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Londres arde, London`s burning. Los barrios proletarios han estallado ante el último crimen de las fuerzas del orden, que asesinaron durante una persecución a Mark Duggan, un joven vecino de Tottenham. Es en estos barrios de las metrópolis imperialistas donde los proletarios son hacinados por la burguesía como materia prima almacenada para ser consumida por la producción. Fuerza de trabajo explotada y moldeada a base de palos por las injusticias que el capitalismo monopolista proyecta sobre sus huesos. Y esto ocurre en Londres como ocurre en París, Estocolmo o Barcelona.
Londres arde, London`s burning. Los barrios proletarios han estallado ante el último crimen de las fuerzas del orden, que asesinaron durante una persecución a Mark Duggan, un joven vecino de Tottenham. Es en estos barrios de las metrópolis imperialistas donde los proletarios son hacinados por la burguesía como materia prima almacenada para ser consumida por la producción. Fuerza de trabajo explotada y moldeada a base de palos por las injusticias que el capitalismo monopolista proyecta sobre sus huesos. Y esto ocurre en Londres como ocurre en París, Estocolmo o Barcelona.
¿Por qué “estamos como estamos”?
Junto
al capital crece la miseria, las masas se proletarizan y las contradicciones
sociales aumentan. Por muchos subsidios y migajas que deslice el capital hacia
sus subordinados, la pauperización hace acrecentar al ejército de los proletarios.
El Estado del bienestar no da para más.
El
imperialismo europeo en proceso de crisis y pérdida de hegemonía económica y geopolítica
desde el fin de la Segunda Guerra Mundial intentó escapar de su particular tendencia
histórica amarrándose a la consigna reaccionaria de los Estados Unidos de
Europa -la UE- asentada sobre la alianza de las distintas burguesías
monopolistas a nivel “comunitario” y la asimilación en su democracia de las
pequeñas burguesías y la aristocracia obrera a nivel estatal. Elementos sociales éstos últimos que vivieron
su edad de oro de la mano del revisionismo entre los años 50 y 70 (PCI, PCF,
PCE, etc.) gestionando, bajo pretexto de “acumular fuerzas para el socialismo”,
las dictaduras capitalistas contra los
proletarios y los sectores excluidos que acudían en masa a los centros
imperialistas para venderse como esclavos asalariados y cuyas plusvalías eran
repartidas entre los patronos y las mayorías sindicales que negociaban su
precio/salario.
Políticamente el
proletariado europeo pierde en esos años su independencia política,
organizativa e ideológica. Los PC´s de Europa se adscriben a las tesis
revisionistas de Jruschov, del PCUS y de la Kominform frente a la línea
revolucionaria de los comunistas chinos. Las organizaciones que un día parió la Komintern se convierten en su
contrario y se transforman en trinchera de la burguesía. Y así los programas
reformistas, el cretinismo parlamentario y la práctica sindicalista se apoderan
del movimiento comunista para sancionar los intereses de la aristocracia obrera
y dilapidar los de la Revolución Socialista. Reproducción de lo ocurrido en la
URSS tras el XX Congreso del PCUS donde el proletariado certificó su derrota en
pro de la burguesía burocrática. Y todo bajo el pretexto del avance pacífico desde las mismas instituciones del Estado
burgués hacia el “socialismo y el comunismo”, formulación programática
interclasista y revisionista, que dicho sea de paso, ya había sido teorizada y
practicada por la IC de los años 30 sentando las bases para la liquidación de
la misma como organización de combate del proletariado revolucionario
internacional.
En este panorama que asola a los explotados en Europa, la
conflictividad social y política se reduce, casi desde la segunda mitad del s.
XX, a momentos en que el proletariado implementa la lucha desde la conciencia
en sí (mediante el sindicalismo combativo y el terrorismo) o simple y
directamente instrumentalizado por otras clases que lo encuadran en sus órganos
de masas, los sindicatos preferentemente, como medio para encuadrarlos en la
planificación económica, política y social del Estado imperialista.
La clase obrera por tanto queda subordinada a ser arma
arrojadiza entre los distintos sectores de las clases dominantes. Las masas del
proletariado se separan de la política mientras las problemáticas de su
vanguardia se separan del movimiento obrero. Es decir que las cuestiones
teóricas, los principios ideológicos del marxismo-leninismo que un día
permitieron armarse al proletariado en movimiento revolucionario, se hayan en
crisis.
Luchar
contra el revisionismo es luchar contra el capital
Los
comunistas concebimos el Partido obrero en sentido leninista. Como movimiento
revolucionario organizado, como un complejo organismo en que se fusionan
distintas organizaciones partidarias bajo una sola dirección. Y, sobretodo,
como un organismo social en que se fusionan la teoría revolucionaria, el
socialismo científico, y las masas hondas de la clase generando así una praxis
revolucionaria que permite al proletariado elevarse en clase para sí con sus
propios intereses políticos, que pasan por transformar el sistema capitalista y
revolucionar sus propias condiciones objetivas y subjetivas hasta alcanzar el Comunismo.
En
la inexistencia de la organización de nuevo tipo, del Partido Comunista, producto
de la crisis de nuestro movimiento generada por el revisionismo y que se hallaba ya inserta en las premisas
históricas y políticas en que se conformó el propio M.C.I. (y quien no lo
observe así se está olvidando del materialismo dialéctico), se explica esa
disociación entre el comunismo existente y la actividad de las masas
proletarias. Y los disturbios de Londres son la última piedra de toque que la
historia de la lucha de clases pone ante nuestros ojos al respecto.
Si el Partido Comunista es la mediación a
través de la cual el proletariado adquiere conciencia revolucionaria y se
empodera de sus intereses de clase, el revisionismo genera todo lo contrario.
