Presentación
En Marzo de 2013 los camaradas
de las Juventudes Comunistas de Almería y Zamora hacían público un interesante -y
desde nuestro punto de vista, acertado- documento titulado Reconstitución y movimiento juvenil. Un aporte al combate ideológico ,
con la intención de plasmar sus puntos de vista en torno a ciertas cuestiones fundamentales
para el MCE y enriquecer las reflexiones que acompañarían a los procesos congresuales
de las dos mayores organizaciones juveniles -en el aspecto cuantitativo- del campo
comunista en el Estado español: los de la Unión de Juventudes Comunistas de España
(UJCE) y los Colectivos de Jóvenes Comunistas (CJC).
Hasta donde sabemos, el
texto no obtuvo respuesta por parte de las susodichas organizaciones. No obstante,
dado que en la radiografía que hacían los camaradas de Almería y Zamora del movimiento
comunista juvenil se mentaba el abortado proceso de unidad entre los CJC y la extinta
UJC-M, el PTD -partido heredero, precisamente, de la experiencia de la UJC-M- creyó
conveniente elaborar su particular respuesta al documento antedicho.
Nuestro joven destacamento
-que, por otro lado, ya tendrá tiempo de presentarse como es debido, formalmente- consideró oportuno entrar en el debate
que ya estaba sobre la mesa por una serie de cuestiones: primero, como destacamento
juvenil integrante del movimiento comunista que somos, las problemáticas tratadas
nos afectaban directamente; segundo, dada la predisposición de cara al debate que
presentan los camaradas del PTD -lo que se refleja, por ejemplo, en la acertada
apuesta por el formato de cartas públicas para este tipo de confrontaciones
ideológicas-, creímos ésta una buena ocasión
para expresar abiertamente nuestros puntos de vista, de modo que
el conjunto de la vanguardia pudiera, cuanto menos, conocerlos; y, tercero, dado ese leve reposicionamiento de
fuerzas que ya mentaban los camaradas de Almería y Zamora en su documento -y que,
valga decir, ha seguido desarrollándose positivamente desde las fechas en las que
ellos lo dijeran-, vimos útil sumar nuestras humildes fuerzas al polo del movimiento
que apuesta decididamente por la Reconstitución ideológica y política del Comunismo,
polo del que nos consideramos parte. Si el presente texto alcanza o no los objetivos
que se proponía, le corresponde al conjunto de la vanguardia, y no a nosotros en
exclusiva, determinarlo.
Por otro lado, ya explicados
los motivos que nos llevaron a la redacción del presente documento, cabe alguna
explicación adicional. Como podrá comprobarse, lo publicamos coordinadamente con
el trabajo que los camaradas de JCA/JCZ aportan al desarrollo de este combate ideológico.
Además, y hasta cierto punto, sendos textos de respuesta -el nuestro y
el de los camaradas
almerienses y zamoranos- se complementan
mutuamente.
Esto no es casual, sino
fruto de la coincidencia de posiciones ideológicas y de la
identificación de la
necesidad de desarrollar sistemática y conscientemente la lucha de dos líneas en toda
su
amplitud, única vía que permitirá -teniendo como centro
el Balance del Ciclo de Octubre- la edificación
de un referente de vanguardia verdaderamente revolucionario.
El sacrificio del nonato.
Respuesta al PTD
En aras de hacer este debate todo lo claro e inteligible
posible, estructuraremos nuestra réplica en tres grandes apartados -teoría y conciencia revolucionarias, Reconstitución del Partido Comunista y Nuevo Poder- que coinciden con las cuestiones
de mayor relevancia ideológica tratadas por el PTD en su texto y que, a su vez,
nos permitirán ir hilando las contenidos de cada uno con el siguiente, en una disposición
similar a la que presentan en la realidad.
Teoría y conciencia revolucionarias
Nuestros camaradas del
PTD comienzan caracterizando las posiciones fundamentales de las Juventudes Comunistas
de Almería y Zamora, que versan sobre las necesidades de la Reconstitución, como
una desviación teoricista, lo que, para
ellos, es resultado de la simple inversión
del practicismo imperante en el MCE. Según dicen, esto quedaría reflejado, en su expresión más elocuente, en frases
como esta:
“Pero resulta que la contradicción sobre la que
camina la reconstitución del único organismo social que puede desarrollar “praxis
revolucionaria” es hoy sobre la teoría revolucionaria y no sobre la forma en que
se organizan las luchas económicas de las masas.” (1)
Y, para contraargumentar,
comienzan cometiendo un error manifiesto. Para ellos, la teoría revolucionaria es la experiencia sintetizada de la práctica revolucionaria
del proletariado internacional. No podemos estar de acuerdo, al menos completamente,
con semejante afirmación. La práctica social del Ciclo de Octubre estuvo presidida
por el proletariado revolucionario, pero en ningún caso se puede circunscribir a
su actividad.
Por tanto, esta formulación
obvia la práctica social de todas las clases ajenas al proletariado -aunque aquélla
esté, efectivamente, dirigida
por la ideología revolucionaria de este último- y, al
aceptarla como válida, los camaradas del PTD dejan de lado, implícitamente, toda
la experiencia revolucionaria en la que el campesinado haya jugado un papel motriz
-quizá, por eso, se permitan el lujo de hablar de Nuevo Poder sin mentar
siquiera la Guerra
Popular-; supone, también, la irresponsable
renuncia a aprender y extraer las lecciones pertinentes de toda actuación pretérita
de las clases burguesas; amputa, en cierto sentido, la capacidad de desarrollo de
la teoría al dar por supuestos -o, lo que sería peor, como innecesarios- los avances
científicos de cada época; etcétera. El marxismo, por el contrario, ha de tener
y tiene en cuenta toda la práctica social
pasada -en nuestro caso, principalmente la que abarca el Ciclo de Octubre- para
sintetizarla pasándola por el tamiz de la crítica revolucionaria. Quitarle ese caracter
totalizador a nuestra cosmovisión es mutilarla y convertirla en otra vulgar teoría
exclusivamente política o filosófica, lista para ser instrumentalizada
o limitarla a guía para la acción en la reproducción del proletariado como clase
subalterna y asalariada, en vez de ocupar el puesto de teoría de vanguardia en la transformación social que le corresponde.
