lunes, 8 de marzo de 2010

Carta a la militancia de la UJCE y al conjunto de organizaciones comunistas del Estado español (3)

EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN: EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI
http://www.kaosenlared.net/media/18/18684_1_CARTA_A_LA_MILITANCIA.pdf

El actual momento de derrota de la revolución proletaria y por lo tanto de las premisas ideológicas y políticas del anterior ciclo revolucionario que se abría con la Comuna parisina y alcanzaba sus puntos máximos con la Revolución de Octubre y la Revolución China, han llevado a renunciar a los principios básicos del marxismo por parte de las organizaciones comunistas y a intentar reinventar la ideología, dicho sea en el peor sentido del término. Desde hace un tiempo resuena una expresión: socialismo del siglo XXI. ¿Socialismo del siglo XXI? De alguna manera alguien pretende ponerle un adverbio temporal a la palabra socialismo, cómo si el tiempo cronológico influyera en el rumbo a tomar por el proceso de transformación social que queremos los comunistas y lo determinante no fuese el estadio en que se encuentra el sujeto revolucionario, es decir, las condiciones subjetivas que adecuadas a la fase en la cual se encuentra el capitalismo marcan el devenir de la Revolución.

Las experiencias políticas que están surgiendo por determinadas circunstancias en algunos países del continente latinoamericano parecen haber abierto los ojos a determinados intelectuales y organizaciones que sin dudar un momento han corrido abrazar los nuevos ideales que se pueden desprender del actual escenario político en América del Sur.
Determinados elementos como Heinz Dietrich han venido a iluminarnos con sus “nuevos postulados”. Pero no nos engañemos, lo “nuevo” es más viejo y previo que lo que el marxismo-leninismo defiende. Estas nuevas tendencias políticas con lo que se corresponden es con el trasnochado kautskismo que el proletariado revolucionario aplastó a principios del s. XX. Tanto la UJCE como el resto de organizaciones comunistas parecen haber encontrado en el socialismo del siglo XXI la novedad política que el stabhlisment les exigía para no formar parte de esa legión de caducos bolcheviques que aun creían en las viejas premisas de la Dictadura del Proletariado y la Revolución Socialista. Desgraciadamente con la defensa de lo nuevo nos hemos convertido en unos comunistas-socialdemócratas si es posible llegar a conjugar estos dos términos.

Nuestro colectivo organizó una charla-debate en Agosto del pasado año con la intención de arrojar un mínimo de luz sobre una cuestión actual dentro del Movimiento Comunista. El título del libro de Rosa Luxemburgo “Reforma o Revolución” nos sirvió para definir el objeto central de dicho acto. La ponencia de la Juventud Comunista de Zamora se realizó tomando los documentos del X Congreso de la UJCE y respecto a la cuestión ¿reforma o revolución? los documentos congresuales respondieron por sí mismos reformismo, dado que la política de la UJCE no pasa actualmente de definir un proyecto estratégico de III República con democracia participativa. Si transpusiésemos la situación actual al debate habido dentro del movimiento socialista alemán hace un siglo, nuestra teoría y nuestra práctica se corresponderían con la posición que defendía Bernstein y no con la de la revolucionaria espartaquista, por lo que está claro que si somos o queremos ser comunistas algo falla en nuestra línea política. En nuestra opinión esto se debe a una concepción burguesa del Estado pues formalmente se reconoce a éste como forma de opresión de una clase sobre otra y por lado se presenta como posible la transformación social a través del aparato estatal existente y de toda su maquinaria, haciendo añicos con esto lo demostrado por Marx y Lenin tras analizar las distintas revoluciones acaecidas en el s. XIX y la Revolución de Octubre: “Todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina, en vez de destrozarla. Los partidos que luchaban alternativamente por la dominación, consideraban la toma de posición de este inmenso edificio del estado como el botín principal del vencedor” (1*)
“La revolución proletaria es imposible sin destruir violentamente la máquina del Estado burgués y sin sustituirla por otra nueva, que, según las palabras de Engels, “no es ya un Estado en el sentido propio de la palabra. Kautsky tiene que encubrir y tergiversar todo esto; lo exige su posición de renegado”
(2*)


