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miércoles, 18 de noviembre de 2009

La lucha por la Internacional Comunista (2)

ESPACIO ROJO Nº16 (NOVIEMBRE 2009)
SEGUNDA PARTE DEL ARTICULO "LA LUCHA POR LA INTERNACIONAL COMUNSITA"

Los cimientos de la Revolución Proletaria Mundial
El I Congreso de la Comintern supuso la constitución orgánica y política del Comunismo como ala revolucionaria del Movimiento Obrero. La vanguardia comunista era entonces una minoría a nivel internacional por lo que su Línea de Masas debía encaminarse a ganarse al resto de la vanguardia obrera, sobretodo, al ala izquierda de la socialdemocracia que veía en la Rusia Soviética el camino a seguir. Pero este acercamiento o paso a la Unidad debía ser precedido por la Lucha ideológica que permitiese la Transformación o el salto cualitativo de socialdemócratas a comunistas. La Revolución Socialista de Octubre genero simpatía en las masas oprimidas de todo el mundo, por lo que los partidos socialistas, en bancarrota tras sus posiciones chovinistas en la Gran Guerra, querían subirse al carro de la Revolución manteniendo sus tesis revisionistas y su “libertad” o “autonomía” respecto de la Nueva Internacional (6*). Esto suponía un problema para la Internacional Comunista pues abrir las puertas de par en par, es decir, llegar a la Unidad pasando por alto la relación dialéctica Lucha-Transformación-Unidad, significaría a corto plazo abandonar los principios marxistas, cuya defensa había supuesto precisamente la ruptura con la vieja Internacional Socialista. Este problema sería resuelto en el II Congreso de la IC en el que se darían las famosas 21 Condiciones de ingreso en la Comintern (Las 21 Condiciones están en el anexo de este articulo) que pueden resumirse en: Utilizar la propaganda para elevar a las masas proletarias hacia el comunismo, haciendo especial hincapié en la necesidad de la dictadura del proletariado. Centralismo democrático en los partidos y en la IC cuyos acuerdos son obligatorios para todas las organizaciones. Compaginar el trabajo legal con el clandestino existiendo siempre este ultimo en paralelo al anterior pues es imprescindible para que el partido lleve a cabo sus tareas revolucionarias. Trabajo entre los soldados y las masas campesinas que son la clase en la que debe apoyarse el proletariado para realizar su Revolución. Lucha por la liberación de los pueblos oprimidos… y por supuesto ruptura total con el reformismo y lucha contra el amarillismo encarnado en Ámsterdam. En el II Congreso se constituye la Internacional Sindical Roja, que agrupaba a millones de obreros de toda Europa. Si bien esta sufriría numerosos cambios pues en un principio acudieron a ella sindicatos de tipología anarquista como la C.N.T. que en este Congreso estaba representada por el sindicalista revolucionario Ángel Pestaña.
El crecimiento de la IC es impresionante. El Comité Ejecutivo realiza una enorme labor de propaganda ideológica enviando delegados a todos los continentes para que se formen partidos comunistas. La constitución de estos adolecía muchas veces de la experiencia bolchevique en la forja del Partido de Nuevo Tipo, pero esta experiencia era subsanada por la propia IC que actuaba como Estado Mayor de la RPM.
Entre el I y II Congreso, en Baviera, Eslovaquia y Hungría el proletariado tomo el poder aunque fue expulsado por la reacción como le ocurriera en 1918 a los obreros y campesinos finlandeses. La ola revolucionaria se extendía por toda Europa pero la inexistencia de Partidos Comunistas forjados como el Bolchevique, es decir, con años de experiencia en lo ideológico y lo político y fusionados con las masas, hacia que esta ola se quedase en intentonas insurreccionales.
En el terreno de la lucha ideológica, no solo a la derecha y al centro tenía que hacer frente la Comintern. En casi todos los países surgieron grupos izquierdistas cuyo sectarismo imposibilitaba a los comunistas crecer y fundirse con las masas proletarias. Estos problemas se constataron en Alemania y otros lugares donde se produjeron escisiones izquierdistas en los PC debido a la falta de claridad en cuanto a la línea política a seguir. De aquí que la Comintern dedique su III Congreso a crear la línea de Frente Único Proletario para atraerse a las masas mediante la consigna de “Ir a las masas”. El Frente Único sirve como defensa frente al izquierdismo, demostrando que hay que contactar con las masas para poder elevarlas, pero también como lucha contra el reformismo pues precisamente el F.U. trata de desenmascarar a los dirigentes reformistas. La premisa del Frente Único es esta: La vanguardia comunista ya ha sido creada demostrando que el proletariado es ideológica, política y orgánicamente una clase independiente. Pero las masas siguen atrapadas en las mentiras del revisionismo y la burguesía por lo que los comunistas deben realizar un frente con los obreros desenmascarando al reformismo, para incorporar a las masas a la Revolución Proletaria, fusionándose así la vanguardia ideológica con el movimiento obrero, con la práctica de las masas y pudiendo conformarse en un verdadero Partido Comunista que lleve a termino la praxis revolucionaria.
Esta táctica fue refrendada en el IV Congreso y en el V en el que se utilizaría la consigna de “bolchevizar los partidos comunistas” con el fin de que estos se templasen en la lucha ideológica y política hasta convertirse en verdaderos partidos de masas, que uniesen el socialismo científico al movimiento obrero. La táctica de F.U. se desviaría a izquierda y derecha, pero no sufriría grandes cambios hasta el VII Congreso cuando se adopta la táctica de Frente Popular que se caracteriza por ser un frente interclasista contra el fascismo que en su aplicación se fue desviando hacia la derecha cediendo terreno a la burguesía progresista y supeditando los intereses y la iniciativa proletaria a los de la burguesía y los reformistas. Ejemplo de ello es la actitud del PCE en la Guerra Civil, que mantuvo siempre la misma línea colaboracionista con la burguesía republicana desde el 36 hasta el 39 a pesar de los grandes cambios operados durante la contienda, ya que al final de la Guerra era el mayor Partido de la zona republicana. Y un ejemplo aun mayor de esta desviación es la disolución de la propia Comintern a la vez que se pasaba del Frente Popular al Frente Nacional con el plan de establecer gobiernos con la burguesía tras la derrota del fascismo en toda Europa, como en Francia, haciéndole el juego a los fascista que amenazaban con el “peligro comunista” para romper la unidad antifascista. Así se liquida la organización internacional del proletariado revolucionario y se pone otro granito de arena para que el revisionismo gane la partida al proletariado a ambos lados del “telón de acero”: Al Este el kruschevismo, al Oeste el Eurocomunismo.


