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martes, 19 de abril de 2011

Espacio Rojo 20: Teoría, Vanguardia y Partido Revolucionario

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En el número 20 de Espacio Rojo, vamos a sintetizar el estudio de una de las obras fundamentales de V.I. Lenin: “¿Qué Hacer?”. A ningún joven trabajador se le pueden escapar las enormes similitudes existentes entre nuestro tiempo y el de inicios del siglo XX en Rusia, al menos en lo que se refiere a la vanguardia de la clase obrera: fragmentada y dividida, postrada ante las prácticas sindicalistas, copada de reformistas y de elementos oportunistas que se desentendían de los objetivos revolucionarios del Socialismo y pretendían convertir al movimiento socialdemócrata (hoy comunista) en uno más dentro de la amalgama de movimientos parciales que tenían como perenne objetivo reformar la dictadura del capital manteniendo así a las clases proletarias y oprimidas en una posición subordinada a los intereses de clase de la burguesía. Contra aquellos postulados políticos Lenin y su grupo iskrista, embrión del bolchevismo, desarrollaron una encarnizada lucha ideológica que tuvo su pistoletazo de salida en la obra antedicha y que abrió el período de conformación del primer Partido Obrero de nuevo tipo de la historia: el Partido Comunista (bolchevique).

La teoría revolucionaria, base de la organización obrera revolucionaria

A finales del siglo XIX el marxismo se abre paso como ideología hegemónica dentro del movimiento obrero internacional. En el Congreso de Erfurt, en 1891, el Partido Socialdemócrata Alemán -SPD- principal partido obrero de Europa, adoptó el marxismo como teoría oficial partidaria. Pero diversos factores harían que esta asunción, por parte del SPD en particular y de la socialdemocracia en general, estuviese plagada de incorrecciones: las obras de Marx ni siquiera se habían publicado por completo (algunas se editarían por primera vez en los años 20 en la URSS) y los socialdemócratas no habían comprendido que el marxismo suponía la elaboración de una nueva visión de la realidad material, de una cosmovisión general y totalizadora de las relaciones sociales que de la mano del materialismo dialéctico e histórico permitían el desarrollo de una conciencia revolucionaria entre la clase obrera. Así las obras de Marx eran observadas como un gran montón de papeles de entre los cuales extraer consignas para acoplarlas a los movimientos de lucha parcial de la clase obrera. A todo esto se unía que el movimiento obrero aun carecía de la experiencia necesaria para comprender qué tipo de organización era necesaria para aplicar estos principios que se intentaban encorsetar dentro del viejo partido obrero, del partido/sindicato, presto para las luchas parciales del proletariado, para la reforma del aparato estatal burgués, pero no para su destrucción. Y así el marxismo se convertía en la justificación teórica de los reformistas que hacían del movimiento el todo y dejaban de lado los objetivos revolucionarios de la clase obrera.

Contra este oportunismo los iskristas, ala izquierda de la socialdemocracia rusa, se plantean la labor de recomponer la ideología marxista, de reconstituir la teoría revolucionaria en base a la lucha contra el oportunismo para así acometer la constitución del Partido obrero revolucionario. Lenin pone todo el peso de esta lucha contra el oportunismo en la teoría, es decir, que convierte a la ideología revolucionaria en el núcleo alrededor del cual construir el Partido. Pone la teoría de vanguardia al mando en el proceso de construcción del Partido Comunista. Según el mismo Lenin se trata de “Reanudar el trabajo teórico”, es decir, acometer el estudio del marxismo como arma para combatir por el socialismo elaborando una táctica-plan en que la vanguardia revolucionaria ha de combatir al oportunismo, desarrollando la lucha teórica o lucha de dos líneas (como la llamarán en otro período de la Revolución Proletaria Mundial los comunistas chinos) y convertiéndose en el garante de que la práctica se encamina hacia el objetivo del Socialismo.

En este contexto Lenin acuña su famosa frase “Sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario…”, apuntillando la importancia del devenir del movimiento revolucionario en la justa solución de los problemas teóricos. Algo solo comprensible desde la óptica leninista de la acción partidaria, entendida como fusión del socialismo científico y del movimiento obrero, dando a entender que los problemas teóricos en una etapa en que la vanguardia revolucionaria se haya disgregada se tornan en las contradicciones principales a resolver para que esa vanguardia se desarrolle en su labor de construir el Partido de nuevo tipo.
En la insistencia de Lenin sobre la importancia de la teoría para el proletariado revolucionario, el ruso recupera lo que Engels había afirmado, y es que el movimiento obrero tiene tres frentes o direcciones: el económico, el político y también el teórico. Al desarrollar esta visión de Engels en un período en que el movimiento obrero está ya maduro para unirse a la teoría de vanguardia, Lenin está ya plasmando la visión del Partido leninista, del movimiento revolucionario organizado, superando a la organización sindical y al viejo partido obrero de masas: al re-introducir el elemento teórico, la ideología revolucionaria, se supera la visión propia de la conciencia en sí del obrero. La economía se torna en el frente de resistencia de las masas en el cual éstas luchan por mantener o mejorar sus condiciones de vida dentro del marco de las relaciones sociales capitalistas. El frente teórico sería aquel en que el proletariado ha de forjarse como intelectual colectivo, conocedor de la realidad y de las leyes objetivas que la rigen y determinan para así poder revolucionarlas. Y el frente político pasa de ser un mero reflejo de las luchas económicas, a ser una unidad dialéctica de estos contrarios (teoría y práctica), transformándose a sí mismos. Pues la teoría en conexión con la realidad material se convierte en praxis revolucionaria, en el programa político de la clase obrera para llevar a cabo la transformación social que eleve a la materia a un nuevo estadio social: la Dictadura revolucionaria del proletariado.
Pero para llegar a este estadio se necesita de la recomposición del marxismo en la que los iskristas primero y los bolcheviques después pondrían a trabajar a sus mejores militantes. Para Lenin el militante comunista, el cuadro revolucionario no era como para los sindicalistas ni el mejor de los huelguistas ni el simple agitador de masas ante sus luchas económicas. Para los comunistas el militante revolucionario es en primer lugar el portador de la ideología de vanguardia, la que permite concebir todas las relaciones sociales desde una nueva esfera, el socialismo científico, superador de las distintas ciencias burguesas que atomizadas dan una visión parcial e inconexa de la realidad. Desde esta conciencia revolucionaria que ha de portar cada militante y en cuya aprehensión reside el verdadero proceso de auto transformación del obrero militante en revolucionario, se cimenta el Partido Comunista y así sucede que la conciencia es la base del Partido y el motor de la Revolución.

