Publicamos este artículo de REVOLUCIÓN PROLETARIA que realiza un análisis sobre la línea del
PCE y el MCI rebasando el debate sobre individuos concretos, que tan
sólo al capital y sus acólitos interesa realzar (positiva o
negativamente) para ocultar o rasgar, la lucha de clases, los intereses que genera ésta y, en última instancia, los resultados que de su comprensión y reconocimiento se obtienen: la necesidad del partido revolucionario y la dictadura revolucionaria del proletariado.
A VUELTAS CON CARRILLO: EL PCE Y EL REVISIONISMO EN EL MCI
Los voceros del capital y el adiós a Carrillo
En septiembre, asistimos a uno de
esos momentos en los que la burguesía, a coro, se lamenta por la pérdida de uno
de los suyos. Carrillo (Santiago) se murió. Todos los representantes del
régimen, desde los electos derechosos hasta la inteligentsia de la
izquierda, se unieron para dar el último adiós al finado. La televisión pública
volvió a mostrarse como un NODO parlamentado en donde, como en cualquier otro
de los organismos de la dictadura del capital, las distintas facciones de la
clase dominante dirimen democráticamente como van a realizar su propaganda. Y
con este muerto no hay dudas: político de inusitada envergadura que supo
medir las dificultades de su tiempo y velar por los intereses de la nación,
para dotar al conjunto del pueblo español de otros 40 años de paz y concordia,
como gesta reconciliatoria en que ha de acabar el currículum de todo luchador
que quiera ser llorado por un rey.
Cualquier acontecimiento en una
sociedad divida en clases se torna en político y, qué duda cabe, ante el adiós
de Carrillo los portavoces de las distintas corrientes políticas que
atraviesan a los “movimientos de izquierdas” han tomado palabra. Algunos han
hecho un “balance crítico” de la vida del ex contertulio del grupo PRISA,
concluyendo que, a fin de cuentas, Carrillo es de los de abajo, del pueblo, de
“los nuestros”1. Llama la atención como machaconamente, a través de los
“huecos” que “les deja” el sistema, los representantes de la pequeña burguesía,
que busca reedificar su discurso democrático, intentan pasar sus intereses por
los del proletariado. Si bien esta situación responde a un marco social y
político enraizado en los orígenes de la misma clase obrera como sujeto
político envuelto en las contradicciones de la sociedad en donde trabajo y
capital son la partera de lo existente: Cuando la burguesía accedió al Poder
durante el siglo XIX su revolución implicó, de forma expansiva, al conjunto de
las clases que la auparon a clase dominante. El proletariado sirvió como arma
entre las disputas de las distintas fracciones de las clases burguesas en toda
Europa hasta que no alcanzó a comprender, a través de la acumulación de su
propia experiencia, que era una clase con intereses propios que podía llevar a
cabo su Revolución. Esto confinó al proletariado al marco programático de la
pequeña burguesía radical en toda una época iniciada en 1789 y que empezaría a
perder su sentido histórico a medida que el proletariado se confirmaba como
clase independiente (desde la Revolución de 1848 hasta la Comuna de París).
Período de maduración que culmina con la sintetización teórica de la
experiencia práctica de la lucha de clases acometida por los marxistas
revolucionarios rusos, que se enfrentarán desde un punto más elevado a su
realidad concreta al extraer las conclusiones universales de la experiencia del
movimiento obrero europeo: la necesidad del partido obrero de nuevo tipo.
Entre la oferta política actual se
encuentran las terceras repúblicas, los proyectos constituyentes,
las democracias participativas y toda suerte de titulares que pretenden
devolvernos a la época en que el proletariado era el ala radical de los
movimientos democrático-burgueses, con la “novísima” excusa de sostener el bienestar
a través de un Estado garantista que defienda la igualdad, la libertad
y la fraternidad. Bonitas armas anti-feudales con las que la radicalidad
del sistema se atreve a tildar a la dictadura del proletariado y al marxismo de
antiguallas.
