Publicamos la segunda (y última) parte del Documento firmado junto a los camaradas de la JC Almería, "Reconstitución y movimiento juvenil. Aporte al combate ideológico"
Apunte previo:
sobre la práctica y la teoría
El desprecio de
gran parte del movimiento comunista en el Estado español por la conciencia
revolucionaria y sus problemáticas (la reconstitución teórica y política del
comunismo desde el análisis de la experiencia histórica de la lucha de clases)
tiene como anverso el practicismo más estrecho. Hasta ahora las estructuras del
revisionismo simplemente han callado frente aquellos que les interpelábamos
para que debatiesen en el terreno de la ideología. “La práctica es el criterio de la verdad” espetaba complaciente el
revisionista medio, haciendo apología de su ignorancia, contraponiendo la
ideología y la práctica. Pero no en un sentido dialéctico, como propugna la
tesis marxista a la que hacen vacua referencia estas gentes, es decir,
comprendiendo que entre la ideología
proletaria y la práctica (el movimiento de la clase) median una serie de contradicciones que sólo pueden resolverse desde su
unidad dialéctica objetiva (que transforma y eleva a los contrarios) en movimiento revolucionario organizado.
El sentido de la diferenciación entre teoría y práctica viene para el
revisionismo marcada por su concepción sesgada de la lucha de clases y el
marxismo. La metafísica es su modo de comprender la teoría y la práctica. Ve a
ambas como elementos estáticos cuya unidad se da de forma externo-formal. El
hecho de autoproclamarse “marxista-leninistas” y acudir tras de las formas de
organización de los movimientos de resistencia de la clase, o creando otros de
manera artificial, es el modo en que observan estos elementos a la unidad entre
socialismo científico y movimiento obrero. Y esto se transmite
igualmente a la concepción sobre el Partido revolucionario. Frente a la
reconstitución desde la lucha de dos líneas, como mediación necesaria en el
desarrollo hacia el Partido, el revisionismo propone la unidad de aquellos que
se declaran comunistas.
Con todo esto se torna como lógica su denostación de la conciencia
revolucionaria y del papel que ésta ocupa en la construcción del movimiento
político revolucionario. Y para nosotros ¡por supuesto que la práctica es el
criterio de la verdad! Pero circunscribir la práctica a la que uno mismo ha
realizado, no comprendiendo como “práctica” toda la rica experiencia pasada del
movimiento comunista internacional e ignorando la vinculación de esa historia
con el momento actual, es un ejercicio empirista que en nada se asemeja al
marxismo pues lo circunscribe en los límites del positivismo. ¿Hemos de repetir
todos los errores sobre los que se ha estrellado el MC, retardando el proceso
de reconstitución de los instrumentos revolucionarios, o debemos aprender de ellos para situarnos a
la altura de las circunstancias?
¿Lucha
ideológica y balance o practicismo y unidad?
La
práctica social humana genera la teoría que permite comprender esa práctica en
un momento dado del desarrollo. El marxismo, desde la dialéctica materialista,
nos permite comprender la práctica de la lucha de clases, sintetizarla en
teoría revolucionaria y así, con la consciencia en un punto más elevado poder
lanzarnos sobre la realidad para revolucionarla. Cuando en ésta hallamos
elementos que “no habíamos tenido en mente” los enfrentamos teniendo en cuenta
toda la experiencia previa y analizando el momento concreto. Así es como ha ido
el proletariado revolucionario adquiriendo sus conocimientos a lo largo de la
historia. Sin la síntesis que de la Comuna realizan Marx y Lenin, no habría
Octubre. Sin las enseñanzas de Octubre y la construcción del Socialismo
soviético recogidas por Mao no tendríamos ni Guerra Popular ni Gran Revolución
Cultural Proletaria. Y sin lo desarrollado en China serían inconcebibles los
logros de la guerra revolucionaria de liberación en Vietnam.
