Línea Proletaria

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NUEVA WEB POR LA RECONSTITUCIÓN DEL COMUNISMO. ¡DESARROLLEMOS LA LÍNEA PROLETARIA! ¡VIVA LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA!

jueves, 25 de noviembre de 2010

¡¡¡La vida es lucha!!!

(EDITORIAL DEL Nº 9 DE "NI UN PASO ATRÁS", PUBLICACIÓN ANTIFASCISTA DE ZAMORA)
Ver en Kaos

La vida está llena de ejemplos. Para lo bueno y para lo malo. Pero no entendamos “lo bueno” y “lo malo” como un problema moralista, no. Entendámoslo como una cuestión de interés social, es decir, como algo ligado a unos intereses sociales, a una clase social. Y puesto que pertenecemos a la clase obrera observémoslo conforme a los intereses políticos y sociales de nuestra clase. Porque si nos confinamos a los estrechos márgenes de la hipocresía burguesa que impregna la moral dominante en todas sus formas (la religiosa, la filosófica, la militar…) acabaremos teniendo por “algo malo” la expresión política de la rabia del explotado y por “algo bueno” la defensa policial de las propiedades del banquero. Y esto es así porque la moral dominante es la moral de la clase dominante. El conjunto de actitudes frente a la realidad que la burguesía pretende pasar por “buenas”, por “correctas”, por “aceptables”… son aquellas que le permiten mantener su posición social. “Ser pacífico”, “ser tolerante”, “ser ecologista” o “ser un trabajador eficiente” son modelos a seguir que propaga la moral y la propaganda burguesa para que el obrero asalariado se mantenga firme y libremente en la cadena de producción, más preocupado por cumplir los mandamientos sociales que le vienen impuestos que por romper las cadenas, también impuestas, que le atan al patrón y al Estado.

En la articulación social de estas normas de comportamiento hay varias constantes, pero por escandalosa, la constante de la hipocresía que destacábamos arriba merece especial mención: El trabajador debe ser pacífico y alejarse de la tentación de usar la lucha armada porque el Estado burgués y de derecho es el único legitimado para ejercer la violencia democrática y eliminar a quienes estime oportuno. El trabajador debe ser tolerante y dejar hacer al patrón su reforma laboral y al Papa sus viajes por el mundo porque la burguesía tiene su propio aparato jurídico-policial para decidir que se tolera y que no, ilegalizando organizaciones políticas y expulsando del país a las razas que no merezcan nuestra tolerancia. El trabajador debe ser ecologista y preocuparse por no ensuciar el mundo porque para eso ya están los monopolios del petróleo o la siderurgia que con sus chimeneas humeantes apuntan desafiantes, pero dentro de la legalidad, al cielo y las estrellas. Y por supuesto, el trabajador debe ser productivo, tragar polvo y sudor en su puesto de trabajo, del que debería estar agradecido, porque para vivir sin producir, para ser perezosos y cínicos, ya están los burócratas de las administraciones, los mercenarios de la pasma, los liberados sindicales y la admirada clase empresarial.

Imágenes y palabras

Una imagen vale más que mil palabras. Y la ciencia se ha encargado de demostrarlo, utilizando factores probabilísticos y estadísticos que estudian la cantidad de información que contienen imágenes y palabras. Pero en los tiempos que vivimos esto no tiene mucha importancia. Imágenes y palabras pertenecen a los capitalistas. Las combinan a su gusto en su prensa, en su televisión, en sus webs, en su cine y en su publicidad comercial. En pequeñas dosis o en grandes bombardeos desinformativos. Forman parte de la superestructura social, es decir, que se asientan sobre la estructura de la sociedad basada en la división social del trabajo y la explotación del trabajo ajeno y sirven por ello para su mantenimiento. Son el vehículo de la moral burguesa. Y en ellas suben a sus modelos, a sus ciudadanos tipo, a sus ejemplos “buenos” y “malos” para llevarlos hasta nuestro cerebro que está tan atado como lo está nuestro trabajo.

Ficción y realidad, son utilizadas por los burgueses para hacer pasar a sus figurillas como hombres y para presentarnos a hombres de verdad como figurillas. He aquí una de sus figurillas: el patriota, el hombre de Estado encarnado por Adolfo Suárez. Presentado como bueno buenísimo, como demócrata de toda la vida, como hombre que con su buen hacer y la ayuda de otros cuatro héroes patrios (Fraga, Carrillo, el Rey, Sr. X y poco más) trajo esta maravillosa democracia a España. Un ejemplo del buen “hombre” que siempre actúa en consonancia con los intereses del país, que suelen ser los del capitalismo dominante. Una figurilla, un paniguado de la burguesía monopolista española que formó desde los años 50 parte del entramado fascista del Estado español y que se quitó la camisa azul cuando las ansias de poder económico de los capitalistas nacionales reclamaron transitar de la dictadura corporativa a la parlamentaria.

Cambian las tornas. Miguel Hernández, poeta revolucionario. Militante comunista, portavoz de los oprimidos que dedicó sus mejores versos a la lucha por la destrucción del capitalismo. ¿En qué lo han convertido de cara al público? En un inocente escritor y demócrata republicano, en un utópico luchador, en un precursor de la actual dictadura burguesa. Y con este hombre han hecho lo que con todos los hombres y mujeres antifascistas de los años 30. Amoldarlos a lo políticamente correcto de nuestros días para extirpar lo que en ellos había de hombres y de mujeres: su lucha revolucionaria, su vida militante contra el capital, su fuerza y su odio contra el fascismo brutal, que era la política burguesa de la época. Hombres y mujeres rebajados a la categoría de figurillas para que formen parte del bastardo teatro de la sociedad existente en donde el que vive, y vive porque lucha para ser libre, es tildado de terrorista o de loco soñador que “ya crecerá”.

Otro ejemplo de figurilla que intentan pasar por hombre: el elemento egoísta e individual hasta rayar la cobardía. El ejemplo de ciudadano medio que nos ofrecen los burgueses de Hollywood. ¡Quien no ha visto la película de El Pianista! Se nos presenta a un polaco, que existió en la realidad, que ve estallar la IIGM desde la tranquilidad de su hogar en Varsovia hasta que es encarcelado en el Guetto. Logra escapar con ayuda y siempre escondido oye desde su refugio la lucha sin tregua entre los nazis y la resistencia polaca y partisana. Hay un momento en que parece que, cansado de todo, el Pianista va a empuñar un arma, pero no. Prefiere salvar el pellejo mientras otros luchan para que el sea libre en un futuro. El Pianista existió hasta que falleció en 2000. Podrá argumentar algún escrupuloso defensor de los DDHH, podrido por la moral burguesa, que el pobre pianista tenía miedo, que sus condiciones concretas, que bla bla bla. Ante esta figurilla, un hombre: Missak Manouchian. Armenio. Emigró a Francia después de que el imperio Turco exterminase a un millón de los suyos siendo él un niño. Ya en el país galo vivió la invasión alemana de la II GM. Missak podía haberse escondido, ya había vivido un genocidio y estaba a miles de km de su hogar. Pero Missak no era una figurilla. Era un revolucionario, un proletario militante del Partido Comunista que participó en la guerrilla urbana de París. Fue fusilado en 1944 por el ejército nazi. A sus espaldas más de 100 bajas causadas al enemigo, la mayoría altos cargos y oficiales de la Wehrmacht. Y como Missak, millones de trabajadores de todo el mundo que no se escondieron de la muerte sino que salieron a su paso para demostrar que estaban vivos, al igual que lo están hoy los insurgentes que combaten a los terroristas de la OTAN en Beirut o Bagdad.

Para nosotros vivir y ser un hombre o una mujer requiere un acto consciente del sujeto. Un proceso de auto-transformación constante, de revolucionarización de la existencia, del que observa las injusticias y decide prestar su vida a acabar con ellas. Aquí reside la vida, en luchar por ella. Y aquí reside la libertad. En tomar decisiones que rompen con la monotonía de la esclavitud asalariada, con la comodidad de la vida que nos ofrece la burguesía en la Metrópoli, y nos llevan a ser algo más que un DNI. Lo demás es existir, pero no vivir. Porque deambular por el mundo intentando que no nos salpiquen las penalidades, escondiéndonos de la historia cuando pasa por nuestra puerta, es individualismo y egoísmo. Y en ello no hay ninguna decisión libre por muy libre que se crea el que nunca ha pensado en conquistar la libertad y se limita a ser un consumidor de la última mierda puesta en el mercado por una discográfica o una empresa vinatera.

Para la clase obrera, La vida es Lucha.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Con el Sáhara, contra el imperialismo


(Octavilla de la Juventud Comunista de Zamora repartida en los últimos días)

En las últimas semanas se vienen sucediendo noticias cada vez más trágicas relacionadas con el pueblo saharaui y la represión a la que es sometido por parte del Estado marroquí.
La situación de este pueblo hermano y todas las agresiones y atentados pertrechados contra él tienen su origen en el sistema imperialista de relaciones internacionales.

En Marruecos el Estado está dirigido por la burguesía burocrática junto con la oligarquía financiera e industrial del país, aliados todos ellos de los imperialistas de la UE y la OTAN que delegaron su poder en estas facciones de la burguesía marroquí durante la descolonización del pasado siglo. Bajo la dictadura parlamentaria los burgueses marroquíes ven acrecentar sus beneficios mientras los obreros, que tienen aun menos libertades políticas que en la UE, son torturados y encarcelados como ha ocurrido ya con decenas de comunistas pertenecientes a la Unión Nacional de Estudiantes Marroquíes (Caso del “grupo Zahra” en 2008 o más recientemente de lxs camaradas Youssef El Hamdia e Ilham Hassnouni).

Por otra parte, en el Sáhara Occidental los colonialistas españoles cesaron su ocupación militar, presionados por sus socios de la OTAN, para ceder el testigo al Estado marroquí que desde mediados de los 70 controla política y militarmente la zona. El objetivo del bloque imperialista de la OTAN era mantener el control sobre todo este territorio tanto por su posición geoestratégica como por sus posibilidades económicas. Hoy empresas como Iberdrola extraen a muy buen precio energía del Sáhara. Ni que decir tiene que el pueblo saharaui jamás ha sido consultado por sus invasores sobre si desean ejercer su soberanía y ser un pueblo libre o prefieren seguir siendo sometidos y exterminados por las políticas genocidas de los imperialistas de turno.

Y es que a la burguesía internacional no le interesa lo que opina un pueblo encadenado. Pero a los obreros del mundo si nos interesa y además estamos dispuestos y decididos a combatir a los enemigos de la República Árabe Saharaui Democrática, pues son los mismos que los nuestros: los imperialistas de todo pelaje, los mercenarios del capital y los oportunistas que haciendo el juego a la burguesía reducen el problema saharaui a una mala “gestión gubernamental” ocultando que son el sistema capitalista y todos sus puntales, empezando por la ONU, los culpables de las desdichas de este pueblo africano. Por eso los que luchamos por la Autodeterminación del Sáhara, luchamos por el Socialismo como única garantía de solidaridad efectiva entre los pueblos.

Los militares marroquíes no se irán del Sáhara mientras los capitalistas manden en Marruecos. Las empresas españolas no dejaran de esquilmar los recursos de otros pueblos mientras la burguesía ejerza su dictadura de clase en el Estado español. Y pensar lo contrario sería utópico y reaccionario. Porque nosotros, al igual que nuestros camaradas de Marruecos y la RASD, comprendemos que el único futuro posible para los pueblos del mundo es el futuro rojo que será forjado por el proletariado revolucionario elevado a la categoría de clase dominante como paso indispensable para la Paz y la Libertad.

¡AUTODETERMINACIÓN PARA LOS PUEBLOS OPRIMIDOS!
¡VIVA EL SÁHARA LIBRE Y SOCIALISTA!

¡Organizarse por el Comunismo es organizarse por la libertad de los Pueblos del Mundo!

