Presentación
Es sobradamente conocido
—aunque rara vez coherentemente interiorizado— el axioma marxista que reza que
la lucha de clases es el motor de la historia. En el mismo sentido, sería justo
sentenciar que la lucha de dos líneas —en tanto expresión concreta de esa misma
lucha de clases en el terreno de la ideología— es el motor de desarrollo de la
vanguardia revolucionaria. Tomando estas dos certezas como punto de partida,
hemos de decir que lo que aquí presentamos al conjunto de la vanguardia en
forma de Dossier es, precisamente, una muestra de cómo el proletariado
revolucionario (hoy, su vanguardia) afianza y desarrolla sus posiciones
ideológicas y políticas en lucha consigo mismo —en el seno de la Línea de
Reconstitución (LR)—, es decir, en el constante combate de las dos líneas
correspondientes a las dos clases fundamentales de la sociedad burguesa, en
esta ocasión en lo que se refiere a la concepción y al tratamiento de la
cuestión nacional. No obstante, antes de desgranar y adelantar el contenido que
el lector encontrará en el presente Dossier, será necesario situarnos
sucintamente en contexto para comprender las dimensiones de la camaraderil
polémica aquí reflejada.
Las fechas en las que
tiene lugar el debate alrededor del referéndum del 9-N en Catalunya en el seno
de la vanguardia marxista-leninista nos llevan a un panorama radicalmente
distinto del actual; 2014 fue el año de explosión de la LR, y a lo largo del mismo
habían hecho acto de presencia numerosos y nuevos destacamentos de vanguardia
que enarbolaban decididamente la bandera de la Reconstitución. La lógica y sana
efervescencia de los jóvenes círculos, que se sumaba al meticuloso y regular
quehacer de las organizaciones más experimentadas de la vanguardia
marxista-leninista, configuraba un escenario repleto de trabajos, artículos,
octavillas y diversas publicaciones que ayudaron notablemente a propagar las
ideas fundamentales del marxismo revolucionario, hoy expresado como Línea de
Reconstitución. En resumidas cuentas, podríamos limitarnos a señalar que ese
tipo de actividad, dispersa y aislada pero enfocada en una dirección común,
representó un momento necesario —y aún no definitivamente
concluido— de asentamiento ideológico —a través de la lucha— y experimentación
política de los más o menos recién nacidos círculos.
No obstante, bastaría una
mirada superficial al actual proscenio de nuestra Línea para constatar, cuanto
menos, un ritmo mucho menor de publicaciones de carácter propagandístico —la
principal forma de expresión de los resultados del presente período de
reconstitución ideológica— y, en general, de actividad pública y publicitada.
Pero como habrá intuido ya el lector avezado, una disminución como la presente
del ritmo de publicaciones no comporta, desde luego, una cierta inactividad. Al
contrario, en nuestro caso, podemos congratularnos de que este relativo
silencio está más relacionado con la calma reinante antes de la tormenta que
con la tranquilidad de los cementerios. En una palabra: la aparente inactividad
sólo revela, felizmente, el paso a otro tipo —más elevado— de
actividad.
En el mismo sentido, no
estaríamos revelando ningún secreto al afirmar rotundamente que este nuevo tipo
de actividad, más volcada hacia el interior mismo de la vanguardia
marxista-leninista, ha sido lo que nos ha permitido empezar a hablar de un
incipiente Movimiento por la Reconstitución. Si, como decíamos más
arriba, el año 2014 fue el de la explosión de la LR, 2015 bien podría ser el
del acercamiento de los diferentes círculos —que hasta
entonces desarrollaban una actividad aislada, autónoma y local, tal y como no
podía dejar de ser—, proceso que fue quedando gráficamente expresado, por
ejemplo, con la firma conjunta de documentos unitarios por parte de todos los
destacamentos del espacio de la Reconstitución. Dicho de otro modo: dejada
atrás en lo fundamental la etapa de maduración de los círculos, la identidad
ideológica fundamental alcanzada por el conjunto de las organizaciones de la LR
permitió sentar las bases para su posterior acercamiento político. Por lo tanto
es perfectamente adecuado situar en el debate que aquí presentamos el punto de
arranque del Movimiento por la Reconstitución, entendiendo por éste el conjunto
de las relaciones de que se va dotando la vanguardia marxista-leninista en
progresiva y ascendiente articulación.