Para realizar un Plan político proletario es necesario, junto con el análisis de la sociedad actual (en el
que se incluye el estado de la vanguardia), tener en cuenta la experiencia práctica previa, pues la teoría no
surge simplemente de lo que uno realiza sino que surge del conjunto de
experiencias que se han desarrollado en la historia. De aquí que el papel que
ocupa la teoría revolucionaria en nuestro tiempo sea fundamental y los comunistas
no podamos desatender las tareas de vanguardia cobijándonos en la práctica
política sindicalista. La teoría, como síntesis de la práctica, ha de ser punto
de partida. Es una cuestión práctica para
el movimiento revolucionario el que la ideología esté a la altura de las
circunstancias históricas y sea el centro dirigente que permita seguir
desarrollando el Plan político para
reconstituir el Partido Comunista (Plan
que por otro lado ya ha sido expuesto por algunos destacamentos,
independientemente del grado de desarrollo que haya alcanzado hasta el momento[1]).
Plan que en su desarrollo nos permite concretar la línea política de masas que se encamina a resolver las contradicciones entre la vanguardia y sus masas.
Y sobre la planificación de la
reconstitución cabe realizar un inciso. Conocemos a multitud de camaradas que
reconocen la inexistencia del Partido revolucionario en el Estado español y que
comprenden que su reconstitución es una necesidad para el marchar de la
Revolución. Éstas tareas (a la que se añade la cuestión nuclear de la ideología)
no pueden dejarse al “desenvolvimiento natural” de la vanguardia sino que han
de llevarse por un único camino, el de la lucha del elemento consciente sobre los
que “prefieren” correr tras del movimiento espontáneo. Comprender esto
significa que hay que abandonar esa postura ambivalente por la que se reconoce
la importancia de la teoría pero sigue desarrollando una práctica atravesada
por el inmediatismo sindicalista.
“El
centrismo es un concepto político. Su ideología es la ideología de la
adaptación, ideología de la supeditación de los intereses proletarios a los
intereses de la pequeña burguesía dentro de un partido común. Esta ideología es
extraña, ajena al leninismo”[2]
En la socialdemocracia alemana, con el
SPD en el papel de vanguardia del movimiento obrero internacional, existían
“dos” posiciones (en realidad, en lo que a éstos se refiere, una sola): para E.
Bernstein “el objetivo final no es nada,
el movimiento lo es todo”; mientras que para Wilhem Liebknecht (padre de
Karl Liebknecht, fundador del KPD): “La
esencia del revolucionarismo está no en los medios, sino en el fin” [3].
Ninguno renegaba formalmente del “socialismo”, pero ambos presentaban una
disociación entre los medios y el fin, como
si éstos dependiesen del voluntarismo coaligado con el devenir espontáneo de la
lucha de clases (determinismo que lleva a abrazar la “táctica-proceso”) y no de
las tareas concretas que demanda a cada paso el hito estratégico que queremos
alcanzar (táctica-plan). Esta disociación de los elementos nos devuelve una vez
más a esa posición anti-dialéctica que corroe actualmente a nuestro movimiento
(igual que ocurriera en otro tiempo, hecho que demuestra la necesidad de
realizar un balance crítico sobre la experiencia de la Revolución Proletaria Mundial)
y que si en lo que respecta al Poder toma cuerpo en forma de teorías sobre la
diversidad de las “vías al socialismo”; en cuanto a la recomposición de los
instrumentos de la Revolución Socialista niega que sea necesario desarrollar
esa planificación que sitúa en primera instancia al elemento consciente como
base que nucleará al movimiento revolucionario.
Pero
resulta que la contradicción sobre la que camina la reconstitución del único
organismo social que puede desarrollar “praxis revolucionaria” es hoy sobre la
teoría revolucionaria y no sobre la forma en que se organizan las luchas
económicas de las masas. Frente a esta concepción se plantea
(mayoritariamente) que la vanguardia ha de curtirse en el trabajo sindical o
buscar la “unidad comunista” en el trabajo práctico cotidiano[4],
comprendiendo que realizar ese necesario balance
en aras de devolvernos a las concepciones propias de la teoría
revolucionaria significa “encerrarse” y “dejar de lado” al proletariado.
Precisamente estas críticas, que recuerdan a Rabócheie Dielo acusando a Iskra
de “subestimar la importancia del
elemento objetivo o espontáneo del desarrollo” y “sobreestimar la ideología y exagerar el papel del elemento consciente”[5];
certifican esa concepción errónea de ideología y praxis como elementos
paralelos que intervienen en procesos distintos, cuando en realidad la resolución de la cuestión ideológica no
es más que la primera parte del Plan político,
por ello conectado indefectiblemente con el siguiente, para poder conquistar el Partido
de la Revolución y luchar por la Revolución
Socialista.