De quienes gestionan este país y de
los que están agazapados a su izquierda preparando la “syrización” de la
política estatal han venido loas de distintos grado hacia nuestro protagonista,
de tal modo que han plasmado en ellas su punto de vista de la realidad: la
historia la hacen los individuos; línea argumental de lo que significa el culto
a la personalidad, que desde un punto de vista marxista significa elevar a
individuos por encima de los intereses sociales de los que eran portadores
para, en última instancia, negar las contradicciones de clase (como hecho
objetivo) y rebajarlas a confrontaciones entre sumas de individuos. Se olvidan
estos cuentacuentos que la lucha de clases encumbra a individuos, más
éstos solo representan los intereses de una clase social porque surgen en una
determinada época de la historia que los condiciona y en donde la lucha de
clases, por ser motor de la historia, los lleva a uno u otro lado de la
barricada. Carrillo, por supuesto, es un
enemigo de los asalariados, pero es inconcebible pensar en Carrillo como
individuo por encima de las clases sociales y portador de unos determinados
intereses de clase que se transcriben socialmente en forma de programa
político.
Pero este modo de operar nos lo
encontraremos siempre al repasar la historiografía burguesa (en la que
incluimos a anarquistas, trotskistas y revisionistas “ortodoxos”). ¿Qué pasa
cuando se habla de la Unión Soviética? Que se reduce la lucha de clases a una
lucha interpersonal (entre Stalin y Trotski, durante los años 20) o a las
decisiones de un pequeñísimo grupo (en la cúspide y a la vez sin relación
alguna con el resto del conjunto social) que “deformaría” al Estado Soviético:
lo dicen los trotskistas para explicar la derrota de su líder; lo dicen los
anarquistas para explicar la inoperancia de sus predecesores en la Revolución
Rusa; lo dicen los revisionistas “ortodoxos” para definir todo el proceso de
lucha que se encumbró, para desgracia del proletariado, en el XX Congreso del
PCUS.
El PCE y el camino hacia la “transición”
Volviendo a don Santiago y su
adiós. ¿Qué es lo que debe surgir de las filas del comunismo ante este
acontecimiento? Sobre su figura se ha dicho tanto, desde todos los puntos del
mapa político, que al menos hemos de plantear una reflexión colectiva que nos
sirva para analizar el desarrollo histórico del MC en España pero, por
supuesto, para ello habrá que superar con creces la vida de este señor.
Es cierto que Santiago Carrillo fue
una de las principales figuras del PCE a lo largo de su historia y por ello su
vida es tan controvertida como la del mismo partido, que empezó siendo la
sección española de la Internacional Comunista, faro de la Revolución
Proletaria Mundial, y terminó como baluarte de las aspiraciones imperialistas
del capitalismo español.
Iniciado en la organización juvenil
del PSOE, Carrillo no encuentra dificultades en convertirse en dirigente de las
JSU para luego encaramarse al PCE. Acabada la guerra es cuando Carrillo se
erige en pieza clave para el PCE, pues se le encarga la tarea de organizar al
Partido en España. Una época dura en que los militantes antifascistas trabajan en
la clandestinidad y donde cualquier obrero podía ser prendido y asesinado por
la policía fascista. En el Movimiento Comunista Internacional se estaba
desarrollando, aunque en forma solapada, la lucha de dos líneas que,
precisamente, va a significar la antesala del ya mentado Congreso del PCUS. Los
partidos comunistas occidentales están embarcados en la suicida alianza con la
burguesía monopolista (en Francia e Italia)2
siguiendo las pautas que dejó escritas la IC (gobiernos de unidad nacional):
“La guerra mundial desencadenada
por los hitlerianos ha agudizado aún más las diferencias en las condiciones de
los distintos países, trazando una línea divisoria profunda entre los países
que se convirtieron en portadores de la tiranía hitleriana y los pueblos
amantes de la libertad que se unieron en la poderosa coalición contra Hitler.
