Línea Proletaria

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domingo, 13 de enero de 2013

Espacio Rojo 23: Editorial

 
De derrotas y seguidismo a la retaguardia

De todos es sabido que durante los últimos años no ha existido nigún elemento político que haya sido capaz de reconducir las luchas del proletariado, en el sentido de elevar su conciencia para conformar el movimiento político organizado que permita revolucionar la condición del obrero. Esto no es más que la prueba fehaciente de la inexistencia del partido revolucionario. Si hacemos un análisis del conjunto de organizaciones existentes en el Estado español veremos semejanzas, pero sobre todo encontraremos un mayoritario y vulgar  menosprecio de lo principal a la hora de construir un movimiento revolucionario: la formación de la militancia en la teoría revolucionaria, pues es sobre los elementos teóricos donde se encuentran en este momento las contradicciones que ha de resolverse para que la revolución avance. Tarea de vanguardia cuya finalidad práctica es ligar esa ideología depurada de oportunismo con el movimiento obrero, es decir, con el grueso de las masas explotadas por el capital.
Esta labor de nuestro tiempo no es otra que la de reconstituir el discurso revolucionario desarrollándolo desde el estudio minucioso de la experiencia del movimiento comunista, deshechando lo inválido para la actualidad y destacando los elementos cuya aplicación es general en la época del imperialismo y la revolución proletaria. Algo que sólo puede solventarse a traves de la lucha de líneas en el seno de la vanguardia, cuestión que, por la estrechez de miras que acompaña al discurso revisionista (hegemónico en nuestro movimiento) despierta la impaciencia entre amplias bases del movimiento que ven en la convergencia con cada movilización espontána la verdadera y única actividad  “práctica“ del militante comunista. Pero, como decimos, con el actual estado de las cosas es hasta cierto punto normal que las cuestiones de índole ideológico, fundamentales para abordar la construcción del movimiento revolucionario, pasen como secundarias entre las bases de las organizaciones comunistas pues sus direcciones siguen empeñadas, tras décadas de práctica oportunista, en continuar por el camino de esa práctica limitada a hacer seguidismo de las luchas económicas y espontáneas, las cuales además, a las masas que principalmente están movilizando es a las de la aristocracia obrera. A esto se une que cuando se hacen remisiones a la teoría y la experiencia de la lucha de clases por parte de esas direcciones leninistas tan sólo se cae en el cretinismo que busca refutar cualquier práctica: desde la gestión de la dictadura del capital como muleta del PSOE, hasta la producción en cadena de panfletos que van tras de cualquier lucha salarial y que tan siquiera logran abanderar. Pero es que nuestra época es producto del bagazo de la derrota de las fuerzas revolucionarias que situó al revisionismo a la cabeza del movimiento y entonces el estudio y la comprensión de la realidad desde el punto de vista marxista, dejó paso al oportunismo parlamentario y sindical.
            En este tiempo (desde el momento de la desaparición del referente de lo que un día supuso un bloque antagónico al capitalismo) lo que ha de sustanciarse como  práctica de los militantes revolucionarios es, de un lado ese estudio y profundización en la experiencia práctica de la revolución y por otro, de forma subsidiaria ante esta tarea primordial, atraer a los elementos más avanzados de la clase, a través de la propaganda revolucionaria, para desarrollar debate sobre unas líneas generales de la ideología y la política comunista, pues la perspectiva de la lucha de dos líneas no es más que la de avanzar en la construcción del sujeto político consciente, único capaz de relanzar desde los cimientos la lucha por la emancipación del proletariado. Cuestión demostrada en la experiencia de la construcción revolucionaria en Rusia y en China, claros ejemplos de cómo el sujeto político revolucionario, reflejado en Partido Comunista, logró llevar a cabo las determinadas tareas encomendadas a cada marco concreto de la lucha de clases.
Pero esta construcción no va a caer del cielo. Es necesario ser consecuentes y desarrollar lo anterior (la formación y la lucha ideológica como motor del movimiento consciente de la clase) si queremos realizar una praxis provechosa, la cual sólo es posible (en la medida en que ésta no es más que la aplicación de un Programa político) si el Partido Comunista existe. Sólo con éste la práctica entre las masas puede basarse en un punto de vista contrario a la práctica reformista, la cual (más allá de las buenas o malas intenciones) desemboca en un programa ajeno a las necesidades del proletariado, convierténdose en  una política reaccionaria en donde el apuntalamiento del orden de cosas burgués, a través de reformas, se contrapone a la necesidad de destruir lo viejo y construir el socialismo, entendido como dictadura revolucionaria del proletariado y no como un simple traspaso de las propiedades del gran capital a manos del Estado, que es en lo que han dejado los revisionistas a sus particulares consignas por el “socialismo“. Un sesgo éste del cariz determinista que atraviesa al revisionismo en cuanto a su posición sobre el Estado y la Revolución (pretender que la gestión del estado burgués unida a la acumulación de fuerzas puede dar pie a la revolución socialista. Idea tan presente en la ideología revisionista como poco reconocida entre los que la apoyan).
Un determinismo que a la hora de abordar la cuestión de la reconstitución de nuestro movimiento también trasluce en multitud de grupos que se mantienen bajo las estructuras del revisionismo y que, a pesar de las críticas que puedan tener, en última instancia su lucha es testimonial aguardando a que salgan otros a desarrollar la lucha ideológica y política, manteniendo una actitud ambigua y centrista que no sólo no sirve para que los elementos conscientes de la vanguardia aúnen posiciones en su lucha contra el oportunismo sino que acaba por fortalecer y sostener las posiciones derechistas y reformistas, las cuáles no tienen ningún problema en apoyar en ese centro para atacar las posiciones de la izquierda de nuestro movimiento, la cual, para poner en marcha la línea revolucionaria en la perspectiva del Partido y la Revolución ha de dar un paso hacia adelante.
«El centrismo es un concepto político. Su ideología es la ideología de la adaptación, ideología de la supeditación de los intereses proletarios a los intereses de la pequeña burguesía dentro de un partido común. Esta ideología es extraña, ajena al leninismo»
J. Stalin
Juventud Comunista de Zamora
Enero 2013

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