(2)
Continuando con su exposición,
los camaradas incurren en nuevo error. Primero afirman que la lucha de dos líneas ha
de estar a la altura, ha de responder a las cuestiones
prácticas candentes e inmediatas del MCE. Hasta ahí podríamos estar de
acuerdo. Pero, desgraciadamente, escasas líneas después y tras una vistosa cita de Mao, se contradicen fatalmente
diciendo que el estudio y debate acerca
de la construcción del socialismo no responde a las tareas inmediatas de la clase obrera del Estado español (ambas
negritas son nuestras). Así, vemos como identifican, indiscriminadamente, al Movimiento
Comunista con la clase obrera. Habríamos de plantearles a los camaradas algunas
preguntas respecto a esto: ¿Bajo qué criterio establecéis esa correspondencia
entre el MCE y clase obrera o, en otras palabras, entre el movimiento de la vanguardia
y el movimiento de las masas de la clase? ¿No es esto un sinsentido si afirmais
-a nuestro juicio con acierto- que no existe en el Estado español Partido Comunista?
Si es menester reconstituir políticamente -reconstitución ideológica mediante- el
Comunismo, es, precisamente, porque los polos contradictorios que conforman el
proletariado se encuentran escindidos, porque la
vanguardia y las masas no
tienen esos vínculos
profundos, objetivos, que articulen ese organismo social que es el Partido de Nuevo Tipo. Pero estas sutilezas
y ambigüedades no son, como veremos después, algo fortuito.
No obstante, abordemos
algo más profusamente la cuestión de la lucha de dos líneas y las necesidades concretas,
esta vez sí, del MCE. A pesar de los equívocos que hemos señalado, el PTD plantea
en su texto que la tarea del proletariado
consciente es la creación de su
Partido revolucionario. Bien. Mas, ¿cuáles son las necesidades concretas
de este
proceso?, ¿cuáles son los requerimientos prácticos
que presenta? Dicen nuestros camaradas que el punto de partida
no es la teoría revolucionaria ni las luchas espontáneas de la clase, sino las tareas prácticas revolucionarias inmediatas
del proletariado consciente en cada
momento histórico. Pero, desgraciadamente,
no esbozan siquiera el esquema del momento
histórico que vivimos, por lo que sus buenas intenciones se quedan en el papel y
dejan al lector como estaba, deseando la
revolución pero sin respuestas a los interrogantes que, indefectiblemente, nos abordan.
Desde nuestro punto de
vista, el momento histórico actual se caracteriza por el fin de todo un Ciclo revolucionario
que se desarrolló a lo largo del s.XX, concretamente desde Octubre (1917) hasta
la caída del Muro de Berlín (1989). Pero ¿qué supone este fin de Ciclo? Dadas las
exigencias de la práctica revolucionaria internacional, la ideología proletaria
se fue desgastando como consecuencia de las fricciones a las que la lucha de clases
la sometía. Incorporó elementos ajenos que pasaron por revolucionarios, sus premisas
ideológicas fueron agotándose al tener que afrontar problemáticas totalmente
nuevas y, en definitiva, dejó vacíos ideológicos que rellenó el revisionismo y alrededor
de los cuales articuló
y ganó influencia
su discurso
contrarrevolucionario. En una palabra: el marxismo perdió, momentánea pero
generalmente, su posición de teoría de vanguardia, su capacidad de transformar,
en sentido revolucionario, el mundo.
Entonces, ¿cómo repercute
esto en el proletariado? Por un lado, disocia a la vanguardia de las masas -cosa
que en Estado español ocurrió ya en la primera mitad del siglo pasado-,
haciendo imposible toda praxis revolucionaria, concepto en el que creemos que los camaradas no han profundizado
lo suficiente.(3) Por otro, y dada la amplitud de esta derrota coyuntural y sus
profundísimas implicaciones ideológicas, priva al conjunto de la vanguardia de
todo horizonte realmente revolucionario.
El PTD nos ofrece la vía rápida -o la vía suicida- para superar esta situación. Dicen:
“Solo mediante intentos de transformar el movimiento espontáneo de la clase
obrera en movimiento revolucionario puede la vanguardia proletaria constatar los
errores de su línea política de cara a su corrección.” (4)
Esta propuesta -que, por
otro lado, no tiene nada de nueva, pues lleva fracasando décadas y décadas-
nos revela las limitaciones ideológicas de los camaradas y el estrecho
empirismo que profesan. Atrás dejaron aquellas vagas afirmaciones sobre la teoría como experiencia sintetizada: ahora
nos ponen sobre la mesa, y sin escrúpulo alguno, la epistemología positivista como
instrumento revolucionario.
Resulta, pues, que nuestros
compañeros arrastran consigo todas las limitaciones que presentaba ese marxismo
neonato y decimonónico que estaba profundamente influenciado por todos los recientes
descubrimientos científicos -y su metodología- al ser sus portadores, usualmente,
miembros del ala más progresista de la burguesía, que se veían naturalmente arrastrados
por el ímpetu revolucionario de las masas proletarias.
Frente a esto, la Línea
de Reconstitución plantea la lucha de dos líneas en torno al Balance del Ciclo de
Octubre. En otras palabras, abogamos por la realización de una verdadera síntesis
intelectual de la práctica social del pasado Ciclo sumergida profundamente en la lucha de clases (L2L; -conviene apuntar que esta lucha en lo ideológico, obviamente, continuará siendo imprescindible
una vez el Partido sea reconstituido y durante todo el desarrollo del socialismo-)
como método para deslindar los campos de la revolución y la reacción, desarrollar
-reconstituir- la teoría en vista a las necesidades del nuevo Ciclo revolucionario
que hemos de comenzar en un estadio cualitativamente superior al anterior
y construir
conscientemente, y resituar el marxismo como ideología de vanguardia -revolucionaria-
en los procesos de transformación social. Esto se concretiza, en un primer momento,
con la hegemonía revolucionaria en la vanguardia teórica, lo que es sinónimo de
la recuperación efectiva del horizonte del Comunismo.