Mientras que en los países del bloque hitlerista la tarea básica de los trabajadores
y todas las personas honestas es contribuir en todas las formas imaginables
hacia la derrota de este bloque, al socavar la maquinaria de guerra hitleriana
desde el interior, ayudando a derrocar a los gobiernos responsables de la
guerra, en los países de la coalición anti-Hitler, el deber sagrado de las más
amplias masas del pueblo, y en primer lugar de los trabajadores progresistas,
es apoyar en todos los sentidos a los esfuerzos de guerra de los gobiernos de
esos países por el bien de la rápida destrucción del bloque hitlerista y
asegurar la colaboración amistosa entre las naciones sobre la base de la
igualdad de derechos”. Comunicado del Comité Ejecutivo de la
Internacional Comunista presentado a las secciones nacionales en Mayo de 1943.
(Una vez recibido y aprobado este comunicado por las secciones nacionales, la
Comintern se autodisolvió. Entre quienes apoyaron esta decisión estaba Dolores
Ibárruri, representando al PCE).
El comunicado sigue, designando la tarea de llevar a cabo la lucha armada
en los países “hitleristas”. Pero acabada la II Guerra Mundial las
organizaciones armadas se convierten en un problema para las direcciones de los
países vencedores que han de presentarse ante la burguesía internacional como
“partidos de gobierno” o Estados aliados. Y este hecho embarga al conjunto del
MCI: El Ejército Democrático Griego (1946-49), organismo generado por el KKE,
se queda sólo en su lucha contra el imperialismo angloamericano y el gobierno
burgués (con el que intentó una alianza multitud de veces antes de ser empujado
a la guerra civil). Los cuadros comunistas que comandaron al pueblo griego en
su guerra serían purgados, ya en el preludio de 1956, por el revisionismo
soviético (PCUS) y el heleno (KKE), acusados de “izquierdistas” y “agentes
alemanes”3.
Las agrupaciones guerrilleras en España significan la persistencia del
conflicto armado y el PCE quiere presentarse ya como el lapidador de toda
herida abierta por la guerra civil en aras de crear un gobierno de unidad
nacional contra Franco (consigna ya esgrimida durante la Guerra, mantenida
tras el golpe de Casado y que tomará nueva forma tras el fin de la IIGM):
“La política de Unión Nacional
preconizada por el PCE se basaba en el hecho de que la gama de las fuerzas
opuestas a la política franquista de apoyo al hitlerismo, era más amplia que la
de las fuerzas que habían luchado por la República. Existía la posibilidad de
un reagrupamiento de las fuerzas políticas que, poniendo fin a la división
abierta por la guerra civil, incorporase a la acción contra la dictadura a
sectores que antes la habían apoyado, pero que en 1942 se pronunciaban en favor
de la coalición antihitleriana y de la neutralidad española.” Historia del
Partido Comunista de España4
La dirección del PCE en aquel
entonces no hace más que seguir las directrices que predominan en el MCI. Con
el “viraje” de 19485
liquida la lucha armada y aborda la tarea de infiltrarse en el sindicalismo
vertical para contactar con las masas. Tras años trabajando, sin resultados
notorios, con la política de Unidad Nacional, se pasa a la tesis de la Reconciliación
Nacional aprobada por el Comité Central (en 1956, cuatro años antes de que
Carrillo sea designado secretario general en el VI Congreso del Partido):
“…el Partido Comunista de España declara solemnemente estar dispuesto a contribuir sin reservas a la reconciliación nacional de los españoles, a terminar con la división abierta por la guerra civil y mantenida por el general Franco. (…) Existe en todas las capas sociales de nuestro país el deseo de terminar con la artificiosa división de los españoles en «rojos» y «nacionales», para sentirse ciudadanos de España, respetados en sus derechos, garantizados en su vida y libertad, aportando al acervo nacional su esfuerzo y sus conocimientos” Declaración del Partido Comunista de España “Por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español” Junio de 1956
Una política que definitivamente
