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lunes, 28 de enero de 2013

(ER 23) Educación y lucha de clases (I)



Este artículo se realiza sobre la ponencia desarrollada por la Juventud Comunista el pasado 2 de Noviembre en la charla "Educación y lucha de clases". Publicamos la primera parte del artículo.


La educación en el sistema
capitalista

       Para analizar la educación debemos realizarnos primero esta pregunta ¿qué es el capitalismo? Las sociedades hay que analizarlas, en primer lugar, teniendo en cuenta su sistema productivo, es decir, el modo en que la sociedad reproduce sus condiciones de existencia. El capitalismo es un modo particular de producción que genera unas relaciones sociales concretas. La principal característica de este sistema es que los medios de producción son privados (así como el producto del trabajo) mientras que la producción es social, es decir, embarca al conjunto de la sociedad. El capitalismo divide a la sociedad en dos grandes clases conforme a su posición sobre los medios de producción: quienes son sus dueños y quienes no cuentan con más propiedad que la de su fuerza de trabajo, la cual han de vender (convertida en mercancía) para reproducir sus condiciones de vida; en suma, capital y trabajo o burgueses y proletarios

La educación tiene por objeto dotar de conocimientos, que tienen un sentido, un interés práctico, para desarrollar labores, trabajo. Esto viene condicionado por relaciones sociales que atraviesan a todo el conjunto social y le dan forma: las relaciones de producción. En la sociedad capitalista donde la característica es que el trabajo social se apropia de manera privada se genera lo que denominamos “alienación”. La alienación es un hecho objetivo determinado por las relaciones materiales, “económicas”, y que insertan la actividad práctica humana en unas relaciones (de tipo capitalista) que están encuadradas en el interés social de una minoría (la burguesía, que monopoliza el sentido de toda la actividad humana) que nos hace comprender la realidad desde su punto de vista, desde las “lógicas” que emanan de nuestro día a día. Se desprende aquí que sólo si esa realidad es completamente derribada (mediante una revolución) esas “lógicas” podrán ser sustituidas por otras. 

La educación, por ser la que ha de dotarnos del complejo de conocimientos para desempeñar nuestras tareas (como obreros separados de los medios de producción en las condiciones del capitalismo), está pues limitada, de partida, y por necesidad social (burguesa) a surtir a la población de los conocimientos necesarios para desarrollar las tareas propias de esta sociedad, dividida entre capitalistas y proletarios.  Objetivamente, la educación es un producto de la actividad práctica humana y es un producto de las relaciones de producción que rigen nuestra sociedad.        
                 
La extensión de la educación a las amplias masas de población empieza a ser teorizada por las clases burguesas en la industrialización y con la revolución burguesa, porque la “actividad práctica” del ser humano (la producción capitalista) necesitaba una fuerza de trabajo que supiese manejar con suficiencia las complejas maquinarias y dispositivos que iban surgiendo, a diferencia de la época de las relaciones feudales en donde la “educación” venía de observar a los mayores en el manejo del arado o el uso del telar. Si bien la verdadera extensión social de la educación se dará bien entrado el siglo XX ante el inexorable ascenso del movimiento obrero y revolucionario. Es, por tanto, fruto de la lucha de clases y no de la benevolencia y la filantropía de las clases dominantes. 

Pero el carácter alienante de la educación no se detiene aquí. Existe un elemento subjetivo en la misma. Las relaciones de producción edifican y se entrelazan en un conjunto de relaciones políticas entre las distintas clases sociales. De la economía y las clases sociales surgen intereses de clase, que se solucionan o se dirimen a través de la lucha política. Por ello, además de la alienación objetiva (nacida de que nuestro trabajo, fundamento para sobrevivir, no nos corresponde a nosotros, si no que está en manos de otra clase social) la educación está inmersa en la alienación en su forma “subjetiva” en manos de la clase en el Poder, de la clase capitalista. Y ésta transmite a través de sus instituciones, como las educativas, su ideología. La historia, la geografía, las ciencias, la lengua… la concreción de todas estas materias son el modo en que la burguesía ve el mundo. Para ello la clase dominante construye todas esas instituciones de “ideólogos conceptualizadores activos que hacen de la conformación y sistematización de las ilusiones que esta clase se hace sobre sí misma su rama principal de alimentación” (1). La disposición fabril de los centros de estudio es otro de los elementos que ejemplifican el carácter alienante del sistema educativo: “fichar” como “presente”; responder ante un poder unidireccional cuya representación, en forma de profesorado, se encuentra por encima del alumnado (de echo el escenario de la función se construye desde esa premisa: una tarima, una gran silla…), etc. E incluso la figura del examen se muestra como un elemento más de los que están marcados por la época en que se desarrolla el actual sistema educativo, pues no es más que una transacción mercantil entre equivalentes conocimientos/titulación. 