La lucha contra el oportunismo


Históricamente el movimiento obrero empieza a dar sus primeros pasos desde actos de espontaneísmo, de resistencia de las masas ante la acción del capital. Estos actos espontáneos fueron formas “embrionarias” de la lucha revolucionaria. Pero este “embrión” necesita de una dura y compleja transformación para convertirse en expresión revolucionaria del movimiento de la clase obrera. Necesita negarse a sí mismo. Necesita fusionarse con la conciencia revolucionaria “introducida desde fuera” del movimiento mismo. Es decir una conciencia generada desde fuera del marco de las relaciones sociales burguesas en que los trabajadores reproducimos nuestro modo de vida. Como instrumento de análisis social con carácter integrador, el marxismo logra convertirse en esa conciencia para sí del proletariado, capacitada entonces para fusionarse con ese movimiento obrero de masas. Labor para la cual es necesario el trabajo de la vanguardia como mediación entre esa ideología y el resto de la clase obrera a cuyas posiciones políticas ha de elevar.
Sin embargo para el oportunismo de corte sindicalista, tanto hace un siglo como en la actualidad, el papel de motor de la conciencia es inexistente. Se niega el papel de vanguardia del movimiento comunista y se observa a éste como uno más dentro del maremágnum de organizaciones obreras, contentándose así (y remitiéndose de forma oportunista) con lo esbozado por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, escrito en un período en que la lucha de clases todavía no había mostrado como debían plasmarse en la realidad las enormes tareas encomendadas al proletariado como última y nueva clase social: destruir la máquina estatal burguesa y erradicar la división social del trabajo a través de su dictadura revolucionaria encabezada por el Partido Comunista.
El salto cualitativo del economismo o sindicalismo (entendido como conjunto de formas parciales de la lucha obrera) a la organización revolucionaria leninista se resume en: “La socialdemocracia es representante del proletariado en sus relaciones con todas las clases sociales, relaciones que cristalizan o que son dirigidas por las clases dominantes a través del Estado como fuerza política organizada.” V.I. Lenin, “¿Qué hacer?”

La justa solución de todas las problemáticas derivadas de las relaciones burguesas solo puede establecerse desde la subversión del conjunto de esas relaciones, y ello solo puede realizarse desde la destrucción del aparato clasista que las gestiona, ampara y defiende: El Estado burgués. Por ello la socialdemocracia no contempla que las reformas y el sindicalismo puedan suponer socavar el régimen capitalista pues con sus luchas sindicales los obreros no adquieren conciencia revolucionaria, simplemente “aprender a vender en mejores condiciones su fuerza de trabajo”, sancionando, al carecer de objetivos revolucionarios, su posición como mercancía dentro de la producción capitalista. Por eso ante las luchas espontáneas de las masas obreras y excluidas los comunistas no deben ir a la rastra, si no que con su iniciativa deben dar contenido revolucionario a esas luchas para sacarlas de ese marco de resistencia ante la burguesía y oponerlas directamente como una fuerza social revolucionaria que pretende conquistar el Poder. Carecer de un plan elaborado desde lo consciente e ir al calor del espontaneísmo, es renunciar a la labor del PC, a la labor de la vanguardia revolucionaria y postrarse ante las masas e ir a su zaga como panfletarios que se solidarizan con lo que ya está en marcha y en lo que no pueden incidir de un modo revolucionario.

El Partido Comunista, la organización leninista, ya no es una simple “asociación” de obreros, sino que es la unidad objetiva, dialéctica, de dos contrarios (la conciencia y el ser social) que se transforman y elevan dando como resultado ese PC que genera las necesarias “correas de transmisión” comprendidas dentro del movimiento revolucionario organizado, cuyo núcleo y dirección consciente es la vanguardia marxista-leninista. Para establecerse como dicha vanguardia hay que empezar por comprender el marxismo-leninismo y ponerlo a la altura de las circunstancias teniendo en cuenta que en la etapa previa a la conformación del Partido Comunista la contradicción principal reside en que ideología va a revestir y dirigir al movimiento obrero.

En este contexto en que se hallaban los iskristas y en el que de alguna forma nos encontramos hoy, la lucha teórica se convierte en una labor práctica de la máxima importancia. En juego está la lucha entre las dos únicas ideologías que existen: la burguesa y la socialista, como reflejo de las dos grandes clases sociales de nuestro tiempo, burgueses y proletarios.

Juventud Comunista de Zamora. Abril de 2011

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