Los
límites del reformismo
Al principio de este
escrito mentábamos lo que a nuestro entender es un punto común de todo el campo
revisionista: el observar la acumulación
de fuerzas para la Revolución desde la unión de los distintos frentes
parciales en los que la clase asalariada pugna por reproducir, en mejor modo,
sus condiciones de vida.
Sobre la línea de la UJCE hemos
batallado antes y después de nuestra expulsión: su política entrista en CCOO sólo intenta
revitalizar la línea de construcción sindicalista que entronca no con las masas
proletarias, sino con la aristocracia obrera, que es la clase representada por
el sindicalismo existente en el Estado español (como en todo en que el
capitalismo se ha desarrollado[6])
y que objetivamente está interesada en reformar el capital. En esta línea
constructiva se trasladan mecánicamente algunas de las consignas lanzadas en su
momento por la Internacional Comunista, principalmente aquella en la que Lenin
exponía la necesidad de que los comunistas (principalmente en Europa
occidental) interviniesen en los sindicatos reaccionarios. Más allá de los
límites de esta línea de construcción (ningún P.C. ha instaurado nunca el poder
revolucionario bajo esa línea política); hay que decir que cuando Lenin
desarrolla esta propuesta los Partidos Comunistas ya están constituidos; y en
esos “sindicatos reaccionarios” se encuadraba buena parte de la masa proletaria
entre la que todavía se confundía esa masa reaccionaria desgajada de los
oprimidos, la aristocracia obrera. Pero en el Estado español de inicios del s.
XXI ni la vanguardia comunista está articulada hasta el grado de poder
conformar su unidad con las amplias masas (en la forma de P.C.) ni en los
“sindicatos reaccionarios” se encuentran las masas oprimidas por el capital (entre
los asalariados apenas el 20% se encuadra en sindicatos), ya que su base social
es la aristocracia obrera, aquel sector asalariado que, bajo la fase actual del
capital, accede al reparto del botín de su burguesía imperialista. Pero la
dirección de la UJCE prefiere enmarañar estas cuestiones. Al igual que ha
desprovisto a una obra fundamental de Lenin como “La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo” de todo
su contenido revolucionario, en el novísimo vocabulario de la dirección de la
UJCE se introduce al “neoliberalismo” como toda una “fase” del capitalismo,
quedando el análisis sobre el imperialismo reducida a alguna que otra proclama
literaria. Todo este enjuague es necesario para olvidarse de la época histórica
que vivimos:
“La
sociedad actual vive a expensas del proletario moderno. Marx subrayaba
especialmente esta profunda observación de Sismondi. El imperialismo modifica
algo la situación. Una capa privilegiada del proletariado de las potencias
imperialistas vive, en parte, a expensas de los centenares de millones de
hombres de los pueblos no civilizados”[7].
La particular línea político-sindical de
la UJCE sigue con la de la Izquierda Unida en la que pululan diputados “comunistas”
como Alberto Garzón, un chico avezado (como todos los de ATTAC) que no pierde
tiempo en reconocer que la sociedad ideal por la que luchan se va a hacer con
las ruinas del régimen[8],
en concreto con esa aristocracia obrera desnortada por las políticas seguidas
por la facción burguesa representada en el PSOE. Ya que nuestro marxista-leninista en las Cortes no se
refiere a que la sociedad comunista se erigirá sobre las ruinas del régimen
capitalista, ruinas producto de la capacidad creadora y constructiva de la
clase obrera que constituida en clase revolucionaria (como partido comunista) y
en clase dominante (desarrollando la dictadura proletaria) destruirá todo
vestigio de las instituciones burguesas y todo el conjunto de relaciones
sociales de las que emanan. “Nuestro” Garzón, muy al contrario, proyecta su
ideal social como recuperador de las “ruinas” que el propia capital crea (por
sus contradicciones internas) para recomponer ese mismo régimen. Aunque al
menos el diputado es sincero, pues el revisionismo es la línea de edificación
social a la que se amarran los sectores privilegiados de la clase asalariada en
su connivencia con el capital monopolista. Aquí, en esto de las instituciones y
el parlamento, volverá el oportunista (repleto de las ilusiones parlamentarias que jamás han movilizado a un 30% de la
población) a tergiversar la experiencia histórica de la lucha de clases. La IC señaló
que no se podía rehuir de la participación en los parlamentos burgueses siempre
que éstos se utilizasen como altavoz de la Revolución. Pero de aquí no puede
entenderse que los comunistas tengan que participar en esos organismos de la
democracia burguesa para constituirse en un grupo por reformas, salvo que se
pretenda pasar por “acumulación de fuerzas” para crear “conciencia” y “poder
popular” la complementación de esas reformas con “luchas extra-parlamentarias”
tales como recoger firmas por la “Rebelión Democrática”, suscribir querellas
contra el PP vía Audiencia Nacional, etc.