No es baladí, además, la
temática que aquí nos sirve como vehículo de este proceso: la problemática
nacional es, por principio, un problema transversal fundamental
para comprobar en los hechos el carácter verdaderamente revolucionario de la
vanguardia. Toca los tres aspectos esenciales que definen al proletariado como
sujeto independiente: en primer lugar, pone a prueba la solidez ideológica de las
convicciones internacionalistas —clasistas— de la vanguardia; seguidamente
determina, en el modo de tratamiento del problema nacional, si los proletarios
conscientes han sido capaces de aprehender sus principios con la profundidad
suficiente como para traducirlos en un posicionamiento concreto que se ajuste
tanto a su independencia subjetiva como a las necesidades de su despliegue en
forma de Línea Política; y, finalmente, como aspectomediador entre
los polos antes mencionados (ideología y política), la cuestión nacional
permite constatar, en materia de organización, el grado de madurez alcanzado
por la vanguardia. En este sentido, el acuerdo sólido y generalizado sobre la
necesidad por principio de un único sistema de organizaciones para todo el
Estado es un muy buen síntoma y la mejor garantía de futuro para la unidad
internacionalista de nuestra clase.
Sea como fuere, y al
margen de las consideraciones alrededor de la importancia interna (para el
propio marxismo) de la problemática nacional, es obvio que el contexto objetivo
de la lucha de clases en el Estado español tenía mucho que decir a este
respecto. Pues, si la vocación internacionalista de nuestra clase tiene ya una
relevancia innegable en y de por sí, su centralidad queda redoblada en un Estado
como el español, que es históricamente una cárcel de naciones y que, además,
tiene en el problema catalán el principal vector de su profunda crisis política
contemporánea. Por lo mismo, los debates que aquí se presentan (y especialmente
los que conforman la primera parte del Dossier) deben ser entendidos en su
especificidad, como esfuerzo realizado por la vanguardia marxista-leninista en
aras de aprovechar las contradicciones en el seno de la burguesía (entre sus
distintas fracciones y secciones nacionales) para desarrollar
nuestro Movimiento por un lado y, por otro, para elaborar un histórico
posicionamiento político, genuinamente proletario, internacionalista y
democrático, que coadyuve a la educación de la clase en la igualdad nacional y
a su posterior fusión en sus organizaciones revolucionarias.
Pero por esta misma
circunstancia, al tener que adaptarnos aquí a los siempre apremiantes tiempos
de la política burguesa (y aunque obviamente primemos la ideología frente a
cualquier otra consideración), el debate en el seno de la vanguardia tuvo que
desarrollarse de manera frenética. Aún así, dada la primigenia comunión de
ideas a nivel esencial, que situaba a todos los círculos en el campo de la
revolución, es decir, del internacionalismo (todos apoyaban la realización de
la consulta del 9-N y reconocerían su resultado), se pudo desenvolver la lucha
ideológica con la rigurosidad que requería, en los plazos convenientes y con
los resultados deseados: un abanico de posicionamientos expresando la misma
postura por parte de todo el espectro de círculos que componían la LR,
respetando además, de manera notable, la necesaria división internacionalista
del trabajo (énfasis, desde la nación opresora, en el derecho de la nación
oprimida a la separación política; insistencia, desde la nación oprimida, en la
posibilidad de unión libre, voluntaria y consciente). A este respecto,
Revolución o Barbarie (RoB) fue la única excepción, pero la ausencia de un
posicionamiento público por su parte queda disculpada y sobradamente compensada
por su más que activo papel en el desarrollo de la lucha de dos líneas (como
verá el lector en las siguientes páginas), factor fundamental para que el
conjunto de los círculos profundizaran en el análisis y las implicaciones del
debate que estaba en marcha, y que ellos mismos (los camaradas de RoB) se
encargaron de iniciar.