Con esto podemos señalar ya que la formación del sistema educativo corresponde a elementos objetivos (anclado sobre relaciones productivas) y subjetivos (anclado sobre los intereses particulares de las clases sociales, es decir, que depende de la lucha de clases). Y no existe disociación entre ambos elementos, sino que están entrelazados.

Porque como hemos señalado con anterioridad el objeto de la educación es dar conocimientos para intervenir en la producción. En una sociedad capitalista desarrollada los proletarios, es decir, los trabajadores que han de vender su única propiedad, su fuerza de trabajo, para reproducir sus condiciones de vida, son mayoría. En términos de economía política se define a los obreros como “capital variable” (frente a la máquina que es “capital constante”), por tanto la educación es desde este punto de vista el modo en que la burguesía invierte en capital variable con el fin de explotarlo, de extraerle beneficio o revalorizarlo. Como toda mercancía (entendida como objeto con “trabajo objetivado”) el proletario cuantos más conocimientos tenga (es decir, cuanto más haya escalado en el sistema educativo) tanto más “trabajo objetivado” o capital tendrá “dentro de sí” y por ello su fuerza de trabajo resultará más costosa que la del que menos conocimientos tenga. Este es el gran secreto de las escalas salariales en el régimen capitalista: el fin último de la cuantía salarial no reside en “ser más listo” o en “esforzarse más” sino por poder realizar operaciones más complejas que dan a las mercancías mayor especialización:

“La relativa desvalorización de la fuerza de trabajo, nacida de la desaparición o disminución de los gastos de aprendizaje, implica directamente una valorización mayor del capital, pues todo lo que reduce el tiempo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, prolonga el dominio del trabajo adicional” (2)

En lo que se refiere a la relación educación/producción: cuanto menos se invierte en educación más “barato” resulta el obrero socialmente porque el capital que no se usa para reproducir las condiciones de la clase obrera (inversión educativa…) se invierte directamente en obtener más capital, más “beneficio”. Esto se traslada a nuestra sociedad como sigue:

“Los licenciados universitarios percibieron un salario anual superior en un 57,4% al salario medio. Por su parte, el salario de los trabajadores sin titulación fue un 25,1% inferior  a la media (….) El salario medio es de 22.790 €. El salario más frecuente 16.489”  (3)

Aunque cabe señalar que el salto del sistema educativo al “mercado laboral” no es algo que suceda mecánicamente. La educación actúa como distribuidora de la fuerza de trabajo, según las demandas del mercado, de la producción. La planificación de la producción capitalista se realiza de modo “anárquico”, es decir, que cada capitalista particular (o unión de capitalistas, e incluso un Estado o varios) de un sector económico concreto planifica su producción conforme a sus intereses particulares sin contar con las necesidades del conjunto de la sociedad. La distribución de sus productos, sin embargo, va a tener que enfrentarse a toda la sociedad: tanto a sus competidores como a los consumidores, lo que puede llevar a que la mercancía de ese particular descienda en su valor o incluso acabe en un vertedero. Pongamos un ejemplo muy simple:

