Línea Proletaria

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viernes, 19 de agosto de 2011

Sobre la Jornada Mundial del fundamentalismo católico


Envueltos en amor al prójimo llegan al Estado español miles de jóvenes católicos de todo el Mundo. La paz por bandera y el amor al orden existente por dogma de fe. Han venido a revitalizar las ideas de opresión que a finales de los años 30 lograron dar a España la "paz eterna", la "luz divina" que frenó al bolchevismo y a la hordas marxistas que conspiraban por el fin de la Europa cristiana.

Nosotrxs, lxs militantes antifascistas, proletarios deudores de aquella "hordas" de la Revolución Social no negaremos la mayor. Nuestro objetivo, como el de nuestros antecesores, es acabar con la explotación del hombre por el hombre, barriendo para tal labor con todas las instituciones y dogmas del podrido mundo burgués.

Hoy la JMJ se revela como una "Cruzada" contra el "materialismo" y para ello firman manifiestos "morales" los bandidos y criminales de la patronal española. Botín y los de la CEOE nos llaman a reencontrarnos con nuestra alma y abandonar la avaricia materialista. ¡Y lo dicen ellos!. Pero no se han equivocado no, los fascsitas y los demócratas burgueses se centran en atacar al materialismo, no en su definición de acumular materiales, sino en su definición filosófica como cosmovisión de la realidad que dota a los oprimidos de su instrumento de análisis, permitiendo dar una explicación material y científica del sistema capitalista y del conjunto de relaciones sociales en las que se entrelaza la humanidad, que se divide en explotadores y explotados.

El antifascismo de clase y revolucionario abandera ese materialismo filosófico que es arma de los oprimidos contra la sofistería, el idealismo y la metafísica burguesas. Y reconoce que la Iglesia católica, como cualquier otra, es una institución al servicio de las clases dominantes que ideológicamente es la defensora de la religión, pero que económica y políticamente actúa como sector parasitario dentro de la democracia burguesa aprovechándose de la dictadura del capital contra las clases proletarias, teniendo intereses económicos en las grandes empresas del IBEX-35, de las Cajas de Ahorro y de numerosos organismos políticos y sociales.

Ayer los curas llevaban bajo palio al fascismo (en España y en Croacia, en Polonia y en Austria...) y lanzaban desde sus pulpitos proclamas para exterminar a lo más avanzado de la clase obrera. Hoy dicen traer amor y tolerancia y, aunque fuese cierto, no sería más que la otra versión de la dictadura del capital, la de la "caridad" que justifica a los burgueses y los convierte en buenos feligreses que se preocupan por su "prójimo" al modo en que lo hacen las ONG´s "ateas" que democráticamente esparcen las migajas de las metrópolis opulentas entre las legiones de famélicos que pueblan el Mundo.

Contra las almas caritativas y su cinismo estamos con Oscar Wilde: "los mejores de entre los pobres no son nunca agradecidos". Contra las instituciones religiosas estamos con la historia de la lucha de clases, con los obreros insurrectos de la Semana trágica de Barcelona, con los militantes proletarios de los años 30 y con tantos otros que lo dieron todo para acabar con la ignominia. Aunque debemos señalar que la única forma posible de estirpar a los parásitos sociales es actuar contra la sociedad misma y su anclaje en la división social del trabajo y el sistema de producción capitalista.

Es la lucha de clases que tanto odian los curas y obispos la única que puede encerrarlos en los libros de historia para liberar al género humano.


Plataforma Antifascista de Zamora.


Agosto de 2011

viernes, 12 de agosto de 2011

Las masas incendian Londres


Desde el pasado fin de semana los barrios de Londres se encuentran envueltos en llamas. La policía asesinaba durante una persecución a un joven en un barrio obrero. A uno de tantos que engrosan la filas de las masas hondas y profundas del proletariado, de los sectores excluídos por la dictadura del capital, que esta vez no han callado.