JUVENTUD COMUNISTA DE ZAMORA
ujce_zamora@yahoo.es
http://ujcezamora.blogspot.com

viernes, 24 de septiembre de 2010

Espacio Rojo nº 18: Sindicalismo y clase obrera

Descargar Espacio Rojo 18

Un poco de historia

Los sindicatos obreros nacieron en el siglo XIX a la par que el capitalismo se desarrollaba. Ante la explotación a que los sometía la burguesía, los trabajadores se asociaron para defender sus intereses económicos y mejorar sus condiciones de vida. Unos intereses que eran comunes a todos los obreros pues su posición objetiva en el régimen social productivo capitalista era, y sigue siendo, la misma: desposeídos de los medios de producción los trabajadores nos vemos obligados a vender nuestro trabajo para poder subsistir.

Los sindicatos, como primeras asociaciones de la clase obrera, significaron un gran paso adelante pues certificaron la constitución del proletariado como clase en sí, es decir, como clase consciente de sus características comunes que lo definían como sujeto social obligado por la división social del trabajo a producir para las clases propietarias.

Pero con el paso del tiempo, los sindicatos encontraron sus límites en su propia esencia. El proletariado revolucionario fue adquiriendo experiencia en su lucha de clase contra la burguesía y sus aliados, y tomó la conciencia de que para acabar con su situación de clase explotada no le valía con mejoras económicas, debía subvertir el orden social revolucionando el sistema productivo y para ello era necesario tomar el poder, destruyendo la máquina estatal burguesa y erigiendo un nuevo poder basado en los intereses de las masas trabajadoras.

En este momento, solo posible gracias a la aprehensión de las leyes objetivas que rigen el movimiento social y a las luchas de la clase proletaria, los sindicatos y los partidos social-reformistas, son rebasados por la experiencia del movimiento obrero y nacen los Partidos obreros revolucionarios. La constitución de estos Partidos supuso un salto cualitativo en la conciencia de la clase obrera que ya no solo se observaba como clase con intereses inmediatos –económicos- comunes, sino como clase independiente con un mismo fin histórico: acabar con la sociedad de clases. Estos organismos sociales, los partidos comunistas, lograron fundir en un todo indisoluble la conciencia para sí de la clase, el socialismo científico, con el movimiento obrero para destruir el Estado capitalista y construir sobre sus ruinas el Socialismo y el Comunismo.

Con el Partido obrero de nuevo tipo o Partido Comunista, el proletariado alcanzó su máxima conciencia para comprender que es objeto y sujeto de transformación social. Estos Partidos surgen en una determinada época en que se concentran la madurez ideológica y política de la clase obrera y la fase superior del capitalismo, el imperialismo, que es a la vez la época de su decadencia: los monopolios y los Estados lo controlan todo, se agudizan las contradicciones entre obreros y burgueses, entre las mismas clases dominantes, entre unos cuantos países “ricos” –opresores- y la mayoría de los países “pobres” –oprimidos-.

En este contexto, desde finales del s.XIX hasta nuestro días, las burguesías de los Estados imperialistas aumentan sus plusvalías en el mercado internacional gracias a su posición privilegiada respecto a las naciones empobrecidas que militar y/o económicamente dependen del imperialismo y sus organismos generados (OMC,ONU,FMI,BM,UE,OTAN…). Y así en los Estados imperialistas surge una capa de obreros privilegiados, de obreros que se benefician de la posición que ocupa “su” burguesía nacional en el sistema económico internacional, que tienden hacia un supuesto apoliticismo, que reniegan de los intereses de su clase social y se alían con su antagonista, con la burguesía, a la que sirven como propagandistas y correas de transmisión política dentro del movimiento obrero. Esta capa social es la llamada aristocracia obrera.


El Estado burgués y el sindicato moderno

El Estado es un instrumento de opresión de una clase sobre otra, un instrumento clasista al servicio de los dueños de los medios productivos cuyo objetivo primordial es garantizar la reproducción constante de la explotación asalariada. Socializador de la explotación para la mayoría y socializador de las ganancias para la minoría, esa que bajo el Estado burgués goza de democracia y ejerce su dictadura contra la clase trabajadora. Entre esta minoría privilegiada se encuentran actualmente los sindicatos cuya posición respecto de la “crisis” en particular y de la lucha de clases en general merece una explicación que sobrepase el tan manido argumento de reducir la problemática sindical a “unos cuantos dirigentes” que “se han vendido”.


Los sindicatos son en la actualidad las organizaciones de la aristocracia obrera. La posición social de los sindicatos en los Estados imperialistas no se debe a complicados engaños urdidos por la clase dirigente. No son unas cuantas ideas falsas bien contadas las que han hecho de los sindicatos un puntal del Estado burgués. Solo ateniendo a las relaciones de la aristocracia obrera con el resto de clases sociales se puede determinar su posición objetiva dentro del régimen capitalista.

La fase superior del capitalismo, su fase imperialista, es a la vez la fase en que las crisis de producción aumentan y el Estado burgués tiende a la descomposición, aunque esto es tan solo una tendencia histórica, una ley objetiva del desarrollo capitalista que necesita de lo principal, la actividad subjetiva para que pueda suponer algún cambio sustancial (revolucionario) en las relaciones productivas ya que si algo caracteriza al Estado burgués es su adaptabilidad a las reformas que no lo erosionan sino que lo fortalecen. Como decíamos, esta tendencia objetiva obliga a la burguesía a buscar constantemente nuevos aliados en la dirección de su Estado el cual tiene cada vez más y más competencias por el aumento y agudización de las contradicciones que genera el desarrollo del capital.

Entre estos “aliados” los sindicatos y partidos reformistas, como representantes de la aristocracia obrera, juegan un importante papel como cooperantes directos del poder y cuadros ideológicos de la burguesía dentro del movimiento obrero. Pero entre estos “nuevos” compañeros de viaje, también existen contradicciones las cuales explican el porqué de la combatividad o no del sindicalismo moderno en determinados momentos y lugares.

La aristocracia obrera está formada en los Estados imperialistas por una amplia capa de la clase obrera que participa del poder burgués, que se aprovecha de la posición de su burguesía en la división internacional del trabajo, es una capa social que, en definitiva, es la base material de los sindicatos modernos y los partidos reformistas pues estas organizaciones son producto de la existencia de esta capa social y no al revés. Y como toda clase o grupo, ésta tiene unos intereses determinados por los cuales lucha y se organiza como son la mejora de su posición económica y acceso a una mayor cuota de poder dentro del régimen político burgués. Y si estos intereses son dañados por sus socios capitalistas ellos luchan y se defienden. Porque cuanto mejor sea la posición económica de la clase obrera de un Estado imperialista más crecerán las filas de “obreros privilegiados” aumentando así la base material del reformismo y la correlación de fuerzas dentro del Estado imperialista basculará a favor de sus representantes de clase (sindicatos, partidos revisionistas…) a quienes la burguesía monopolista se verá en necesidad de darle más poder en forma de subvenciones, de escaños en los parlamentos, de puestos de dirección en empresas públicas, en Cajas de Ahorros…
De ahí que los sindicatos “defiendan” al trabajador y que el reformismo sea la “izquierda” de la dictadura burguesa abanderando las posturas más “sociales” dentro de los estrechos márgenes del Estado capitalista. Y de ahí que estos enemigos de la clase obrera hayan despertado ¡precisamente ahora! de un profundo sueño que más de 4 millones de parados no fueron capaces de quitarle. Pues los proletarios que viajan en cayuco o los obreros parados no son clientes del sindicato, pero sí lo son una parte de aquellos a los que van destinados estos “recortes sociales” promovidos por el gobierno ZP.Y ahora sí, ahora que la alta capa de la clase obrera también es atacada, sus representantes –los Toxo, los Méndez …- moderadamente nos convocan a toda clase de huelgas y movilizaciones, aunque eso sí tomando por bandera la Constitución del 78, aquella de la que emana la legalidad capitalista que impone al obrero nativo ser un esclavo asalariado y al obrero extranjero ser un paria encadenado.

De todo lo expuesto podemos entresacar que los Pactos de Moncloa, paradigma de la paz social en el Estado español, más que una traición significaron la (re)afirmación de la aristocracia obrera como “grupo” separado de los intereses del proletariado. Un “grupo” que accedió al Poder, que se integró hace décadas en el sistema imperialista y que se acomoda, según el momento, en los sillones que le ofrece la burguesía monopolista en sus parlamentos y en las mesas de negociación de convenios colectivos y expedientes de regulación, a través de los cuales el sindicato participa en la planificación económica que realiza el Estado monopolista.
Los sindicatos se han convertido en órganos de encuadramiento de masas, en perfectas correas de transmisión de la política burguesa dentro del movimiento obrero pues es ésta la característica principal de la aristocracia obrera como clase: su concreción orgánica y política en sindicato reaccionario, en partido institucional y en definitiva en reformismo social.


Organización obrera y Revolución

Hasta aquí hemos expuesto las limitaciones del sindicalismo tanto por su posición objetiva como organización dispuesta para las luchas económicas del proletariado como por su posición subjetiva en el contexto de los estados imperialistas en los que son un instrumento del reformismo burgués.


Pero entonces, ¿qué debemos hacer los trabajadores para combatir al capital?
Los trabajadores debemos organizar nuestras luchas económicas fuera de las estructuras burocráticas de los sindicatos reaccionarios -CCOO, UGT, USO, corporativistas…- y contra ellas. La unidad de clase, fundamental para conquistar nuestros objetivas políticos, solo puede sentarse sobre la base de la lucha intransigente contra los aliados de la burguesía, los sindicatos reaccionarios y los partidos de la reforma. Es fundamental que en cada lucha que se dé en cada centro de trabajo los enemigos de la clase obrera sean señalados y sus ideas de colaboración con la patronal y el Estado desenmascaradas como producto de la ideología dominante. La unidad del proletariado solo puede ser verdadera si se realiza empuñando la bandera del Comunismo como teoría revolucionaria que resume la práctica histórica de la lucha de clases del proletariado y que en otro tiempo fue elevada a concepción proletaria del mundo dirigiendo los procesos sociales que durante el último siglo se encaminaron a liberar a la humanidad de las cadenas del capitalismo y el terrorismo burgués.

La clase obrera no puede ser carne de cañón en las disputas de otras clases. Los obreros no tenemos que elegir entre aristocracia obrera o burguesía monopolista, debemos elegir el futuro de nuestra clase que pasa de forma ineludible por la destrucción del Capital y la construcción del Socialismo. No debemos seguir como un rebaño a los que un día muestran una sonrisa a los mineros y al siguiente se manifiestan junto a las asociaciones de pistoleros al servicio del Estado como el SUP y la AUGC.

En estos difíciles momentos para la clase obrera, la única forma en la que el proletariado puede ponerse a la altura como contrincante de su enemigo de clase exige de alguna forma derribar todas esas ideas preconcebidas que se nos han legado durante estos casi cien años de revolución proletaria. Es deber de los comunistas estudiar el marxismo-leninismo para poder comprender el actual momento histórico en el que se encuentra este movimiento obrero desideologizado e incapaz de hacer frente a los cada vez más furibundos ataques por parte del capital, lo que demuestra que los sindicatos si ya hace mucho tiempo habían sido sobrepasados por la organización obrera de Nuevo Tipo es decir el Partido Comunista, hoy además de perpetuar al obrero en su posición subalterna de depositario de la explotación y la miseria con su línea de acción se han convertido en uno de sus mayores enemigos y en el mejor aliado de la burguesía.

A este proceso de deshacernos de los lastres políticos legados por interpretaciones perversas e interesadas de la teoría, de la táctica y la estrategia le corresponde la formación sobre las bases sólidas e intransigentes del marxismo-leninismo la creación del movimiento consciente revolucionario que cree las condiciones políticas y sociales de crisis general del Estado imperialista, exacerbando sus contradicciones intrínsecas y solucionándolas mediante la toma del Poder por parte del proletariado organizado política y militarmente en torno al Partido Comunista.


JUVENTUD COMUNISTA ZAMORA, SEPTIEMBRE 2010

Ver Espacio Rojo en Kaosenlared

jueves, 15 de julio de 2010

El fútbol, otra cruz sobre las espaldas del proletariado

Una religión ha vuelto a dar un balón de oxígeno a la burguesía española. Pero esta vez quienes acompañan bajo palio a los gobernantes de turno no son señores con sotanas negras y cruces sino unos tipos con chándal rojjgualda y un balón pegado al pie.
En esto que se empeñan en llamar mundo civilizado, el fútbol ha venido ocupando de manera sistemática todos aquellos períodos de nuestra rutina existencial que ha ido abandonando aquella religión de monjas y legionarios de Cristo. Ni mucho menos quiere esto decir que el fútbol moderno excluya a la religión pues ambos son como la Ertzaintza y la Guardia Civil, se complementan a la perfección para servir al capital, y al igual que los cipayos en Euskal Herria, el fútbol ofrece un toque moderno y de normalidad a una sociedad que necesitaba disimular con urgencia su oscurantismo, religioso y policial.

