “El falso debate sobre la crisis del sistema de pensiones”). Referenciadas estas justas críticas a las reformas anti-obreras, nosotrxs vamos a centrarnos en algunos de los que por el bien común aprietan nuestras cadenas, los sindicatos.

Ni traidores, ni vendidos, hace décadas que son nuestros enemigos


El principal problema del proletariado en nuestro tiempo es que carece de conciencia revolucionaria y por ello de independencia política y orgánica, las cuales deberá obtener en incesante lucha contra la burguesía y todas sus formas de reproducción sociopolítica. Así, los proletarios arrastramos prejuicios burgueses que nos enajenan la correcta visión de la realidad material en que nos hallamos insertos. Y, por poner un ejemplo, nos conformamos con ver a los sindicatos oficiales como “unos traidores”, como elementos que son “malos” pero que podrían ser “buenos”. Pero para convertirse en traidores, los sindicatos deberían defender los intereses de la clase obrera, y eso hace décadas que es historia marchita del movimiento obrero del Estado español. Como mínimo desde que la Constitución de 1978 sancionó el “Estado social y de derecho” para que los sindicatos se integrasen en el bloque dominante, cogestionando la dictadura de clase de la burguesía y convirtiéndose en nuestros enemigos, en nuestros enemigos de clase.

El sindicato surgió en su día como unión de obreros para defender sus intereses económicos, lastrados ya de inicio por la reforma social: subidas salariales, mejoras sanitarias… mejoras sin duda alguna para los obreros, pero tan solo mejoras dentro de la esclavitud asalariada. Pues el sindicalismo nace como respuesta a la posición objetiva del proletariado dentro del marco de las relaciones de producción capitalista y solo se mueve en los espacios que esa misma posición le deja. El sindicato fue pues la primera herramienta de la clase obrera, pero estaba limitada por su marco económico y social. El movimiento obrero se desarrolla en una lucha constante contra la sociedad capitalista que le ha visto nacer. Y a comienzos del s. XX, superará desde distintos prismas y en diverso grado esta limitación inherente a la lucha económica: el anarcosindicalismo y el consejismo lo harán de forma contradictoria y más coherentemente lo logrará el marxismo-leninismo.

Esto provocará la escisión del movimiento obrero en dos grandes bloques irreconciliables: de un lado los reformistas que mantendrán como eje de sus luchas el sindicalismo y toda reforma política que mejore la situación del proletariado, pero siempre dentro de los márgenes de la legalidad burguesa y, sobretodo, de la producción social capitalista. De otra parte quedarán los revolucionarios que proponen que solo cuando el obrero rompa consigo mismo, es decir, que comprenda que sus intereses de clase pasan por eliminar su subordinación social y que ello solo puede hacerse desde la revolucionariación de las relaciones de producción y la destrucción del poder político y social erigido para mantenerlas, el Estado burgués. Es decir que el obrero no puede contentarse con la reforma que lo mantiene como obrero sometido al patrón sino que debe transformarse, elevarse como clase social, a sujeto y objeto de la Revolución.

Decimos que el m.o. se desarrolla. Pues mediante su experiencia en la lucha de clases contra la burguesía lo que en un primer momento fue su mejor arma, el sindicato, se convierte con el tiempo en su contrario, en arma de la clase capitalista. ¿Por qué decimos esto? Porque cuando el capitalismo avanza se convierte en un sistema económico mundial haciendo que las clases sociales, que las relaciones productivas, transciendan las fronteras nacionales y todo, la lucha de clases, debe ser observado desde el Mundo y no desde el Estado. Bajo estas condiciones nace la aristocracia obrera como sector del proletariado que se aprovecha de la posición de su país en la economía mundial. Esta capa social, difícil de concretar, hace de la reforma social su interés de clase y del sindicato, como vieja forma orgánica de los trabajadores, el mejor vertebrador de estos intereses junto al partido obrero reformista. Es decir que la escisión política de la clase proletaria (reformistas vs revolucionarios) proviene en origen de su división económica entre los obreros asalariados que sufren la dictadura de clase y los obreros bien retribuidos que participan de esta dictadura de la minoría contra la mayoría. Esta última clase utiliza las reformas para apuntalar su posición dentro del imperialismo, no por engaños de las clases dominantes, sino porque su situación es tal que para ella la dictadura de los bancos, de los policías, de los burócratas y de los patronos es realmente el Estado del Bienestar, mientras para la mayoría ese concepto es una broma de mal gusto que significa paro, miseria, explotación y violencia.
Una posición económica de privilegio, una línea de acción política basada en el reformismo y una conciencia imperialista y reaccionaria, tales son las características de la aristocracia obrera. Conciencia que vemos a diario en los informativos, en las universidades, en los centros de trabajo y como no podía ser de otro modo en el cine.

Apocalypse Now narra las hazañas del imperialismo norteamericano en Vietnam y en cierto sentido muestra como el “inocente” bienestar de la Metrópoli es una apisonadora que pasa sobre los pueblos oprimidos del mundo: A un grupo de militares yankees les encanta hacer surf. A su alrededor está la guerra y la muerte que ellos provocan, pero insisten en hacer surf por lo que necesitan construir una campana de cristal en la que disfrutar de un bienestar democrático sin que la realidad les moleste. Y ¿cómo lograr aislarse de lo que les rodea generando esa relajante irrealidad? Bombardeando todas las aldeas alrededor de la zona donde quieren surfear, es decir, que todo les vale para mantener su posición de privilegio y no les importa sobre quien deben pasar. Y esa es la moral imperialista propia de los sindicalistas liberados y toda clase de socialfascitas y chupatintas que parasitan libremente por nuestra sociedad: ellos no se plantean porque pueden surfear, tampoco les interesa. Solo quieren seguir haciéndolo y si para ello son necesarias guerras imperialistas o recortes de derechos pues ellos serán los primeros en utilizar los medios que alegremente la burguesía monopolista pone a su disposición para que se puedan cumplir sus intereses. En Apocalypse Now el pobrecito soldado imperialista utiliza napal para procurarse sus intereses. En las campanas de cristal de la Unión Europea la aristocracia obrera utiliza el corporativismo que desarrollan participando de la dictadura del capital desde sus puestos directivos en Cajas de Ahorro, en firmas de Convenios Colectivos, en los Pactos de Toledo o en los grandes Comités de Empresa.

Frente a estos elementos debemos poner la organización de la clase obrera y su unidad en base a la lucha por sus intereses en un nivel particular (en las luchas económicas) pero supeditado e insertado en un nivel general (la Revolución Social). Y para ello es indispensable señalar a quienes están del otro lado de la barricada, CCOO, UGT, USO…, pues la lucha contra el capital pasa por la lucha contra todas sus organizaciones que encuadran a las masas y las guían hacia el inmovilismo. Y a los primeros que nos encontramos es precisamente, a los sindicatos oficiales, que pretenden llevarnos como ovejas por el Eterno camino del reformismo, que no multiplica panes ni convierte el agua en vino.

Zamora, abril de 2011