La reconstitución de la Internacional Comunista, tarea fundamental de la RPM


“Es deber de los comunistas no silenciar las debilidades de su movimiento, sino criticarlas abiertamente para desembarazarse de ellas lo antes posible y de la manera más radical.” Lenin
La situación actual del Movimiento Comunista Internacional es fruto de su propio desarrollo interno. La vanguardia esta hoy en el atolladero, como demuestra la impotencia de esta frente a la actual “crisis” del capitalismo. Los comunistas no podemos esconder nuestras debilidades sino al contrario, ponerlas en la mesa y analizarlas. Frente a la disyuntiva a la que nos enfrentamos hay solo dos caminos: Permanecer en el letargo persistiendo día tras día en los errores que nos han traído hasta aquí (cretinismo parlamentario, frentes interclasistas, tradeunionismo, reformismo, entrismo, socialpacifismo, socialchovinismo…) o levantarnos con la bandera del marxismo-leninismo para comenzar un nuevo proceso revolucionario.
Esta última opción es la que creemos correcta y la que nos lleva a luchar contra quienes escogen la primera. Y es que en la actualidad la lucha de dos líneas es el punto de partida para reconstituir los partidos proletarios de nuevo tipo y por supuesto para reconstituir el organismo de la Revolución Proletaria Mundial, la Internacional Comunista.
La Comintern se forjo desde la escisión, la ruptura en el seno del movimiento obrero. Y su consolidación no se produjo desde la unidad organicista en torno a unos mínimos, sino desde la defensa intransigente de los principios marxistas, en especial, de la dictadura del proletariado. La IC surgió pues de la lucha ideológica, luchando contra oportunistas de distintas tendencias, que no eran sujetos “casuales”, sino que eran tendencias que podían explicarse de un modo científico, como hizo el revolucionario holandés Anton Pannenckoek. Lenin recogería los argumentos de Pannenckoek en su artículo “Las divergencias en el movimiento obrero europeo”:
“…No es posible explicarse estas desviaciones como meras casualidades o equivocaciones de tales o cuales personas o grupos y ni siquiera por la influencia de las particularidades o tradiciones nacionales, etc. Tiene que haber motivos fundamentales, inherentes al régimen económico y al carácter del desarrollo de todos los países capitalistas, que engendren constantemente estas desviaciones” (7*)

