Ha pasado ya algún
tiempo desde que abordásemos en las páginas de este órgano de expresión la Cuestión Nacional (ER 19, Enero 2011). En aquel momento,
desde una perspectiva marxista, tratamos de explicar cómo entendíamos que
debería verse esta complicada cuestión en el Estado español.
En esta ocasión nos
disponemos a hacer una pequeña reflexión sobre el internacionalismo proletario
en torno a otro tema concreto nada fácil y sujeto a multitud de
contradicciones, como es la lucha por la liberación de Palestina.
Defendemos
firmemente el derecho del pueblo palestino a la construcción de un Estado,
participamos activamente en las campañas que organizan las diferentes
organizaciones de ayuda a este pueblo y hacemos nuestras todas sus proclamas.
Pero creemos que no
se puede perder la firmeza en los principios políticos que nos guían, pues a
estos nunca puede sobreponerse la solidaridad, a pesar de que siempre habrá quienes puedan hacer
interpretaciones perversas por defender estas posiciones.
Es por lo tanto una necesidad política hacer una reflexión
en torno a Palestina, señalando lo que a nuestro juicio nos lleva, también a
nosotros mismos, a incurrir en errores políticos que son lugares comunes de
todos aquellos que queremos la emancipación de los pueblos en el amplio sentido de la palabra.
La cuestión que nos
ocupa está inmersa en la crisis estructural del Movimiento Obrero y del
Movimiento Comunista. Como es obvio la desaparición de los países del “campo
socialista” y de la Unión Soviética no escapa a ninguna de las causas que
ocupan a toda la humanidad progresiva. De hecho en el tema que nos ocupa se ha
revelado como determinante en torno a la correlación de fuerzas existente
dentro del movimiento que lucha por la liberación de Palestina. Por esta razón
en los últimos tiempos la solidaridad con la causa ha colocado al movimiento
obrero y al movimiento comunista, e incluso podríamos decir a todo aquello que
se denomina “la izquierda radical”, ante una encrucijada que golpea fuertemente
los cimientos de los propios principios políticos de ésta.
La principal razón de
esta confusión viene determinada por el hundimiento político de las
organizaciones democráticas y revolucionarias, organizaciones apoyadas desde su
creación por los países del llamado socialismo real y que le otorgaban la proyección
internacional que no tenían, en favor de opciones netamente religiosas, pero
que han demostrado sobrado valor combatiente a la hora de enfrentarse al Estado
de Israel y que han ocupado el espacio social que anteriormente ocuparon las
organizaciones referentes en los territorios palestinos para la mayoría de la
militancia de la izquierda revolucionaria mundial.
El Movimiento de Resistencia Islámica, HAMAS, se ha constituido, por la
fuerza de los hechos, como el auténtico actor político palestino que ha sido
capaz de forzar al Estado de Israel a llevar a cabo acciones de guerra como la “Operación plomo fundido”, que entre Diciembre de 2008 y Enero
de 2009 acabó con la vida de 1500 personas y el bloqueo del territorio de Gaza,
tras hacerse HAMAS con la victoria electoral en la franja. El hecho mismo de
partir desde el antagonismo de no reconocer la legitimidad que las estructuras
internacionales le otorgan al Estado de Israel y es el que le ha granjeado la
simpatía política de la mayoría de las masas del pueblo palestino, receptor de
las agresiones con bombas de racimo y víctima de las ocupaciones que destrozan
las viviendas de esta población. Ésta es pues la característica fundamental que
ha conseguido trazar una línea divisoria entre las diferentes facciones que
componen el movimiento de resistencia palestino.
En el otro lado de la balanza se coloca la llamada
izquierda palestina con la histórica organización político-militar Fatah al frente, organización mayoritaria
que junto a otras de corte mucho más revolucionario como el Frente Democrático
y el Frente Popular para la Liberación de Palestina, y los demás grupos que en
el interior y desde el exilio; combatían al estado de Israel dentro de la Organización para la Liberación de
Palestina.
Desaparecida la Unión
Soviética se produjeron los Acuerdos de Oslo en los cuales, bajo la supervisión
de la “nueva” Rusia capitalista y del Gobierno de EEUU, la OLP, que ya carece
del respaldo internacional que en otra hora tuvo, firma el texto que ponía las
bases para la creación del Gobierno Autónomo de la Autoridad Nacional Palestina
a la que se le otorgaría la legitimidad internacional que no ha sido refrendada
hasta casi veinte años después, tras ser admitida esta Autoridad como “estado
observador” dentro de la Organización de las Naciones Unidas.