tiró por la borda la lucha de clases, además de presentar un análisis sesgado
de la realidad española, donde según el PCE, apenas una vieja camarilla ligada
a Franco estaría beneficiándose del régimen, lo que posibilitaba la creación de
ese frente interclasista.6
En este sentido abría que apuntar
que el fascismo se caracteriza, más allá de sus vestiduras, por centralizar el
poder de la clase dominante en un aparato corporativista, reconduciendo todas
las formas de representación social a través del Estado burgués sin “sociedad
civil” ajena a ese cuerpo, como sucede bajo las dictadura parlamentaria. Este
papel corporativista se imbricó durante un largo período a través de la Falange
y el sindicato vertical. Claro está, esto hacía que en el Estado español las
contradicciones en el seno de la clase dominante hiciesen temblar al régimen
fascista en donde la composición clasista del poder era más rígida y estática,
ofreciendo menos posibilidades tácticas a la fracción dirigente (amparada sin
fisuras, eso sí, por el corpus central del Estado: el Ejército). Frente
a la flexibilidad parlamentaria que permite a la burguesía mejorar su máquina
política para solventar las contradicciones “de arriba” democráticamente y no
mediante la imposición directa de uno u otro sector, ya fuesen, durante el
régimen fascista, los falangistas, los militares o los tecnócratas del Opus. No
obstante esta nota sobre el adelanto que supone para la dictadura del capital
el régimen parlamentario está más que señalada por Lenin en “El Estado y la
Revolución” cuando trata la cuestión de la “república democrática” burguesa:
“La omnipotencia de la "riqueza" es más segura en las repúblicas democráticas, porque no depende de la mala envoltura política del capitalismo. La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar (a través de los Pakhinski, los Chernov, los Tsereteli y Cía.) esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su Poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar este Poder.”
El desarrollo de la lucha de clases
en el Estado español también nos ofrece esta conclusión. La transición,
más allá del “mito fundacional” que han creado a base de invertir millones en
tinta para los escribanos del régimen constitucional (una vez más expuesto en
el episodio Carrillo) supuso el paso, bien marcado y delimitado, de la
burguesía monopolista española junto a los sectores en que se sostenía
(Ejército, Iglesia...) hacia un régimen más abierto en el que la democracia,
como poder de dictar y ejecutar programas políticos, contase con las burguesías
periféricas, la pequeña burguesía y la aristocracia obrera, al estilo de los
parlamentos de Europa occidental, para facilitar la paz social y un mercado
interno “activado” por el Estado pero gestionado por los distintos estratos del
capital. Esta nueva correlación de fuerzas permitía al capital español
desarrollarse, en aras de convertirse en potencia imperialista (dejar de ser
país receptor de capitales para ser exportador) dentro de los límites marcados
por la Comunidad Económica Europea.
Nos devuelve este repaso a 1956 para
ver mejor que lo que proponía el PCE era una engañifa desde el punto de vista
revolucionario; una buena maniobra desde el punto de vista reformista para
postular al PCE (como así ha acabado, aunque por debajo de las expectativas que
tenían Carrillo y compañía) como gestor de la dictadura de la burguesía bajo
las condiciones de un régimen parlamentario.
El revisionismo en el MCI
Insertada la historia del PCE en la
del MCI podemos valorar que no son ni un líder, ni unos dirigentes descarriados
los que imponen la política revisionista en el PCE. También observamos que no
es ante la elaboración de la Constitución del 78 o ante los Pactos de Moncloa
cuando el PCE da “el paso atrás” con la famosa rueda de prensa bajo la bandera
monárquica y las consecuentes “anécdotas” que se sucedían con los “cordones de
seguridad” del PCE cada vez que aparecía en sus manifestaciones una bandera
tricolor que, a modo de risa, tuvo su hueco en la capilla ardiente del ex
secretario general.