La sustitución de religión por fútbol, dos modos distintos de mantener entretenido al proletario entre el fin y el principio de la jornada de trabajo (o las 24 horas si está en el paro), ha convertido nuestro tiempo de descanso en algo más terrenal, más cercano al “pueblo” o como diría algún demócrata convencido en algo más conectado con “la ciudadanía en su conjunto”. Porque antaño para ver la estatua de un Santo, el feligrés de turno debía ir a la Iglesia dedicada a su hacedor de milagros favorito que podía estar en el pueblo de al lado o en Santiago de Compostela con los problemas que eso conllevaba. Pero hoy las estrellas del fútbol pueden ser vistas en cualquier valla publicitaria y han sido dotados con el atributo de la omnipresencia estando en un mismo día posando en Milán para anunciar un champú, jugando en Lyon un partido de Champions después de firmar autógrafos en un hotel de cinco estrellas y para acabar tomando unas copas en una discoteca de Madrid.

El paraíso ya no es algo intangible para el mortal, ni un lugar al que solo llegarán las buenas personas. El Edén es hoy un estadio de fútbol al que como mínimo se puede acceder un día de cada siete y en el cual ser un ladrón de trabajo ajeno da derecho a una tarjeta VIP, a un palco VIP, a azafatas VIP y si tras ellas aun se tiene hambre, a unos canapés VIP. Mientras tanto el proletario, al que la beatiful people le ha robado el producto de su trabajo, tendrá suerte si le dejan meterse en el Fondo Norte de alguno de estos paraísos. Se convierte así el estadio de fútbol en una reproducción de la sociedad clasista en las cuales hace tiempo empezó a extenderse, por necesidad más que por otra cosa, la utilización del Parlamento para solucionar las contradicciones de la clase dirigente. Y ¡qué sería de una sociedad parlamentaria sin libertad de expresión! (*)

El fútbol ha conquistado la libertad de expresión frente al trasnochado monoteísmo occidental. ¿Quién podía debatir sobre Yavéh? Nadie ¿Quién debate sobre balompié? Todo dios. Es más como miembros de la comunidad estamos obligados, so pena de exclusión social, a tomar posición en cualquier cuestión futbolera. Y no vale la excusa de no tener idea del tema pues al igual que existen creadores de opinión para justificar la figura del monarca español, para insultar a los obreros en huelga de Metro Madrid o para vender bien la alianza interimperialista europea, la burguesía tiene en nómina a gran cantidad de auténticos periodistas-ultra y sagaces juntaletras que crean sofisticadas argumentaciones deportivas para ser reutilizadas hasta la saciedad en la barra del bar y en la programación de media noche.
No obstante como en toda democracia parlamentaria, la libertad tiene sus limitaciones pues hay temas demasiado escabrosos para que puedan ser tratados por “cualquiera”. En la política española son innombrables palabros como “GAL” o “tortura”. En el fútbol el dinero es tabú, salvo que sea para adularlo. Y eso nos vino a decir el capitán de la selección española cuando afirmó que hablar del sueldo de los futbolistas en tiempos de crisis era propio de oportunistas. Y es que en nuestra época lo censurable no es que unos cuantos ganen millones mientras la mayoría del mundo se muere de hambre. ¡Lo criticable hoy día es que aun quede alguien que se oponga al circo burgués y a sus payasos! Y quizás este portero hasta tenga razón, porque si algo sobra a un futbolista de élite es conciencia social: leen manifiestos contra el racismo, nos indican que ahorremos energía apagando los interruptores de nuestros bienes de consumo, nos recomiendan comprarnos unas Nike hechas en Tailandia… o nos aconsejan sobre la cerveza a elegir para emborracharnos moderadamente. Porque para elegir birra o deportivas, equipo de fútbol o hito religioso favorito, si existe libertad… de mercado.

“Gracias a la selección la crisis se ha olvidado” ha comentado más de un “internacional” (como graciosamente llaman a los futbolistas de un equipo Nacional) como si quisiesen recordar al Estado imperialista los servicios prestados. Y es que gracias a los goles de estos ¿héroes? el nacionalismo español está viviendo sus mejores años desde los tiempos de la “Reconciliación Nacional” carrillista y las alianzas con las burguesías nacionales periféricas. Y con millones de parados debe ser más que reconfortable para nuestra burguesía ver desfilar por las calles sus banderas fascistas y/o constitucionales en vez de las, para ellos, temibles banderas rojas que portará el proletariado revolucionario cuando les pida cuentas.

Hoy día, un chaval ya no juega al fútbol sino está federado en un equipo infantil en el que le darán un uniforme y un carné de pequeño deportista para juridificar su relación con sus amigos, siguiendo ese empeño que tiene la burguesía monopolista por eliminar todo recodo que quede entre el Estado y el hombre, aunque este tenga tan solo 9 años. Recodo en el que estaba aquello que algunos aun llegamos a disfrutar: el fútbol de la calle como pasatiempo colectivo, como relación social en la que las instituciones del Estado no se inmiscuían. El deporte verdadero antes de que lo castrase la burguesía y lo convirtiese en “Deporte Base” destinado a seleccionar a los que más beneficios puedan reportar en el futuro y colocando al resto en el sector productivo que más convenga atendiendo a las necesidades de la división social del trabajo de la cual surgen las clases y el Estado.

Y es que a cada paso, y sin quererlo, el fútbol moderno se muestra como lo que es, como lo única cosa que puede ser y será en una sociedad clasista. Otra relación social más en la que el sujeto explotado es alienado por la sociedad burguesa. Otro instrumento al servicio de la clase capitalista para impregnarnos con su ideología y con su propaganda clasista: todas las clases unidas bajo un himno, una bandera, unos colores…adoctrinamiento puro y duro, política al fin y al cabo, que por las condiciones del Estado español adquiere unas connotaciones de carácter nacional que vienen a unirse a lo principal, la cuestión de clase. Porque no son los colores de la bandera nacional los que determinan el carácter alienante del fútbol moderno, como tampoco lo es si la forma en que el jefe del Estado llega a su puesto es mediante elección o por sucesión. El problema del fútbol es que como parte integrante de la superestructura de la sociedad capitalista, está manejado por quienes se benefician de la estructura social que son los dueños de los medios de producción. Y el fútbol, el deporte en general, se integra en nuestra vida en base a los intereses de la clase dominante tanto en su aspecto económico desde los millones que se mueven en un fichaje estrella hasta la tienda deportiva; como en el político-ideológico con el culto al individuo, la exaltación nacional…
El deporte no supera lo político. No es una válvula de escape frente a la sociedad. Es un tentáculo más del Estado que perpetúa nuestra posición en esta sociedad: como consumidor, como hincha, como obrero, como espectador. Siempre en actitud pasiva observando lo que un grupo de privilegiados decide y hace. Exactamente igual que ante la política burguesa.

En la sociedad feudal los oprimidos poco podían esperar de sus señores, por eso les daban religión como única perspectiva de futuro. En la sociedad imperialista las masas no creen en la clase política, por eso le dan fútbol como una cuerda a la que agarrarse para seguir sobreviviendo semana tras semana.

La lógica de la clase dirigente es sencilla: Si creemos que en la vida real no sirve luchar porque dios nos juzgará a todos, buena gana tenemos de luchar ahora por la libertad. Mientras depositemos nuestras esperanzanas de futuro en un campo de fútbol, no pensaremos en conquistar el futuro. Si los explotados seguimos creyendo que el mañana depende de lo que se decrete en el parlamento de un Estado burgués jamás nos organizaremos en base a la destrucción del orden social existente, que es apuntalado por cada decreto salido de las entrañas de uno de esos parlamentos de oro y sangre.

Liberar al deporte del mercado. Convertirlo en una relación social ajena al comercio, solo es posible mediante la eliminación del mercado, del comercio, y en definitiva de todos los condicionantes que lo rodean actualmente y que lo convierten en una mercancía como sucede con el producto de la fuerza de trabajo. Y esta eliminación pasa por la revolucionarización de las relaciones sociales, por la Revolución Socialista.


(*)La libertad de expresión mientras las imprentas y demás medios de producción estén en manos de una minoría, será tan solo libertad de expresión para esa minoría y palabra vacía para la mayoría: La Biblia sigue siendo el libro más traducido en la historia de la humanidad. En el Estado español es un periódico deportivo el nº 1 en ventas. Son dos datos que dan que pensar.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Esto solo lo derribamos entre todxs

(ARTÍCULO PUBLICADO EN EL Nº 8 DEL "NI UN PASO ATRÁS" DE LA PLATAFORMA ANTIFASCISTA DE ZAMORA)

http://antifascistaszamora.blogspot.com


La cosa se ha puesto seria. Cuatro millones de parados después de que se iniciase esto de “la crisis”, la maquinaria propagandística nacional se ha puesto en marcha. Las Cámaras de Comercio han lanzado una ofensiva ideológica en forma de “inocente” campaña ciudadana a la que han tenido el gusto de llamar “Esto solo lo arreglamos entre todos.org”.



La campaña consiste en convencer al “conjunto de la sociedad” de que el sistema capitalista y la dictadura burguesa son lo mejor de lo mejor y de que no es el momento ni de la lucha de clases ni de buscar culpables (no siendo que los encontremos), sino de la unidad del País para salvarlo de los peligros que lo acechan. Esta campaña solo pretende dar a la sociedad un aire de cambio pero sin que se ponga en tela de juicio el sistema político y económico vigente, que “casualmente” es el origen material de la situación que vivimos.
La farsa de la campaña consiste en negar la lucha de clases y presentar al Estado español, eso que algunos nostálgicos dan en llamar nación, como una sociedad armónica en la que los intereses sociales no están determinados por la situación respecto a los medios de producción (lo que nos divide a grosso modo en proletarios y burgueses) sino que estos vienen dados por nuestro lugar de nacimiento, en este caso un trozo de la Península Ibérica. Así todos somos iguales y podemos llamarnos sin complejos ciudadanos españoles: El obrero parado y el patrón que lo despidió, el estudiante anti-bolonia y el policía antidisturbios, la prostituta y el proxeneta, el proletario hipotecado y el banquero usurero , la trabajadora que se mata a hacer horas extras y el cabrón que nunca se las pagará, el que no llega a fin de mes y el diputado de turno… todos sin excepción debemos unirnos como buenos ciudadanos e ir fraternalmente hacia un futuro que nos mantendrá a la mayoría hipotecados, explotados, parados, o mendigando pero que al menos podrá devolver las estadísticas nacionales a los altos puestos de la clasificación mundial para orgullo y satisfacción de los Emilio Botín y los Amancio Ortega. Y es que quienes se preocupan por la “unidad de toda la sociedad” y han pagado esta campaña de Cruzada en defensa del Sacrosanto Capital son: Telefónica, Iberia, El Corte Inglés, BBVA, Banco Santander, La Caixa, Caja Madrid, Repsol, Cepsa, Endesa, Iberdrola, Red Eléctrica, Mapfre, Renfe, Abertis, Mercadona, Indra y la patronal de la construcción, Seopan.

