Línea Proletaria

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viernes, 23 de octubre de 2009

Debate sobre la Unión Soviética. III

A CONTINUACION PUBLICAMOS LA CARTA QUE DESDE LA JC ZAMORA DIRIGIMOS A VARIOS CAMARADAS DE LOS FOROS DE UJC-MADRID Y DE GAZTE KOMUNISTAK EN RESPUESTA AL DEBATE SOBRE LA URSS QUE CON ELLOS MANTENEMOS EN LOS CITADOS FOROS.

Para ver intervenviones de nuestrxs camaradas:
http://ujc-madrid.org/Foro/index.asp?seccion=verpost&id=2134&idref=2&pagina=2
http://www.nodo50.org/gaztekomunistak/foro/viewtopic.php?t=489

Antes de empezar queremos mostrar una vez más nuestro agradecimiento a estos camaradas por haber contribuido a este honesto y sencillo debate. Nos alegra ver que nuestro trabajo no cae en saco roto y que, vistos los resultados, seguimos una línea correcta en el modo de entender nuestro Espacio Rojo. Este pequeño debate generado entre unos cuantos militantes comunistas muestra la necesidad de hacer un serio Balance de nuestra trayectoria y de nuestras experiencias históricas a fin de enmendar los errores y perseverar en los aciertos. Debate y Balance que los obreros conscientes de hoy no podemos eludir puesto que forma parte de nuestra tarea histórica (una de tantas) en el camino hacia la Revolución Socialista y al Comunismo.
Este debate no se cierra aquí, pero aun así en esta carta no hemos querido seguir ahondando en el debate originario, enriquecido por numerosas citas del camarada Stalin. Por contra y a modo de síntesis hemos preferido mostrar nuestros puntos de vista sobre varias cuestiones planteadas al calor del debate central y que nos parecen de vital importancia aclarar. Estas cuestiones son las relacionadas con ideología y praxis; Partido proletario y Estado proletario; Las clases y su conciencia y la República Popular de China.

IDEOLOGIA Y PRAXIS

“El que sea correcta o no la línea ideológica y política lo decide todo. Cuando la línea del Partido es correcta, lo tenemos todo: si no tenemos hombres, los tendremos; si no tenemos fusiles, los conseguiremos, y si no tenemos el Poder, lo conquistaremos. Si la línea es incorrecta, perderemos lo que hemos obtenido”. Mao Tse-tung
Lo que nos lleva a plantear aquí la cuestión de la ideología y de la praxis es el argumento que el camarada Kalashnikov (Foro UJC-Madrid) utiliza para negar o edulcorar los errores ideológicos en la URSS:
“debemos dejar bien claro que los errores de principio o ideológicos y los errores de táctica son de carácter bien distinto” “nos encontramos ante errores de táctica, de maniobra, de gestión, no ante errores ideológicos o de principio.”

