lunes, 1 de agosto de 2011

Terminología, intereses e imperialismo

El artículo “Terminología, intereses e imperialismo” fue elaborado para el número Uno de “Fanzine Zamora”, órgano de propaganda en el que trabajan algunos compañeros de la Asamblea Popular y la Acampada Zamora del 15M. Con el permiso de su autor, el compañero S. Fontano, lo publicamos en Espacio Rojo entendiendo que dicho artículo sirve para luchar contra la fraseología interclasista con la que nos bombardea la burguesía para justificar, en el campo de las ideas, el sistema de la esclavitud asalariada.
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Terminología, intereses e imperialismo

Asumimos conceptos como válidos sin haberlos analizado. Entendemos definiciones como correctas sin planteárnoslas porque nos vienen dadas socialmente. Otorgamos mecánicamente a las palabras una neutralidad que no existe, una inocencia terminológica carente de objetividad pues las palabras, los conceptos, la lengua, es producto genuino de los sujetos, inyectando inevitablemente a todo concepto unos determinados intereses sociales, inherentes a una sociedad dividida en clases.
neutralidad, la abstracción, la falsa heterogeneidad siempre fomentada desde las instancias del Poder, que encierra realmente el sectarismo ideológico del individualismo vulgar que doblega nuestra libertad colectiva, solo sirve a las clases dominantes de cada época, que intentan hacer pasar sus intereses concretos por los intereses colectivos de la mayoría oprimida, que debemos aprender que nuestra situación social no puede cambiar y que es necesaria para que todo vaya bien. (Un buen ejemplo, la inyección millonaria del Estado a la banca mientras casi 5 millones de proletarios estamos en el paro) Y así ocurre que el opresor presenta sus leyes, su economía, su policía, sus ejércitos… como organismos neutros que representan a toda la sociedad, al igual que sucede con su sistema cultural y filosófico que encuadra nuestras expresiones y nuestro pensar dentro del limitado marco de la democracia vertical que padecemos hoy día.Las ideas dominantes tienden a la parcialización de problemas universales. A presentar válvulas de escape individuales a problemas colectivos. A compartimentar las relaciones sociales que interrelacionan a toda la población con el objetivo de asfixiar y anular cualquier tipo de respuesta colectiva organizativa, política y social como pueblo o como clase ante el orden económico existente.

Quizás uno de los ejemplos más sangrantes de esta alienación es la referente a los conceptos que hemos asumido en torno a la explicación de las relaciones de producción a escala internacional: Primer Mundo y Tercer Mundo, explicación dual de una misma realidad, el sistema imperialista mundial. Se divide y se disocia algo que está unido por un entramado de relaciones económicas, políticas y militares, para así poder mantenerlas. Se presenta de forma separada a los Estados imperialistas, a los países ricos, como un Mundo maravilloso y civilizado y a los países oprimidos como un Mundo de famélicos y bárbaros sobre los cuales la bondad del Primer Mundo recae en forma de ayudas al desarrollo, misiones religiosas, cascos azules y otras caridades varias que descienden desde los cielos del Bienestar para soliviantar el endémico e “inexplicable” malestar de los pobres. Se descarga cualquier tipo de culpabilidad de un sistema social impuesto mundialmente, como es el régimen de producción capitalista que desde finales del s. XIX entró, sin posibilidades de retorno, en su fase imperialista.

Y así resulta que el precio de los combustibles y el del pan. El descenso del salario de un proletario alemán, zamorano o egipcio y las subvenciones a los sindicatos oficiales. Los bombardeos de la OTAN con uranio empobrecido en Libia y las campañas propagandísticas de UNICEF. La guerra sin cuartel del Estado fundado por Gandhi contra los obreros y campesinos revolucionarios en India y los palos de los Mossos a los acampados en la Plaza de Catalunya. Las ayudas de la Unión Europea- esa Federación de Estados Parasitarios- a los capitalistas griegos, portugueses o irlandeses y las migraciones en masa de obreros africanos a Europa. Todo ello está necesariamente, interrelacionado de uno u otro modo.