Para la puesta en escena de su propaganda, nuestros burgueses han preparado una ensalada en la que mezclan a unos cuantos emprendedores de esos que se han hecho a sí mismos, a empresarios como Andreu Buenafuente (productor televisivo) y Ferrán Adriá (empresario hostelero que ya ha colaborado en otras campañas de propaganda de la OTAN), a ultraderechistas como el también empresario Carlos Sainz y a intelectuales de la talla de Pau Gasol y Fernando Romay. Pero lejos de ser una campaña “inocente” el trasfondo político de la mentira, que niega la lucha de clases y antepone la unidad de la patria a cualquier lucha obrera, es el del nacionalsocialismo que aquí impusieron los burgueses de antaño de la mano de los terroristas con camisa azul. La base de la ideología fascista era la negación de la lucha de clases y la concepción de la nación como una unidad inquebrantable y en la que no podían existir contradicciones. Goebbles propagandista oficial del régimen nazi plasmaba en su propaganda una Alemania en la que todos debían remar en la misma dirección animando a “toda la sociedad” a que trabajase por ese “idílico” Tercer Reich en el que nadie debía quedar al margen pues todo era por el bien de la patria. La realidad es de sobra conocida por todos. Mientras Goebbles y sus perros hablaban de la raza superior y de la unidad de obreros y patrones, millones de trabajadores alemanes eran exterminados por el gobierno nazi; los rojos, los judíos y los gitanos eran enviados a los crematorios y el Estado Mayor del Reich preparaba su ofensiva sobre los trabajadores del mundo que para la primavera del 45 ya habían reducido a escombros ese imperio ario que iba durar mil años.

En la actualidad, aunque las formas que reviste la bestia capitalista difieren de la Alemania nazi, nos venden igualmente el cuento de la unidad social en torno a los valores y principios del imperialismo mientras encierran a los “sin papeles” en prisión, persiguen y torturan a los independentistas vascos, coartan nuestros derechos civiles y políticos, desatan odiosas guerras de rapiña en los países oprimidos y son los responsables directos de la muerte de millones de personas por hambre y enfermedades de fácil curación.

¿Pero la historia no se había acabado?


La campaña “Esto solo lo arreglamos entre todos.org” de la patronal española resuena como una señal de SOS de un barco a la deriva, algo que no deja de ser curioso porque hasta hace poco el triunfo capitalista era incuestionable para esos curas con traje y corbata que se autodenominan periodistas y “creadores de opinión”. Cuando a principios de los años 90 el bloque del Este se fue a pique por sus contradicciones internas, la burguesía internacional (incluidos los burócratas del Este) gritó al unísono que la historia había llegado a su fin y que la lucha de clases se había acabado. El capitalismo y la dictadura burguesa bajo careta parlamentaria eran, según los dirigentes, el culmen del desarrollo de la humanidad. Como Hitler en los años 30, los demócratas de Washington y Bruselas dieron el máximo volumen a sus altavoces para dar la buena nueva de que su Imperio iba a durar mil, dos mil o tres mil años, lo que hiciese falta, porque como sistematización de la perfección del hombre no habría nada ni nadie que lo pudiese hacer tambalear.

Pero pocos años después de que los demócratas se tirasen este farol sus cartas se han destapado por sí solas. Todo era mentira y la partida, la lucha de clases, sigue adelante: Le petit Sarkozy dijo en 2008 que el capitalismo debía refundarse, aunque desde arriba claro como los cánones de la dictadura burguesa imponen. La UE hace aguas, Gran Bretaña no quiere saber nada del euro y Alemania quiere olvidarse de sus amigos del Mediterráneo. Grecia es hoy una ruina política y económica en la que la policía ha sido rearmada con armas de asalto para defender la democracia de los peligrosos trabajadores que se han cansado de obedecer al patrón y al Estado. La Revolución Proletaria y Campesina en la India hace temblar a la “mayor democracia del mundo”. El imperialismo norteamericano se ha visto obligado a darle un toque multirracial a la fría y desprestigiada Casa Blanca. El despliegue internacional de tropas sigue creciendo y los yanquis aumentan sus contingentes en Latinoamérica (en especial Colombia y Perú donde combaten la Guerra Popular) y Afganistán. Los gobiernos del mundo han tenido que romper la hucha estatal para que el sistema financiero no se fuese a pique y con él todo el sistema imperialista mundial. Y todo esto mientras la mayoría de las masas explotadas del mundo siguen creyéndose la trola de que la lucha de clases acabó y no han movido un solo dedo contra el sistema.
Pero como los capitalistas siguen teniendo las mejores cartas se han vuelto a tirar un farol: “o nuestro sistema o ninguno” repiten a los cuatro vientos. Ya sea por la amenaza militarista contra los pueblos en lucha o mediante apocalípticas predicciones para los explotados de los países civilizados (la gripe A, la gripe aviar, la guerra química, el islamismo, el terrorismo internacional, el desastre ecológico…) el capitalismo intenta mantener una psicosis general que paralice a las masas y las lleve a conformarse e incluso a ser agradecidas con lo que ya tienen. Al rebelde le dicen “pórtate bien, no nos jodas el invento o iremos a por ti” y al conformista “no te quejes, más vale pájaro en mano que ciento volando”. Lo que sea, con tal de posponer en el tiempo ese momento en que los trabajadores adquieran conciencia revolucionaria y la plasmen en praxis revolucionaria para destruir el régimen social burgués.

El capitalismo es la crisis, solo existe una salida

Con la campaña “arreglarlo entre todos” nos dicen que no es el momento de pensar, ni siquiera de indignarse, sino de trabajar y callar como siempre para no generar una crisis social que ponga en duda su modelo político. Nos piden en definitiva que tomemos partido. Y eso debemos hacer pero no junto a ellos sino contra ellos porque la Rebelión se justifica. Las clases dominantes siempre han justificado la represión, la opresión y la explotación y es lógico que así lo hiciesen, como también es lógica la rebelión de los dominados. Lxs trabajadorxs no tenemos que arreglar un sistema que nos condena a vivir para trabajar sino que debemos organizarnos en todos los ámbitos sociales para derribar al sistema capitalista y al Estado burgués. Para acabar con nuestros problemas lxs obrerxs no necesitamos empresarios emprendedores ni salvadores de la patria, no tenemos que esperar las soluciones de quienes dirigen nuestras vidas. “Simplemente” necesitamos esfuerzo, conciencia, organización y lucha.

“No esperar más, es, de una u otra manera, entrar en la lógica insurreccional. Es escuchar de nuevo, en la voz de nuestros gobernantes, el ligero temblor del terror que nunca les abandona. Pues gobernar nunca fue otra cosa que aplazar con mil subterfugios el momento en el que el pueblo les colgará, y todo acto de gobierno no es más que un modo de no perder el control de la población”
Comité invisible, "La insurrección que llega"

jueves, 6 de mayo de 2010

Garzón investiga los crímenes del franquismo, la zorra se pone a guardar a las gallinas

(ARTÍCULO PUBLICADO EN EL Nº 8 DEL "NI UN PASO ATRÁS" DE LA PLATAFORMA ANTIFASCISTA DE ZAMORA)
http://antifascistaszamora.blogspot.com/

No deja de ser curioso, que una persona que ha causado tanto dolor como lo hizo el innombrable señor de los Pantanos, que ha aplicado una legislación de excepción en teoría tan parecida a la que se promulgaba en la posguerra española para juzgar delitos políticos, se haya convertido para algunas personas en el defensor de todos aquellos que precisamente hace cuarenta años estaban en una situación que ahora sufren todas las víctimas de este señor.

Esta situación surrealista se ha convertido en el nuevo divertimento de la progresía española. La cosa no pasaría de ser una mas de las innumerables chanzas orquestadas por los “puntales rojos del Capital” para realzar su perfil oportunista maquillado de radical de no ser por la gravedad que tiene el tema. El auto judicial dictado por Garzón y el ataque de la extrema derecha parece haberles hecho sentir una especie de aldabonazo en sus conciencias que les ha descubierto de forma espontánea que el actual Estado es la continuación de la estructura burocrática franquista y que los miembros de la judicatura y por ende las instituciones judiciales son herederas directas de los tribunales inquisitoriales que condenaron a muerte y participaron de forma activa en la tortura y la represión de miles de obreros y campesinos. Algunos miembros del gobierno tras el procesamiento de Garzón han visto la oportunidad de sacar a pasear su lado mas demócrata y como tal se atreven a poner en cuestión el Estado de las cosas, mientras tanto, muchos de los que veían en el proyecto republicano la salvación nacional han corrido rápidamente a desmarcarse de la “causa general” que el magistrado superstar se ha sacado de la manga, desgraciadamente esto se veía venir.

Algunos ya advirtieron que el movimiento republicano podría ser fagocitado (aunque en realidad ya nacía un poco con esta enfermedad) por la fracción de la burguesía que representa el PSOE y sus grupos de presión mediáticos y económicos que en este caso se han hecho profundo eco de todo lo que rodeaba a este asunto. Los que hace tan solo un par de años se hacían cruces ante las peticiones de declarar nulas las sentencias de los tribunales de excepción franquistas han afirmado en un lapso de tiempo bastante corto y sin ruborizarse la continuidad de las instituciones judiciales del Estado respecto de los tribunales fascistas. ¡Qué gran maniobra! Desde luego ni el mismo Nicolás de Maquiavelo lo hubiese urdido mejor, tocar sentimentalmente a los familiares de los asesinados y desaparecidos para que se puedan dar situaciones como la de la foto haciendo bueno el refrán “a río revuelto ganancia de pescadores” de aquellos que su miseria moral les permite pescar con el mas dañino de los anzuelos los anhelos de justicia y dignidad de los allegados de unos muertos que desde hace setenta años permanecen en las cunetas de nuestros campo y en los márgenes de la memoria de los poderosos.

Los crímenes del franquismo aparecen y desaparecen cuando a determinados personajes pueden obtener réditos políticos y distraer la atención del verdadero problema que supone la opresión burguesa para el proletariado y los pueblos de el Estado español y cuya destrucción es la única forma de poder honrar a los miles comunistas, anarquistas y demócratas revolucionarios que fueron víctimas del genocidio fascista.

PLATAFORMA ANTIFASCISTA DE ZAMORA

miércoles, 7 de abril de 2010

El campo castellano y la Revolución Socialista

ARTICULO PUBLICADO CON MOTIVO DE LAS II JORNADAS ANTICAPITALISTAS , EN LAS CUALES DESDE LA JUVENTUD COMUNISTA DE ZAMORA REALIZAMOS UNA EXPOSICIÓN SOBRE LOS CAUSAS Y CONSECUENCIAS DEL DESARROLLO DEL CAPITALISMO EN NUESTRO CAMPO. (PRÓXIMAMENTE PUBLICAREMOS LA PONENCIA AL COMPLETO)

“el capitalismo trata de mantener una confusión sumamente cómoda entre propiedad privada basada en el trabajo propio y propiedad privada capitalista basada en el trabajo ajeno”
Carlos Marx

El campesino tipo del campo castellano-leonés es el pequeño productor individual. Trabajador, pero sin ser un proletario; dueño de los medios de producción, pero sin ser un explotador de trabajo ajeno. Este sujeto adquiere un papel secundario o indirecto en la lucha de clases entre explotadores y explotados, es decir, en las contradicciones entre capital y trabajo. Pero eso no le convierte en un sujeto social “neutro” ajeno a esta lucha pues los intereses de todas las clases sociales acaban identificándose en última instancia con una de las dos grandes clases antagónicas de la sociedad capitalista: el proletariado o la burguesía.

El pequeño campesino forma parte de la base material del Estado burgués en calidad de propietario de los medios de producción, que formalmente no está sometido como lo está el trabajador asalariado. Se identifica con un Estado al que defiende pues sus intereses de clase pasan por perpetuar su posición de privilegio en el proceso productivo. Dicho de otro modo, el pequeño campesino de los Estados imperialistas, como los Estados de la UE, es objetiva y subjetivamente reaccionario. Teme y odia el cambio, pues como clase social rémora de la etapa de transición entre el feudalismo y el capitalismo lleva siglos sintiendo en sus carnes su descomposición como clase.

El capitalismo al dividir a la sociedad en dos grandes bloques, productores y expropiadores, no hace excepciones en las relaciones productivas de nuestro campo: una parte de los campesinos, como toda clase pequeñoburguesa, se convierten en capitalistas acumulando terrenos y contratando, para explotarlo, trabajo ajeno. La otra parte del campesinado, la mayoría, cae en las garras del mercado de trabajo, se proletariza y tiene que vender sus tierras por lo que queda desposeído de los medios de producción y se ve obligado a vender su fuerza de trabajo. En todos nuestros pueblos vemos a muchos campesinos que para subsistir tienen que trabajar para un capitalista a la par que laboran las tierras que en muchos casos ya no son suyas. Con sus tierras en manos de un capitalista, el pequeño productor se ve abocado a emigrar a la ciudad donde ya no será un “hombre libre” y se confundirá con una masa de millones de esclavos asalariados. Pero ni mucho menos esto es nuevo, sino que es el desarrollo objetivo del sistema de producción capitalista sistema que pone en cada vez menos manos la propiedad sobre los medios de producción y a la vez socializa la producción, una contradicción que ya advertiría Carlos Marx en “El Capital” y que se une a la contradicción de que es el desarrollo de la pequeña propiedad la que ha creado las condiciones para su propia extinción.