Existe claramente una falla ideológica en esto. Si somos conscientes de lo que representa el Estado ¿cómo podemos ser partidarios del fortalecimiento de éste? La experiencia nos enseña que todas aquellas tentativas de reforma social a través del Estado sólo han servido para, por un lado evitar las tentativas revolucionarias de la clase obrera y por otra para que el oportunismo de turno haya conseguido asentar su dominio y mantener el régimen de esclavitud asalariada. A lo largo de la historia del siglo XX han sido varios pueblos los que han sufrido la crudeza de los golpes de mano que la connivencia entre la burguesía y las fuerzas reaccionarias provocaron. Válidos ejemplos son la caída del Frente Popular en España en 1936-39, de los procesos en los cuales el Partido Comunista era una fuerza hegemónica como en Grecia o en la Italia después de la II GM. El aplastamiento del gobierno de Allende en Chile en 1973, además de otros países como Brasil o Uruguay que vieron truncados sus sueños de justicia social tras la movilización del sable golpista.

La revolución bolivariana parece haber traído consigo una nueva forma de entender el socialismo (del siglo XXI), se han acuñado nuevos términos que a los comunistas no dejan de sonarnos extraños, “democracia participativa, empoderamiento de las masas”… conceptos políticos que no van encaminados a transformar radicalmente el sistema social vigente sino a amortiguar las contradicciones de clase, convirtiendo la democracia en una abstracción, en una “democracia pura”:
“Kautsky ha desvirtuado del modo más inaudito el concepto de dictadura del proletariado, haciendo de Marx un adocenado liberal, es decir, se ha deslizado el mismo al nivel de un liberal que dice frases vulgares acerca de la “democracia pura”, velando y encubriendo el contenido de clase de la democracia burguesa y rehuyendo por encima de todo la violencia revolucionaria por parte de la clase oprimida. Cuando Kautsky “interpreta” el concepto de “dictadura del proletariado”! de tal modo que desaparece la violencia revolucionaria por parte de la clase oprimida contra los opresores, bate el record mundial de desvirtuación liberal Marx”. (3*)

El aguerrido estilo verbal de Hugo Chávez a la hora de enfrentarse frente a frente con el imperio, unido al potencial económico y militar de Venezuela, parecía haberse revelado como una fuerza determinante para detener el avance del capital financiero internacional en el continente latinoamericano. Pero para que haya Revolución debe existir el sujeto revolucionario. Muy a pesar de todos, el proceso bolivariano no representa mas que otro ejemplo de este tipo de experiencias reformistas que aunque agiten insistentemente la palabra socialismo no dejan de ser lo que algunos han dado en llamar “democracia participativa” o “democracia radical”, pero en ningún caso socialismo entendido este de la única manera que puede entenderse sin caer en utopías libertarias o pseudotrotskistas, es decir, entendido como dictadura del proletariado, dado que sólo se puede hablar de esto una vez que el proletariado revolucionario se ha constituido en clase dominante y utiliza el aparato estatal para provocar su extinción y no para fortalecerlo. Aunque es obvio que en la fase transitoria que media entre el capitalismo y el comunismo, permanecen intactas las contradicciones sociales de alguna forma (si no ya no habría “Estado”) en el actual escenario venezolano estas contradicciones permanecen visibles en una forma más parecida a la de cualquier dictadura burguesa, aunque sea de una forma más disimulada que en cualquiera de los países de la región, que como lo hacen en la dictadura del proletariado como nos muestra la experiencia histórica del proletariado internacional.