En otro subapartado, cuyo
contenido está íntimamente ligado con todo lo anterior, los compañeros del PTD nos
hablan sobre su concepción acerca de la conciencia
revolucionaria. Ésta, dicen, no podría limitarse al conocimiento teórico del
Socialismo Científico, sino que tendría que complementarse con la adquisición de
un instinto de clase proletario.
Apuntábamos algunos párrafos
más arriba que su ambigua identificación entre MCE y clase obrera no era algo fortuito; nuestras sospechas se confirman ahora
al ver lo que entienden por conciencia revolucionaria, pues dicen que ésta es inalcanzable
sin ese instinto que según ellos se adquiere,
cómo no, en el terreno de las luchas espontáneas de la clase.
Pero el marxismo ha resuelto
este problema hace tiempo, y de modo diametralmente opuesto a como lo solventan
nuestros camaradas. Y es que la conciencia espontánea de la clase, su conciencia
en sí, tradeunionista, burguesa,
es consustancial al proletariado desde que éste se conforma históricamente como
clase, ya entrado el s.XIX. Por lo tanto, este planteamiento es absurdo: está claro
que en el plano histórico-universal la conciencia de clase en sí precede y es precondición para el surgimiento de la conciencia
de clase para sí; sin embargo, en el terreno
político-concreto, la segunda surge fuera del movimiento de la primera, y por
eso precisamente el Partido de Nuevo Tipo es la fusión de la teoría revolucionaria con el movimiento práctico de la
clase. Para que no queden dudas al respecto: no existe ninguna clase de instinto revolucionario inherente al proletariado.
Éste se configura como
clase social revolucionaria capaz de acabar con el mundo clasista y sus fundamentos
-división social del trabajo y apropiación del trabajo ajeno- precisamente negándose
como clase en sí. Dicho de otro modo,
el proletariado revolucionario lidera el proceso de construcción del Comunismo
dejando atrás sus intereses particulares en tanto que parte integrante del modo
de producción capitalista, armonizando sus objetivos con los del resto de clases
subalternas pero desde fuera y en oposición al viejo
mundo. Y, si puede
hacer esto, es precisamente
por su posición
objetiva en este sistema, que crea
y no deja
de desarrollar un antagonismo
social irreconciliable e irreformable entre
una inmensa mayoría de productores y una ínfima minoría de apropiadores del trabajo
ajeno, lo que se resume en la fórmula de la humanidad
proletarizada que, a su vez, muestra muy gráficamente el carácter universal de nuestra clase.
Por otro lado, al divagar
sobre esta cuestión, plasman su interpretación desnaturalizada del marxismo. Al
separar la conciencia revolucionaria en un pensar
y en un sentir, que se adquieren
por vías diferentes, vuelven a subvertir
lo que es en realidad el marxismo. Éste es, en tanto que cosmovisión revolucionaria,
una unidad dialéctica que comprende los aspectos
tanto epistemológicos como ontológicos.
En otras palabras, aúna la comprensión científica
del mundo y la necesidad de su revolucionarización consciente en un todo coherentemente armonizado. En este
sentido no cabe, como hacen los camaradas, separar y diferenciar orgánicamente los
aspectos de interiorización de los principios del Socialismo Científico de los de
transformación práctica en base a aquéllos. En su lugar -y de forma inconsciente-
nos proponen, de nuevo, el marxismo como teoría u opción filosófica al servicio
del movimiento espontáneo del proletariado, como instrumento para la reproducción
de nuestra clase como clase dependiente y sin trascender el papel que este orden
social nos tiene reservado. Por eso, frente al cientificismo burgués que limita
el conocimiento de los procesos a la visualización/constatación de la experiencia
concreta del laboratorio/campo de trabajo, situamos la cosmovisión integral del
Socialismo Científico
en términos de 'aprender
transformando' el objeto, identificándose éste en todo momento con el sujeto y situando,
por tanto, los aspectos del ser y la conciencia dentro de un mismo plano de unidad
e interrelación contradictoria, teniendo en cuenta, también, que el proletariado
es una clase universal, lo que nos permite -y nos obliga a- condensar teóricamente
la experiencia pretérita del proletariado internacional. Del mismo modo, somos conscientes
de que al no existir, a día de hoy, el organismo social revolucionario (el PC)
nuestra capacidad de transformación práctica se ve limitada (la praxis revolucionaria requiere de aquél) y enfocada
inexorablemente a su reconstitución.
En fin, de poco sirven
sus palabras al final del párrafo -el papel lo aguanta todo- abogando por la no
supeditación de la teoría a la espontaneidad: el sacrificio llevaba hecho ya bastante
tiempo.
Reconstitución del Partido
Comunista
Pasamos ahora a abordar
la cuestión del Partido Comunista.
Comienzan arguyendo que
la vanguardia, al estar dispersa, ve mermada su capacidad de análisis. Concretan
este planteamiento de la siguiente forma:
"Los distintos destacamentos comunistas existentes
tienen una visión determinada por su más que estrecha
realidad cotidiana, lo que los conduce
inevitablemente a incurrir en grandes errores de unilateralidad
en sus análisis de la realidad material, en la toma de conciencia de su situación
y de cómo transformarla. Y esto inevitablemente ocurre en todo destacamento comunista
del Estado español a día de hoy." (5)
Tal alegato nos parece,
cuanto menos, aventurado. Y es que lo que hacen los camaradas del PTD es, sin mayor
análisis, absolutizar su propia situación como destacamento, extendiéndola indiscriminadamente
a todo el movimiento. Es cierto que, en parte, la situación del MCE es como describen,
pero no por los motivos que aducen ellos ni del modo incondicional en que lo plantean.