El círculo de la discursiva política de
la UJCE se cierra con la teoría del proceso
constituyente[9],
mantra bajo el que históricamente se ha cobijado la pequeña burguesía en el
Estado español y que ante la crisis económica y social es la cabecera de las
tertulias de La Tuerka (sin duda
alguna un buen exponente para tomar temperatura a la academia burguesa radical), de las propuestas electorales
de Izquierda Unida, del Frente Cívico
de Anguita y hasta del “marxista-leninista”
Comité Central de la UJCE. No obstante sería puro oportunismo cargar esta
consigna únicamente sobre las espaldas de la juventud del PCE; la consigna
sobre un “proceso constituyente”, a
la que se incorpora la consigna de la tercera
república, ha sido adoptada por el movimiento comunista en el Estado
español (salvo honrosas excepciones) en sus versiones más variadas, teniendo siempre
como telón de fondo la línea estratégica frente
populista asumida en los proscenios de la guerra civil en la que se teorizó
(a nivel internacional y recuperando las posiciones de la socialdemocracia) sobre
la posibilidad de crear un tipo de Estado intermedio entre la dictadura
burguesa y la Revolución Socialista, dando al traste con la teoría marxista del
Estado a la que había entronado como vanguardia Lenin, en enconada lucha de dos
líneas con la II Internacional:
“Lo
principal entre lo que no comprenden los socialistas --y de aquí su miopía
teórica, su cautiverio en poder de los prejuicios burgueses y su traición
política al proletariado-- es que en la sociedad capitalista, cuando la lucha
de clases inherente a ella experimenta una agudización más o menos seria, no
puede haber nada intermedio, nada que no sea la dictadura de la burguesía o la
dictadura del proletariado. Todo sueño en una tercera solución es un
reaccionario gimoteo de pequeño burgués. Así lo evidencian tanto la experiencia
de más de cien años de desarrollo de la democracia burguesa y del movimiento
obrero en todos los países adelantados como, particularmente, la experiencia
del último lustro. Así lo dice también toda ciencia de la economía política,
todo el contenido del marxismo, que esclarece la inevitabilidad económica de la
dictadura de la burguesía en toda economía mercantil, burguesía que nadie puede
sustituir de no ser la clase que está siendo desarrollada, multiplicada, unida
y fortalecida por el propio desarrollo del capitalismo, es decir, la clase de
los proletarios”[10]
Cabe referirse a otro elemento
particular de la línea defendida por la dirección de la UJCE en estos tiempos
de reconfiguración del marco político en el Estado español: La defensa cerril
que la dirección hace de Izquierda Unida como “proyecto estratégico de los comunistas” se ha basado en la premisa de
que las reformas coadyuvan a la revolución (premisa falsa pues sólo con un
movimiento revolucionario en pie es como la burguesía se ha visto obligada a
realizar concesiones temporales a los oprimidos). Aun con todo esto, ahora que
IU tiene parte en el desmantelamiento del “Estado de bienestar” continúan, cual
contorsionistas de la política, hablando de la “flexibilidad táctica” y
participando en esos organismos, más allá de desmarques de tal o cual medida
emprendida por instituciones que ellos mismos gestionan. Y es que tienen una simpática forma de
desarrollar la “práctica m-l” aquellos
que nos tildan de “izquierdistas”, “teoricistas” y demás sainetes que se
lanzan entre reunión y reunión: participan de los medios de gestión del capital,
caso andaluz, y su mayor “práctica revolucionaria” se limita a emitir
comunicados de disconformidad cuando alguna decisión de su gobierno les disgusta. Lo que demuestra que el reformismo ni
sirve para acercar la Revolución Socialista, ni tan siquiera sirve para
defender a la clase obrera. Y toda argumentación reformista en el sentido de
defender la intervención en las instituciones para “acercar la revolución”
(línea que se extiende más allá de la UJCE); cuyos resultados son pírricos y no
han aportado más que la enseñanza de lo que no tenemos que hacer, es lo que
realmente va en contra de la clase obrera.