Estos factores que hacen que surjan tendencias anarquistas, revisionistas… en el movimiento obrero son varias: el desarrollo desigual del capitalismo, el carácter dialectico del desarrollo social y sobretodo la asimilación correcta o no del marxismo. Pannenckoek pone un ejemplo de cómo la burguesía incide en las corrientes del movimiento obrero, aunque tal vez este ejemplo peque de metafísico pues lo principal en el desarrollo dialectico de las cosas son sus circunstancias internas y no las externas. No obstante, este es el ejemplo: Cuando la burguesía ejerce su dictadura de modo “liberal” facilita el crecimiento de la aristocracia obrera y del reformismo, cuando la burguesía ejerce su dictadura “violenta” surge con mayor facilidad la lucha armada terrorista. Aunque insistimos en que estas circunstancias se deben más al propio desarrollo del movimiento obrero que a lo que desde fuera pueda hacer la burguesía. Lo que hay que rescatar de este trabajo del consejista holandés, más que la anécdota del ejemplo, es el afán por encontrar una explicación materialista de la situación del movimiento revolucionario, una explicación que solo se puede encontrar mediante el estudio constante de las experiencias del proletariado para extraer de ahí las enseñanzas que nos permitan avanzar hacia la conquista del Partido y la Internacional.
Los obstáculos de hoy no son nuevos. Lo que es nuevo es que en la etapa actual están presentes todas las desviaciones del proletariado por lo que la lucha ha de llevarse a cabo con mayor fuerza:
El socialchovinismo que bajo la careta del internacionalismo actúa en realidad como agente “plurinacionalista” que divide a los proletarios en su lucha común. El interclasismo, presentado como el mana que reeditara un régimen republicano. El cretinismo parlamentario por el cual se apuntalan los prejuicios burgueses del proletariado al que se le da alas para que piense que con su voto puede cambiar algo. El tradeunionismo que pretende que el proletariado adquiera conciencia revolucionaria apuntalando su situación como sujeto subordinado y que en realidad solo hace que la vanguardia vaya siempre a rebufo de las masas. El espontaneismo, viejo conocido, que lleva a la idea de que una situación concreta puede llevar a las masas a la insurrección, ya sea por una huelga general o por la independencia de un pueblo, aun sin existir el Partido Leninista de Nuevo Tipo. El socialpacifismo que lleva a muchos “revolucionarios” a condenar la violencia y ponerse del lado del Estado cuando este es atacado, olvidando que los revolucionarios debemos precisamente destruir el Estado burgués, etc. Todos estos son viejos males que nos dividen y que hay que vencer antes de llegar a la unidad de los comunistas.
Y es que no puede ponerse la unidad por delante de la lucha en un momento de graves diferencias, y deficiencias, ideológicas que son causa principal de la disgregación orgánica. No puede pregonarse la Unidad de los Comunistas sino es sobre la base de la lucha de dos líneas, “la unidad no hay que predicarla, sino conquistarla”. Estamos de acuerdo en que la unidad es necesaria, pero esta solo será posible cuando los comunistas nos hayamos deshecho de todos los elementos revisionistas y oportunistas con los que cohabitamos en nuestro movimiento. En este camino de lucha quedan todavía muchas rupturas antes de la unidad. Y no nos vale el romanticismo de la unidad, una forma de voluntarismo que antepone los deseos objetivos a la situación objetiva del movimiento. No es un “Congreso de Unificación” lo que hace falta a los comunistas, como predica Unión Proletaria, pues si de este Congreso saliese un “Partido Comunista Unificado” este solo sería un engendro de Partido obrero de nuevo tipo unido sobre unos mínimos, cuando ya sabemos lo que le pasa a un gigante con pies de barro. Lo que nos hace falta es plantearnos la lucha de dos líneas como motor de la futura unidad, no sobre unos mínimos sino sobre unos máximos, los del marxismo-leninismo. Un “partido de mínimos” solo sería un partido sin cabeza que iría, como nos pasa ahora, a la zaga del movimiento obrero dependiendo de las luchas economicistas del momento.
Plantear todas las cuestiones ideológicas y programáticas que nos separan actualmente y luchar por que triunfe la línea proletaria revolucionaria, reconociendo principios marxistas como la necesidad de la lucha armada para llegar al poder, caracterización en cada caso de la revolución pendiente y sobretodo de la base socioeconómica de esta, necesidad de la dictadura del proletariado, centralismo democrático en el partido, defensa (sin eludir la critica) de los procesos revolucionarios dirigidos por partidos comunistas (Perú, India). Reconocimiento de la necesidad de hacer un verdadero balance de la experiencia histórica de nuestra clase, como hicieron Pannenckoek o Lenin, para saber porque estamos en esta situación y cuáles son los instrumentos políticos imprescindibles con los que salir de ella…
Esta es para nosotros la verdadera tarea del momento, no solo en el Estado español, sino en todo el mundo para reconstituir la Internacional Comunista y sus secciones que transformen la Línea General Revolucionaria en Línea política concreta para aupar al proletariado al poder y acabar con la esclavitud capitalista. La historia del bolchevismo nos muestra el camino.