Porque, ¿quién se ensimisma en su estrecha realidad y práctica cotidiana?, ¿quién
comete errores de unilateralidad en sus análisis de la realidad material por un
insuficiente conocimiento de la misma? Precisamente es algo que los que apostamos
por la Línea de Reconstitución venimos denunciando desde hace tiempo, pues es característico
de todas las organizaciones comunistas que
toman lo espontáneo
como punto de
partida
-por mucho que lo nieguen
de palabra, como es el caso del propio PTD-. Ese practicismo sistemático que no
nos cansaremos de denunciar es premisa y resultado de las concepciones
empiristas que reinan en la mayor parte del MCE; esos errores de unilateralidad
nacen fundamentalmente de las carencias ideológicas que el polo reconstituyente ha señalado una y otra vez. Y ahora que
estas cuestiones se hacen
cada vez más
obvias, los camaradas del PTD apuestan por cubrirse las
propias espaldas alegando, simplemente, que es
normal, que a todo el mundo le pasa.
Pues no, señores. Los problemas de la vanguardia comunista son lo suficientemente serios como para no
conformarse echando balones fuera;
nuestra responsabilidad histórica exige un poco más de seriedad a la hora de evaluar
nuestra práctica y nuestras deficiencias. En este sentido, los camaradas del PTD,
al menos, demuestran ser mucho más honestos que buena parte de nuestro movimiento,
al estar predispuestos de buen ánimo al debate. No obstante, como decimos, este
tipo de generalizaciones no nos parecen serias. Principalmente, porque atentan contra
el marxismo y reflejan un trasfondo ideológico positivista. Lo que subyace a esta
tesis es la idea de que sólo la yuxtaposición cuantitativa de elementos de vanguardia
con diferentes experiencias particulares puede engendrar posicionamientos ideológicos
correctos; que la suma de pequeñas verdadas experimentales desembocará en la capacitación
para -como dicen ellos- la creación del
Partido Comunista.
Todo lo anterior no quiere
decir que nosotros -nos referimos a los que defendemos y aplicamos la Línea de Reconstitución-
no podamos caer -y, quizá, caigamos de hecho- en errores de unilateralidad o de
cualquier otro tipo. Lo que queremos expresar es que, lo que señala ese extracto
del texto del PTD es, precisamente, resultado directo de las posiciones que tanto
ellos como la mayor parte del MCE sostienen y se niegan a cuestionar.
En contraposición a
ese planteamiento positivista, el polo reconstituyente de nuestro movimiento pone
sobre el tapete un Plan en verdadera coherencia con la dialéctica materialista,
que parte de la ideología como único motor capaz de resolver conscientemente las contradicciones
que separan a la vanguardia
comunista de las
masas de la clase o, en otro plano, como
única vía posible para superar todos los obstáculos y prerrequesitos que impiden
la conversión de la conciencia revolucionaria en genuina praxis revolucionaria.
Posteriormente manifiestan
sus puntos de vista respecto al proceso de creación
del PC. Queda resumido en esta frase:
"Aceptamos que el
proceso de creación de este partido
no se caracteriza por la unidad
formal y la convergencia en la práctica de las luchas de resistencia de la clase,
sino que esto último debe ir acompañado del estudio y el debate de la experiencia
del movimiento comunista, así como de la organización de la lucha de dos
líneas” (6)
Como vemos, para nuestros
camaradas la reconstitución del Partido Comunista se limita a esa convergencia entre
los destacamentos en los frentes de Resistencia (7), lo que acompañan (!) con el estudio y la confrontación
ideológica. Pero el modo en que disponen los elementos en esta ecuación no es, tampoco,
casual. De esta forma, queda patente que lo principal para ellos es la intervención
en los movimientos espontáneos, lo que aderezan con una organizada lucha de dos líneas entre destacamentos.
Inmediatamente después
dicen considerar de igual importancia el aspecto teórico y el práctico, así como manifiestan su desacuerdo con que la resolución
de la cuestión ideológica sea la primera parte del Plan político (JCZ/JCA).
Ante eso, hemos de realizar
nuevas puntualizaciones. Dada la caracterización que hemos hecho en el primer apartado
del presente texto, referida al fin del Ciclo revolucionario y a sus consecuencias,
conviene expresar la falsedad de la tesis según la cual, en el momento presente,
la teoría y la práctica tengan una importancia pareja. Esto no quiere decir, de
ninguna de las maneras, que aboguemos por la separación de la teoría y de la
práctica. Al contrario, significa que, dado que toda contradicciión tiene un aspect
principal, éste es, ahora, la teoría. En otras palabras: la tarea práctica que
se le impone incondicionalmente a la
vanguardia marxista-leninista es la reconstitución de la ideología
proletaria como punto de partida para la rearticulación del movimiento politico
revolucionario. Como decíamos en aquel breve diagnóstico del momento histórico actual,
el marxismo ha perdido su posición
de teoría de
vanguardia. Éste es
el aspecto
crucial, el eje alrededor del cual se articula la incapacidad
de intervención política masiva y revolucionaria de los comunistas. Y no es posible
resolverlo con más práctica ciega situada a la retaguardia de cada lucha espontánea.
Los problemas de la vanguardia no los pueden resolver las masas: es capital comprender
esto. Por eso, en la contradicción teoría/práctica -o, en otro plano,
la constituida por ideología/política-
el aspecto principal lo ocupa la teoría -la ideología-.
Por eso nuestros camaradas de Almería y Zamora sitúan correctamente la resolución
del problema ideológico -reconstitución ideológica- como premisa necesaria para
la reconstitución política del Comunismo como movimiento revolucionario (Partido
Comunista). Evidentemente, las cuestiones ideológicas siguen desarrollándose también
-en lucha de dos líneas- tras este primer hito, pero la naturaleza de esas problemáticas
serán completamente diferentes por el contexto en el que se inscriben. Nos parece
que los camaradas del PTD no han reflexionado lo suficiente sobre esto, y por eso
no perciben la centralidad de lo ideológico en esta etapa de la reconstitución.