Pero desentrañemos algo más la
cuestión para interesarnos, más allá de la biografía de algunos individuos, por
las causas que llevaron a que la línea revisionista vertebrase, para
liquidarlos, a los partidos nacidos un día de la Internacional Comunista y que
terminaron por convertirse en su contrario para ser aparatos al servicio de la
reacción.
De forma principal, aunque no
absoluta, está la cuestión ideológica. La clarificación ideológica en las
secciones de la IC venía dada por los bolcheviques que fueron los impulsores
del deslindamiento, primero en Rusia y luego a nivel internacional, con la
vieja socialdemocracia, que se coronaría con la constitución de la
Internacional de nuevo tipo, la Comintern. Las diferencias teóricas con la
socialdemocracia donde eran detectadas por las bases de los partidos comunistas
era en lo político: democracia burguesa o dictadura del proletariado.
Sin duda una diferencia nada baladí y que permitía, desde ese elevado punto de
discusión, descender a la problemática de cómo llevar a cabo las tareas de la
Revolución Proletaria (debate sobre sindicatos, parlamentos, cuestión nacional,
clandestinidad, lucha armada, etc.)
En el desarrollo de la lucha de
clases, en forma de lucha de dos líneas, en el seno del partido
soviético, vanguardia del proletariado mundial a través de la Comintern, se
abre camino la tesis sobre el fin de la lucha de clases en la URSS (el arduo
período de guerra de clase abierto contra los kulak cicatriza con la
Constitución Soviética de 19367).
Esta postura revierte en el contexto internacional, a través de las tesis del
frente popular (en 1935 Dimitrov, en el VII Congreso de la IC, viene a validar
en el plano teórico lo que ya era realidad en varios países, el acercamiento a
la socialdemocracia para luchar contra el fascismo. En Francia el PCF converge
con el partido socialdemócrata, la SFIO, y sectores de la burguesía
radical para enfrentar al fascismo). La enorme falla política que distinguía al
comunismo de la socialdemocracia empequeñece. Se abre la puerta a la teoría
sobre etapas intermedias (parlamentarismo “de nuevo tipo”)8
entre la dictadura del capital y la dictadura revolucionaria del proletariado.
Las organizaciones comunistas acceden a perder su independencia en el plano
político (a nivel partidario, con el modelo de la JSU o el PSUC; a nivel
gubernamental con las políticas colaboracionistas de Italia, Francia, etc.) y
en el militar (El Quinto Regimiento ingresa en el Ejército Republicano. El
Ejército de Liberación Griego que combatió la invasión alemana es disuelto por
el Partido; más tarde el propio KKE se verá obligado a crear el Ejército
Democrático durante la guerra civil. La Svolta di Salerno del PCI
desarma a los partisanos italianos, etc.). Y con este nuevo período en que el
interclasismo ocupa los programas de los partidos comunistas, el énfasis se
centrará en las cuestiones de índole organizativo cayendo en el organicismo que
posibilitará a las direcciones entregadas al revisionismo manejar a su antojo
los aparatos de los partidos, máxime, ante las dificultades que la burguesía
pone a los comunistas para que realicen sus reuniones (aunque esta no sirve de
excusa, pues los revolucionarios rusos conformaron su movimiento político en
medio de un Estado autocrático. Y nunca jamás la burguesía permitirá que una
organización revolucionaria lleve su vida “con normalidad”).