 Un capitalista, productor de vino,  realiza una planificación de ventas de un caldo joven de gran calidad, de tal modo que produce 100.000 botellas para venderlas a 20 €. Resulta que, a pesar de esa planificación aparece un caldo similar a mejor precio. El caso es que de las 100.000 botellas le quedan por vender 30.000. Y para poder distribuirlas nuestro vinatero ha de venderlas ahora como vino peleón, al precio de 2 €. Eso si no decide verterlo por el desagüe. Sea como fuere, queda claro que la planificación productiva particular ya no se correspondía con las necesidades del sistema productivo general. Y esto mismo ocurre con la educación. Miles y miles de licenciados producidos por el sistema educativo acaban realizando trabajos de peonaje o sin especialización, codo con codo con aquellos que se han visto obligados a vender su fuerza de trabajo antes que ellos. Eso, si no acaban en las millonarias filas del desempleo crónico (4). El capitalista particular (dentro de sus condiciones) optará por ajustar su producción. La burguesía, como clase que detenta el Poder, optará por reajustar la educación y su producto a sus intereses de clase. Y de aquí podemos sacar otra conclusión: La educación y el trabajo están íntimamente ligados, a pesar de que algunos hayan descubierto “de repente” que la educación está “mercantilizada”. Pero existe un salto entre los dos. Y esto se debe a la división social del trabajo (manual e intelectual; de estudio y puesta en práctica…) a la que está unida el carácter privado de los medios de producción. A pesar de lo que diga el reformismo, la educación no puede existir en abstracto, no puede envasarse al vacío alejada de la producción, libre y pura mientras el capitalismo existe. Los intereses revolucionarios de la clase obrera pasan por unir conscientemente la educación y la producción y para ello es necesario construir un sistema productivo antagónico al capital, un sistema en el que no exista la propiedad privada sobre los medios de producción y en el que sea eliminada la división social del trabajo permitiendo que 1) la educación y el trabajo estén en manos del conjunto de la sociedad y 2) la labor educativa y el trabajo estén asociados sin que medie entre ellos la explotación del trabajo asalariado.

El sistema educativo y los
Estados de bienestar

Con estas premisas generales se puede comprender el marco social en que se construyó el sistema educativo que hemos conocido en los estados imperialistas de Europa occidental, que de la mano de la crisis será, como el propio marco social y político, trastocado. Podríamos definir la educación en los estados europeos como un derecho fundamental y universal, es decir, como una obligación para el conjunto de la población hasta el momento en que pueda acceder al mercado de trabajo, a producir (sea antes, durante o después de la edad oficial).

Pero ni el “mercado” ni la producción se mueven armónicamente. Estas se rigen por sus propias contradicciones que resumiremos, a modo de ejemplo, en los distintos intereses económicos (de competencia…) que existen dentro de la clase capitalista: un constructor se enfrenta a otro por una finca; los constructores contra los industriales por convertir un suelo en apto para viviendas o para industria; todos éstos se unen a los financieros para exportar a Centroamérica en competencia con el capital estadounidense… cuando todos forman parte de la clase dominante establecen sus vínculos entre sí democráticamente y contra los obreros dictatorialmente a través de su Estado; y pactan o se alían (y vuelven a dividirse y a separarse, etc.) para las distintas problemáticas sociales. 

Cuando se trata de un punto cardinal, como la educación, estas alianzas temporales se tornan en sistemáticas, en pilares de los marcos estratégicos de los que se dota la clase dominante (el régimen fascista de Franco, la constitución del 78; interestatalmente con la UE o la OTAN…) para gestionar sus intereses globales. Esta “alianza sistemática” entre las clases dominantes es lo que denominan “políticas de Estado”. Y es que el estado es, a fin de cuentas, el instrumento con el que una clase social impone sus políticas al resto. En la democracia capitalista la burguesía impone su orden al obrero; en la República Socialista se impondrán los intereses revolucionarios de la clase obrera.