La burguesía ha lanzado todo lo que tiene contra unas masas que en pocas horas demostraron que los que nos controlan son solo tigres de papel. Elementos fascistas colaboran con la policía y los pequeños patronos y comerciantes se arman contra los "incendiarios". La aristocracia obrera condena enérgicamente a las masas que no esperan la ayuda de los Servicio Públicos de Empleo, de las ONG´s o de otros organismos sociales que encuadran a los oprimidos en listas para recibir civilizadamente la caridad del capital.

Por parte de la Juventud Comunista de Zamora trataremos estos sucesos como se merecen, analizando en un artículo para el nº 21 de Espacio Rojo todo lo sucedido y el transfondo político y de correlación de fuerzas de clase en que se desenvuelve.

Adelantamos que no caeremos en el culto al espontaneísmo pues como marxistas reconocemos los límites de los movimientos sociales que no tienen como motor de actuación la ideología revolucionaria. Tampoco caeremos en el cretinismo al que nos han acostumbrados los voceros del revisionismo que despreciarán todo análisis concreto de estos sucesos por no estar encabezados por la aristocracia obrera y sus tradicionales peticiones reformista al Estado burgués, contentandose en sus berrinches anti-proletarios con poner a los oprimidos la etiqueta de "lumpen". Y esto no deja de ser irónico pues el "lumpen" representa históricamente a ese sector de las masas que están tan corrompidas por el capital que se alían con éste en contra del proletariado, y sin embargo lo que vemos en Inglaterra es a las masas enfrentándose directamente al capital. Pero no debe extrañarnos a los obreros organizados que el revisionismo "razone" así, pues su incapacidad para generar movimiento es el reflejo de su incapacidad para hacer análisis correctos desde el punto de vista del proletariado. Tal es la ceguera del revisionismo que en el mejor de los casos reducirán los hechos al malestar de la población por las "reformas anti-sociales" del gobierno Cameron. Como si el "bienestar social" del imperialismo europeo hubiese llegado alguna vez a las periferias proletarias en otra forma que no fuese miseria social y policía antidisturbios.

Adelantamos también nuestro saludo a las masas proletarias de Tottemham y de todos los lugares de Inglaterra donde la rabia ha tomado las calles y no se ha detenido ante los santificados edificios gubernamentales. Su desprecio hacia "lo estatal" muestra ya una línea de demarcación entre los oprimidos y los opresores. Si bien, volvemos a repetir, ese desprecio latente en los barrios obreros deberá ser, no solo encauzado, si no accionado en su momento por el movimiento revolucionario organizado, por el Partido Comunista, para superar el nihilismo destructivo de las masas y dar el paso cualitativo hacia la violencia revolucionaria creadora de un nuevo orden social (uniendo a vanguardia y masas, fundiendo ideología y movimiento), ante el cual sonríen temblorosamente los agoreros y "acumuladores de fuerzas" que jamás han creído en la Revolución Socialista porque jamás han representado los intereses de clase del proletariado.

Juventud Comunista de Zamora.
10 de Agosto de 2011

martes, 9 de agosto de 2011

Democracia, representación y cambio social

El artículo “Democracia, representación y cambio social” fue elaborado para el número Uno de “Fanzine Zamora”, órgano de propaganda en el que trabajan algunos compañeros de la Asamblea Popular y la Acampada Zamora del 15M. Con el permiso de su autor, el compañero Félix D., lo publicamos en Espacio Rojo entendiendo que dicho artículo expone justamente el significado de la democracia y los términos en que ésta se desarrolla sirviendo a una u otra clase social.
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Democracia, representación y cambio social

Democracia. “Gobierno del pueblo”. Pocas palabras se muestran tan biensonantes a nuestros oídos, pocas se proclaman más y pocas reciben tal adhesión de todo tipo de gentes. Tan es así, que no resulta extraño escuchar cómo se autoproclaman como “demócratas” desde el más humilde camarero al más rancio aristócrata, pasando por el más flácido y acomodado banquero.