NOTAS:
6* Muchos partidos socialistas pedían la incorporación a la IC pero manteniendo su autonomía para así no cumplir el programa revolucionario de esta y seguir con sus planteamientos reformistas. Esto le ocurría al PSOE al que la IC respondió de forma crítica: “…Perdiendo completamente de vista la revolución mundial, os es necesariamente imposible comprender el carácter y significación de la Internacional Comunista. Os la representáis como una especie de club destinado a “unificar las fuerzas sociales que aspiran a vivir teniendo el mismo ideal”. No, camaradas, la Internacional Comunista no es eso: es una organización de lucha, es el ejército del proletariado universal el que sostiene el combate en todos los frentes de la revolución mundial. He aquí porque deben ser expulsados de sus filas todos los elementos dudosos, vacilantes y oportunistas. He aquí por que las decisiones de nuestro Comité Ejecutivo deben ser obligatorias para todos los destacamentos de este ejército universal, para todos los partidos aislados que entren en la III Internacional. En vez de las tres condiciones que presentáis para vuestra entrada en la III Internacional, nosotros os proponemos las “Veintiuna Condiciones” adoptadas por su segundo Congreso.” Comunicación del Presídium de la III Internacional al PSOE (El Socialista, 17 de Enero de 1921)
7* Las divergencias en el movimiento obrero europeo, Contra el dogmatismo y el sectarismo en el movimiento obrero, Progreso, p. 59

lunes, 16 de noviembre de 2009

La lucha por la Internacional Comunista (1)

ESPACIO ROJO Nº16 (NOVIEMBRE 2009)
PRIMERA PARTE DEL ARTICULO "LA LUCHA POR LA INTERNACIONAL COMUNSITA"

