sábado, 28 de abril de 2012

Afrontar que el enemigo existe



Cuando el jefe de la policía en el País Valenciano llamó enemigos a estudiantes de la ESO no se le fue la pinza, estaba haciendo un ejercicio inaudito de sinceridad.

En torno a estas declaraciones se azuzó el mapa político de “la izquierda” y del movimiento obrero. De un lado quedaron los de siempre, los que son mayoría en nuestro ámbito, los que detrás de sus pomposas frases defienden al régimen burgués y la dictadura del capital. Esos, los reformistas, consternados pusieron el grito en el cielo. En el “Mundo Obrero” se podía leer un artículo de un diputado de     Izquierda Unida por Valencia titulado “Somos el pueblo, no el enemigo”. En su escrito el diputado criticaba formalmente la actuación policial, pero en todo el transfondo del mismo intentaba sortear la realidad intentando fundir al pueblo con la policía que lo apalea al observar a ésta como un elemento distorsionado por la “injerencia” política del PP y en vez de como una institución violenta al servicio de la burguesía y separada, irremediablemente, del pueblo. Asli la “crítica” de la izquierda parlamentaria a la policía se convirtió, en vez de en denuncia sobre el capitalismo y su Estado, en un esfuerzo por corregir las palabras del jefe policial, cuyo cargo ocupa gracias al PSOE y mantiene con el PP, mientras sus vínculos con la extrema derecha valenciana (a través de concesiones públicas a las empresas que controlan) salen a la luz.

Relajando la lucha de clases quizás ganen votos estos “radicales de salón” de la izquierda institucional pero están engañando al pueblo que dicen representar, igual que el resto de grupos del arco parlamentario.

Frente a esto los trabajadores revolucionarios  hemos de reconocer que precisamente por ser el pueblo somos el enemigo, es decir, por ser trabajadores precarios o en paro, esperando un subsidio o un billete para buscarnos las habichuelas lejos de nuestra tierra, por eso, todo el aparato del Estado es una maquinaria en nuestra contra y, salvo prueba contraria, somos culpables de la rebaja de la famosa prima de riesgo, de las pérdidas del IBEX-35... y probablemente hasta de los desmanes de Urdangarín y Paco Camps.

Los recortes sociales que se cargan el llamado Estado del bienestar abren la brecha social en el estado español, algo que viene paralelo a declaraciones que llevaban años queriendo soltar: El ministro Wert se ríe de los hijos de los obreros y les dice que la Universidad no es lugar para pobres. Desde el Ministerio de esclavitud asalariada advierten a los parados que tendrán que trabajar gratis si quieren seguir cobrando la desorbitada cifra de 420 euros mensuales.  Y frente a esto, frente a la confrontación directa que plantean los actuales gestores del capital, aparecen los reformistas con sus retahílas de apagafuegos: no somos el enemigo, no entremos en provocaciones de la derecha… resumiendo secundemos las manifestaciones convocadas por los sindicatos mayoritarios y votemos a “la izquierda” en el próximo circo electoral. Confiemos en la negociación y en la resistencia pacífica (votarle a ellos). No se nos ocurra pensar que somos una clase que necesita de organización y lucha  distintas de las que nos ofrece el  Estado, sus instituciones y sus gestores.

Pero esas simplezas de “izquierda” y “derecha” defendidas por la prensa y el reformismo, poco a poco empiezan a perder fuelle en la calle.  Las clases sociales toman cuerpo en la contienda y quienes estamos por la Revolución Social nos acordamos del “klasse gegen klasse” (clase contra clase) que retumbó en Alemania antes de que el fascismo tomase el poder. Una consigna que iba tanto contra el fascismo de Hitler (y de Tysssen-Krupp, Mercedes Benz, Deutsche Bank…) como contra los socialdemócratas que fueron los primeros en utilizar a grupos paramilitares (freikkorps) para aniquilar al movimiento revolucionario, tan pronto como durante las insurrecciones obreras de 1918-19 que acabaron con las ejecuciones de miles de obreros junto a algunos de los mejores hijos del pueblos alemán, como Rosa Luxemburgo, Carlos Liebknecht, etc. Consigna proletaria y revolucionaria la del clase contra clase que fue aparcada en la historia en detrimento del interclasismo a partir de los años 30 pero que hoy merece ser rescatada para que tengamos claro que los trabajadores y los sectores excluidos por el capital somos la clase proletaria, somos el pueblo verdadero que no tiene complejos por destacarse como enemigo del fascismo y de la banca, de la policía y de la prensa, de la burocracia política y militar de este Estado parlamentario que no tiene complejo alguno en  reconocer que para que reine su orden es preciso que tipos con pistola y 1´90 de altura apaleen a niñas de instituto o acordonen barrios enteros para proceder a desalojar de sus casas a familias obreras enfrentándose “goma” en mano a vecinos  jubilados.

Las dos almas de la burguesía están funcionando a toda máquina. Los conservadores del gobierno aumentan la inversión en equipamiento antidisturbios y militar y se utiliza la prensa para señalar a los organizados justificando desde nazis a policía que actúan como grupos de orden para desmovilizar a los sectores combativos. Los “progres” de la “oposición” intentan meter sus pezuñas en los movimientos sociales y juveniles  para encuadrarlos y limitarlos a ser la comparsa callejera de sus conflictos institucionales que poco o nada tienen que ver con los intereses de la clase obrera.

Ante esta tesitura los trabajadores, los jóvenes, los estudiantes… la clase obrera, debemos  concienciarnos de que nuestros intereses como pueblo están radicalmente contrapuestos a las demandas de la CEOE, de la UE o del Gobierno.  Algo que implica la necesidad de tomar partida consecuente y de no dejarse llevar por los reformistas que liman las asperezas del régimen capitalista. No caben excusas, hay que organizarse. Si nos han llamado EL ENEMIGO, es por algo. 
 



No hay comentarios:

Publicar un comentario