Y es que el término “democracia”, con sus derivados, a fuerza de ser manoseado por todos, de convertirse en el lugar común de la época, ha acabado perdiendo cualquier significado por sí mismo, transformándose en un cajón de sastre donde cabe todo y se justifica todo, a gusto del demagogo que pronuncie el discurso de turno. Es por eso, cuando el sustantivo pierde toda significación, cuando algo es vociferado por todos y para todo, que hay que fijarse en lo adjetivo, en el “apellido”, en cómo se define y concreta una palabra demasiado estirada como para decir algo por sí misma.

Y resulta que, atendiendo al aspecto jurídico, en este país, y en el conjunto del llamado mundo occidental, lo que tenemos no es una democracia sin más, sino lo que se conoce como democracia representativa. El fundamento de este régimen político se basa en el mandato representativo. Según éste, un sujeto abstracto, la nación, más allá de los individuos y grupos que la componen, es el depositario de la soberanía, que delega en unos representantes, que tienen absoluta independencia para ejercer esa soberanía durante el tiempo que las leyes marquen que dura su mandato (cuatro años en este caso). Es decir, el pueblo durante cuatro años cede su soberanía para que sus representantes hagan y deshagan a su antojo, sin ninguna capacidad de este pueblo electoral para fiscalizar la labor de sus representantes durante el tiempo que dure su mandato, debiendo esperar pacientemente a la siguiente convocatoria electoral para mostrar su acuerdo o desacuerdo con tal gestión, volviendo una vez más a poner en marcha ese mecanismo de despojo de la soberanía por otros cuatro años.

Nos encontramos, además, que las instituciones políticas no flotan en el aire, sino que se sostienen sobre el régimen económico y social establecido. Éste, el capitalismo, se caracteriza por que la gran masa de la población sobrevive de la venta de su fuerza de trabajo, es decir, de buscar y recibir un salario. Esta actividad, tanto la búsqueda de ese salario, como la energía que exige el trabajo necesario para recibirlo una vez que se tiene la fortuna de encontrarlo (que, con suerte, puede ser ocho horas diarias), incapacitan a la gran masa de la población, tanto para adquirir la cultura política imprescindible para atender a los asuntos públicos, como, por supuesto, para tomar éstos directamente en sus manos. A ello podemos sumar un sistema educativo en el que cada vez se acentúan más los rasgos que no buscan darnos una visión amplia y de conjunto del mundo, imprescindible para formar ciudadanos críticos y participativos, sino especializarnos, darnos, cada vez desde edades más tempranas, una orientación profesional clara. Es decir, el sistema educativo (parte indivisible del conjunto del sistema) busca nuestra producción parcializada como tuercas o engranajes del sistema productivo y no como ciudadanos integrales, formados para tener un criterio y algo que decir en la cosa pública. En este sentido van todas las reformas educativas de los últimos años, incluido el célebre Plan Bolonia.

Así pues, tenemos que estos dos elementos, democracia representativa y capitalismo, forman dos esferas que se complementan perfectamente. Es la conjunción de una sociedad desigual con el mandato representativo, que otorga total poder e independencia a los representantes, lo que produce esa enajenación del poder respecto del sujeto soberano, la nación o el pueblo abstracto, y la que hace que las instituciones se muestren tan alejadas y hasta opuestas a los intereses generales de la población. Se trata de algo estructural y no de la falta de ética o la “corrupción” de algún representante: es el sistema político el que garantiza la reproducción y la estabilidad de la desigualdad de la sociedad.