En España el estado del bienestar surge tras la reforma del régimen fascista-corporativista. La llamada transición a la democracia consiste en que las relaciones entre las clases que nos dominan se "parlamentarizan" ampliando el grupo de sectores sociales que pueden "negociar" las leyes y ejercitar su ejecución. Producto de aquella alianza fueron la sanidad, la educación y la seguridad social públicas; Las autonomías y la conjugación del Estado como el garante de las relaciones patronal/sindicatos. Y también las limitaciones de reunión y asociación a las organizaciones obreras; Las cárceles y la tortura; el sistema jurídico; el cercenamiento de los derechos nacionales; el monopolio de la violencia por parte de las fuerzas policiales y militares; los atributos de la banca; la política de apoyo a las invasiones imperialistas del eje Europa-EEUU y al saqueo de América y África por parte de los monopolios españoles, etc.).

Si resumiésemos al Estado español como una “alianza de clases” para gestionar los intereses del capitalismo, en esta alianza contaríamos con la burguesía monopolista (los “banqueros”; los florentinos, los amancios…), las burguesías periféricas, la pequeña burguesía y los sectores populares privilegiados, la aristocracia obrera, esta última incrustada en la clase asalariada (por su posición respecto a los medios…) pero a la vez convertida en “clase burguesa” por estar directamente implicada, defendiendo su propia posición, en la gestión de los asuntos políticos del capital (que mejor ejemplo que nuestras CCOO y UGT). 

Uno de los beneficios que reportó esta alianza a esos asalariados privilegiados (y por extensión al conjunto del proletariado) fue el de la mentada “educación universal”. Aunque estos “beneficios” no son ni mucho menos una “concesión” de los gobernantes, sino que fueron arrancados por la beligerancia revolucionaria de la clase obrera no sólo en España, sino a través del conjunto de luchas internacionales de la clase obrera, máxime con la construcción de la Revolución Socialista en Rusia y China, pues como aseveraría el comunista alemán Karl Liebknecht, asesinado por la socialdemocracia revisionista, si no actuaran las fuerzas radicales, los factores del compromiso seguirían otros derroteros”. 

La educación “universal” (junto a sanidad, seguridad social) fue, y sigue siendo, una forma de redistribución de los beneficios económicos que obtiene la clase dominante de sus tropelías allende las fronteras gracias a la exportación de capitales a través de los cuáles se apropia de los principales recursos, la fuerza de trabajo y materias primas, de los países del llamado tercer mundo, que, junto a la explotación de la clase obrera, es donde se obtiene lo que los marxistas definimos como “salario diferido” y los economistas pequeñoburgueses “solidaridad” del “Estado garantista”.

Hemos hablado de alianzas estratégicas de la burguesía y de que en el seno de las clases dominantes también hay contradicciones. La educación, aun siendo pilar fundamental de la “estrategia” del capitalismo español durante los últimos 30 años (realmente 20, desde los Pactos de Moncloa hasta la suscripción de Bolonia en el 99 y la estrategia de Lisboa en 2000) no ha estado exenta de las contradicciones que atraviesan a la clase dominante y que son más bien “de tipo táctico” en las que el quid de la cuestión se sitúa en como extraer las plusvalías a los trabajadores: con la mano derecha o con la izquierda

El sistema educativo “universal” se basa en España en la “coalición” entre colegios públicos y privados, muchos de ellos controlados por la Iglesia católica, evidencia del modo en que se rompió la configuración de la anterior “alianza estratégica” de los 40 años de paz.