La táctica está supeditada a la estrategia, y esta se realiza conforme a un objetivo. Nuestro objetivo es la emancipación del proletariado y, por ende, de la humanidad. Desde esta perspectiva es desde la que los comunistas debemos trabajar combinando todas nuestras acciones tácticas en base al objetivo estratégico, que se supone es la toma del Poder por parte del proletariado revolucionario. Jamás podemos reducir la lucha de clases al instrumento táctico que se emplee en cada momento concreto, sino que esta ha de ser observada de un modo más amplio, con la vista puesta en el fin perseguido. La táctica y la estrategia del Partido obrero de nuevo tipo son la unión de la práctica y la teoría, son la plasmación de la teoría en la realidad social concreta. O dicho de otro modo son la Praxis revolucionaria, una unidad de contrarios en la que la práctica se conforma como el aspecto principal de la contradicción.
Con lo dicho, ya tenemos que al objetivo (el Comunismo) se llega desde una estrategia claramente definida a la que se somete la táctica (Praxis Revolucionaria). Pero para llegar aquí, a la praxis revolucionaria hace falta una teoría revolucionaria (sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario…) que surge con la conciencia revolucionaria o para sí de la clase obrera. Una conciencia que surge tras el estudio de la dialéctica, de sus leyes universales aplicadas al desarrollo social, y que muestran que el Comunismo es hacia donde se encamina este desarrollo social cuyo motor es, según la dialéctica, la lucha de clases en la que el proletariado al coincidir su práctica social subjetiva con la tendencia del proceso social objetivo es la clase revolucionaria que va a transformar la realidad, empezando por la adquisición de la conciencia de ser ella quien ha de llevar a cabo tal tarea.
El comunismo observado por la dialéctica materialista no es un objetivo voluntarioso (1*) de unos individuos o incluso de una clase social, sino que es la consecuencia del desarrollo histórico de las sociedades de clases. Y lo mismo que pasa con el objetivo final, pasa con la estrategia o la táctica, es decir, que no puede basarse en los deseos subjetivos de las personas sino que ha de estar basada en las necesidades objetivas del momento concreto. Cuando los portadores del comunismo científico realizan su táctica con respecto al resto de clases (cuando ya ha pasado de crítica a praxis) lo hacen tras haber comprendido la práctica social que les corresponde, lo cual se refleja en la conciencia. Esto es lo que diferencia al comunismo del resto de concepciones o ideologías que han pretendido liberar a los oprimidos: Los socialistas utópicos pretendían acabar con las injusticias del capitalismo pero no eran materialistas ni dialécticos, o al menos no lo demostraron. Así su práctica no podía por menos de acabar siendo un fracaso pues su teoría se basaba en el idealismo y en la voluntad de cambio, sin atender a las necesidades del desarrollo social ni al contenido histórico de su lucha. Por ello los falansterios y todas sus maravillosas y honradas ideas resultaron un fracaso en la práctica. Por eso Engels en su libro “Del socialismo utópico al socialismo científico” expondría, haciendo una crítica del socialismo utopista, que “Para convertir el socialismo en una ciencia, era indispensable, ante todo, situarlo en el terreno de la realidad” que viene a ser lo mismo que la frase de Mao sobre “integrar la verdad universal del marxismo-leninismo en la práctica concreta”. Y de lo que carecían los utópicos, por falta de experiencia de el por aquel entonces jovencísimo movimiento obrero, carecen también los anarquistas. Estos alejados de toda ideología basada en la dialéctica materialista prefieren centrarse en la voluntad individual, en lo espontáneo para llegar al objetivo. Así, como su teoría de partida es equívoca se acaban estrellando con la realidad que ya ha demostrado lo que el materialismo histórico advertía: que el proletariado para llegar a su objetivo necesita una organización superior a todas, el Partido, y un instrumento, la Dictadura, que son dos de las mediaciones indispensables para alcanzar el Comunismo. Pero sus fallos ideológicos les ciegan y les impiden ver esto.
Por contra, los marxistas si “aciertan” en la concepción del mundo y en su estudio de las relaciones sociales, del materialismo y de la dialéctica. Así consiguen armarse con la teoría revolucionaria marxista que se traduce en la intransigente crítica revolucionaria del Mundo y que aplicada a la realidad concreta, a la relación capital-trabajo (entre otras muchas) muestra el camino a seguir para llegar al objetivo: El Partido leninista, la Dictadura del Proletariado… Pero el marxismo, elevado hace mucho a marxismo-leninismo, como teoría anclada en la realidad corre siempre el peligro de “contaminarse de esta” en el sentido de agrupar en su seno ideas pre-marxistas o de contenido burgués que se traducen luego en la praxis que por sus nuevos añadidos ya no es revolucionaria (revisionismo, reformismo, oportunismo, socialchovinismo…). Y esto, como ya hemos dicho anteriormente, es un factor determinante en la caída de la Unión Soviética. En los bolcheviques afloran las viejas ideas de Kautsky y del revisionismo socialdemócrata en cuanto a “socialismo, propiedad privada y medios de producción”. Estas ideas erróneas se llevan luego a la praxis contaminando la táctica bolchevique hasta el famoso XX Congreso en el que la burguesía toma las riendas de la Unión Soviética.
Con todo lo afirmado, nuestra postura es clara en este tema: todos los errores en la ideología se reproducen en la praxis al ser esta fusión de la teoría y la práctica. Y todos los errores en la práctica de los revolucionarios, en su táctica y su estrategia, no pueden por menos de tener su origen en errores ideológicos, errores de principio. Las numerosas citas que aportan nuestros camaradas en el foro de la UJC-Madrid no eliminan el error ideológico. De poco nos sirve que José Stalin tuviese claro las tareas si este no supo llevarlas al resto de la clase, porque es la clase la que realiza la praxis revolucionaria desde su organización superior, el Partido Leninista en el que hay que tener en cuenta no las ideas de un individuo sino las ideas de todo el Partido. Y el PCUS de los años 30, y el propio Stalin, era ya muy partidario del fin de la dictadura del proletariado por lo que cuenta en su obra el profesor Grover Furr (2*), al que citaremos más adelante.

NOTAS
1*. Respecto a la voluntad de los hombres y el comunismo habría que puntualizar, para desterrar cualquier confusión mecanicista y determinista, que solo se llegará al comunismo cuando el proletariado tenga la voluntad de alcanzarlo. Pero esta voluntad ha de ser revolucionaria, es decir, ha de ceñirse a lo que planteen las tareas objetivas concretas y no a los deseos subjetivos de los individuos: “Los comunistas alemanes son comunistas porque, a través de todas las etapas intermedias y de todos los compromisos creados no por ellos, sino por la marcha del desarrollo histórico, ven claramente y persiguen constantemente su objetivo final: la supresión de las clases y la creación de un régimen social en el cual no habrá ya sitio para la propiedad privada de la tierra y de todos los medios de producción. Los 33 blanquistas son comunistas por cuanto se figuran que basta su buen deseo de saltar las etapas intermedias y los compromisos para que la cosa quede ya arreglada, y que si -- ellos lo creen firmemente -- 'se arma' uno de estos días y el Poder cae en sus manos, el 'comunismo estará implantado' al día siguiente. Por consiguiente, si no pueden hacer esto inmediatamente, no son comunistas.
¡Qué ingenua puerilidad la de presentar la propia impaciencia como argumento teórico!"
(F. Engels, "Programa de los comuneros blanquistas", en el periódico socialdemócrata alemán "Volksstaat", 1874, núm. 73)” Citado por Lenin en “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”
2*. Grover Furr es el autor de “Stalin y la lucha por la reforma democrática” en el que se nos presenta a un Stalin defensor de una línea democrático-burguesa.

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