La situación del campesinado es bien conocida por la burguesía monopolista, clase dirigente de los Estados imperialistas cuya principal característica es que el grado de desarrollo del capitalismo ha convertido al capital financiero en el puntal base del régimen social. Así la burguesía sabe que el pequeño campesinado está bajo su influencia, no solo por la propaganda dominante sino porque la situación objetiva del campesinado lo coloca bajo esta, y por ello dedica ingentes cantidades de dinero para mantener la forma de vida de esta clase social a pesar de hacerlo en contra de la historia. Y es que esta es otra de las contradicciones del sistema social capitalista: El desarrollo capitalista arruina al pequeño productor que se ve obligado a venderse como obrero, pero a la vez la burguesía pretende que esta clase perdure en el tiempo lo máximo posible pues es una clase aliada en su lucha contra el proletariado.

La burguesía monopolista utiliza medidas como la PAC para homogeneizar el mercado europeo y hacerlo competitivo respecto al de otros países (con el único fin de mantener a la pequeña burguesía agraria pues esta política económica es nociva para los intereses mercantiles de la burguesía europea a la que le sale más rentable explotar el campo en Asia o Latinoamérica que en Europa), impone aranceles a los productos extranjeros, ofrece compensaciones a las exportaciones de productos europeos para rebajar sus precios en el mercado exterior, realiza inversiones para la mejora de las fuerzas productivas y de los productos… Todas estas medidas demuestran hasta que nivel el Estado burgués planifica el mercado e impone tanto la producción como el consumo de los productos que le interesa. Esto evidentemente está en contra del liberalismo, pero esa teoría económica y política existe solo en los libros de historia y fue superada por el propio desarrollo de la “libre propiedad” hasta tal punto que hoy la economía es un monopolio que se reparte una pequeña parte de la población, la burguesía monopolista, en alianza con otras clases como la pequeña burguesía, el pequeño campesinado, la burocracia estatal o la aristocracia obrera, capas sociales todas ellas que por su posición objetiva en los Estado imperialistas son reaccionarias.

La situación del campo es el producto lógico del desarrollo del capitalismo en su fase imperialista. La pequeña producción individual choca con la constante socialización de las fuerzas productivas. Las tierras de cultivo cada vez pertenecen a un grupo más reducido de la sociedad que ya no conforma como antaño una clase aparte, la clase de los terratenientes, ya que la mayoría de los grandes propietarios pertenecen a la clase monopolista y sus negocios agrícolas son uno más dentro de su gran cartera de negocios.

Las tareas pendientes en el campo son las propias de la Revolución Socialista y la Dictadura del Proletariado. El proletariado en el poder acelerará el proceso iniciado por la dictadura burguesa, pero a la inversa.
Si el desarrollo del capitalismo consiste en desposeer a la clase productora para darle más propiedades a los capitalistas, el proletariado erigido en clase dominante socializará no solo la producción sino las fuerzas productivas convirtiendo a los productores en dueños efectivos de los medios de producción que explotarán conforme al interés general y no como hasta ahora bajo los intereses de una minoría.

La Revolución Socialista deberá imponer en el campo el cooperativismo socialista. Esto chocará con los intereses pequeñoburgueses del campesinado que actualmente para no proletarizarse se une en cooperativas capitalistas. La cooperativa bajo el Estado burgués es una empresa más que compite y que se convierte en explotadora de trabajo ajeno y que ni mucho menos soluciona el problema del pequeño campesino. De hecho el que se unan en estas cooperativas ya muestra el grado de descomposición al que ha llegado esta clase que ve la única solución a la proletarización en su unión como productores, unión que a su vez se convierte en defensora del capitalismo al que pretendía “combatir”. Y en cierto sentido no van mal encaminados, pero estas actuaciones que son producto de la conciencia social del campesinado que se plasma en sus organizaciones de clase (ASAJA, COAG, UPA…) todas ellas reaccionarias, no van contra las contradicciones del régimen capitalista, no van a las causas del problema que es el desarrollo del capitalismo. Son tan solo reformas y por tanto contrarrevolucionarias pues la justa solución a estas contradicciones del sistema pasa por la revolucionarización de la sociedad, algo que solo puede llevar a la Praxis el proletariado por su situación objetiva dentro del sistema productivo siempre que logre dotarse de Conciencia Revolucionaria y pueda plasmarla orgánicamente en Partido Comunista como fusión del Socialismo Científico y el movimiento obrero.

“no hay que disimular las contradicciones del régimen capitalista, sino ponerlas al desnudo (…) no es apagar la lucha de clases sino llevarla a cabo hasta el fin” “… hay que ser revolucionario y no reformista” José Stalin

Si en otras partes del Estado español como en Andalucía, donde existen miles de obreros del campo, las tareas de la Revolución Socialista pasan por la apropiación de los obreros de los medios de producción, aquí la tarea de la clase obrera será socializar la producción mediante el cooperativismo socialista. Y es que el campesino castellano-leonés no quiere tierras como puede quererlas el jornalero andaluz. El pequeño propietario quiere mantener su producción y su propiedad individual algo que es imposible dado el desarrollo de las fuerzas productivas.
Pero aun siendo objetiva y subjetivamente una clase reaccionaria, el campesino al no ser explotador de trabajo ajeno no puede ser observado como observamos a los capitalistas. En este sentido la Revolución Socialista debe procurar en el campo con cautela amortiguando en lo posible los golpes a esta clase que es una clase trabajadora (aunque privilegiada) y que por tanto deberá ponerse del lado de la clase obrera cuando esta ejerza su dictadura de clase.

No obstante esta será una ardua tarea que será imposible llevar a término con la propaganda política y deberá ser un movimiento práctico (la dictadura del proletariado) quien arranque al pequeño productor campesino de su posición objetiva y subjetiva y le haga entender que su lugar está junto a los obreros revolucionarios y no junto a sus explotadores.
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Imagen 1: La policía nacional detiene a un ganadero castellano durante una manifestación en Valladolid. Los estratos más bajos de la clase campesina defienden por cualquier medio su posición en el sistema social productivo.
Imagen 2: Representantes de ASAJA, COAG, UCCL y UPA reunidos con el presidente de la Comunidad Autónoma Castellano-Leonesa. Los campesinos mejor acomodados y adaptados al desarrollo del capitalismo monopolistas pactan con las clases dirigentes, de las que son aliados políticos.
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La Génesis del Capital
Tendencia histórica de la acumulación capitalista


(En estos párrafos extraídos de la obra de Carlos Marx “El Capital”, hemos querido resumir la síntesis marxista del desarrollo de la propiedad desde el pequeño productor hasta el futuro socialismo pasando por la etapa capitalista. Para una mejor comprensión de la cuestión recomendamos el estudio de “La Génesis del Capital”)

“La acumulación originaria (capitalista) significa solamente la expropiación del productor directo, o lo que es lo mismo, la destrucción de la propiedad privada basada en el trabajo propio”

“Este modo de producción* supone el fraccionamiento de la tierra y de los demás medios de producción (…) solo es compatible con unos límites estrechos y primitivos de la producción de la sociedad. Querer eternizarlo equivaldría, como acertadamente dice Pecqueur, a “decretar la mediocridad general”. Pero al llegar a un cierto grado de progreso, él mismo crea los medios materiales para su destrucción”

“La propiedad privada fruto del propio esfuerzo es desplazada por la propiedad privada capitalista que se basa en la explotación de la fuerza de trabajo ajena (…) una vez que el modo capitalista de producción se mueve ya por sus propios medios, el rumbo ulterior de la socialización del trabajo y de la transformación de la tierra y demás medios de producción en medios de producción explotados socialmente, es decir, sociales, y por tanto, la marcha ulterior de la expropiación de los propietarios privados, cobra una forma nueva. Ahora ya no es el trabajador que gobierna su economía el que debe ser expropiado, sino el capitalista que explota a numerosos obreros”

*Marx se refiere a la pequeña propiedad campesina como la que aún pervive en nuestro campo.

JUVENTUD COMUNISTA DE ZAMORA. ABRIL 2010

miércoles, 31 de marzo de 2010

Carta a la militancia de la UJCE y al conjunto de organizaciones comunistas del Estado español (7)

LA SIGNIFICACIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA (PARTE 3)
http://www.kaosenlared.net/noticia/carta-militancia-ujce-conjunto-organizaciones-comunistas-estado-espano

La reconstitución del PC. Lucha, Transformación y Unidad

Existen multitud de estrategias en torno a cómo construir el Partido Obrero, aunque el bolchevismo nos muestra el camino. Trotski lo tenía claro, como ya hemos dicho, pretendía que la vanguardia “revolucionaria” tomase por asalto el Partido obrero de masas.
La concepción de constitución del PC que tenía la III Internacional no dejaba de tener todavía las reminiscencias respecto del Partido propias de la II Internacional que afloraban por todos lados en el entrismo trotskista. La III Internacional pretendía la construcción del PC desde la vanguardia como reducido grupo que debía hacerse con el sindicato y todos los frentes de masas. Aunque la Comintern avanza en el sentido de que la lucha ideológica en la constitución de los PC se estaba llevando ya a cabo a nivel internacional y de forma rupturista con el reformismo intentándolo destruir, al menos a sus dirigentes, para atraer a los obreros al campo revolucionario. Desaparecida la IC y transformado el PCUS en un organismo al servicio de la burocracia revisionista todos los partidos que habían surgido por este modelo de constitución acabaron abandonando la vía revolucionaria y adoptando líneas reformistas y socialpacifistas, cambiando los programas generales de la Revolución por la lucha en los distintos frentes parciales que en vez de unir todas las luchas en una sola, las disgregaba y convertía en luchas reformistas. La triada PCE, PCI, PCF es el mejor ejemplo de esta debacle política ya que mantuvieron sus formas frentistas que acabaron por convertirlos en partidos de reforma pues la inmediatez era lo primordial y la revolución algo secundario (decimos “secundario” por decir algo porque a la dictadura del proletariado ya se había renunciado en los años 30. En la URSS dándola por terminada y en Europa porque se pasó a las alianzas con la burguesía).

No deja de ser contradictorio el hecho de que los PC de la IC naciesen de este modo y el alma mater de la IC, el Partido Bolchevique no naciese así, sino que lo hizo mediante la lucha encarnizada de dos líneas dentro de la vanguardia y gracias a la experiencia política de las masas rusas, dos cuestiones que a grosso modo pueden explicar porqué en Rusia si triunfa este modelo partidario y en el resto de Europa no. La experiencia política de las masas obreras, experiencia conseguida desde los Soviets (entre febrero y octubre del 17, máximo exponente de la lucha política dentro del movimiento obrero) no fue posible en el resto del continente y esto paralizó la Revolución. Donde sí se supo rescatar esta experiencia de los bolcheviques fue en China. Allí la vanguardia se lanza al campo para organizar a las masas con el objetivo de instaurar la dictadura del proletariado en alianza con los campesinos, dadas las condiciones objetivas de China. Mao desarrolla en su país la estrategia de la Guerra Popular como forma de crear vacíos de poder del Estado reaccionario en los que el poder sea tomado por las masas y ejercido por ellas para que adquieran la conciencia necesaria de que deben realizar la Revolución (que es lo que hicieron esencialmente los Soviets como forma del Nuevo Poder). Así los campesinos pobres se convirtieron en las Bases de Apoyo del Partido leninista chino. El Partido es en China el dirigente principal y único de la Revolución y pretende que las masas sean conscientes de las necesidades revolucionarias que implica el desarrollo histórico de las sociedades. Eleva a las masas constantemente al nivel de la vanguardia desde las primeras bases de apoyo hasta la etapa de la Revolución Cultural Proletaria. Los chinos perfeccionaron en este sentido la constitución del Partido Comunista porque supieron sintetizar las experiencias del proletariado y aplicarlas a las condiciones objetivas y concretas de su país. Los camaradas chinos y posteriores experiencias basadas en la Guerra Popular continuaron magistralmente esta labor de constitución del Partido de nuevo tipo considerándolo como el centro dirigente del Ejército proletario, de las Bases de Apoyo y de los Frentes generados por él tanto en el campo tomado por las masas como en el que todavía dominaba la reacción.(Este es el modelo de “construcción concéntrica” del movimiento revolucionario: El Partido como Estado Mayor se sitúa como dirigente de todas las organizaciones que conforman el movimiento revolucionario).
Solo los partidos que han seguido este modelo de constitución han logrado en las últimas décadas organizar a las masas contra el Estado reaccionario.