La educación pública al ser “salario diferido” es un “bien estatal” defendido por el bloque del PSOE, ya que está enraizado con los beneficiarios principales de la misma: los asalariados privilegiados (que tienen su eco en CCOO, UGT, etc). Por ello el PSOE y su izquierda observan en la Enseñanza Pública (ascensor social para la aristocracia obrera) el modelo idóneo de educación para las grandes masas, señalando que el Estado burgués ha de estar sobre nosotros desde la infancia, algo que repiten a coro los que vociferan, dentro de las condiciones del capitalismo, por la educación “obrera y popular”, el “instituto obrero” (5) y demás frases vacías que se lanzan en cada manifestación. Y cuidado, los revolucionarios si estamos por el “instituto obrero” si lo concebimos como uno de los tantos organismos que ha de construir el proletariado revolucionario en el proceso de reconstitución del movimiento comunista. Es más el instituto obrero (o universidad…) es una necesidad que tiene la clase obrera para educar a cuadros revolucionarios, para formar militantes comunistas. La cuestión es que no es de este organismo de educación revolucionaria del que se trata en las manifestaciones. El instituto que encumbran las consignas oportunistas no es más que aquella institución del Estado burgués que está situado en los distritos y barrios obreros (en contraposición a los privados o de las zonas bien), como si estuviese tocado por alguna barita mágica que lo convirtiese en progresivo o “revolucionario”. Esto no es más que una muestra del culto sindicalista al obrerismo (y al Estado burgués) que en esencia niega a la clase obrera como clase revolucionaria y la somete a la idealización perenne de sus condiciones de vida. Frente a esta fe supersticiosa en el Estado capitalista, tan propia de las mareas de colores de los sindicatos mayoritarios, se erigen hasta las acciones espontáneas de las masas hondas de la clase obrera: cuando en las periferias de las grandes ciudades de Europa (como en las banlieues francesas) las masas se sublevan con la única aspiración de destruir aquello que les condena a su situación de miseria, hay dos objetivos que siempre se repiten: la policía y las escuelas. 

Volviendo a lo particular del sistema educativo español, el PP tiene la punta de su cordón umbilical unida al Opus Dei, amalgama política que bajo una fachada religiosa une a distintos sectores del capitalismo español. La apuesta clara del PP es la enseñanza privada/religiosa pues los centros privados están vinculados en muchos casos al entramado político empresarial de la Iglesia Católica y la obra de dios (que cuenta con varias carteras ministeriales en el actual ejecutivo). Señal de esta unidad es la Comunidad de Madrid, con más de un 50% de centros privados, la tasa más alta del Estado (28%), a la que sigue la CAV (33%), con la diferencia de que allí gran parte de los centros privados forman parte de la red educativa de las ikastolas, una evidencia más de las particularidades nacionales que existen bajo la alianza estatal española.


Notas

1. C. Marx, “Manuscritos de economía y filosofía”.
2. C. Marx, “El Capital, Libro I Tomo II. División del trabajo y manufactura”.
3. Encuesta Estructura Salarial del año 2010, INE, publicada el 24 de Octubre de 2012: http://www.ine.es/prensa/np741.pdf
4. El paro entre los menores de 25 años asciende al 52,3% en el Estado español. “Encuesta de Población Activa (EPA)” publicada en octubre de 2012:  http://www.ine.es/daco/daco42/daco4211/epa0312.pdf
5. El Partido bolchevique se construye dentro y fuera de Rusia conectando a la clase obrera con el socialismo científico, forjando cuadros comunistas en los más avanzado de la teoría contemporánea. El propio movimiento obrero en su formación, caso del estado español,  construyó las Casas del Pueblo donde los trabajadores aprendían a leer y escribir. Otro ejemplo sería la Universidad Obrera de París en la que se impartían múltiples ciencias a los obreros; por ejemplo, uno de los manuales más extendidos sobre filosofía “Principios elementales de filosofía” es un compendio de las conferencias que impartió, hasta ser fusilado por los fascistas alemanes, el profesor comunista G. Politzer.

sábado, 19 de enero de 2013

(ER 23) La cuestión Palestina en el momento actual



Ha pasado ya algún tiempo desde que abordásemos en las páginas de este órgano de expresión la Cuestión Nacional (ER 19, Enero 2011). En aquel momento, desde una perspectiva marxista, tratamos de explicar cómo entendíamos que debería verse esta complicada cuestión en el Estado español.

En esta ocasión nos disponemos a hacer una pequeña reflexión sobre el internacionalismo proletario en torno a otro tema concreto nada fácil y sujeto a multitud de contradicciones, como es la lucha por la liberación de Palestina.

Defendemos firmemente el derecho del pueblo palestino a la construcción de un Estado, participamos activamente en las campañas que organizan las diferentes organizaciones de ayuda a este pueblo y hacemos nuestras todas sus proclamas. Pero creemos que no se puede perder la firmeza en los principios políticos que nos guían, pues a estos nunca puede sobreponerse la solidaridad, a pesar de que siempre habrá quienes puedan hacer interpretaciones perversas por defender estas posiciones.     