Revolución
y organización
La
derrota histórica sufrida por el movimiento comunista ha llevado al marxismo,
como cosmovisión de la realidad, a ser desarmado de sus atributos. El marxismo fue
troceado por el revisionismo, pues éste no es un agente “externo” que embauca a
la vanguardia revolucionaria hasta el punto de convertirla en algo ajeno a sí
misma. El revisionismo es la visión parcial y unilateral del socialismo
científico, es algo que se desarrolla junto al mismo marxismo como teoría
revolucionaria, de ahí que este revisionismo pueda convertirlo en su contrario,
es decir, transformar en algo reaccionario lo que un día fue la vanguardia
internacional del proletariado: pasó con el SPD, pasó con la URSS y pasó con la
República Popular China. Es la dialéctica, de la que también participa el
movimiento revolucionario. De esta derrota, temporal pero general, del
movimiento revolucionario tenemos una realidad observada con las lentes
reaccionaria de la burguesía.
El marxismo concibe al proletariado
como clase revolucionaria, no porque el simple hecho de producir plusvalía
genere Revolución. Si así fuese serían
innecesarios la teoría revolucionaria y el Partido Comunista y el capitalismo
caería en cuanto se acumulasen frente
a él unas cuantas de sus consecuencias (esos frentes sindicales y/o de colores). Los marxistas concebimos a la
clase obrera como la clase revolucionaria porque objetivamente es la clase
social a la que el régimen capitalista desapropia constantemente de su fuerza
de trabajo y el único modo de escapar a esta situación que tiene esta clase es
destruir todo el sistema, desde su raíz. Por ello el proletariado es el objeto
de la transformación. Y por ello también el proletariado es el sujeto del
cambio, pues es la única clase social que puede llevar hasta las últimas
consecuencias ese proceso de transformación revolucionaria. Cuando se unifica
ese objeto (la clase en sí) con el sujeto (la clase para sí, con conciencia de
su posición en la historia) es cuando se pone en marcha la clase como clase
revolucionaria. De ahí que Lenin insista en que el partido es la unión
del socialismo científico y el movimiento obrero.
Esta premisa en que el movimiento
revolucionario se erige como totalizador (frente a lo atomización burguesa de
la realidad) nos dirige políticamente a la consigne de que “salvo el poder todo es ilusión” ¿por
qué? Porque si no se aspira a que las transformaciones sociales se realicen
desde el Poder revolucionario, desde la dictadura proletaria que cambie todo el
panorama social desde la raíz; se cae en la ilusión de la reforma, pretendiendo
que la clase trabajadora pueda ir resolviendo sus distintas problemáticas parciales
desde la reforma del Estado capitalista. A esto lleva toda esa cosmovisión que
sustancia al subproducto de la división social del trabajo hasta el grado que
puede encontrarle “soluciones parciales”, que siempre acaban reconduciéndose
hacia la gestión del aparato de dominación del capital, apuntalando así todo el
sistema de la esclavitud asalariada.
Los CJC denuncian el carácter
“frentista” de la UJCE porque no elige al movimiento obrero y sindical como
núcleo de toda la unidad de frentes feministas, de estudiantes, etc.
“Reflejo de la centralidad que
tiene para el PCPE la clase obrera como sujeto revolucionario, nuestro Partido
está poniendo todo su empeño en la constitución de los Comités por la Unidad
Obrera (CUO).”