Introducción
La Internacional Comunista ha sido, hasta el momento, el mayor organismo social creado por el proletariado para conseguir la emancipación del género humano. Constituida en 1919, la Comintern se explica en la necesidad que los obreros revolucionarios han tenido siempre de estar organizados internacionalmente. Ya los predecesores del proletariado revolucionario discutían sobre ideología y estrategia a nivel internacional. Derrotado el Terror y la Conspiración de los Iguales en la Revolución Francesa, los revolucionarios que lograron escapar se unieron en torno al programa comunista de Babeuf, ejecutado en 1797, que sería el embrión de la Liga de los Desterrados creada en 1834 por demócratas alemanes exiliados. El desarrollo ideológico de la línea más radical dio origen en 1836 a la Liga de los Justos cuya militancia seguía siendo de origen alemán aunque con una mayor atracción hacia obreros de otros países. La lucha ideológica en el seno de esta Liga, en la que ya participaban activamente Marx y Engels, permitió a esta dar un salto cualitativo y transformarse en Liga de los Comunistas, en 1847, presentando en sociedad el primer programa liberador de los oprimidos del Mundo, el Manifiesto del Partido Comunista, toda una declaración de intenciones sobre los objetivos revolucionarios del proletariado: "Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente." En 1864 se constituyó la I Internacional o AIT que supuso un nuevo salto cualitativo, esta vez en el aspecto organizativo, frente al salto ideológico representado en la Liga de los Comunistas. Si las anteriores formas de organización no eran más que círculos conspirativos de revolucionarios, la AIT era ya una organización en la que se unía la conciencia de la necesidad de tomar el poder por parte del proletariado (si bien es cierto que los anarquistas negaban el poder como tal y los marxistas no definirían correctamente esta idea hasta la experiencia comunera de Paris) con una militancia formadas por decenas de miles de obreros de Europa y Norte América, cuya influencia era cada vez mayor entre los obreros como demostró la Guerra Franco-Prusiana y la subsiguiente Comuna de París, pues en plena guerra asociaciones obreras de Francia y de Alemania se lanzaron mensajes de solidaridad internacionalista oponiéndose a luchar entre sí por los deseos de las dinastías patrias. Y la Comuna de París, donde estuvo presente la AIT, se conformo, por medio de los hechos, como un poder proletario e internacionalista declarando la guerra a toda formulación chovinista que dividiese a los obreros.
Tras la gesta proletaria de París llegaría la II Internacional en la cual el marxismo iría cogiendo cada vez mayor peso, aunque eso sí un “marxismo adaptado” por el SPD que se alejaba del marxismo revolucionario y que luego daría lugar a la Internacional Comunista.
Casi un siglo desde la Liga de los Desterrados hasta la Komintern. Numerosos saltos hacia adelante en lo organizativo, lo ideológico, lo político… y en definitiva en la conformación del proletariado como clase, la única verdaderamente revolucionaria en la época del imperialismo. La Comintern supone un antes y un después en la historia de la humanidad. Por vez primera el proletariado internacional (el ruso ya lo había conseguido) era independiente políticamente y no tenía que supeditar su lucha de clase a los intereses de esta o aquella facción de la burguesía.
La historia de la Internacional Comunista está unida a la historia del bolchevismo, a la lucha dentro del Movimiento Obrero entre revolucionarios y revisionistas. Primero contra los centristas y después contra los izquierdistas, la Comintern conformó la Línea General Revolucionaria basándose en la experiencia acumulada por el proletariado en su lucha de clase contra los explotadores y sus lugartenientes dentro del movimiento obrero.