Cuando se habla de Guerra Popular el desconocimiento lleva al economicismo más burdo. Para negar la validez de la Guerra Popular como estrategia del proletariado internacional se pone como “excusa” del triunfo de ésta en que solo llega a cuajar en países campesinos y semifeudales. Si vale, estamos de acuerdo. ¿Pero es que acaso en los países atrasados ha triunfado otra estrategia diferente a esta? Y en los países imperialistas ¿Cuántas revoluciones ha habido mediante las luchas económicas y el reformismo pacifista?
Pero entramos aquí en la estrategia de la Guerra Popular cuando no es nuestra intención hablar de ella en este documento. Lo que queremos resaltar es que solo esta forma de construcción partidaria, la Construcción Concéntrica en torno a los principios del marxismo-leninismo, es la que ha tenido cierto éxito en la historia de las luchas del proletariado como muestra la historia de los bolcheviques y de los comunistas chinos.

Hoy en el estado español se enfrentan dos formas principales de observar la reconstitución del Partido Comunista, puesto que la del entrismo en el PCE no puede ser considerada como tal ya que no pretende reconstituir nada sino simplemente recuperar una organización que desde 1956 abandonó oficialmente la causa proletaria

• Primero la lucha o primero la unidad

La mayoría de las organizaciones comunistas del estado español apuestan por la vía de la Unidad. En base a unos principios mínimos se pretende que todos los comunistas se unan en una misma organización y hasta que ocurra esto se propugna la unidad de acción de los distintos destacamentos. Pero la unidad de acción se reduce a los frentes parciales, los movimientos reformistas, las luchas economicistas… promoviendo el que la vanguardia descienda al nivel de las luchas inmediatas de las masas. “Estar pegados a tierra” lo han denominado algunos republicanos españoles que pretenden que todos los ciudadanos (así en abstracto, proletarios y burgueses) vayamos todos de la mano a las próximas elecciones municipales (tal vez pretendan proclamar la III República en Éibar). Se pretende que el comunista se convierta en sindicalista. Nosotros creemos que el comunista debe elevar al sindicalista y no al contrario.

En el fondo se está luchando por un modelo de construcción partidaria semejante al de los Partidos Comunistas creados a instancias de la IC, con la “pequeña” salvedad de que hoy día no hay IC. La Comintern, que acababa de aplastar política e ideológicamente al revisionismo, era por decirlo así la depositaria de la ideología marxista, “el Estado Mayor”, la que mantenía viva la Revolución Proletaria mediante la táctica y la estrategia que aplicaba a las condiciones de cada país muchas veces aleccionando a los no muy preparados “nuevos partidos comunistas” (el caso del PC de España es un ejemplo de ello desde sus mismos inicios). Lenin y los bolcheviques habían hecho un genial balance de todo la experiencia proletaria hasta el momento y por ello habían logrado eliminar al revisionismo y a las concepciones burguesas que permanecían en el campo revolucionario.
Sin embargo el movimiento no ha hecho ahora ningún balance de nuestra experiencia. Se agarra a las viejas tácticas y estrategias que nos han traído hasta aquí (sin obviar la rebaja constante del contenido clasista de los Programas cada vez más destinados a lo “posible), a los viejos frentes sin querer ver los cambios operados en los Estados imperialistas y sobretodo escondiendo los grandes avances que el proletariado experimentó tras la Revolución Socialista de Octubre. Decíamos antes que los partidos de la IC en cuanto desapareció ésta al no tener una verdadera base ideológica (salvo la que le daba la propia IC) se entregaron por completo a las luchas inmediatas de la clase y acabaron por entregarse al parlamentarismo, al sindicalismo y a todo lo que fuese “posible para el momento”, asemejándose a los partidos de la II Internacional, abandonando toda cuestión estratégica de la revolución, es decir, de construcción del movimiento revolucionario en base a “la preparación directa de las fuerzas para el derrocamiento del imperialismo y la conquista del Poder por el proletariado”.

Hoy nos pasa lo mismo, de hecho nuestra situación actual es producto de aquellas condiciones que no se han querido superar o se han planteado de forma errónea.
El principal error que vemos en la táctica de la “unidad comunista” es que no es capaz de sobreponerse a esas condiciones que nos han llevado a donde estamos. Mantiene y predica el inmediatismo, la práctica por encima de la teoría y la vanguardia teórica y práctica a la cola del movimiento y de los intereses del proletariado como clase en sí. Parece que se ha invertido la máxima leninista y ahora “sin movimiento práctico no hay teoría, y viceversa” (es triste pero esta frase se la hemos oído a más de un camarada que incluso ha batallado defendiendo que esta era la verdadera frase de Lenin. Estaría bien leer al tovarish Lenin en vez de tantas chorradas por internet). Por otra parte, esta postura no hace sino observar al partido como una unión voluntaria, como una unidad intersubjetiva de los que se proclamen comunistas y acepten unas cuantas directrices comunes, forma de unión que ya se ha experimentado en el Estado español en innumerables ocasiones con los resultados que se pueden ver hoy “a pie de calle”. Y en este grupo hay además elementos que no reconocen al partido proletario más que como a un partido cualquiera de cualquier fracción de la burguesía ya que reconocen que no existe el Partido Comunista, como el Colectivo Comunista 27 de Septiembre o el EHK, pero en vez de llamar a los obreros a que participen en su reconstitución les invitan a que se unan a movimientos interclasista como el republicanismo español o el MLNV para que sirvan de carne de cañón en las disputas de otras clases.

En el otro lado está la minoría del movimiento, que entiende la lucha ideológica como el arma principal de la reconstitución partidaria. Como en la historia del bolchevismo, hoy la lucha de dos líneas es el motor de reconstitución del Partido Comunista y por ende del movimiento revolucionario. Desde la defensa intransigente de los principios del marxismo-leninismo, como Weltaanschaung del proletariado, debemos preparar las condiciones para forjar el sujeto revolucionario, fusión del socialismo científico y el movimiento obrero, que lleva al proletariado al poder y de ahí a toda la humanidad al comunismo.

En conclusión, para acabar con el actual sistema de opresión capitalista, se necesita
un sujeto revolucionario, ese sujeto revolucionario es el Partido Comunista, plasmación orgánica y política de la conciencia revolucionaria, síntesis de la vanguardia de la ideología que la impulsa con el mecanismo que la pondrá en marcha, es decir el proletariado, sin Partido no puede haber revolución y sin esta concepción del partido que hemos expuesto en el documento, es decir sí no se hace en torno a la lucha de dos líneas y se asume la forma antidialéctica de la unidad por la unidad se seguirán reproduciendo los mismos errores que durante el siglo XX, se dieron en todos los Partidos que con ínfulas de comunismo llegaron a quitarle a la clase obrera las ganas de saber lo que era esto. La lucha por conquistar el mundo que desde hace demasiados siglos nos niegan a sangre y fuego los defensores de los privilegios comienza por empezar a aprehender y a comprender lo que nos ha legado la experiencia histórica y política del comunismo, los hijos de la rebeldía seguimos instruyéndonos y formándonos par saber como y de que forma destruir al depredador que sigue condenando al proletariado y a los pueblos oprimidos del mundo a ser depositarios de la miseria y la infelicidad.

JUVENTUD COMUNISTA DE ZAMORA. MARZO DE 2010

Carta a la militancia de la UJCE y al conjunto de organizaciones comunistas del Estado español (6)

LA SIGNIFICACIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA (PARTE 2)
http://www.kaosenlared.net/noticia/carta-militancia-ujce-conjunto-organizaciones-comunistas-estado-espano

EL PARTIDO COMUNISTA MEDIACIÓN ENTRE EL PROLETARIADO Y EL COMUNISMO

“El nuevo período (la fase imperialista del capitalismo) es el de los choques abiertos entre las clases, el período de las acciones revolucionarias del proletariado, el período de la revolución proletaria, el período de la preparación directa de las fuerzas para el derrocamiento del imperialismo y la conquista del Poder por el proletariado” (lo subrayado y entre paréntesis es nuestro). (3*). El leninismo caracteriza al Partido Comunista como destacamento de vanguardia de la clase obrera, pero la vanguardia no ha de entenderse en el sentido de un reducido grupo sino como una organización, o mejor, como una suma de organizaciones que aglutinan a lo mejor de la clase que debe forjarse principalmente en la teoría revolucionaria, “con el conocimiento de las leyes del movimiento, con el conocimiento de las leyes de la Revolución. De otra manera, no puede dirigir la lucha del proletariado, no puede llevar al proletariado tras de sí”. (4*)
Lo que diferencia al Partido proletario de Nuevo Tipo del viejo partido obrero es que, como vanguardia revolucionaria de la clase, para realizar su praxis revolucionaria parte del comunismo científico aplicándolo en el movimiento obrero y sabiendo “separarse” o “situarse por encima” de su movimiento espontáneo para ser la vanguardia efectiva de las masas haciendo que estas comprendan los intereses de clase del proletariado, “viendo más lejos que la clase” y no postrándose ante sus luchas inmediatas. El Partido al ser el destacamento organizado de la clase es “un todo organizado”, centralizado, en base a las tareas objetivas de la Revolución Proletaria que pasan por el “derrocamiento del imperialismo y la conquista del Poder por el proletariado” a lo que se supedita la táctica que se adecua a las condiciones concretas pero en base a estas tareas objetivas revolucionarias. El Partido como sistema único o suma de organizaciones, orienta la Línea General de todas sus organizaciones que actúan como ramificaciones de la vanguardia dentro del movimiento obrero, desde las cuales debe generarse un movimiento consciente de masas. La vanguardia no puede esperar al movimiento espontáneo de la clase sino que es desde ella misma desde donde debe partir el movimiento consciente revolucionario que cree las condiciones políticas y sociales de crisis general del Estado imperialista, exacerbando sus contradicciones intrínsecas y solucionándolas mediante la toma del Poder por parte del proletariado organizado política y militarmente en torno al Partido Comunista.

El proceso de construcción del movimiento revolucionario es originado por la vanguardia marxista-leninista que debe crear, y no esperar a que surjan de la lucha espontanea de las masas, los instrumentos de la Revolución Socialista.
Aplicando el marxismo-leninismo a la etapa histórica en que vivimos, la vanguardia crea el Plan General o la Línea General, como expresaba Stalin, que debe ser la guía de dirección de todas las organizaciones de clase y en la que se exponen los requisitos y tareas políticas del proletariado en función de las leyes de transformación revolucionaria de la sociedad. Y esta línea general aplicada por la vanguardia se transforma en Programa político revolucionario cuando logra fusionarse con los intereses del movimiento obrero.

El Programa político es la configuración de todos los elementos que van a servir al proletariado para la conquista del Poder. Cuando la vanguardia está ya preparada para iniciar la praxis revolucionaria, es decir, cuando existe Partido Comunista, no basado en una unión intersubjetiva sino en la unión objetiva de vanguardia y masas, ya no se puede trabajar en las organizaciones reformistas sino contra ellas desde los organismos ganados o generados por el Partido para que sean “correas de transmisión” de la línea, del programa revolucionario en los movimientos espontáneos de las masas. Esta circunstancia puede parecer contraria a los postulados leninistas del “trabajo en los sindicatos reaccionarios” y en efecto lo es. Pero es que debemos saber diferenciar entre las cuestiones de principio y las tácticas. Evidentemente sería de estúpidos decir que los comunistas se eximan por principio del trabajo en el seno de estas organizaciones siempre que en ellas haya todavía obreros que se puedan ganar para la causa proletaria. Pero el trabajo dentro de estas organizaciones reaccionarias no podrá ser para reformar esas organizaciones sino para destruirlas.