Un reciente ejemplo concreto para ilustrar esto. Tanto el que estas líneas escribe como seguramente el que las lea, gente corriente del común, lo tendríamos francamente difícil, por no decir imposible, para formar, por nuestra cuenta e independientemente, una lista electoral, que ésta se diera conocer y que ocupara algún espacio en las instituciones establecidas. Para ello hace falta un gran sostén económico y mediático que, precisamente por estar en una sociedad desigual y jerarquizada, sólo está al alcance de unos pocos. Tenemos, sin embargo, que Álvarez Cascos hace sólo unos meses se escinde del PP, forma su propio chiringuito electoral y consigue, en tan corto espacio de tiempo, colocarse entre las listas más votadas en Asturias. Si analizáramos este hecho detenidamente, colocándolo en ese contexto social y político que hemos descrito, no podríamos por menos que llegar a la conclusión de que la clase política es tal, no por delegación de la ciudadanía a través del voto, que sólo sirve para legitimar su posición, sino por ser el centro de una red de intereses clientelares, empresariales y financieros, que son los que, con su apoyo, consiguen encumbrar una lista electoral a las instituciones.

Es decir, desigualdad social y económica más representatividad forman el cóctel que permite que la cosa pública esté en manos de una casta que representa los intereses de quien tiene la capacidad y el poder para encumbrarlos, limitándose el grueso de la ciudadanía a legitimar esa posición mediante el sufragio. Es algo que hemos visto descarnadamente durante estos años de crisis, con las medidas anti-sociales y pro-sistema financiero que se han tomado, contraviniendo todas las promesas y programas electorales, y dejándonos ante una alternativa parlamentaria que sólo ofrece más de lo mismo. Todo ello perfectamente validado por el entramado legal. Es por eso que la mera reforma electoral o esa indefinida “revolución ética” que piden algunos no sólo son insuficientes, sino que se muestran superfluas, pues no tocan un ápice de la estructura del sistema (la que vincula desigualdad social con representatividad política) y dan un diagnóstico erróneo del origen del problema, que es sistémico y estructural, no de falta de valores éticos de algunos individuos.

Frente al mandato representativo, una verdadera democracia sólo puede establecerse, en el aspecto jurídico, desde el mandato imperativo. Este tipo de mandato establece que es el organismo popular de base, fundado sobre la libre asociación (llámese éste como se prefiera: asamblea, comité, consejo, etc.), el que delibera y decide sobre las medidas a tomar, enviando a su delegado a la asamblea de representantes con unas directrices claras sobre cómo debe actuar, negándole la independencia y convirtiéndolo, ahora sí, en mero representante de la voluntad popular de base. El delegado no tiene mandato más que para representar lo que sus electores le hayan establecido, impidiendo la apropiación de la representación a manos del representante que hoy sufrimos. El mandato imperativo se complementa, reforzando su carácter democrático, con la revocabilidad del cargo designado en cualquier momento que el organismo popular de base considere defraudada su confianza. Ello impide el atrincheramiento del representante en su cargo y la enajenación de éste a la voluntad popular. Así pues, mandato imperativo más revocabilidad permanente de los cargos designados son los dos elementos jurídicos claves para acercar verdaderamente la palabra democracia a su significado semántico: gobierno del pueblo.

Hay que decir que este sistema no es una utopía, en el sentido de no realizable en el momento de su enunciación, sino que ha sido probado y establecido en determinados periodos históricos en ciertas partes del mundo. Precisamente, por ejemplo, este año se cumple el 140 aniversario de la proclamación de la Comuna de París.

No obstante, el que la gran masa de la población, a través de sus organismos de base, elabore, delibere, decida, legisle y ejecute sobre las cuestiones públicas implica que ésta población tenga los conocimientos y el tiempo necesario para dedicarse a tales tareas, las que verdaderamente la hacen merecedora del término de ciudadanía. Ello, por supuesto, no es concebible en las actuales condiciones sociales y económicas de división de la sociedad en clases y desigualdad, sino que la premisa fundamental de esta verdadera democracia es la transformación de la estructura socioeconómica establecida. Esta democracia presupone, entre otras cosas, otra lógica económica y una reducción tan amplia de la jornada de trabajo que, simplemente, es inconcebible bajo el sistema capitalista. Es por ello por lo que una democracia verdadera y consecuente sólo puede ir de la mano de la revolución social.