Seguidamente, querríamos
anotar algo sobre la cuestión de la práctica. Y es que resulta grotesca la terrible
simplificación, la estrechísima concepción del término de que hace gala el conjunto
del MCE y, también, particularmente, el PTD. Nos permitiremos aquí trasladar extensamente un célebre
párrafo de Lenin, por poco
que nos guste
recurrir a citas:
"Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber
movimiento revolucionario. Jamás se insistirá bastante sobre esta idea en unos momentos
en que a la prédica de moda del oportunismo se une la afición a las formas más estrechas
de la actividad práctica. Y para la socialdemocracia rusa, la importancia de la
teoría es mayor aún, debido a tres circunstancias que se olvidan con frecuencia.
En primer lugar, nuestro partido sólo empieza a organizarse, sólo comienza a formar
su fisonomía y dista mucho de haber ajustado sus cuentas con las otras tendencias
del pensamiento revolucionario que amenazan con desviar el movimiento del camino
justo. Por el contrario, precisamente los
últimos tiempos se han distinguido (como predijo hace ya mucho Axelrod a los "economistas")
por una reanimación de las tendencias revolucionarias no socialdemócratas. En estas
condiciones, un error
"sin importancia" a primera
vista puede tener las más tristes consecuencias,
y sólo gente miope puede considerar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales
y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual "matiz"
puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa durante muchísimos años"
(8)
No obstante, nuestra situación
difiere de la socialdemocracia de 1902. Estamos en un momento aún anterior. Para
los compañeros del PTD la situación en el Estado español es análoga a la de Rusia
en 1895. Tal y como nosotros lo vemos, estaríamos en un momento precendente que,
además, presenta particularidades totalmente nuevas en la historia del MCI.
Y es que nuestro movimiento
no sólo está disperso ideológica, política y organizativamente en pequeños círculos
o destacamentos, sino que, como ya hemos dicho múltiples veces a lo largo del texto
-es fundamental comprender esta novedad histórica- es necesario, además, reconstituir
la ideología. Ni Lenin ni ninguno de los clásicos tuvo que enfrentarse nunca a los
obstáculos que presenta la rearticulación de un movimiento revolucionario tras todo
un Ciclo que recorre cerca de tres cuartos de siglo, termina con una derrota general
del proletariado y entroniza al revisionismo en la vanguardia teórica por la inoperancia
coyuntural del marxismo revolucionario. Cuando asemejan la situación actual a la
de Rusia en 1895 y sus Uniones de Lucha,
obvian esta coyuntura de repliegue general que marca toda una época.
Además, centrándonos ahora
en el plano político, el proletariado no está en la situación de entonces. Por
las caracterísiticas propias del imperialismo y de este interregno intercíclico
la clase está sumida en un profundo letargo que poco a poco va rompiendo. Pero aquí
vemos de nuevo las limitaciones de esa práctica
que defienden nuestros camaradas. Por lo superficial del análisis en que basan
su actuar, acuden -física o testimonialmente- de forma inmediata a todo conflicto
político que estalla en la vida social del Estado español esperando encontrar ahí,
por fin, al proletariado, para fundir su socialismo
-acientífico- con ese instinto de
clase -en sí-. ¿Cuál es el resultado de
todo esto? Quedar a la zaga, no ya del proletariado, sino, principalmente, de la
aristocracia obrera y la pequeña burguesía.(9) Esto puede suceder por dos vías,
directa o indirectamente. En el primero de los casos, suponiendo que allá donde
acudan no se ventile nada de interés para el proletariado; en el segundo, suponiendo
que intervengan en una lucha resistencial verdaderamente proletaria: al quedar a
la zaga de ese movimiento quedarán también, antes o depués, tras la estela de tal
o cual fracción burguesa, pues el proletariado en su movimiento espontáneo no puede
evitar sucumbir, por lo general, ante los intereses de clases subalternas pertenecientes
al bloque de poder -cuando no ante la misma oligarquía financiera-. Esto se puede
constatar con toda claridad en las campañas democráticas
que realiza el PTD, en su defensa de lo
público y en su republicanismo (10), por
poner solo tres ejemplos.
Sin embargo, esto poco
tiene que ver con un verdadero proceso de reconstitución partidaria. Lo cierto es
que el PTD se muestra incapaz de percibir la gradación de las contradicciones e
impotente a la hora de diferenciar la principal de las secundarias. En este sentido,
no alcanzan a ver que en la formación social del Estado español -así como en la
absoluta mayoría de Estados capitalistas-, a día de hoy, la contradicción principal
en la lucha de clases se mueve en el terreno de las facciones burguesas en pugna
entre sí, y no, como otrora, entre la burguesía y el proletariado revolucionario.
No obstante, habiendo hablado
ya lo suficiente de los requisitos ideológicos de este proceso, comentaremos someramente
su plasmación política.
Lo que aún no ve la mayor
parte de la vanguardia es que la práctica, ese concepto manoseado hasta lo obsceno,
no se circunscribe a acudir a las amplias masas de la clase -o intentarlo- esperando
una interacción inmediata con ellas. Como decía ya Lenin, el concepto de masas varía
según el estado del movimiento revolucionario. Por ello, lo que es fundamental es
definir cuáles son nuestras masas en cada
momento,
lo que se determina en relación a
su posición respecto de la vanguardia comunista, es decir, respecto de la conciencia
revolucionaria. De tal definición surge la línea de masas que ha regir la actividad
consciente de la vanguardia en cada momento. Y actualmente la reconstitución implica
la acumulación de fuerzas en torno a la vanguardia. La acumulación de fuerzas de
las amplias masas se materializa como Guerra Popular. Curiosamente, como hemos apuntado
ya, nuestros camaradas del PTD hablan en su texto de Nuevo Poder pero no dicen ni
una palabra de la estrategia militar que posibilite su edificación.