La lucha por la Internacional Comunista
A finales del s. XIX la II Internacional se reclamaba marxista. Pero del marxismo solo reconocían su aspecto negativo, el revisionismo, que es la antítesis del marxismo revolucionario. El SPD de Kautsky y compañía era el gran valedor de este marxismo, adoptado en el Congreso de Erfurt en 1891, que estaba basado en innumerables desviaciones oportunistas respecto de la línea revolucionaria. La lucha del proletariado era concebida por Kautsky, Bernstein... como una lucha de reformas, concepción acorde con el mecanicismo y el determinismo con el que observaban el desarrollo de la lucha de clases. Utilizando el Estado burgués los trabajadores solo tendrían que esperar a que las premisas económicas estuviesen maduras para llegar al comunismo. El Partido obrero debía ser un Partido de masas que poco a poco fuese conquistando libertades para el proletariado desde el Parlamento y sus luchas económicas. Los Partido socialdemócratas lejos de luchar por la independencia política del proletariado se aliaban con cualquier facción de la burguesía a cambio de unas migajas. Y no importaba si estas facciones burguesas estaban en el poder o en la oposición. Ejemplos de ello son el pacto de los socialdemócratas alemanes con Bismark, de los socialistas españoles con los republicanos en 1909 y luego con el fascista Primo de Rivera, o la práctica ministerialista del socialismo francés.
A pesar de mantener el nombre de socialistas, los partidos de la II Internacional se alejaron de la lucha de clases hasta abrazar el conciliacionismo con la burguesía. La huelga política era desechada de los programas reformistas, la Revolución quedaba como recurso retórico en los mítines y el tradeunionismo se establecía como rutina diaria en el Partido. La Revolución, cada vez más lejos en el horizonte de la socialdemocracia, se cambiaba por el objetivo de un sillón en los parlamentos de oro y sangre.
La ideología proletaria parecía sucumbir ante el revisionismo, pero ante este no tardarían en alzarse los verdaderos revolucionarios desarrollando la lucha de dos líneas en el seno de la socialdemocracia internacional. Rosa Luxemburgo en 1899 en su ¿Reforma o Revolución? atacaría a los oportunistas, pero los que con mayor fuerza y repercusión lanzaron la ofensiva fueron los “iskristas”, antecesores del bolchevismo, que implementaron la línea roja frente al revisionismo oficial de la II Internacional:
“La socialdemocracia debe transformarse, de partido de la revolución social, en un partido democrático de reformas sociales, Bernstein ha apoyado esta reivindicación política con toda una batería de "nuevos" argumentos y consideraciones bastante armoniosamente concordados. Ha sido negada la posibilidad de fundamentar científicamente el socialismo y de demostrar, desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia, su necesidad e inevitabilidad; ha sido negado el hecho de la miseria creciente, de la proletarización y de la exacerbación de las contradicciones capitalistas; ha sido declarado inconsistente el concepto mismo del "objetivo final " y rechazada en absoluto la idea de la dictadura del proletariado; ha sido negada la oposición de principios entre el liberalismo y el socialismo; ha sido negada la teoría de la lucha de clases, pretendiendo que no es aplicable a una sociedad estrictamente democrática, gobernada conforme a la voluntad de la mayoría, etc. ” (1*)
Lenin extiende en su ¿Qué Hacer? la crítica a las viejas formas organizativas de la socialdemocracia internacional ancladas en el economicismo, poniendo al desnudo la bancarrota ideológica de los líderes de la II Internacional, lo que unido a su crítica al tradeunionismo y al terrorismo, deja clara la necesidad que tenía el proletariado de generar un nuevo organismo internacional acorde con sus intereses de clase. Pero Lenin y los marxistas rusos todavía seguirán luchando dentro de la vieja Internacional. Una lucha que se recrudece tras la derrota de la Revolución en 1905, pues esta hace que la II Internacional bascule más a la derecha y niegue con mayor energía las posibilidades de la Revolución proletaria. Así el oportunismo aprovecha la derrota revolucionaria y se extiende en forma chovinista por toda Europa y sobretodo en Rusia donde socialchovinistas de distinto pelaje pretenderán dividir al proletariado del Estado ruso para que se dedique a luchar por su patria y contra las demás. Para combatir estas desviaciones Stalin escribió “El marxismo y la cuestión nacional” una obra que muestra la lucha ideológica entre el internacionalismo consecuente y el nacionalismo disfrazado de rojo.
Pero esta resaca de oportunismo que trajo la derrota de 1905 se quedó en nada respecto a lo que supuso la I Guerra Mundial. Al estallar la guerra todo el internacionalismo pregonado por los oportunistas se esfumó. Los partidos socialistas se unieron a sus burguesías nacionales para mandar a morir al proletariado a la guerra imperialista y se convirtieron en traidores confesos de la clase. Los bolcheviques que desde 1912 se habían constituido en el primer Partido proletario de Nuevo Tipo de la historia, se pusieron al frente de la línea internacionalista lanzando la consigna de transformar la Guerra Imperialista en Guerra civil revolucionaria. Para ganarse al resto de la socialdemocracia los internacionalistas, o marxistas, participaron en la Conferencia de Zimmerwald en 1915 en la que desarrollaron la lucha contra el chovinismo belicista y contra el centro kautskiano. Los resultados para los bolcheviques serían positivos: se demostró la ineficacia de los centristas y derechistas de Zimmerwald, y se hizo que “madurasen” las condiciones para que distintos grupos socialdemócratas fundasen una Nueva Internacional. Antes de la citada Conferencia Lenin avisaba:
“...No ofrece la menor duda de que para crear una organización marxista internacional es indispensable que en los distintos países haya fuerzas dispuestas a formar partidos marxistas independientes. En este sentido, Alemania, el país de movimiento obrero más antiguo y vigoroso, reviste una importancia decisiva. El futuro próximo nos dirá si han madurado ya las condiciones para constituir una nueva Internacional marxista. Si han madurado nuestro partido ingresará con alegría en esa III Internacional, depurada de oportunismo y chovinismo” (2*)
En abril de 1917 ya se había constatado la ineficacia de Zimmerwald, controlada por los kautskianos o centristas y era inminente la constitución de una Internacional Comunista como base de la Revolución Proletaria Mundial:
“No puede tolerarse por más tiempo la charca zimmerwaldiana. No podemos permitir que por culpa de los “kautskianos” de Zimmerwald sigamos aliados a medias con la Internacional chovinista” (…) “No “esperar”, sino proceder inmediatamente a fundar la III Internacional: tal es la misión de vuestro partido.” (3*)
Rompiendo con el revisionismo Lenin y los bolcheviques muestran cual es el camino para conquistar la unidad del proletariado: no vale con prometer la unidad orgánica, hay que defender los principios del marxismo-leninismo: “ lo importante no es el numero, sino que expresen de un modo justo las ideas y la política del proletariado verdaderamente revolucionario”(…) “Antes quedarnos solos, como Liebknecht – y quedarse solo así significa quedarse con el proletariado revolucionario– que abrigar, aunque solo sea un minuto, la idea de la unión con el partido del Comité de Organización” (4*)
Los marxistas, consecuentes con sus ideas, rompieron definitivamente con los revisionistas y se lanzaron a la conquista de la dictadura del proletariado.
"De hecho la III Internacional se fundó en 1918, cuando el largo proceso de lucha contra el oportunismo y el socialchovinismo, sobre todo durante la guerra, condujo a la formación de partidos comunistas en una serie de naciones. Oficialmente la III Internacional se ha fundado en su I Congreso, celebrado en marzo de 1919 en Moscú.(…) La importancia histórica universal de la III Internacional, de la Internacional Comunista, reside en que ha comenzado a poner en práctica la consigna más importante de Marx, la consigna que resume el desarrollo del socialismo y del movimiento obrero a lo largo de un siglo, la consigna expresada en este concepto: dictadura del proletariado." (5*)