Organicismo y burocratismo propios
de las organizaciones de viejo tipo y que son el justo correlato a la derrota
de la línea revolucionaria en los partidos comunistas y que explican como los
destacamentos anti-revisionistas que se desgajan de los partidos oficiales los
forman grupos minoritarios ya que las amplias bases militantes, “por
disciplina”9,
se mantienen en la estructura orgánica original a pesar de ser ésta ya un arma
al servicio de la burguesía: es la falta de claridad ideológica y el
organicismo que envuelve a ésta la que determinaron el desarrollo del MCI. Esto
trasluce en el seguidismo que los partidos comunistas realizan a las tesis del
PCUS, como quedó sentado en la Conferencia de los 81 Partidos Comunistas y
Obreros de Moscú, en 1960. Seguidismo que se trasladó a los contextos
nacionales donde las escisiones “pro-albanesas” y “pro-chinas” apenas tendrían
recorrido, con independencia de la justeza de sus críticas al revisionismo
soviético. Es más, las críticas, al menos en Europa, por donde tendrán cierta
incidencia será por la derecha con las tesis eurocomunistas, las cuales,
no implicaron ningún cambio cualitativo con respecto a las del “campo del
Este” (abandono de la dictadura del proletariado, de la necesidad de la
violencia como partera de la revolución, del internacionalismo proletario,
etc.) y que tan solo suponían el encajonamiento de la línea revisionista
(dirigir estados burgueses) a las particularidades de la Europa occidental
donde el revisionismo, en vez de estar instalado en el centro político del
Estado, era sólo un puntal de los regímenes parlamentarios de la burguesía
monopolista. O aspiraba, como en España, a serlo:
“El testamento que Togliatti lega
al PCI y que hace suyo la dirección del PCE se puede resumir en los siguientes
aspectos: reformas no reformistas, satisfaciendo las reivindicaciones obreras
más inmediatas en un plano de desarrollo económico alternativo al capitalismo
como forma y medio para alcanzar el socialismo; todo planteamiento de
socialismo estará ligado a una concepción pacífica del mismo; la lucha por la
democracia plena se convierte en el principal objetivo de los comunistas, ya
que el capitalismo siempre va ligado a tendencias antidemocráticas…” Amadeu
Sanchís i Labiós “Influencia del PCI sobre el PCE al final del franquismo.
Utopías/Nuestra Bandera Nº 200. VOL. II/2004
Caracteres, como decimos, que ya
habían sido plenamente asumidos por la mayoría del MCI: parlamentarismo,
sindicalismo, vía pacífica al socialismo, etapas intermedias…
“la clase obrera, uniendo en torno suyo a los campesinos trabajadores, a los intelectuales, a todas las fuerzas patrióticas, y dando una réplica decidida a los elementos oportunistas, incapaces de renunciar a la política de conciliación con los capitalistas y los terratenientes, puede derrotar a las fuerzas reaccionarias, antipopulares, conquistar una sólida mayoría en el parlamento” Nikita Jruschov, Informe del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética ante el XX Congreso del Partido, febrero de 1956.
Comprender el desarrollo del
movimiento comunista internacional no puede limitarse a observar la historia
como un conjunto de sucesos aislados. Los avances y los retrocesos de nuestro
movimiento, durante todo el siglo XX, han de ser observados en el contexto de
la lucha de clases internacional y nacional, partiendo del corpus ideológico
del que se alimentó el movimiento comunista para poder convertirse en la
avanzada de la revolución mundial y guía de todos los procesos de liberación
que ha emprendido la humanidad desde la Revolución de Octubre. Si centrásemos
nuestro análisis en unas cuantas figuras (como Carrillo) y las tomásemos
aisladas del proceso histórico y político en el que actuaron no podríamos
avanzar en la lucha por comprender las contradicciones que hoy atenazan al
comunismo.
En este texto se han resaltado
algunos de los resultados de la línea revisionista que se erigió en mayoritaria
en el MCI y que aún persiste. Pero entendemos que realizar un balance de la
experiencia histórica implica no simplemente resaltar los problemas y efectos
que se tradujeron en línea política del MCI, sino acudir a sus causas que son,
en última instancia, las bases ideológicas sobre las que se formuló nuestro
movimiento, nacido de la pugna del marxismo con las tesis economicistas y
metafísicas que pudrieron a la II Internacional.