Pero volviendo al momento
actual y a la línea de masas
adecuada, hemos de
remarcar de nuevo que ésta tiene como eje la ideología. En otras palabras, el incipiente
movimiento de vanguardia se articula, en lucha de dos líneas, alrededor
de las conquistas ideológicas que
vamos arrancando de la realización del Balance. Cristaliza, asimismo, en el surgimiento
y desarrollo de destacamentos de vanguardia cuya razón de ser, precisamente, es
haber sido ganados -ideológicamente- para el Comunismo. Al mismo tiempo, lo que
en un principio es un movimiento disperso se va estructurando con tareas y trabajos
comunes y planificados que amplían la capacidad de incidencia de la vanguardia revolucionaria
y ensanchan su radio de acción en relación a la vanguardia teórica no-marxista ajustando
cuentas con ella, negando y asimilando -superando en todo el sentido dialéctico
del término- sus doctrinas. La teoría marxista vuelve a estar a la altura de las
necesidades históricas -se establece la
Línea General de la Revolución Proletaria Mundial- y el Comunismo tórnase en horizonte
plausible para el conjunto de la vanguardia -teórica-: se puede dar por reconstituida la ideología. En el transcurso
de esta fase nos encontramos, es la defensiva
política estratégica.
El equilibrio político estratégico se caracteriza
por la aplicación de la Línea General a las condiciones concretas del Estado español.
Queda establecida la Línea Política del Comunismo para nuestra realidad estatal
internacional. Se termina de hegemonizar la vanguardia teórica en sentido revolucionario
y se inicia el acercamiento a la vanguardia práctica, creando organismos que confronten
con el oportunismo y el revisionimo en los frentes de resistencia.
En la última fase de la
reconstitución, la ofensiva política estratégica,
se vinculan las necesidades concretas de las masas con el objetivo estratégico de
la Comunismo, lo que se traduce en Programa. Se desarrollan los organismos generados
y las fracciones rojas. Llegado este proceso a cierto punto, se puede dar por reconstituido
el Partido Comunista y se inician los preparativos de la Guerra Popular.
Como verá el lector, la
Línea de Reconstitución(11) -expuesta aquí esquemáticamente-, que sintetiza adecuadamente
las últimas y más elevadas experiencias de reconstitución partidaria -como la del
PCP- poco tiene que ver con la nebulosa y vaga propuesta que nos ofrece el PTD.
Esta organización pretende crear el Partido
durante la discusión de un Programa -y
mediante la confrontación ideológica que provocaría-, y la elaboración de éste desde
la intervención en las luchas espontáneas del proletariado. Como resultado obvio
de esta fórmula errónea tendríamos un Programa de mínimos democráticos como señuelo de cara a las masas, la perpetua escisión
de éstas con la vanguardia y la sempiterna postración de la última ante la ideología
burguesa. En definitiva, el proceso revolucionario queda liquidado antes incluso
de dar el primer paso real en el oscuro sendero que nos proponen.
Para justificar esta táctica-proceso
que se desarrolla sobre la marcha -a diferencia
de la Línea de Reconstitución, que plantea una táctica-plan totalmente consciente
y que avanza a iniciativa de la vanguardia- traen a colación diferentes relatos
históricos que versan sobre las trayectorias de Marx, Engels y Lenin. Pero, entendemos
que sin malicia ninguna, lo que nos presentan son más bien las historias particulares
de grandes figuras del marxismo y no elementos universales de constitución partidaria.
Ninguno de los clásicos fue portador del Comunismo desde el día de su nacimiento,
todos ellos llegaron al y asimilaron -o, en el caso de Marx y Engels, fundaron-
el Socialismo Científico mediante procesos individuales concretos. No se puede hacer
tal ejercicio de prestidigitación (llegan incluso a justificar su practicismo alegando
que Marx, antes de haber roto completamente con los hegelianos de izquierda, ya
estaba involucrado en política). ¡Esto no es ni puede
ser,
obviamente, un ejemplo de praxis
comunista, señores!; no se puede identificar
el desarrollo político-personal de tal o cual individuo como vía incondicional y
necesaria de construcción la vanguardia comunista en su conjunto. Aclaremos esto:
seguramente -y como dicen ellos mismos a través de una cita de Ludo Martens, aunque
dándole un sentido erróneo, pues el PTB no es ni ha sido un Partido de Nuevo
Tipo- buena parte
de los que
hoy componemos los sectores
interesados activamente en la reconstitución hemos pasado en algún momento por las
luchas de resistencia de la clase -sindicato, movimiento estudiantil, etc.-. Pero
nuestras historias individuales no se pueden identificar con el proceso general
mediante el cual el Socialismo Científico se fusiona con las masas. Principalmente,
porque los elementos de vanguardia en condiciones de desarrollar
un
incipiente movimiento comunista van,
antes o después, a la teoría y no esperan a que ésta les sea traída desde fuera.
Es importante comprender esto pues, de lo
contrario, y como muestra el caso de los camaradas del PTD, se pasa del materialismo
histórico al idealismo histórico de corte
teleológico. Como mostraba Lenin:
“Esto no quiere decir, naturalmente, que los obreros
no participen en esa elaboración. Pero no participan como obreros, sino como teóricos
del socialismo, como los Proudhon y los Weitling; dicho con otras palabras, sólo
participan en el momento y en la medida en que logran, en grado mayor o menor, dominar
la ciencia de su siglo y hacerla avanzar.”(12)
Además, conviene recordar
que el contexto en el que se desenvolvieron Marx y Engels era todavía el de acumulación
de fuerzas del proletariado en el plano económico. Es la época del partido obrero
de viejo cuño y del sindicato. La revolución proletaria, aunque estaba planteada
teoréticamente en sus lineamientos fundamentales, no era todavía una posibilidad
material inminente. Incluso la Comuna
de
París, efímera y relativa excepción, confirma esto al haber acontecido
sin la influencia masiva de las ideas marxistas y de forma relativamente espontánea,
pues el poder, prácticamente, cayó en manos del
proletariado en vez de haber sido
edificado por éste de forma consciente en contraposición al de la burguesía. Asimismo,
el contexto en que viven Lenin y los Bolcheviques dista del nuestro. Precisamente
él desarrolla los fundamentos teóricos -y los pone en práctica- del Partido de Nuevo
Tipo. Pero la efervescencia del proletariado ruso -e internacional- de principios
del s.XX nada tiene que ver con la situación actual de derrota y reflujo del movimiento
obrero. Del mismo modo, los requerimientos para la constitución del Partido en ese
marco histórico son menos exigentes, en cierto sentido. Lo que ya se ha desprendido
del Balance del Ciclo de Octubre es que el paradigma
revolucionario establecido en una época determinada -y relativamente válido
sólo para la misma-, se vuelve inoperante
con el desarrollo de la lucha de clases por los límites históricos obvios que
presenta.