Además, debemos hacer
notar otro rasgo característico, en clave metodológica, de la
discusión que aquí sometemos al escrutinio de la vanguardia. Como se verá, las
dos partes, bien diferenciadas, del Dossier corresponden a dos niveles de
concreción de la ideología proletaria y sus principios. La primera parte, ésta
que, como hemos dicho, tuvo que amoldarse relativamente al impaciente devenir
de la política burguesa, constituye la preparación de una incursión de la
vanguardia marxista-leninista en la gran lucha de clases, es decir, en la
definición concreta de la postura que adopta el proletariado revolucionario
respecto al resto de las clases de la sociedad y sus contradicciones. Por lo
mismo, de aquí sólo podía resultar un posicionamiento político o, lo que es lo
mismo, una definición, en un aspecto particular, de la Línea Política[1]. Por el contrario, lo que el lector encontrará
en la segunda parte del Dossier corresponde fielmente a esa constante necesidad
del marxismo de hacer balance[2], recapitular y poner en claro los propios
senderos recorridos. Ahí el objetivo es, en realidad, sistematizar teóricamente
las posiciones proletarias a la luz de su propia experiencia, deslindando
campos y delimitando claramente lo que es un movimiento táctico o una maniobra
política de lo que constituye un principio ideológico, una piedra maestra de la
Línea General. De este modo se puede percibir una armonía, cuya importancia
debe ser señalada, entre la teoría y la práctica de nuestro Movimiento: el
maniobrar político, la interrelación del internacionalismo con la democracia,
va definiendo y concretando los principios de nuestra ideología, traduciéndolos
a sectores más amplios de la clase y posibilitando su aprehensión por parte de
las masas a través de una experiencia más cercana a ellas; simultáneamente, una
labor más profunda y sistemática, de calado más teórico que propagandístico, se
encarga de preservar la independencia ideológica de la vanguardia al margen
(por encima) de cualquier volantazo que sea tácticamente necesario. Como
comprenderá también el lector familiarizado con las tesis de la Línea de
Reconstitución, esto contrasta ampliamente con ciertas nefastas costumbres,
determinadas por su contexto, que hipotecaron el desarrollo de la revolución en
el pasado Ciclo: allí donde se establecieron necesarias alianzas o virajes
tácticos puntuales para navegar en el mar de contradicciones que es el actuar
político, faltaron por lo general los esfuerzos que habrían hecho falta para,
precisamente, entender tales compromisos como algo contingente y coyuntural,
situado por debajo de los principios, y restituir con claridad estos últimos
cuando el contexto que imponía una determinada táctica tocaba a su fin. En
resumen: sólo este constante recapitular, a la luz del análisis marxista, puede
evitar que los movimientos tácticos se enquisten, devengan en línea y,
finalmente, hagan perder al proletariado revolucionario (hoy, a su vanguardia)
la independencia ideológica y política que necesita para cumplir con su tarea
histórica: la instauración de la civilización comunista.
Y, en relación con lo
último, para terminar esta presentación, querríamos referir una reflexión no
falta de importancia. Todo aquel proletario consciente que haga un esfuerzo por
estudiar, entender y asimilar los documentos aquí recogidos, podrá constatar
cómo el Movimiento por la Reconstitución ha sabido enlazar con la mejor
tradición revolucionaria del pasado Ciclo, encarnada en el bolchevismo. Si por
algo se caracterizó éste, en términos generales, es por reflotar, de la mano de
Lenin, el papel y la importancia del sujeto consciente —al
mismo tiempo, esto no es sino la revalorización del espíritu fundacional del
marxismo (véanse las Tesis sobre Feuerbach)—. Esta centralidad del sujeto, de
la instancia consciente, del elemento activo, puede verse en todos y cada uno
de los problemas estratégicos de la revolución, y no es casual que el principal
aporte de Lenin al marxismo sea la elaboración de la teoría proletaria del
Partido obrero de Nuevo Tipo. Pero, ciertamente, en el abordaje de la cuestión
nacional adquiere una significación especialmente relevante. Nadie puede obviar
la importancia que, para Lenin, tenía la defensa de la autodeterminación. Es
una de las batallas ideológico-políticas (junto al combate contra toda forma de
reduccionismo económico, es decir, de economismo[3]) en las que más recurrentemente creyó
necesario incidir con firmeza.