Es por lo tanto una necesidad política hacer una reflexión en torno a Palestina, señalando lo que a nuestro juicio nos lleva, también a nosotros mismos, a incurrir en errores políticos que son lugares comunes de todos aquellos que queremos la emancipación de los pueblos en el amplio sentido de la palabra.

La cuestión que nos ocupa está inmersa en la crisis estructural del Movimiento Obrero y del Movimiento Comunista. Como es obvio la desaparición de los países del “campo socialista” y de la Unión Soviética no escapa a ninguna de las causas que ocupan a toda la humanidad progresiva. De hecho en el tema que nos ocupa se ha revelado como determinante en torno a la correlación de fuerzas existente dentro del movimiento que lucha por la liberación de Palestina. Por esta razón en los últimos tiempos la solidaridad con la causa ha colocado al movimiento obrero y al movimiento comunista, e incluso podríamos decir a todo aquello que se denomina “la izquierda radical”, ante una encrucijada que golpea fuertemente los cimientos de los propios principios políticos de ésta.

La principal razón de esta confusión viene determinada por el hundimiento político de las organizaciones democráticas y revolucionarias, organizaciones apoyadas desde su creación por los  países del llamado socialismo real y que le otorgaban la proyección internacional que no tenían, en favor de opciones netamente religiosas, pero que han demostrado sobrado valor combatiente a la hora de enfrentarse al Estado de Israel y que han ocupado el espacio social que anteriormente ocuparon las organizaciones referentes en los territorios palestinos para la mayoría de la militancia de la izquierda revolucionaria mundial.

El Movimiento de Resistencia Islámica, HAMAS, se ha constituido, por la fuerza de los hechos, como el auténtico actor político palestino que ha sido capaz de forzar al Estado de Israel a llevar a cabo acciones de guerra como la “Operación plomo fundido”, que entre Diciembre de 2008 y Enero de 2009 acabó con la vida de 1500 personas y el bloqueo del territorio de Gaza, tras hacerse HAMAS con la victoria electoral en la franja. El hecho mismo de partir desde el antagonismo de no reconocer la legitimidad que las estructuras internacionales le otorgan al Estado de Israel y es el que le ha granjeado la simpatía política de la mayoría de las masas del pueblo palestino, receptor de las agresiones con bombas de racimo y víctima de las ocupaciones que destrozan las viviendas de esta población. Ésta es pues la característica fundamental que ha conseguido trazar una línea divisoria entre las diferentes facciones que componen el movimiento de resistencia palestino.
En el otro lado de la balanza se coloca la llamada izquierda palestina con la histórica organización político-militar Fatah al frente, organización mayoritaria que junto a otras de corte mucho más revolucionario como el Frente Democrático y el Frente Popular para la Liberación de Palestina, y los demás grupos que en el interior y desde el exilio; combatían al estado de Israel dentro de la Organización para la Liberación de Palestina.
Desaparecida la Unión Soviética se produjeron los Acuerdos de Oslo en los cuales, bajo la supervisión de la “nueva” Rusia capitalista y del Gobierno de EEUU, la OLP, que ya carece del respaldo internacional que en otra hora tuvo, firma el texto que ponía las bases para la creación del Gobierno Autónomo de la Autoridad Nacional Palestina a la que se le otorgaría la legitimidad internacional que no ha sido refrendada hasta casi veinte años después, tras ser admitida esta Autoridad como “estado observador” dentro de la Organización de las Naciones Unidas.

El firmante de aquel acuerdo es el actual “rais” de la ANP, Madmud Abbas, que en aquel momento ocupaba el aparato de relaciones internacionales de la OLP. Es éste el punto de inflexión en el cual las organizaciones de la izquierda que integran la OLP, con Fatah a la cabeza, aceptan el acuerdo que deja la territorialidad palestina en los actuales territorios de Gaza y Cisjordania dejando de lado, en otras muchas, la cuestión de Jerusalem, pues que se reconocía que el Este de la histórica ciudad quedaría bajo control palestino.