En cambio, una experiencia
mucho más cercana -aunque, claro está, no extrapolable mecánicamente- a nuestro
contexto es, como apuntábamos
antes, la de la reconstitución del Partido Comunista del
Perú (conocido como Sendero Luminoso). Como nuestros camaradas del PTD conciben
la teoría como práctica sintetizada del (¡y sólo
del!) proletariado, quizá obvien lo
vivido en Perú precisamente por haber sido articulado de forma principal
en torno a las masas campesinas como fuerza motriz de la Guerra Popular.
Esperamos sinceramente
que los camaradas del PTD reflexionen, a tenor de todo lo expuesto hasta aquí,
sobre las implicaciones políticas e ideológicas de una práctica basada en el inmediatismo ciego y en la insuficiente asimilación
de los principios del Socialismo Científico.
Nuevo Poder
Continuando con nuestra
exposición pasamos ahora a tratar la cuestión del Nuevo Poder. Los camaradas del
PTD, como es de esperar, conciben aquél en el sentido espontaneísta y resistencial
que envuelve todos sus postulados, dejando entrever la clásica lógica insurreccional
que domina en todo el MCE. Trasladamos aquí el párrafo en que resumen el modo en
el que entienden el Nuevo Poder:
“Pero consideramos también que la incorporación
de las masas al Nuevo Poder sólo puede impulsarlas la vanguardia revolucionaria
interviniendo, introduciendo el elemento consciente desde lo existente y desde las
luchas parciales y espontáneas por reformas, por la mejora
de sus condiciones
de vida a pesar de
ser dentro del
marco del capitalismo. Se trata de la introducción del elemento
consciente empleando como catalizador a esas luchas por reformas que se dan en los
diferentes frentes (estudiantil, obrero, anti-imperialista, feminista, democrático,
republicano, antifascista…). De la conexión con las inquietudes espontáneas y estrechas
de las masas, obreras y populares, y de la elevación de su nivel de conciencia;
se las encaminará hacia la conformación de las partes que compongan el Nuevo Poder.
En este sentido, el trabajo de fusión del socialismo científico con el movimiento
obrero para conformarlas tiene mucho camino que recorrer, adecuándose la táctica
en cada momento en virtud a las posibilidades de desarrollo de ese Nuevo Poder.
A día de hoy, está pendiente la vinculación con las masas en los frentes por las
reformas y el trabajo dentro de los mismos con el objetivo descrito. Sin vinculación
con las masas no hay elevación de su nivel de conciencia; sin elevación del nivel
de conciencia no hay desarrollo del Nuevo Poder; sin desarrollo del Nuevo Poder
no
hay contradicción entre el
viejo poder y
el nuevo, no
hay estallido revolucionario para imponer el nuevo
poder sobre los escombros del viejo poder burgués.” (13)
Como vemos, y en clara
continuidad con todo lo anterior, su comprensión del Nuevo Poder no es sólo limitada,
sino también ajena a cualquier postulado leninista. Antes que nada, hemos de
señalar que en todo el apartado que dedican al Nuevo Poder, no hacen mención alguna
de su vinculación con el Partido Comunista y la Guerra Popular. En sus labios, pareciera
que el Nuevo Poder puede surgir independientemente de ambos.
En su esquema, la vanguardia
revolucionaria -y no el PC- incorpora a la masas al Nuevo Poder en el transcurso
de su intervención en el movimiento espontáneo del proletariado. Según dicen, el
elemento consciente se insufla usando como catalizador las luchas por reformas.
Una vez más sacrifican la ideología revolucionaria en favor de la espontaneidad
y le arrancan todo contenido revolucionario. Al contrario de lo que ellos plantean,
el único organismo social capaz de revolucionar
las aspiraciones inmediatas del proletariado es el Partido Comunista porque
es ya la vinculación objetiva del Socialismo
Científico con las masas. Éste (el PC) crea un movimiento revolucionario independiente ideológica y políticamente
mediante el cual puede, esta vez sí, incorporar a las amplias masas de la clase
al proceso revolucionario. Pero no a través de la propaganda y la intervención en
la retaguardia de estos movimientos espontáneos, como nos proponen, sino usando
la Guerra Popular y, precisamente, contra
esas organizaciones que pugnan por reformas.
Como guinda de este amargo
pastel colocan el estallido revolucionario,
la anunciada y cuasi bíblica insurrección final en la que tienen fe casi todos los destacamentos del MCE.
Este despropósito nace de las concepciones evolucionistas que como hemos visto a
lo largo del texto profesan sin reparo alguno, lo que desemboca en este fatalismo
histórico propio de una particular visión de la dialéctica hegeliana o de un decimonónico
materialismo vulgar. Tal y como ellos ven el problema (el del PC, el del Nuevo Poder,
el de la Revolución en conjunto...) todo se resume en una suma plana y simple de
hechos positivos que terminan resolviéndose por la propia marcha de los acontecimientos.