El imperialismo, como fase superior del capitalismo, se caracteriza porque la primacía económica no reside en la exportación de mercancías, sino en la exportación de capitales. El capital financiero se funde con el industrial, se generan los monopolios que convierten a la libre competencia en su contrario y conforman a los Estados burgueses en Estados monopolistas que deben controlar y planificar política y militarmente el crecimiento y el beneficio de los capitalistas nacionales con vistas a competir con el capital de otras naciones. Con ello aumentan las contradicciones entre los países: una minoría de Estados imperialistas frente a una mayoría de países oprimidos. Y una competencia por una cuota del mercado internacional entre los propios Estados imperialistas. Es decir, guerras diplomáticas y militares por conquistar los mercados, las materias primas y la fuerza de trabajo.

Esto lleva aparejado la proletarización de las masas. La apropiación cada vez mayor de la producción por parte de unos pocos se contradice con que esta producción es social y cada vez participa de ella más y más población. La acumulación de capitales por parte de una minoría hace descender a los pequeños patrones, a los campesinos y a los profesionales al duro sector social de los esclavos asalariados en donde convivimos millones de esclavos peleando entre nosotros por poder ser explotados. Aumentan las contradicciones sociales en todos los países porque cada vez son más claros los dos antagonistas que conviven en la sociedad: los dueños de los medios de producción de un lado y los desprovistos de ellos por otro. Esto genera la crisis de la vieja democracia parlamentaria que tiende al corporativismo y la reacción otorgando cuotas de poder a los sectores sociales que se aprovechan del imperialismo y recortando derechos políticos y sociales a las hondas masas del pueblo trabajador. (Las sucesivas reformas laborales, las leyes de excepción contra los inmigrantes o la Ley de partidos, son claros ejemplos de esta tendencia social reaccionaria)

El imperialismo reproduce en una escala internacional lo que el capitalismo primitivo hace en las economías nacionales. La clase obrera está sometida a vender su fuerza de trabajo a quienes son dueños del capital industrial. Los pueblos del Mundo están sometidos a quienes son dueños del capital financiero. Estas son al fin y al cabo las dos patas sobre las que se sostiene el capitalismo internacional y sobre las que se ha asentado lo que de forma cínica se llamó Estado del bienestar: la explotación de la fuerza de trabajo en la Metrópolis y la explotación de los recursos materiales y humanos de los pueblos oprimidos. En definitiva, la apropiación privada de la producción social.

Y desde esta base el capital industrial y financiero genera una política, una cultura y una ideología que es la superestructura social, trasladada a nuestro pensar en forma de una jerga impuesta por la educación vigente y que nos recuerda, si logramos salir de ella y adquirir una conciencia crítica sobre la realidad material existente, que la democracia de los grandes financieros no busca la libertad, sino la dominación.

La estructura económica y política mundial es la sistematización de la violencia para los oprimidos y de la paz para los opresores. Unos sufrimos el paro, la miseria, el hambre, las guerras, las migraciones forzosas, la muerte y la represión. Otros gozan del bienestar mantenido sobre los que estamos abajo. Son las dos almas del sistema. Democracia para un sector minoritario de la población nutrido de burócratas, rentistas, militares, burgueses y liberados sindicales que solo puede proyectarse hacia la mayoría trabajadora en forma de dictadura y de imposición de los intereses sociales estructurados en Estado.

El lenguaje, los conceptos encierran intereses. Es inevitable y natural bajo el orden actual. Los de abajo podemos asirnos de los conceptos acordes con nuestros intereses como pueblo sometido a unos cuantos tiranos, adquiriendo conciencia de nuestra posición social y desarrollando las contradicciones del imperialismo para solucionarlas en una nueva sociedad de nuevo tipo con una nueva base económica. O podemos conformarnos como hasta ahora y actuar para atenuarlas intentando volver al pasado para que esas contradicciones acaben reproduciéndose antes o después.

S. Fontano
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