Esta línea de construcción del movimiento no está adoptada desde el idealismo, sino que es la práctica ejemplificada en las experiencias que más laureles han depositado sobre la cabeza de nuestra clase. Hablábamos antes del hito y del cambio cualitativo que en la historia del desarrollo del proletariado representan los bolcheviques y el pensamiento de Lenin. Veamos, aunque de forma resumida, un poco más de cerca esta experiencia de la que todos los comunistas nos reclamamos herederos.

• La lucha ideológica y el bolchevismo


Durante la segunda mitad del siglo XIX, incluso hasta entrada la centuria siguiente, la corriente que va a dominar el incipiente movimiento revolucionario ruso va a ser el populismo. Éste entroncaba desde la oposición extrema a la autocracia zarista con las tradiciones intelectuales paneslavas, que buscaban la solución a los problemas de Rusia en las propias tradiciones eslavas, rechazando el ejemplo de Occidente (lo que les enfrentaba a la otra corriente de pensamiento ruso, los occidentalistas). Así, y a pesar de ser los populistas los primeros en introducir el pensamiento de Marx en Rusia, con la traducción del “El Capital” en 1872, lo hicieron para tomar su obra de forma unilateral y absolutizar los aspectos negativos del capitalismo descritos en él, no concibiéndolo como etapa de desarrollo histórico necesario y condición para el socialismo. Así, consideraban que el deber de Rusia era esquivar los horrores que este sistema mostraba en Occidente y creían que se podía transitar directamente al socialismo a partir de la tradicional comuna campesina rusa. La llamada “marcha del pueblo”, en la década de 1870, en la que los intelectuales “naródniki” (populistas) marcharon al campo para educar a los rudos campesinos rusos fracasó ante la represión zarista y la incomprensión campesina. Tras este fracaso, los naródniki se lanzaron, a finales de la década, por la senda del terror individual y, a pesar de ciertos éxitos, como el ajusticiamiento del zar Alejandro II en 1881, su movimiento fue pasto de la represión y aislado, aunque finalmente cristalizaría con la formación del Partido Socialista Revolucionario (eserista), con extensión entre el campesinado y la intelligentsia.
Precisamente, la corriente marxista va a surgir en la lucha contra esta tradición de fuerte implantación. Así, para 1883 cristaliza el primer círculo marxista importante, “Emancipación del Trabajo”, dirigido por Pléjanov, que se había apartado del populismo cuando éste toma la senda del terrorismo individual. Ellos son los primeros en situar al incipiente movimiento obrero ruso y otorgarle el protagonismo ante la futura revolución; asimismo, consideran que lo principal es la lucha política contra la autocracia frente al espontaneísmo campesino e individualista naródniki, sentando las bases para la comprensión de la importancia del Partido obrero.

El primer aliado del marxismo revolucionario en la lucha contra el populismo va a ser el denominado marxismo legal, surgido al calor de la recepción por parte de ciertos sectores de la débil burguesía rusa de la obra de Marx, en la que un ejercicio de unilateralidad similar, pero inverso, al de los populistas, absolutizaron los aspectos positivos que Marx había señalado en la etapa histórica capitalista, encontrando en ellos su propia justificación. Así, se extendió por Rusia toda una amplia literatura marxista dulcificada, entroncando con la crítica objetiva de la que hablábamos, que limaba las aristas revolucionarias del pensamiento de Marx. No en vano se le atribuye a Struve, representante de esta corriente, la famosa frase de que “se puede ser marxista sin ser socialista”, es decir se pueden utilizar algunos elementos analíticos del pensamiento de Marx (los que justificaban la necesidad del capitalismo en este caso) sin ser revolucionario, convirtiéndolo en mero apéndice de la burguesía liberal. No obstante, no hay que olvidar que fue precisamente Struve el que redactó el Manifiesto del Congreso de Minsk de 1898, donde se constituye el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR). Esta alianza contribuirá a aislar al populismo y a la extensión del marxismo por Rusia, aunque ya muestra el marxismo legal, incluso antes que en Alemania, de forma bien definida, el viejo revisionismo bernsteiniano, señal inequívoca ésta, el que las grandes problemáticas universales de la revolución se manifiesten antes allí, de que la vanguardia de la revolución se trasladaba hacia Oriente.

La vanguardia revolucionaria marxista de la época estaba organizada a través de pequeños círculos (kruzhók) formados por intelectuales, conspirativos y de tamaño reducido, aunque alguno de ellos, como el dirigido por Brúsnev mostraban especial atención en la educación de los obreros en la teoría marxista, mostrando de forma rudimentaria esa voluntad por cumplir la máxima de que “la emancipación de los obreros debe ser obra de los obreros mismos” y de lo que luego sería el imperativo categórico leninista de “fusionar el socialismo científico con el movimiento obrero”. Sin embargo, la mayoría de estos círculos serán desarticulados por la temible policía política zarista, la Ojrana, aunque dejarán plantada la semilla del futuro. Será en la nueva hornada de revolucionarios en la que un joven Lenin empezará a tomar protagonismo, a través del grupo Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera. Éste es ya la semilla del futuro Partido (aún estamos en 1895), pues resumía la experiencia de los anteriores círculos, basada en el deslindamiento ideológico con el oportunismo, tanto el populismo como el marxismo legal, dejando sentado el carácter democrático, como paso previo al socialismo, verdadera perspectiva estratégica de la futura revolución rusa, así como su guía ideológica y sujeto dirigente (el marxismo y el proletariado). Será la cuestión del Partido ese “eslabón de la cadena” del que asirse. El grupo Unión de Lucha había ganado gran prestigio entre la vanguardia en esta lucha ideológica (señal de ello es que los círculos de vanguardia que seguían formándose espontáneamente llevaban casi todos el nombre Unión de Lucha), lo que le daba el protagonismo en ese Congreso constituyente al que ya hemos hecho referencia. Es decir, fue la lucha ideológica la que sentó las bases políticas para la primera constitución del Partido.

En este Congreso no se trataron cuestiones prácticas o programáticas sino de principio, y su andadura se vio pronto truncada, tanto por la actuación del enemigo externo (la policía) como por el interno (el oportunismo).
Efectivamente, para los primeros años del nuevo siglo y ante las continuas detenciones de los miembros más experimentados, la dirección del movimiento socialdemócrata ruso quedó hegemonizada por jóvenes más inexpertos y con escasa formación teórica que, además, estaban impresionados por el creciente ciclo de huelgas y luchas económicas de la clase obrera rusa que marcaron el último lustro del s. XIX. Ésa es la base que vio surgir el “economismo” en el seno del movimiento de vanguardia. Éste retrotraía todos los logros de la vanguardia obrera que habían dado lugar a la constitución del POSDR, y señalaban que, en tanto el carácter de la revolución era democrático-burgués, se debía dejar a la burguesía la dirección del movimiento democrático mientras el proletariado se debía concentrar en las luchas económicas por la mejora de sus condiciones materiales, es decir, convertía al movimiento obrero en mero apéndice sindicalista de la timorata burguesía liberal.
No obstante, la necesidad del partido (que los “economistas” ignoraban abiertamente) estaba interiorizada de algún modo en el seno de la vanguardia, señal de que no todos los arduos esfuerzos de la anterior lucha ideológica se habían perdido. Se pusieron manos a la obra para la preparación de un II Congreso “reconstituyente” del Partido. No obstante, consciente de que la “unidad” sin más, sin la clarificación ideológica de principios, no podía sino ser una farsa con efectos contraproducentes en el futuro, Lenin se dedicó a sentar las bases del próximo Congreso mediante una tenaz lucha ideológica contra el “economismo” desde las páginas de un periódico para toda Rusia, la legendaria Iskra. Será desde sus páginas, y en su cardinal obra ¿Qué hacer?, que Lenin, en porfiada confrontación con el “economismo”, deje sentadas cuestiones de universal transcendencia sobre la naturaleza del militante y el trabajo comunista. Para Lenin en ningún momento se debe rebajar el carácter del comunista a mero intérprete de los anhelos inmediatos de las masas, ni debe formarse en la escuela del sindicato, de la estrecha lucha económica o de resistencia, sino que debe ser un auténtico tribuno del pueblo, formado en las elevadas cotas de la teoría y de la historia de la lucha de clases, y su escuela de formación como auténtico dirigente estratégico del proletariado debe hacerse en la palestra de la visión global del análisis y la pugna entre todas las clases de la sociedad, con la intención de elevar a las masas hacia su posición de vanguardia. Escuela muy diferente, si se nos permite añadir, de en la que ahora nos educamos los jóvenes comunistas, recluidos en la retaguardia de cualquier movimiento parcial y localizado; pero continuemos con esta breve historia del movimiento revolucionario ruso.

Será de este II Congreso del POSDR, celebrado en 1903, en que salga una nueva fisonomía de la vanguardia rusa. Para la segunda mitad del congreso el bloque iskrista, enfrentado a los “economistas”, empieza a resquebrajarse, llegando a fracturarse totalmente durante el debate en torno al artículo 1º de los Estatutos, el que definía a quién se consideraba militante del Partido. Más allá de otras consideraciones, lo que subyacía en este debate, como mostraría el propio Lenin años después haciendo balance de estas luchas, era la consideración del Partido al viejo modo, como organización abierta, suma de militantes, o, como es la visión de Lenin, como suma de organizaciones, en una sucesión de eslabones que llevan desde la vanguardia a las masas de la clase, integrándolo en un todo orgánico (esa fusión del socialismo con el movimiento obrero), visión universal que no depende de la coyuntura, pues tiene en cuenta y ensambla coherentemente los elementos fundamentales de cualquier sujeto revolucionario (la conciencia y el movimiento, la teoría y la práctica). Será ésta una polémica cuyo contenido se reproducirá de diferentes modos en los siguientes años en el movimiento de vanguardia ruso.
Para finales de este Congreso la célebre división entre bolcheviques y mencheviques está consumada. La aparición del menchevismo, tras la derrota del “economismo” marca los nuevos contornos del oportunismo y permitirá la profundización de la línea revolucionaria en unidad (relativa y temporal, como veremos) y lucha (lo principal y decisivo) con aquél.

Así, el menchevismo, haciendo gala de un marxismo vulgar, además de su ignorancia del papel del campesinado, tan cara a Pléjanov, considera que puesto que lo que se avecina es una revolución burguesa debe ser la burguesía la que ejerza el papel de dirección, limitándose el papel del proletariado al de “oposición extrema”. Así, la estrategia revolucionaria se retrotrae a las posturas de los “economistas” y del marxismo legal, pero, sin embargo, a diferencia de éstos, sí acepta la conformación del proletariado en partido político. Será en la lucha entre estas diferentes concepciones del Partido, que dimanan de la diferentes estrategias y tareas que se le asignan (partido de profundización de las reformas democráticas que tenga a bien conseguir la burguesía o partido de la revolución, democrática en un primer momento, pues Rusia aún se encuentra objetivamente en la fase burguesa de desarrollo, como paso previo al socialismo), como se irá profundizando y perfilando con nitidez ésa concepción leninista del Partido que señalábamos.

El bolchevismo pues, nacido como corriente política en 1903, surge en oposición a las corrientes que entonces dominan el movimiento socialista internacional, cuya expresión más acabada en Rusia es el menchevismo. Así, el bolchevismo se forma en lucha contra las vulgarizaciones mecanicistas y economicistas del marxismo, aquellas que consideran que el movimiento revolucionario del proletariado puede surgir de la mera implementación de las luchas parciales y espontáneas o que vincula unívocamente tareas y sujetos políticos, como el papel de la burguesía en la revolución. Los bolcheviques, magistralmente, mostrarán en la teoría lo infundado y antimarxista de estas concepciones, dando una auténtica lección de dialéctica histórica (la necesidad, por el propio desarrollo de la lucha de clases, de que sea el proletariado el que lleve a término la revolución democrática para pasar, sin más interregnos, al socialismo) o la fundamental importancia del papel consciente de la vanguardia, sin el cual no puede hablarse siquiera de actividad revolucionaria del proletariado.