El firmante de aquel
acuerdo es el actual “rais” de la ANP, Madmud Abbas, que en aquel momento ocupaba el
aparato de relaciones internacionales de la OLP. Es éste el punto de inflexión
en el cual las organizaciones de la izquierda que integran la OLP, con Fatah a la cabeza, aceptan el acuerdo que deja
la territorialidad palestina en los actuales territorios de Gaza y Cisjordania
dejando de lado, en otras muchas, la cuestión de Jerusalem, pues que se
reconocía que el Este de la histórica ciudad quedaría bajo control palestino.
A pesar de que la figura
histórica de Yassir
Arafat fuese
uno de los impulsores del acuerdo junto con el primer ministro de Israel (Isaac
Rabbin, víctima del magnicidio perpetrado por los alumnos de Barak y
Netanyahu), la mayoría del pueblo palestino ve en la firma de los acuerdos de
Oslo una claudicación en torno sobre todo a la coexistencia con el Estado de
Israel y a la partición de su capital.
Es entonces cuando un pequeño grupo religioso creado en
1988, bajo la égida de los Hermanos Musulmanes Egipcios y en torno a los
principios del islamismo político aprovechará el abandono de la lucha armada
por parte de la OLP para convertirse en la única organización que combate por
todos los medios al Estado de Israel que continua con las prácticas de
detenciones, torturas y asesinatos a los dirigentes de los movimientos de
resistencia y de la población palestina. Además, la ayuda de Irán fue
determinante para la creación de las redes de solidaridad social que ayudaban a
paliar la mala situación que desde la ocupación israelí viene sufriéndose en
los territorios palestinos. Es bajo estos dos elementos: el combatiente y la
creación de “ese estado” que procura la protección social a las masas lo que
convierten a HAMAS en la única tabla de salvación existente a la que puede
asirse el maltratado pueblo palestino.
La desaparición de Yassir Arafat como figura que cohesionaba a las diferentes facciones de la
izquierda palestina precipitó la fractura dentro de la OLP, el hundimiento
político de ésta y el alzamiento del Movimiento de Resistencia Islámico que ha
llegado a convertirse dentro del territorio palestino en el auténtico centro
político. Cuestión que se constataría en la victoria electoral de HAMAS en la
franja de Gaza en Enero de 2006. Esto queda confrontado con los difíciles
momentos que atraviesa la ANP en Cisjordania, que en los últimos meses ha
enfrentado por primera vez en su historia a las protestas de la población de
Ramallah y Belén en contra de las políticas del gobierno de Salam
Fayyad.
Islamismo político combatiente contra el estado opresor y
una izquierda laica pero domesticada y que basa todo su juego en la acción
diplomática en un escenario de guerra permanente.
Este es el actual estadio del movimiento de resistencia palestina
¿Pero, cómo se traslada esto en
el plano internacionalista?
Todas estas cuestiones anteriormente expuestas tienen su
repercusión en las diferentes posturas que toman las organizaciones que
defendemos la autodeterminación del pueblo palestino. El hecho mismo de la
creación de un Estado Palestino, defendida por la mayoría de la izquierda
radical no tiene un significado unívoco. La defensa del derecho democrático a
la construcción de un Estado propio ha colocado a muchas organizaciones a
defender la creación de la estructura estatal sin tener en cuenta cual debería
ser la propuesta que deberían defender los comunistas. Bajo nuestro punto de
vista es necesaria una propuesta que supere los esencialismos étnicos y
religiosos de un lado y de otro, a fin de barrer muchos de los males que
acechan a las masas que viven bajo la soberanía del Estado de Israel, del Gobierno
de Hamas o de la Autoridad Nacional Palestina.
La solución en Palestina no puede pasar por la consigna de
los “dos estados” que patrocina una parte del capitalismo internacional, pues
es una farsa que no ayuda ni a las masas palestinas ni a los trabajadores
israelíes. La
consigna justa para el internacionalismo proletario y el anti-imperialismo
consecuente pasa por el Estado Palestino unitario destinado a llevar a cabo los
legítimos intereses de las masas de ambas comunidades y dirigido por éstas,
haciendo así realidad la necesaria transformación que acabe con la opresión del
sionismo no sólo sobre el pueblo palestino sino sobre todos aquellos pueblos de
oriente medio a los que el Estado de Israel ha robado parte de sus territorios.
Tenemos el mismo
deseo para Palestina que para el resto de pueblos y naciones del mundo, en este
caso ver ondear la bandera roja sobre el Palacio de la Mukata o la Mezquita de Al-Aqsa.
Juventud Comunista Zamora
Enero 2013
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