El movimiento político y social que representaba la V República aglutinaba a una gran composición de fuerzas políticas desde la pequeña burguesía radical y objetivamente antiimperialista (por las condiciones de Venezuela que en este caso si difieren del Estado español, en el que la pequeña-burguesía, junto a la monopolista y la aristocracia obrera, forma parte del Estado Imperialista) que en realidad se ha revelado como mayor beneficiaria del proceso político venezolano, hasta el Partido Comunista Venezolano. Hugo Chávez encabezaba y aglutinaba a la coalición que pretendía liberar de las garras del imperialismo las principales riquezas del país caribeño, que durante el siglo XX se había revelado cómo el mejor de los sitios para los espurios pactos entre la oligarquía venezolana y los grandes capitalistas de los Estados Unidos y de Europa. Pero la realidad es terca y el proceso de la estatalización de los sectores estratégicos de la economía no se corresponde con el principio socialista de la propiedad social de los medios de producción -obviamente la situación actual dista mucho de la situación en que se encontraba el país de los Soviets cuando se puso en marcha el capitalismo de Estado que suponía la NEP, pues allí se mantenía el modelo productivo capitalista pero bajo los fusiles del proletariado revolucionario-.

El proceso de construcción desde arriba del nuevo Estado bajo las viejas formas democrático-burguesas parlamentarias no basadas en el apoyo de las masas, es decir, en el fortalecimiento del “poder popular” han llevado al movimiento bolivariano a encontrarse en una encrucijada política que le he granjeado al proyecto encabezado por Chávez la merma progresiva del apoyo de las masas proletarias que ha tenido su plasmación en los pésimos resultados obtenidos en los sucesivos referéndums para que el proceso bolivariano siguiese adelante.
Organizaciones como la UJCE o el PCE, han asumido de forma fehaciente el ejemplo venezolano y pretenden trasplantarlo al escenario español, sin tener en cuenta que aquí como en Venezuela, por el carácter mismo del Estado, con un grado elevado de desarrollo de las fuerzas productivas y de acumulación de capital, exime al proceso revolucionario de cualquier fase intermedia anterior a la dictadura del proletariado.

La admiración por la revolución cubana que tantos militantes comunistas demuestran no tiene coherencia alguna con estos postulados del socialismo del siglo XXI. Podríamos discutir si la revolución cubana impulsó o no el socialismo, un debate arduo que no pertenece al objetivo de este documento, pero lo que si podemos concluir es que tanto sus dirigentes como el pueblo cubano en su conjunto se lanzaron a las armas para conquistar su independencia nacional y destruir la estructura estatal que sostenía la oligarquía cubana en connivencia con el imperialismo. A pesar de no ser la ideología socialista el motor de esta revolución si ha demostrado una cosa, algo que Che Guevara dijo acertadamente y que debería servir para hacer un verdadero examen de conciencia para los que nos consideramos revolucionarios “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución”

Por lo tanto las experiencias políticas que a día de hoy se están dando en América Latina, Venezuela o Bolivia, y que se inscriben en el actual proceso de la Alternativa Bolivariana para las Américas, representan un frente democrático antiimperialista internacional. Pero ni el ALBA ni sus integrantes son el frente de los proletarios y los pueblos oprimidos del mundo como fueron la Unión Soviética y la Internacional Comunista. Ni representan los intereses del proletariado latinoamericano. Estos procesos son la plasmación política de los intereses de clase de la pequeña burguesía radical de cada uno de los estados del continente, intereses que pasan por deshacerse del yugo imperialista para poder desarrollarse económicamente en el plano nacional e internacional. Por ello este movimiento asume la forma reformista y pequeño burguesa que pretende servirse de la maquinaria estatal para llevar a cabo el proceso de transformación social, obviando que el Estado burgués está concebido para defender los privilegios de cualquiera de las fracciones de la clase dominante, desde la monopolista y reaccionaria a la pequeña y radical, condenando al proletariado a no cumplir su misión histórica y a seguir dando vueltas a la rueda de la explotación.

“Últimamente las palabras “dictadura del proletariado” han vuelto a sumir en santo terror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!” (4*)

NOTAS

(1*) Carlos Marx. “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”.

(2*) V. Lenin. “La Revolución proletaria y el renegado Kautsky”, Ediciones Lenguas Extranjeras Pekín, 1972. Pg. 13

(3*) V. Lenin. “La Revolución proletaria y el renegado Kautsky”, Ediciones Lenguas Extranjeras Pekín, 1972. Pg. 18

(4*) Friedrich Engels, Prólogo de 1891 a “La Guerra Civil en Francia”

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