Los acontecimientos irán dando la razón a los bolcheviques. El ensayo de la revolución de 1905 mostrará a la burguesía timorata que retrocede ante el empuje de las masas y se refugia en cualquier concesión que tenga a bien otorgarle la autocracia, mientras señala el papel preponderante y protagonista del proletariado. En la lucha por el balance de esta experiencia revolucionaria, que ninguna corriente de vanguardia había logrado dirigir, yendo a la corriente de los acontecimientos, aunque los bolcheviques se mostrarán mucho más consecuentes: dirección de la insurrección de diciembre de 1905 en Moscú y necesidad de considerar la lucha armada, la insurrección en ese momento, como un arte, cuyo papel es fundamental e insustituible (enseñanza también universal pues atañe a la naturaleza dictatorial y coercitiva de cualquier forma de Estado), mientras que los mencheviques entonarán el adagio derrotista de que “no debimos empuñar las armas”, dirigiéndose de forma más decisiva por la senda del reformismo parlamentario. En este aspecto, en confrontación con la táctica menchevique, los bolcheviques también irán dando lecciones magistrales de uso revolucionario del parlamentarismo y del boicot a éste cuando resulta necesario (es decir, que el parlamento y las elecciones son una tribuna muy secundaria de la lucha de clases, a la que no es necesario acudir siempre y que dependen, y están supeditados, de otros factores, fundamentalmente la educación revolucionaria de cada vez más amplios sectores de las masas).
Es decir, del balance de la experiencia de 1905 los bolcheviques obtendrán un salto cualitativo para su estrategia y táctica, ganando una enorme experiencia de masas y añadiendo a su bagaje el papel insustituible de la lucha armada, así como perfilando aún mejor su programa democrático (dictadura democrática del proletariado y el campesinado).

Los años posteriores a la revolución están marcados, además de la lucha ideológica que señalamos en torno a su balance, por los intentos de llegar a la unificación de las facciones menchevique y bolchevique, más por la insistencia de unas bases obreras que no comprenden bien el porqué de esta división que por la voluntad de Lenin y los bolcheviques, para los que la escisión definitiva con el oportunismo era inevitable. Este periodo que se inicia con el “Congreso de Unificación” de 1906 y que termina con la Conferencia de Praga de 1912, a partir de la cual los bolcheviques inician decididamente el camino en solitario de la independencia política, está marcado por la lucha en torno al Partido que termina de perfilar los contornos del Partido de Nuevo Tipo (cuyas líneas maestras ya estaban señaladas desde 1903). Así, en la confrontación contra los que querían destruir la organización clandestina (liquidacionismo) y, en el otro lado, contra los que llamaban a desentenderse de las formas legales (otzovismo), mostrando Lenin que la férrea combinación del trabajo legal e ilegal es otra necesidad universal que muestra una forma más de relación entre la vanguardia y las masas (por cierto, se puede preguntar dónde está esta relación en el trabajo de los leninistas de hoy, que no hacen sino gala de la peor tradición del liquidacionismo, desentendiéndose la mayoría de los casos de las formas ilegales de organización y lucha).

Lo que nos muestra está concentrada historia del bolchevismo y de las condiciones que le vieron surgir, es que la base de la construcción de los instrumentos de la revolución es necesariamente la teoría revolucionaria (“sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario…”). Es en la lucha en torno a las grandes cuestiones ideológicas de la Revolución (lucha de dos líneas), a través de su exitosa resolución, como el proletariado, mediante su vanguardia, se va dotando de los instrumentos necesarios para su consecución. Así, la historia de la revolución rusa nos muestra como la vanguardia se dotó de su guía ideológica (el marxismo) a través de la lucha contra el populismo, de la correcta perspectiva estratégica (el socialismo) contra el marxismo legal, y de las correctas bases estratégicas y tácticas (el proletariado como dirigente, la necesidad del Partido independiente y su fisonomía, las alianzas –campesinado-…) contra el “economismo” y el menchevismo y, a través de la experiencia de masas de 1905, se forjó su Programa, sentando las necesarias bases para que en 1917, a través de las Tesis de Abril, se sancionara la iniciativa consciente del proletariado, iniciando la primera experiencia prolongada en el tiempo de Dictadura del Proletariado, abriendo el umbral a una nueva era histórica, la de la revolución proletaria.
Esta construcción del movimiento social revolucionario desde el factor consciente es lo que permitirá el inicio de la revolución y marca al bolchevismo con ese signo de nuevo cuño, padre fundador del movimiento comunista, y que señala, por primera vez en la historia, como venimos señalando más arriba, la conformación de un organismo social en el que la conciencia y la materia, el movimiento, se funden, permitiendo iniciar la transformación consciente del mundo. El aserto de Marx, de que “no basta interpretar el mundo, hay que transformarlo” se ve realizado con el bolchevismo.

• Etiqueta comunista y política reformista: la negación del PC

El poder nace del fusil, esta es una verdad objetiva. El proletariado solo puede alcanzar el poder como clase organizada militarmente, esta es una verdad histórica. Quien tiene que armar a la clase política y militarmente es el Partido Leninista, quien tiene que dirigir a la clase, es el Partido Leninista como mediación entre la ideología marxista-leninista y las masas de la clase. Para ello el Partido como parte más avanzada de la clase, empuña la dictadura del proletariado como “Estado” en el que el proletariado en armas ejerce su dictadura de clase con el fin de destruir las premisas de la sociedad clasista (la propiedad privada y la división social del trabajo) y de elevar a la población a las posiciones de la vanguardia, una elevación que al abarcar a toda la clase productora ya no puede hacerse desde la propaganda sino que debe hacerse desde el movimiento práctico, esto es, desde la dictadura del proletariado.
Las tareas de la vanguardia marxista-leninista desde que inicia la lucha de dos líneas para reconstituir el Partido de nuevo tipo (evidentemente la lucha continua con el Partido ya forjado) hasta que ejerce su dictadura de clase, no dejan de tener un mismo contenido a pesar de que sus formas varíen, tanto cuantitativa como cualitativamente: estas tareas son las de la elevación constante de cada vez más elementos a su nivel de conciencia. El Partido Comunista, los comunistas, tienen el deber de elevar política e ideológicamente a la clase obrera. Sin embargo en vez de sacar a los trabajadores del pantano, el reformismo siempre ha preferido echar más mierda encima del proletariado engañándolo con tibias reformas que apuntalan el régimen capitalista. Con la excusa del “estado de las masas” la pretendida vanguardia se pone por debajo de éstas y va a su zaga de manera oportunista. Este es el caso de los camaradas del PCE. Su gran proyecto de “alternativa social para salir de la crisis” y “ponernos a la ofensiva” se reduce a esto:
“- la lucha por el pleno empleo con la creación de empleo público y la universalización de los derechos sociales;
- el desarrollo de los servicios públicos;
- una banca pública;
- la participación de los trabajadores en la planificación de la economía y en los puestos de trabajo, con la posibilidad que puedan vetar los EREs;
- y una reforma fiscal que busque dinero para financiar la salida social de la crisis y lo busque donde realmente está, en manos de la banca y los grandes capitales.”
(5*)
El PCE dice haber roto con la Constitución del 78, aunque para “salir de la crisis” parece que los márgenes de la Constitución sobran y bastan. Pero no solo el PCE hace este tipo de propuestas. El resurgido PTE-ORT, abanderado de la unidad por la unidad para reconstituir el PC y del republicanismo, que algunos camaradas podrían tachar de “izquierdista” porque no está en IU, tiene planteamientos “anti-crisis” parejos a los del PCE “…13-Apoyo a las PYMES (pequeña y mediana empresa).14- Créditos blandos personales y mejora de los créditos ICO…” (6*) Sin duda CCOO y la CEOE pueden estar contentos. Además de dar ideas al Estado burgués para salir de la crisis, el PTE y todos los que implementan este tipo de programas reformistas o pretende unirse con ellos, sirven como perfectas correas de transmisión de la burguesía dentro del movimiento obrero.

Si el PCE hace propuestas keynessianas, es normal que el “estado de las masas” sea el que es. Si se lleva engañando a los trabajadores más de 40 años con la paz social, la reconciliación nacional, el keynesianismo, el rechazo de la violencia “venga de donde venga” y el culto al Estado burgués y al trabajo asalariado, es natural que el “estado de las masas” sea el que es. Con ironía y gracia nos han espetado más de una vez a los militantes de la Juventud Comunista de Zamora que somos unos utópicos, unos izquierdistas, unos impacientes… porque hablamos de la dictadura del proletariado ¡¡que loco hay que estar para ser marxista y hablar abiertamente del concepto que sintetiza al materialismo dialéctico e histórico de Karl Marx, la dictadura del proletariado!! Nos han dicho, tanto camaradas de la UJCE como de otras organizaciones, que sobre qué base social se puede hablar hoy de dictadura del proletariado, que donde están las masas revolucionarias que derroquen al sistema, que hablar de esto a las masas es una locura sectaria… En primer lugar es triste ver como hay quien no distingue entre las condiciones objetivas y las subjetivas. Las objetivas están ahí y las subjetivas hay que crearlas desde ya mismo pues esa es la tarea de los marxista-leninistas si quieren ser vanguardia y no retaguardia del movimiento obrero. En segundo lugar es sorprendente que los posibilistas (verdaderos “impacientes” que no quieren comprender cuales son las tareas objetivas del momento) piensen que todo el mundo es como ellos y crean que nadie ve más allá de sus narices como les pasa a ellos (entre otras cosas porque delante tienen una urna electoral). Y en tercero, con la misma ironía que nos espetan sus críticas nosotros contestamos que donde están las masas que vayan a generar esos grandes “cambios sociales” que propugnan ellos, porque la camarilla dirigente del PCE, esa que “ante el neoliberalismo propone medidas socialdemócratas”, lleva 3 años diciendo que va a haber movilizaciones, otoños calientes etc. y para lo único que se han movido ha sido para las disputas de sillón dentro de ese proyecto estratégico llamado Izquierda Unida, puntal del Estado burgués, al que han tenido que rebautizar como republicano para que siga subsistiendo en las instituciones burguesas y les pueda seguir reportando ese plato de lentejas del que con tanto gusto llevan arrebañando más de 30 años a costa de los explotados.

El caso del PCE es reflejo de cómo está el movimiento revolucionario no porque sea un partido comunista, sino porque se denomina así y todavía la inmensa mayoría de nuestros camaradas tiene depositadas sus esperanzas en recuperar a éste partido para la causa de la Revolución. Desde este punto de vista implementan una táctica entrista en el PCE propia del trotskismo al que tanto criticamos. El entrismo consistía en que los elementos “revolucionarios” se introdujesen en las filas del partido socialdemócrata (es decir del partido-sindicato) con el fin de esperar a que éste diese un giro y pudiese ser tomado por los “revolucionarios”. Trotski carecía de la concepción leninista del Partido de nuevo tipo y observaba al Partido proletario como un sindicato al igual que lo hacían los revisionistas de la II Internacional. El ejemplo histórico de esta táctica trotskista lo tenemos en la Guerra de España: Trotski quería que el POUM hiciese entrismo en el PSOE pues como era el gran partido de masas, desde éste podrían los poumistas llevar mejor su política a toda la clase. El POUM se negó a aceptar las “recomendaciones” de
Trotski y prefirió mantener su independencia política y orgánica lo que le valió el desprecio total de Trotski con el que, por otra parte, Nin y el POUM siempre mantuvieron cierta distancia.

Las enormes deficiencias de las teorías del señor Bronstein ya han sido demostradas en la práctica. Seamos conscientes de ello. No practiquemos el entrismo, seamos leninistas y construyamos la Revolución desde y como vanguardia m-l contra el revisionismo. Solo siendo honrados y reconociendo los errores cometidos y las deficiencias de nuestro movimiento podremos deshacernos de esos errores que solo pueden ser atajados desde el marxismo-leninismo como concepción científico-proletaria de las relaciones sociales.

NOTAS
(3*) José Stalin. “Los fundamentos del Leninismo”, Ediciones Lenguas Extranjeras, Pekín.pg 108
(4*) José Stalin, “Los fundamentos del Leninismo”, Ediciones Lenguas Extranjeras, Pekín. Pg. 109
(5*) Secretaría de Comunicación del PCE, 6 de febrero de 2010.
(6*) PTE, “20 Medidas para salir de la crisis”, Febrero de 2009