A pesar de que la figura histórica de Yassir Arafat fuese uno de los impulsores del acuerdo junto con el primer ministro de Israel (Isaac Rabbin, víctima del magnicidio perpetrado por los alumnos de Barak y Netanyahu), la mayoría del pueblo palestino ve en la firma de los acuerdos de Oslo una claudicación en torno sobre todo a la coexistencia con el Estado de Israel y a la partición de su capital.

Es entonces cuando un pequeño grupo religioso creado en 1988, bajo la égida de los Hermanos Musulmanes Egipcios y en torno a los principios del islamismo político aprovechará el abandono de la lucha armada por parte de la OLP para convertirse en la única organización que combate por todos los medios al Estado de Israel que continua con las prácticas de detenciones, torturas y asesinatos a los dirigentes de los movimientos de resistencia y de la población palestina. Además, la ayuda de Irán fue determinante para la creación de las redes de solidaridad social que ayudaban a paliar la mala situación que desde la ocupación israelí viene sufriéndose en los territorios palestinos. Es bajo estos dos elementos: el combatiente y la creación de “ese estado” que procura la protección social a las masas lo que convierten a HAMAS en la única tabla de salvación existente a la que puede asirse el maltratado pueblo palestino.
La desaparición de Yassir Arafat como figura que cohesionaba a las diferentes facciones de la izquierda palestina precipitó la fractura dentro de la OLP, el hundimiento político de ésta y el alzamiento del Movimiento de Resistencia Islámico que ha llegado a convertirse dentro del territorio palestino en el auténtico centro político. Cuestión que se constataría en la victoria electoral de HAMAS en la franja de Gaza en Enero de 2006. Esto queda confrontado con los difíciles momentos que atraviesa la ANP en Cisjordania, que en los últimos meses ha enfrentado por primera vez en su historia a las protestas de la población de Ramallah y Belén en contra de las políticas del gobierno de Salam  Fayyad.
Islamismo político combatiente contra el estado opresor y una izquierda laica pero domesticada y que basa todo su juego en la acción diplomática en un escenario de guerra permanente. Este es el actual estadio del movimiento de resistencia palestina

¿Pero, cómo se traslada esto en el plano internacionalista?

Todas estas cuestiones anteriormente expuestas tienen su repercusión en las diferentes posturas que toman las organizaciones que defendemos la autodeterminación del pueblo palestino. El hecho mismo de la creación de un Estado Palestino, defendida por la mayoría de la izquierda radical no tiene un significado unívoco. La defensa del derecho democrático a la construcción de un Estado propio ha colocado a muchas organizaciones a defender la creación de la estructura estatal sin tener en cuenta cual debería ser la propuesta que deberían defender los comunistas. Bajo nuestro punto de vista es necesaria una propuesta que supere los esencialismos étnicos y religiosos de un lado y de otro, a fin de barrer muchos de los males que acechan a las masas que viven bajo la soberanía del Estado de Israel, del Gobierno de Hamas o de la Autoridad Nacional Palestina.  

La solución en Palestina no puede pasar por la consigna de los “dos estados” que patrocina una parte del capitalismo internacional, pues es una farsa que no ayuda ni a las masas palestinas ni a los trabajadores israelíes. La consigna justa para el internacionalismo proletario y el anti-imperialismo consecuente pasa por el Estado Palestino unitario destinado a llevar a cabo los legítimos intereses de las masas de ambas comunidades y dirigido por éstas, haciendo así realidad la necesaria transformación que acabe con la opresión del sionismo no sólo sobre el pueblo palestino sino sobre todos aquellos pueblos de oriente medio a los que el Estado de Israel ha robado parte de sus territorios.

Tenemos el mismo deseo para Palestina que para el resto de pueblos y naciones del mundo, en este caso ver ondear la bandera roja sobre el Palacio de la Mukata o la Mezquita de Al-Aqsa.


Juventud Comunista Zamora
Enero 2013