Félix D.


lunes, 1 de agosto de 2011

Terminología, intereses e imperialismo

El artículo “Terminología, intereses e imperialismo” fue elaborado para el número Uno de “Fanzine Zamora”, órgano de propaganda en el que trabajan algunos compañeros de la Asamblea Popular y la Acampada Zamora del 15M. Con el permiso de su autor, el compañero S. Fontano, lo publicamos en Espacio Rojo entendiendo que dicho artículo sirve para luchar contra la fraseología interclasista con la que nos bombardea la burguesía para justificar, en el campo de las ideas, el sistema de la esclavitud asalariada.
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Terminología, intereses e imperialismo

Asumimos conceptos como válidos sin haberlos analizado. Entendemos definiciones como correctas sin planteárnoslas porque nos vienen dadas socialmente. Otorgamos mecánicamente a las palabras una neutralidad que no existe, una inocencia terminológica carente de objetividad pues las palabras, los conceptos, la lengua, es producto genuino de los sujetos, inyectando inevitablemente a todo concepto unos determinados intereses sociales, inherentes a una sociedad dividida en clases.
neutralidad, la abstracción, la falsa heterogeneidad siempre fomentada desde las instancias del Poder, que encierra realmente el sectarismo ideológico del individualismo vulgar que doblega nuestra libertad colectiva, solo sirve a las clases dominantes de cada época, que intentan hacer pasar sus intereses concretos por los intereses colectivos de la mayoría oprimida, que debemos aprender que nuestra situación social no puede cambiar y que es necesaria para que todo vaya bien. (Un buen ejemplo, la inyección millonaria del Estado a la banca mientras casi 5 millones de proletarios estamos en el paro) Y así ocurre que el opresor presenta sus leyes, su economía, su policía, sus ejércitos… como organismos neutros que representan a toda la sociedad, al igual que sucede con su sistema cultural y filosófico que encuadra nuestras expresiones y nuestro pensar dentro del limitado marco de la democracia vertical que padecemos hoy día.Las ideas dominantes tienden a la parcialización de problemas universales. A presentar válvulas de escape individuales a problemas colectivos. A compartimentar las relaciones sociales que interrelacionan a toda la población con el objetivo de asfixiar y anular cualquier tipo de respuesta colectiva organizativa, política y social como pueblo o como clase ante el orden económico existente.

Quizás uno de los ejemplos más sangrantes de esta alienación es la referente a los conceptos que hemos asumido en torno a la explicación de las relaciones de producción a escala internacional: Primer Mundo y Tercer Mundo, explicación dual de una misma realidad, el sistema imperialista mundial. Se divide y se disocia algo que está unido por un entramado de relaciones económicas, políticas y militares, para así poder mantenerlas. Se presenta de forma separada a los Estados imperialistas, a los países ricos, como un Mundo maravilloso y civilizado y a los países oprimidos como un Mundo de famélicos y bárbaros sobre los cuales la bondad del Primer Mundo recae en forma de ayudas al desarrollo, misiones religiosas, cascos azules y otras caridades varias que descienden desde los cielos del Bienestar para soliviantar el endémico e “inexplicable” malestar de los pobres. Se descarga cualquier tipo de culpabilidad de un sistema social impuesto mundialmente, como es el régimen de producción capitalista que desde finales del s. XIX entró, sin posibilidades de retorno, en su fase imperialista.

Y así resulta que el precio de los combustibles y el del pan. El descenso del salario de un proletario alemán, zamorano o egipcio y las subvenciones a los sindicatos oficiales. Los bombardeos de la OTAN con uranio empobrecido en Libia y las campañas propagandísticas de UNICEF. La guerra sin cuartel del Estado fundado por Gandhi contra los obreros y campesinos revolucionarios en India y los palos de los Mossos a los acampados en la Plaza de Catalunya. Las ayudas de la Unión Europea- esa Federación de Estados Parasitarios- a los capitalistas griegos, portugueses o irlandeses y las migraciones en masa de obreros africanos a Europa. Todo ello está necesariamente, interrelacionado de uno u otro modo.