Nada nos dicen sobre la resolución consciente de contradicciones como elemento fundamental
de todo proceso social revolucionario. Como decían los padres de nuestra cosmovisión:
"Para nosotros, el comunismo no es un estado
que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento
real que anula y supera al estado de cosas actual."(14)
Valga decir, entonces,
que la revolución no es el acto final que culmina una maduración pacífica del Nuevo
Poder. La revolución es, opuestamente, el proceso total y consciente de edificación
del Comunismo que arroya todas las relaciones económicas, políticas e ideológicas
de opresión y explotación. Y, en ese proceso, el Nuevo Poder constituye la materialización
y puesta en práctica de la dictadura de clase ejercida por las masas proletarias
alrededor del Partido como eje vertebrador.
Así, vemos como para el
PTD el Nuevo Poder es exactamente lo mismo que el FOPS del PCPE -aunque, otra vez
más, lo nieguen de plabra- o el FUP del PCOE: una estructura de reivindicación
económica que no puede subvertir el orden social dado porque parte de él y no dispone
de los instrumentos necesarios (pues ha renunciado a ellos desde un primer momento)
para destruirlo.
En conclusión, podemos
decir que no hay Nuevo Poder sin Guerra Popular; no hay Guerra Popular sin Ejécito
Rojo -punto sobre el que no hemos entrado en este texto pero del que tampoco se
puede, deningún modo, prescindir-; no hay Ejército Rojo sin Partido de Nuevo Tipo
reconstituido; y, finalmente, no hay Partido reconstituido sin ideología reconstituida
a través del Balance en lucha de dos líneas.
*****
Los camaradas del PTD,
a pesar de esa buena voluntad de la que no dudamos, están lejos de poder ofrecer
al proletariado una opción distinta o siquiera levemente menos mala -si existiera esto- de la que plantean el grueso de los destacamentos
que forman el MCE. Esto es así porque parten, como aquellos, de las mismas premisas
ideológicas caducas que se establecieron en el curso del clausurado Ciclo revolucionario
de Octubre. Aunque muestran una predisposición de cara al debate que es de agradecer,
su práctica política está peligrosa y objetivamente en la extrema derecha del MCE.
Les invitamos honestamente a replantearse ese paradigma que han asimilado acríticamente y a evaluar
con mayor rigor la historia del MCI y todo el Ciclo pasado, así como su práctica
actual, en aras de comprender mejor las necesidades reales que presenta la articulación de un movimiento verdaderamente
revolucionario en el Estado español en nuestros días.
Nueva Praxis, Marzo de
2014
NOTAS:
(1) JCA y JCZ, Reconstitución y movimiento juvenil. Aporte al
combate ideológico, página 7.
(2) Esta matización no
es, de ningún modo, gratuita. Lo que hacen los camaradas del PTD es, en última
instancia, reducir la lucha de clases a la pugna entre el obrero y el patrón. Y,
como veremos a lo largo del texto, esta concepción errónea domina todos sus postulados:
para el el PTD, la revolución no deja de ser la simple extensión, sin mediación
dialéctica ni solución de continuidad alguna,
de la lucha del proletariado como clase en
sí. Contrariamente, el marxismo estudia las relaciones del proletariado con
todas las clases sociales y fracciones de clase, y propugna la creación de un movimiento nuevo e
independiente que, en colisión frontal
con el viejo mundo, sus estructuras, instituciones, etc., edifique una nueva sociedad.
Lo que implica, a su vez, que el proletariado revolucionario se niega a sí mismo
como clase con intereses particulares, todo lo contrario de
la apuesta que realizan
nuestros camaradas.
(3) Decimos esto porque
plantean que nuestros quehaceres son las tareas prácticas revolucionarias inmediatas
del proletariado consciente en cada momento histórico (?). Tal formulación,
además de harto nebulosa e incluso, podríamos decir, vacua, deja ver la incomprensión
del PTD respecto a la naturaleza de la praxis revolucionaria. Ésta presenta como
condición previa la existencia del PC, por lo que plantear la necesidad
de práctica
revolucionaria para la constitución
del instrumento que posibilite esa misma práctica revolucionaria es un completo sinsentido. Como caracterizan
los camaradas del PCR en la Nueva Orientación,
nos encontramos en la fase burguesa de la revolución, es decir, en la etapa de rearticulación
del movimiento independiente del proletariado revolucionario.
(4) Respuesta del PTD
al documento “Reconstitución y movimiento
juvenil. Aporte al
combate ideológico.”, de las JJCC de Almería
y Zamora.
(5) Ibídem
(6) Ibidem
(7) Para muestra, un botón:
tras haber redactado esta respuesta y poco antes de proceder a su publicación, el
PTD anunció que se fusionaría en una sola organización con
los exCJC Castilla La Mancha y los renegados de UP.
(8) V.I. Lenin ¿Qué hacer?
(9) De hecho, y confirmando
la justeza de nuestros análisis, el PTD hizo público este Marzo que se presentaría a
las primarias de
la iniciativa Podemos, cuya cara visible
es el pequeñoburgués oportunista -y chauvinista- de moda en las tertulias del
capital, Pablo Iglesias.
(10) Precisamente, mientras
ultimamos la redacción de esta misiva, el PTD ha sacado un artículo llamado La república democrática y el socialismo.
En él no hacen más que confirmar nuestros análisis y demostrar que, prácticamente,
renegaron hace mucho del marxismo. Se enfangan -¡como los que ejecutan esa violencia
vanguardista que denuncian!- en sempiternas formas de transición hacia, precisamente,
la etapa de transición que es el socialismo. Pero que juzgue el lector, pues aquí
ya hemos tratado de desmontar los presupuestos ideológicos en los que el PTD basa
toda su práctica reaccionaria.
(11) Para ampliar recomendamos
la lectura de El debate cautivo, texto
del MAI que polemiza con el PCE(r), donde se expone este punto más profusa y precisamente.
(12) Ibídem
(13) Respuesta del PTD al documento “Reconstitución
y movimiento juvenil. Aporte al combate ideológico.”, de las JJCC de
Almería y Zamora.
(14) Marx y Engels, La ideología alemana
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