De derrotas y seguidismo a la retaguardia
De
todos es sabido que durante los últimos años no ha existido nigún elemento
político que haya sido capaz de reconducir las luchas del proletariado, en el
sentido de elevar su conciencia para conformar el movimiento político
organizado que permita revolucionar la condición del obrero. Esto no es más que
la prueba fehaciente de la inexistencia del partido revolucionario. Si hacemos
un análisis del conjunto de organizaciones existentes en el Estado español
veremos semejanzas, pero sobre todo encontraremos un mayoritario y vulgar menosprecio de lo principal a la hora de
construir un movimiento revolucionario: la formación de la militancia en la
teoría revolucionaria, pues es sobre los elementos teóricos donde se encuentran
en este momento las contradicciones que ha de resolverse para que la revolución
avance. Tarea de vanguardia cuya finalidad práctica es ligar esa
ideología depurada de oportunismo con el movimiento obrero, es decir, con el
grueso de las masas explotadas por el capital.
Esta
labor de nuestro tiempo no es otra que la de reconstituir el discurso
revolucionario desarrollándolo desde el estudio minucioso de la experiencia del
movimiento comunista, deshechando lo inválido para la actualidad y destacando
los elementos cuya aplicación es general en la época del imperialismo y la revolución
proletaria. Algo que sólo puede solventarse a traves de la lucha de líneas en
el seno de la vanguardia, cuestión que, por la estrechez de miras que acompaña
al discurso revisionista (hegemónico en nuestro movimiento) despierta la
impaciencia entre amplias bases del movimiento que ven en la convergencia con
cada movilización espontána la verdadera y única actividad “práctica“ del militante comunista. Pero,
como decimos, con el actual estado de las cosas es hasta cierto punto normal
que las cuestiones de índole ideológico, fundamentales para abordar la
construcción del movimiento revolucionario, pasen como secundarias entre las
bases de las organizaciones comunistas pues sus direcciones siguen
empeñadas, tras décadas de práctica oportunista, en continuar por el camino de
esa práctica limitada a hacer seguidismo de las luchas económicas y
espontáneas, las cuales además, a las masas que principalmente están
movilizando es a las de la aristocracia obrera. A esto se une que cuando se
hacen remisiones a la teoría y la experiencia de la lucha de clases por parte
de esas direcciones leninistas tan sólo se cae en el cretinismo que
busca refutar cualquier práctica: desde la gestión de la dictadura del capital
como muleta del PSOE, hasta la producción en cadena de panfletos que van tras
de cualquier lucha salarial y que tan siquiera logran abanderar. Pero es
que nuestra época es producto del bagazo de la derrota de las fuerzas
revolucionarias que situó al revisionismo a la cabeza del movimiento y entonces
el estudio y la comprensión de la realidad desde el punto de vista marxista,
dejó paso al oportunismo parlamentario y sindical.
En este tiempo (desde el
momento de la desaparición del referente de lo que un día supuso un bloque
antagónico al capitalismo) lo que ha de sustanciarse como práctica de los militantes revolucionarios
es, de un lado ese estudio y profundización en la experiencia práctica de la
revolución y por otro, de forma subsidiaria ante esta tarea primordial,
atraer a los elementos más avanzados de la clase, a través de la propaganda
revolucionaria, para desarrollar debate sobre unas líneas generales de la
ideología y la política comunista, pues la perspectiva de la lucha de dos
líneas no es más que la de avanzar en la construcción del sujeto político
consciente, único capaz de relanzar desde los cimientos la lucha por la
emancipación del proletariado. Cuestión demostrada en la experiencia de la
construcción revolucionaria en Rusia y en China, claros ejemplos de cómo el
sujeto político revolucionario, reflejado en Partido Comunista, logró
llevar a cabo las determinadas tareas encomendadas a cada marco concreto de la
lucha de clases.
Pero esta construcción no va a caer del cielo. Es necesario ser
consecuentes y desarrollar lo anterior (la formación y la lucha ideológica como
motor del movimiento consciente de la clase) si queremos realizar una praxis
provechosa, la cual sólo es posible (en la medida en que ésta no es más que la aplicación
de un Programa político) si el Partido Comunista existe. Sólo con éste la
práctica entre las masas puede basarse en un punto de vista contrario a la
práctica reformista, la cual (más allá de las buenas o malas intenciones)
desemboca en un programa ajeno a las necesidades del proletariado,
convierténdose en una política
reaccionaria en donde el apuntalamiento del orden de cosas burgués, a través de
reformas, se contrapone a la necesidad de destruir lo viejo y construir el
socialismo, entendido como dictadura revolucionaria del proletariado y no como
un simple traspaso de las propiedades del gran capital a manos del Estado, que
es en lo que han dejado los revisionistas a sus particulares consignas por el
“socialismo“. Un sesgo éste del cariz determinista que atraviesa al
revisionismo en cuanto a su posición sobre el Estado y la Revolución (pretender
que la gestión del estado burgués unida a la acumulación de fuerzas
puede dar pie a la revolución socialista. Idea tan presente en la ideología
revisionista como poco reconocida entre los que la apoyan).
Un
determinismo que a la hora de abordar la cuestión de la reconstitución de
nuestro movimiento también trasluce en multitud de grupos que se mantienen bajo
las estructuras del revisionismo y que, a pesar de las críticas que puedan
tener, en última instancia su lucha es testimonial aguardando a que salgan otros
a desarrollar la lucha ideológica y política, manteniendo una actitud
ambigua y centrista que no sólo no sirve para que los elementos conscientes de
la vanguardia aúnen posiciones en su lucha contra el oportunismo sino que acaba
por fortalecer y sostener las posiciones derechistas y reformistas, las cuáles
no tienen ningún problema en apoyar en ese centro para atacar las posiciones de
la izquierda de nuestro movimiento, la cual, para poner en marcha la línea
revolucionaria en la perspectiva del Partido y la Revolución ha de dar un
paso hacia adelante.
«El centrismo es un concepto político. Su ideología es
la ideología de la adaptación, ideología de la supeditación de los intereses
proletarios a los intereses de la pequeña burguesía dentro de un partido común.
Esta ideología es extraña, ajena al leninismo»
J. Stalin
Juventud Comunista de Zamora
Enero 2013
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