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jueves, 23 de febrero de 2012

El proletariado y sus verdugos

(Artículo publicado en Espacio Rojo nº 22. Enero de 2012)
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Hace pocos días moría un verdugo de la clase obrera. Uno de esos “hombres de Estado” que son homenajeados por la burguesía por haber sabido mezclar su calidad de carnicero fascista con sus dotes para la diplomacia democrática. Ese era el currículum de Fraga, el de un fascista de la cabeza a los pies hasta que la luz de la democracia y los intereses de su amada nación española, la cual existe pues sino sería absurdo hablar de opresión nacional en este Estado, le mandataron abandonar las formas del caudillo para convertir a los “grises” en “maderos” y hacer mutar las viejas “leyes fundamentales” del régimen en una “moderna” “constitución” ajustada a las necesidades de la creciente burguesía española y su encuadramiento en el seno del imperialismo europeo.
A este fascista democratizado lo han alabado las plañideras del régimen, mostrando como anecdóticas frases como “La calle es mía” vertida por el verdugo poco después de que la policía nacional asesinase a unos obre-ros. No sorprende que los medios de manipulación cierren filas en torno a este elemento, su libertad de expresión es solo una más de las tantas libertades de que gozan las clases dominantes para imponer su terror. No obstante el patetismo y la vileza a la que han llegado muestran, en el campo de la “intelectualidad”, el grado de descomposición en el que se encuentran las sociedades de los Estados imperialistas y lo poco que pueden aportar a cualquier problema social.
A los jóvenes comunistas ni nos sorprende el culto político ni el mediático a la figurilla acartonada de Manuel Fraga.
Con ello certifican lo que ya sabemos: que los asesinatos de Grimau, de Ruano o de Puig Antich, de los fusilados del 27 de Septiembre o de los obreros de Gasteiz, entre muchos otros, no son producto de la arbitrariedad de las personas que en cada momento han figurado a las cabezas de un gobierno. Son asesinatos de clase. Son una dura advertencia a todos aquellos que nos organizamos y luchamos por la consecución de la Revolución. La clase obrera debe ser consciente de ello en todo momento.
Ocurre en la sociedad burguesa que la ideología dominante se presenta en múltiples formas. Siguiendo los parámetros que dicta el capital, en estos días también hemos oído a muchos elementos de la “izquierda” estatal pedir o propagar la idea de que Fraga y fascistas de su mismo pelaje sean juzgados por el actual régimen para sanear la memoria de las víctimas y hacer justicia. Si esto lo dicen demócratas radicales nos parece perfecto. Si intentan hacer pasar estas demandas por “revolucionarias” y “marxistas” entonces los denunciamos como agitadores burgueses dentro del movimiento obrero. Porque la justicia revolucionaria poco tiene que ver con la justicia de los tribunales burgueses. Los demócratas pequeño burgueses, intelectuales de “izquierda”... tienen una visión idílica de lo que es el Estado y la transmiten a la clase obrera. El Estado burgués sirve a los intereses del capital, es una máquina dispuesta contra la mayoría de la sociedad e irremediablemente separada y en contradicción con ésta. Es la burocracia que impide al obrero liberarse de la explotación y el control a que lo somete el capital y que falsamente “divide sus poderes” en legislativo, ejecutivo y judicial, para “servir” a la “sociedad civil”. Y decimos falsamente porque todas esas estructuras están controladas por las mismas clases a pesar de que entre ellas surjan conflictos que resuelven a través de sus mecanismos legales.
El “Estado” por el que luchamos los comunistas es aquel en que la democracia se amplia cualitativamente porque es por y para los trabajadores. La clase obrera en armas es la directora de la sociedad y no necesita un entramado burocrático ni miles de policías armados dispuestos contra el pueblo, porque ella es el pueblo. La clase obrera organizada legisla y ejecuta sus intereses de clase, al estilo de los Soviets, y por supuesto realiza su justicia sin necesidad de delegar en órganos ajenos a la sociedad.
Para hacer justicia la democracia de la clase obrera ,que es lo mismo que decir dictadura revolucionaria del proletariado, no necesita adornarse con togas ni con pomposas leyes que en la vida capitalista existen sólo para ser saltadas por quien las elabora y humillar a los explotados. La justicia popular, la justicia revolucionaria la realizan directamente las propias masas obreras organizadas sin necesidad de mirar a la jurisprudencia o a tribunales internacionales en La Haya o en Nuremberg. Un pueblo en armas está lo suficiente-mente capacitado para dictar sentencia a sus verdugos sin tutelas de ningún tipo más que las que él mismo se imponga.
Sano ejemplo de ello es el ajusticiamiento de Benito Mussolini por parte del pueblo italiano. Las masas ejecutaron a éste y a otros muchos fascistas italianos. Si Mussolini hubiese visto forjarse a la República Italiana que lo primero que hizo fue desarmar a los partisanos y devolverlos al “ora et labora”, quizás habría sido colgado “civilizadamente” o quizás hubiese muerto de la risa como le ocurrió a Pinochet o le pasará al genocida Fujimori. Pero Mussolinni cayó cuando la clase obrera italiana se hallaba aún armada y los partisanos tardaron poco en ejecutar, en las manos del camarada “Coronel Valerio”, la sentencia de muerte dictada por su pueblo.
La garantía única para que se ejerza la justicia obrera y revolucionaria con los verdugos capitalistas es que el proletariado se encuentre organizado independientemente como clase con intereses políticos antagónicos al capital.
Pedir al Estado burgués y a la democracia en general que sea justa para los obreros juzgando a los fascistas es desconocer u ocultar el carácter de clase del Estado y del fascismo y es pedirle al padre (el capital) que mate a sus vástagos (los fascistas), cuando barrer de la historia a ambos es una tarea de la clase revolucionaria, de la clase obrera. Ese es el mejor reconocimiento que po-demos brindar a los que siguen en cune-tas, a los que fueron torturados y a los que en cualquier parte del mundo sufren hoy la explotación del capitalismo.

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