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martes, 12 de febrero de 2008

La principal arma de la revolución : el pueblo



Discurso pronunciado por el Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro Ruz, en el acto central con motivo del aniversario 54 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en la Plaza de la Revolución Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz de la ciudad de Camagüey, el 26 de julio del 2007, "Año 49 de la Revolución


Han sido en realidad meses muy difíciles, aunque con un efecto diametralmente distinto al que esperaban nuestros enemigos, que soñaban con que se entronizaría el caos y el socialismo cubano terminaría por desplomarse. Incluso importantes funcionarios norteamericanos declararon el propósito de aprovechar dicho escenario para destruir la Revolución.
No conocen bien a nuestro pueblo quienes se asombran ante su capacidad de crecerse hasta la altura que demanda cada reto, por grande que sea, pues esta es realmente la única actitud consecuente con nuestra historia.
Es bien conocida la lucha librada por cubanos de muchas generaciones, desde La Demajagua, el Moncada y hasta el presente, siempre frente a grandes obstáculos y poderosos enemigos. ¡Cuánto sacrificio y dificultades! ¡Cuántas veces hubo que reiniciar la lucha después de cada revés!
Solamente en los años transcurridos desde el 26 de julio de 1953, vino la prisión, el exilio, el Granma, la lucha en la sierra y el llano, hasta que cinco años, cinco meses y cinco días después del asalto al Moncada, llegó el primero de enero de 1959.
En aquel entonces, al igual que va ocurriendo en el presente, incluso dentro de los propios Estados Unidos, la mentira fue incapaz de ocultar la realidad, pese a que nuestro pueblo tenía mucha menos cultura y conciencia política que ahora.
La inmensa mayoría de los cubanos se sumó a la causa encabezada por un líder que enarbolaba la verdad como principal arma frente a los enemigos de su pueblo, que en vez de hacer promesas demagógicas advertía, desde el primer discurso en La Habana, que quizás en lo adelante todo sería más difícil.
La conclusión de los jerarcas del gobierno norteamericano de entonces fue también consecuente con su historia: había que derrotar o de no lograrlo hacer sufrir hasta lo indecible a ese pueblo que osaba aspirar a justicia, dignidad y soberanía. El ejemplo que Cuba representa resultaba demasiado peligroso en un continente pobre, sometido y explotado.
Pero no lograron ponernos de rodillas. Nuestra respuesta fue transformarnos masivamente en combatientes; soportar con estoicismo escasez y dificultades; derramar nuestro sudor en campos, fábricas y trincheras; librar incontables batallas victoriosas y establecer hitos en la ayuda internacionalista.
Ante los restos de cada una de las 3 478 víctimas mortales de actos terroristas organizados directamente, apoyados o permitidos por las autoridades de los Estados Unidos; ante los caídos en defensa de la Patria o en el cumplimiento del deber internacionalista, nuestro pueblo ratificó el compromiso con sus héroes y mártires, con su herencia mambisa y el ejemplo de Martí, Céspedes, Maceo, Gómez y Agramonte, que continuaron hombres como Mella, Martínez Villena y Guiteras, símbolos del pensamiento y la acción de infinidad de patriotas anónimos.

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