Por lo mismo, esta
subjetividad consciente es la condición de posibilidad, la premisa
ideológica de cualquier tratamiento político de lo nacional por
parte de la vanguardia. La substantividad e independencia de lo ideológico, sea
primero la vanguardia o después el Partido Comunista —del proletariado
revolucionario, en cualquier caso—, es la única garantía de un despliegue
posterior en relación con las masas que permita a éstas comprender y hacer suya
la posición de la vanguardia. De manera profundamente dialéctica, por esto, los
debates que aquí se compilan van revelando el modo particular en el que el
sujeto aborda una misma contradicción: cuando lo hace desde la esfera de lo
político concreto (consulta del 9-N) pone el peso en la relación de unidad del
internacionalismo y la democracia, en su articulación, en su fusión
tácticapara la resolución de la opresión de una nación en concreto y la
educación de las masas en el internacionalismo. Así, la democracia es condición
política para un adecuado tratamiento de lo nacional por parte de la
vanguardia, el aspecto secundario respecto a lo ideológico. No obstante, en la
esfera de la ideología, este despliegue debe devenir en una vuelta a sí mismo,
pero en un nivel superior: como se ve, hemos sistematizado teóricamente unos
principios que, ya elaborados por la tradición del comunismo revolucionario, no
habían sido desarrollados con la profundidad con que se hace ahora. Por eso, en
este aspecto, hemos puesto el énfasis en la relación de lucha que
existe entre el internacionalismo y la democracia, en su diferenciación estratégica,
de principio y de clase, etc. Dicho de otro modo,
es la diferencia entre Línea Política y Línea General: la primera es la
traducción más concreta de la segunda, la síntesis de más determinaciones
impuestas por un contexto particular, real, de la lucha de clases, laterrenalización de
los principios proletarios, inaprensibles de manera inmediata para las amplias
masas en el terreno de la teoría pura, etc.
Por lo demás, poco
podríamos añadir a esta presentación; todo lo que no se ha dicho —además de
elementos que ya han sido mencionados— quedará claro por sí mismo a medida que
el lector avance en el estudio del Dossier. Por nuestra parte, sólo nos
gustaría insistir en la salubridad de este ejercicio de “transparencia”,
mediante el cual queremos poner al servicio del conjunto de la vanguardia una
parte de los trabajos que han venido ocupando las energías de buena parte de
los destacamentos que componen el núcleo del Movimiento por la Reconstitución
pues, a diferencia del revisionismo, consideramos que enajenar a nuestra clase
del desarrollo y los resultados de la lucha de dos líneas habida en nuestro
mismo seno sería un crimen imperdonable contra la revolución.
Así, enlazando también
aquí con la mejor de las tradiciones del bolchevismo y citando a Lenin, podemos
decir que nuestros enemigos “con muecas de alegría maligna siguen nuestras
discusiones; procurarán, naturalmente, entresacar para sus fines algunos
pasajes aislados (...)” de este Dossier; pero, igualmente, que los militantes
del Movimiento por la Reconstitución “están ya lo bastante fogueados en el
combate para no dejarse turbar por semejantes alfilerazos y para continuar,
pese a ellos, su labor de autocrítica, poniendo despiadadamente al descubierto
sus propias deficiencias, que de un modo necesario e inevitable serán
enmendadas por el desarrollo del movimiento obrero. ¡Y que ensayen los señores
adversarios a describirnos un cuadro de la situación efectiva de sus
"partidos" que se parezca aunque sea de lejos (...)” al que aquí
brinda la vanguardia marxista-leninista!