NOTAS
1* Lenin ¿Qué Hacer? Progreso, p. 8
2* El Socialismo y la Guerra, Acerca de la Unidad en el MCI, Progreso, p. 44
3* Las tareas del proletariado en nuestra Revolución, Acerca de la Unidad en el MCI, Progreso, pgs. 45
4* Ibídem
5* La Tercera Internacional y su lugar en la historia. Acerca de la Unidad en el MCI, Progreso pg. 119

Debate sobre la Unión Soviética. VI

La Conciencia
Nuestra carta de respuesta se está convirtiendo en un viaje cada vez más lejos en el tiempo, pero se hace del todo necesario, y más en este caso, ante la argumentación planteada por el camarada che_jca en el foro de la Unión de Jóvenes Comunistas de Madrid:
“En la URSS de 1936 en el plano económico es evidente que las clases explotadoras habían desaparecido como tales en aquel momento, sin embargo en cuanto al plano ideológico la burguesía seguía manteniendo su influencia en el seno de la unión soviética, tanto a nivel del Estado, como a nivel del Partido.”
“PD: El tener presente la necesidad de la lucha de clases para mi indica que se considera que las clases siguen vigentes en el socialismo por lo menos en el concepto de "clase para sí", me explico: la burguesía como "clase en si" no existía en la URSS de aquellos años al no tener los medios de producción, pero si como "clase para sí" ya que no hay que olvidar la influencia de la ideología burguesa tanto por el factor internacional (un país socialista rodeado de países capitalistas) como por la infiltración en los aparatos del partido y del estado de elementos con una conciencia de clase burguesa.