Alienación en la conciencia burguesa a través de la parcialización de las
problemáticas que atenazan a las masas oprimidas, evitando que el obrero se
plantee la sociedad como un conjunto a revolucionar y se contente con reformar
y lijar sus aspectos más punzantes. Deconstrucción
del proletario para convertirlo en un género, en una raza, en una
orientación sexual, en una nacionalidad, en un consumidor, en un individuo.
Ciertamente, el revisionismo arranca al sujeto de sus condiciones objetivas, a
las que contradictoriamente las mantiene encadenado, y lo embarca en la
alienación feminista y ecologista, pacifista y republicana, sindicalista y
nacionalista, para separarlo de su conciencia comunista a través de la cual no
solo “soluciona” las problemáticas anteriores sino que las revoluciona, las
transforma, las supera como muestra, en mayor o menor grado, la práctica de la
Revolución Proletaria Mundial (RPM).
Ante
la práctica hegemónica del revisionismo, correa de transmisión de la burguesía
en el seno de la clase obrera, el proletariado pierde o se ve incapacitado para
adquirir su conciencia de clase revolucionaria. Las masas proletarias excluidas
por el capital y sin referente antagónico con lo existente, lo más hondo y
profundo de la clase obrera que solo recibe miseria por parte del capital
reproduce esa miseria material, en falta de consciencia, en pobreza ideológica
y cultural, en miseria organizativa que llamamos indisciplina. Se observa así
mismo como un pobre, como un negro o una rumana gitana, como un precario
o un eventual perdiendo en esas
parcialidades su substancia proletaria y su potencialidad revolucionaria.
En
los disturbios de Londres encabezados y accionados por la clase proletaria se
aúnan todas estas problemáticas y dan como resultado una violencia nihilista y
una falta de objetivos, no concretos como reclama la prensa burguesa al
movimiento 15M, sino clasistas y rupturistas con el poder existente. Una
violencia desorganizada y descabezada, aunque no por ello condenable como
penosamente ha hecho nuestra
Federación Mundial de la Juventud Democrática. Una violencia espontánea que no
va a dotar a nuestra clase de conciencia revolucionaria, pues eso es tarea de
la vanguardia, pero que no puede servir a la clase ya organizada para alinearse
con la pequeña burguesía y su “honrado trabajo” acumulador de capitales y
defensor de la propiedad privada.
Los
disturbios en Londres y las hogueras de agosto que se extendieron a Liverpool,
Birmingham, Manchester, Nottingham… son un toque de atención al proletariado
organizado y al comunismo revolucionario.
Para
el revisionismo estas algaradas no son más que unas revueltas protagonizadas
por el “lumpen”, como si ese sector social fuese capaz de movilizar a 16.000
policías para pacificar la capital inglesa. El revisionismo desprecia la rabia
proletaria y la criminaliza junto a la burguesía por sus “excesos” o por sus
“faltas de respeto” a la pequeña burguesía. El oportunismo acusa a nuestros
hermanos de clase de no tener conciencia cuando ha sido, y sigue siendo, su
actividad en el seno de la clase una de las principales causantes de tal
circunstancia. Pero sobre todo el revisionismo desprecia a los proletarios de
Inglaterra porque en esta ocasión no podrán instrumentalizarlos para hacer
variar la correlación de fuerzas en el seno de la democracia burguesa en favor
de la aristocracia obrera de la que son, los revisionistas, su fruto político.
De esta revuelta popular de las masas proletarias no podrán sacar rédito
electoral ni sindical, no les valdrá para conformar un nuevo programa de mínimos en torno al Estado
del bienestar. A los proletarios que no tienen nada que perder ni quieren nada
del sistema no los pueden “acumular” como masa de afiliados ni de votantes.
No
hay nada como la violencia de los obreros, aunque no tenga una dirección
consciente, para sentar diferencias entre reforma y revolución. El reformismo
no odia nada tanto como la violencia proletaria ya sea nihilista, terrorista o
revolucionaria. Dañar la grande o la pequeña propiedad burguesa genera en la
aristocracia obrera el mismo estupor que para el gran burgués francés creó la
destrucción de los edificios públicos y privados por parte de los obreros
durante la última semana de la Comuna de París allá por 1871; o de la chusma y la racaille de los banlieues
en 2005. Desprecio, represión y crítica destructiva
es lo que tiene reservado el revisionismo para el proletariado cuando intenta
romper sus cadenas.
Mientras
tanto los revolucionarios expresamos nuestra crítica al espontaneísmo a la vez
que analizamos el estado de nuestro movimiento, pues es tarea de los comunistas
saber dotar al movimiento obrero de conciencia y elevar al resto de la clase a
su posición de vanguardia. La crisis del movimiento comunista evidencia que son
necesarias resolver distintas mediaciones para poder incidir de un modo
revolucionario en el movimiento de masas. En primer lugar se pone la cuestión
de nuestra propia ideología, su recuperación y revivificación a través de la
lucha contra el revisionismo como paso necesario para unir esa conciencia
revolucionaria con el movimiento proletario y así poder desarrollar una Praxis
revolucionaria que nos encamine a enterrar al capital y forjar el Comunismo.
Los
incendiarios de Londres, como hace unos años los de París, muestran que hay
sobradas bases objetivas para tamaña tarea y que la autocrítica y la lucha
ideológica en el movimiento comunista son necesarias para lograr avanzar hacia
nuestro firme objetivo, pasando por encima de renegados y reformistas. Los
obreros de Inglaterra evidencian en su agónica violencia que es necesario
forjar el sujeto colectivo revolucionario, que es necesario el Partido
Comunista de nuevo tipo.
Juventud
Comunista de Zamora
Septiembre
2011
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