REVOLUCIÓN PROLETARIA
OCTUBRE 2012
Notas
1 Ver, por ejemplo, “El último secretario general”,
artículo de Pablo Iglesias, publicado en Público.es el 18/09/2012
2 También esta situación se da en América: “Por
ejemplo, en 1946, el Partido Comunista de Chile apoyó al Partido Radical, un
partido burgués, en la consecución de la victoria en las elecciones, y se formó
un gobierno de coalición con participación de los comunistas. Los dirigentes de
este partido fueron tan lejos que describieron a ese gobierno manejado por la
burguesía como un “gobierno democrático popular”. Pero en menos de un año, la
burguesía obligó a los comunistas a retirarse del gobierno, realizó detenciones
en masa y en 1948 declaró ilegal al partido.” “La Revolución Proletaria
y el renegado Jruschov”, compendio de artículos publicados por la Redacción del
Renmin Ribao y la Redacción de la revista Hongqi (órganos del
PCCh) en marzo de 1964.
3 El caso más notorio es el de Nikos Zachiaradis,
secretario general del KKE durante la guerra civil, que moriría en Siberia en
1973, 20 años después de ser deportado por el revisionismo soviético. El KKE ha
rehabilitado su figura recientemente.
4 Esta “Historia del PCE” es un trabajo realizado por
una comisión encargada por el Comité Central del propio partido y que fue
publicado en 1960 por Éditions Sociales, en París. Esta obra puede
consultarse fácilmente, ya que está disponible en internet.
5 “La aprobación de la nueva táctica en 1948 inició
un viraje en la vida del Partido; representó la superación de cierto
subjetivismo que había existido anteriormente en la apreciación de algunas
realidades del país, particularmente en la insuficiente apreciación de las
consecuencias desmoralizadoras que la derrota había tenido en amplios sectores
del pueblo, llevándoles a perder la confianza en sus fuerzas.” Historia
del Partido Comunista de España, Editions Sociales, París 1960
6 “No es otro Frente Nacional, otra coalición, aunque
en determinado momento pueda adquirir esas formas. Representa más: tratar de
ser el comienzo de toda una transformación de hábitos y costumbres arraigados
en la vida política española durante más de un siglo de guerras civiles,
pronunciamientos y represión terrorista que la dictadura intenta perpetuar” Santiago
Carrillo, discurso de clausura del III Pleno del CC del PCE, 1957. Citado en
las resoluciones del IX Congreso del PCE (1978)
7 “Marx decía que para que el proletariado pueda
emanciparse tiene que aplastar a la clase de los capitalistas, quitar a los
capitalistas los instrumentos y medios de producción y destruir las condiciones
de producción que engendran el proletariado. ¿Puede decirse que la clase obrera
de la U.R.S.S. ha alcanzado ya estas condiciones de su emancipación?
Indiscutiblemente, puede y debe decirse.” J. Stalin, Sobre el
proyecto de Constitución de la URSS (1936)
8 Durante la guerra civil en España y sobre todo tras
la II GM el Movimiento Comunista expresa constantemente la caducidad del
régimen democrático burgués (por permitir al “oscurantismo” fascista su desarrollo
que implicaría una regresión social) y el nacimiento de un nuevo tipo de
república (tras el 18 de Julio en España) en donde la clase obrera estaría al
mando del proceso “revolucionario” pero éste no estaría determinado ni por la
dictadura del proletariado ni por la de la burguesía.
9 Una
“disciplina” que antepone la organización a la línea política (de ahí que
hablemos de organicismo) y que, lejos de haberse solventado, es una lacra que
arrastra el movimiento comunista, copado por el revisionismo. Cualquiera que
conozca el movimiento a nivel juvenil sabrá de numerosos grupos de militantes
que “por disciplina” no critican a su organización y no son capaces de
articular una respuesta al revisionismo, por claro que aparezca.
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