Nuestro camarada viene a decir que “existía burguesía para sí, pero no en sí” que “había ideología burguesa sin burguesía”. Esto se nos antoja bastante difícil salvo que se argumente desde el idealismo filosófico, obviando así los siglos de lucha entre este y el materialismo. Si existe ideología burguesa es porque existe burguesía, no a nivel internacional, sino en el propio marco social en el que está presente esta ideología pues la conciencia del hombre es un reflejo de la realidad objetiva y no al revés. Si la ideología burguesa pervivía en la Unión Soviética es porque todavía persistía una relación social capitalista, de otro modo eliminada toda relación propia de la sociedad burguesa estaría eliminada la burguesía y así su ideología. El problema no es que perviviese la burguesía como clase en sí dentro de la URSS, sino que se negase la mayor facilitando la labor enemiga de reinstauración capitalista. Y es que para que exista “conciencia para sí” es indispensable que exista “conciencia en sí”. Estos párrafos de Lenin nos parecen lo suficientemente claros como para no tener que seguir ahondando en el tema:
La diferencia fundamental entre el materialista y el prosélito de la filosofía idealista, es que el primero considera a la sensación, la percepción, la representación y, en general, la conciencia del hombre, como una imagen de la realidad objetiva. El universo es el movimiento de esa realidad objetiva, reflejada por nuestra conciencia. Al movimiento de las representaciones, de las percepciones, etc., corresponde el movimiento de la materia exterior a mí. La noción de materia no expresa otra cosa que la realidad objetiva que nos es dada en la sensación. Por lo cual separar el movimiento de la materia es equivalente a separar el pensamiento de la realidad objetiva, separar mis sensaciones del mundo exterior, es decir, pasar al idealismo. El juego de prestidigitación que se hace ordinariamente al negar la materia, al admitir el movimiento sin materia, consiste en callar las relaciones entre la materia y el pensamiento. Se presentan las cosas como si esas relaciones no existiesen, pero en realidad se introducen subrepticiamente, no se las menciona al principio del razonamiento, pero luego aparecen más o menos imperceptiblemente.
La materia ha desaparecido, se nos dice, queriendo sacar de ahí deducciones gnoseológicas. Y el pensamiento, ¿perdura?, preguntamos nosotros. ¡Si no perdura, si con la desaparición de la materia ha desaparecido también el pensamiento, si con la desaparición del cerebro y del sistema nervioso han desaparecido también las representaciones y las sensaciones, entonces quiere decir que todo ha desaparecido, que ha desaparecido también vuestro razonamiento, como una de las muestras de un "pensamiento" cualquiera que sea (o de una insuficiencia de pensamiento)! Más si perdura, si suponéis que el pensamiento (la representación, la sensación, etc.) no ha desaparecido con la desaparición de la materia, quiere decir que adoptáis a escondidas el punto de vista del idealismo filosófico. Eso es precisamente lo que les sucede a aquellos que, por razones de "economía", quieren concebir el movimiento sin la materia, puesto que sólo por el hecho de continuar su razonamiento admiten tácitamente la existencia del pensamiento después de la desaparición de la materia. Y esto quiere decir que se adopta como base un idealismo filosófico muy sencillo o muy complicado: muy sencillo cuando se llega abiertamente al solipsismo (yo existo, todo el mundo es sólo mi sensación); muy complicado si se reemplaza el pensamiento, la representación, la sensación del hombre viviente por una abstracción muerta: pensamiento de nadie, idea de nadie, sensación de nadie, pensamiento en general (idea absoluta, voluntad universal, etc.), la sensación considerada como "elemento" indeterminado, lo "psíquico", colocado como base de toda la naturaleza física, etc., etc.(11*)

Lo cierto es que la lucha contra las desviaciones idealistas es bastante sencilla cuando se tienen claros unos cuantos conceptos del materialismo dialéctico. Esperemos que esta crítica no enturbie a nuestro camarada sino que lo anime al estudio del materialismo pues la crítica, es decir, la dialéctica nos ha de servir a los comunistas como motor de estudio.

NOTAS:
11* V. Lenin. Materialismo y empirocriticismo. Ed. Progreso, p. 278, 279.