Comité
por la Reconstitución
Junio de 2016
Junio de 2016
Notas:
[1] Igualmente,
esta circunstancia nos sirve para refutar ciertas consabidas maledicencias que
suelen vertirse sobre nuestra Línea. En efecto, en la defensa de nuestra
táctica-Plan (en este caso el Plan de Reconstitución) hemos hecho siempre
hincapié en la imposibilidad de saltarse etapas, de querer dar saltos en el
vacío o buscar contraproducentes atajos; siempre hemos sostenido que, hoy,
obviar la necesidad de reconstituir ideológicamente el comunismo y redefinir la
Línea General supone liquidar cualquier horizonte revolucionario. Por lo mismo,
quizá algún lector vea aquí una contradicción cuando declaramos haber
incursionado en el terreno de la Línea Política, ¡cuando aún no hemos definido
completamente la Línea General! Lo que deberá observarse aquí es que, en
realidad, una táctica-Plan es una guía para la acción, que ordena, estructura y
jerarquiza tareas, pero que no lo hace de manera absoluta, estanca ni opaca.
Así, como se viene diciendo en esta presentación, un necesario viraje táctico
hacia la gran lucha de clases (en la que aún no podemos influir materialmente)
no hará peligrar nuestra independencia ni nuestro Plan... ¡siempre que sepamos
enmarcar la maniobra en el desarrollo del Plan y volver al camino marcado por
él!
[2] Será
importante señalar lo siguiente: si bien es cierto que en nuestra época es
absolutamente esencial remarcar la emergencia del Balance (con mayúscula) y de
la reconstitución ideológica, no es menos justo mencionar lo específico de esta
etapa. Pues, si es precisamente tan relevante acometer con solvencia este
Balance, es con el horizonte de evitar cualquier interrupción futura del
desenvolvimiento de la Revolución Proletaria Mundial. O, dicho con otras
palabras: el nuevo Ciclo debe ser el definitivo, en el que el proletariado
revolucionario liquide, sin sufrir otra derrota general, la sociedad de clases
(división social del trabajo, propiedad privada, Estado, etc). Y esto,
naturalmente, no quiere decir que en el nuevo ciclo no sea necesario ese
espíritu autocrítico, de recapitulación: al revés, su importancia será tal que
debe quedar articulado como parte integrante de la praxis revolucionaria, como momento del
proceso de conocimiento que no tiene que esperar a constatar
empíricamente todas las implicaciones de las limitaciones o las
posibles deformaciones de tal o cual aspecto de la política proletaria, sino
que puede efectivamente luchar contra la línea burguesa antes de que ésta tenga
siquiera la posibilidad de racionalizarse subjetivamente, de tomar cuerpo, de
adquirir conciencia de sí misma como ramificación o desviación reaccionaria del
marxismo.
[3] No
en vano, Lenin calificaba a sus antagonistas, a aquellos que desechaban por
burgués el derecho a la autodeterminación nacional, de “economistas”
imperialistas. Es decir, que les situaba como presos de una doble desviación o,
mejor dicho, de la división en dos de la misma desviación objetivista: primero,
su incapacidad ideológica para ver más allá de las tendencias espontáneas del
capitalismo determinadas por su estructura económica, esto es, por quitar
sustantividad al sujeto y subsumirlo en el torrente de la objetividad
inmediata; segundo, como consecuencia lógica de lo anterior, ser incapaces de
dar una respuesta subjetiva, consciente, ante un problema como el nacional, que
nunca podrá ser resuelto limitándose a apelar o insistir en los intereses
internacionalistas del proletariado, sino que este principio universalista debe
ser desplegado en diálogo con las herramientas que la propia burguesía ha
dispuesto para la resolución de sus conflictos, como la democracia (pues no
olvidemos que la opresión nacional es un problema democrático-burgués). Aquí,
igualmente, adquiere cierto sentido la sentencia de Mao cuando decía que había
quien confundía marxismo con imperialismo: el objetivismo que aquí denunciamos
(y que ya denunció Lenin magistralmente) conduce a la liquidación del sujeto
(de la independencia del proletariado), a la innecesaria limitación
“intransigente” (“izquierdista”) de la política proletaria y, a fin de cuentas,
en la desarticulación de toda perspectiva revolucionaria a través de
concepciones y prácticas que se limitarán a sancionar y reproducir el statu
quo del mundo imperialista, pero bajo un envoltorio de radicalidad
discursiva totalmente inofensivo para el capital.