El imperialismo, como fase superior del capitalismo, se caracteriza porque la primacía económica no reside en la exportación de mercancías, sino en la exportación de capitales. El capital financiero se funde con el industrial, se generan los monopolios que convierten a la libre competencia en su contrario y conforman a los Estados burgueses en Estados monopolistas que deben controlar y planificar política y militarmente el crecimiento y el beneficio de los capitalistas nacionales con vistas a competir con el capital de otras naciones. Con ello aumentan las contradicciones entre los países: una minoría de Estados imperialistas frente a una mayoría de países oprimidos. Y una competencia por una cuota del mercado internacional entre los propios Estados imperialistas. Es decir, guerras diplomáticas y militares por conquistar los mercados, las materias primas y la fuerza de trabajo.

Esto lleva aparejado la proletarización de las masas. La apropiación cada vez mayor de la producción por parte de unos pocos se contradice con que esta producción es social y cada vez participa de ella más y más población. La acumulación de capitales por parte de una minoría hace descender a los pequeños patrones, a los campesinos y a los profesionales al duro sector social de los esclavos asalariados en donde convivimos millones de esclavos peleando entre nosotros por poder ser explotados. Aumentan las contradicciones sociales en todos los países porque cada vez son más claros los dos antagonistas que conviven en la sociedad: los dueños de los medios de producción de un lado y los desprovistos de ellos por otro. Esto genera la crisis de la vieja democracia parlamentaria que tiende al corporativismo y la reacción otorgando cuotas de poder a los sectores sociales que se aprovechan del imperialismo y recortando derechos políticos y sociales a las hondas masas del pueblo trabajador. (Las sucesivas reformas laborales, las leyes de excepción contra los inmigrantes o la Ley de partidos, son claros ejemplos de esta tendencia social reaccionaria)

El imperialismo reproduce en una escala internacional lo que el capitalismo primitivo hace en las economías nacionales. La clase obrera está sometida a vender su fuerza de trabajo a quienes son dueños del capital industrial. Los pueblos del Mundo están sometidos a quienes son dueños del capital financiero. Estas son al fin y al cabo las dos patas sobre las que se sostiene el capitalismo internacional y sobre las que se ha asentado lo que de forma cínica se llamó Estado del bienestar: la explotación de la fuerza de trabajo en la Metrópolis y la explotación de los recursos materiales y humanos de los pueblos oprimidos. En definitiva, la apropiación privada de la producción social.

Y desde esta base el capital industrial y financiero genera una política, una cultura y una ideología que es la superestructura social, trasladada a nuestro pensar en forma de una jerga impuesta por la educación vigente y que nos recuerda, si logramos salir de ella y adquirir una conciencia crítica sobre la realidad material existente, que la democracia de los grandes financieros no busca la libertad, sino la dominación.

La estructura económica y política mundial es la sistematización de la violencia para los oprimidos y de la paz para los opresores. Unos sufrimos el paro, la miseria, el hambre, las guerras, las migraciones forzosas, la muerte y la represión. Otros gozan del bienestar mantenido sobre los que estamos abajo. Son las dos almas del sistema. Democracia para un sector minoritario de la población nutrido de burócratas, rentistas, militares, burgueses y liberados sindicales que solo puede proyectarse hacia la mayoría trabajadora en forma de dictadura y de imposición de los intereses sociales estructurados en Estado.

El lenguaje, los conceptos encierran intereses. Es inevitable y natural bajo el orden actual. Los de abajo podemos asirnos de los conceptos acordes con nuestros intereses como pueblo sometido a unos cuantos tiranos, adquiriendo conciencia de nuestra posición social y desarrollando las contradicciones del imperialismo para solucionarlas en una nueva sociedad de nuevo tipo con una nueva base económica. O podemos conformarnos como hasta ahora y actuar para atenuarlas intentando volver al pasado para que esas contradicciones acaben reproduciéndose antes o después.

S. Fontano
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