[11]
Para los camaradas de CJC los CUO son el
indeleble signo del carácter revolucionario
del PCPE, al cual señalan ya, en ese mismo texto, como el “Estado Mayor del
proletariado”. Estamos de acuerdo en que el PCPE sitúa a los CUO en su
centralidad política, ya que éstos son el núcleo de su “Frente Obrero y Popular por el Socialismo” (FOPS). Pero precisamente ese carácter nuclear del organismo
sindical en la construcción del movimiento revolucionario niega toda
posibilidad al PCPE-CJC de observar
a la clase obrera como sujeto
revolucionario, por observar al proletariado, desde esos CUO, como garante
de multitud de reformas (por mejorar el derecho a huelga, limitar la jornada
de trabajo, etc.[12])
del Estado burgués, reconociendo en última instancia que el movimiento
revolucionario se constituye en base a unir frentes parciales, precisamente
esto es parte de los que imputan a UJCE, y es que existe una línea de
continuidad entre quienes pretenden construir el movimiento político proletario
a base de unir frentes parciales y quienes pretenden construir ese movimiento
uniendo esos mismos frentes con la salvedad que sitúan el frente sindical en
primera plana. Cuantitativamente la
disposición política difiere (unos se centran más en el movimiento sindical que
los otros) pero la esencia cualitativa es la misma. Muy a pesar de que, con
las dosis de buena voluntad, se diga
que, aún con una práctica de reformas por “mejoras concretas” en realidad se
lucha por el objetivo del socialismo.
Ahora también es buen momento de traer a colación la premisa de que “la práctica
es el criterio de la verdad”. Al socialismo no se llega por medio de
estructuras sindicales, ni por muchos comunistas que participen en ellas ni por
muchos frentes parciales que se quieran añadir (feministas, ecologistas, etc.).
Ni, tampoco, por dotarlas del nombre más radical
que se nos pueda ocurrir.
Al Socialismo, como dictadura del
proletariado, se llega con una organización
de nuevo tipo, imposible de cultivar desde la intervención sindical, por
mucho que, trastocando a Lenin, se diga que las huelgas actuales son “escuelas de guerra”[13]
para los jóvenes comunistas:
“Las
afirmaciones de Rab. Dielo, antes analizadas, de que la lucha económica es el
medio de agitación política más ampliamente aplicable, de que nuestra tarea
consiste ahora en dar a la lucha económica misma un carácter político, etc.,
demuestran que se tiene una noción estrecha no sólo de nuestras tareas
políticas, sino también de las de organización. Para sostener la "lucha
económica contra los patronos y el gobierno" es innecesaria en absoluto
una organización centralizada de toda Rusia –que, por ello mismo, no puede
formarse en el curso de semejante lucha – que agrupe en un solo impulso común
todas las manifestaciones de oposición política, de protesta y de indignación;
una organización formada por revolucionarios profesionales y dirigida por
verdaderos líderes políticos de todo el pueblo. Y se comprende. La estructura
de cualquier organismo está determinada, de modo natural e inevitable, por el
contenido de la actividad de dicho organismo.”[14]
Es muy saludable que entre la juventud
trabajadora del Estado español las manifestaciones conformadas por pelotones que
desfilan a ritmo de “batucada” dejen paso a unos mínimos de disciplina. Pero de
ahí a hablar de “escuelas de guerra” va un largo trecho. Lenin concebía la
“huelga general política” como un elemento que podía adherir a las masas al
programa de la Revolución. Y, más allá del desarrollo que ha conocido el
movimiento revolucionario desde entonces, hay que señalar que: no sólo las condiciones
de la vanguardia revolucionaria (sobre todo cuando los bolcheviques son ya un
bloque nítido) de la clase obrera rusa (en pleno auge político) y del propio
contrincante (la autocracia zarista) eran distintas. Sino que la huelga general y política de la que
con tanta fuerza hablaban los revolucionarios rusos venía acompañada de la consigna de armamento general de las masas
proletarias:
“Nosotros
decimos: ¡Viva el proletariado revolucionario! La huelga general pone en pie y
moviliza a masas cada día más nutridas de la clase obrera y de los pobres de la
ciudad. El armamento del pueblo pasa a ser una de las tareas inmediatas del
momento revolucionario. Sólo el pueblo armado puede ser un verdadero baluarte
de su libertad. Y cuanto antes logre armarse el proletariado, cuanto más tiempo
se mantenga en su posición aguerrida de huelguista revolucionario, tanto antes
vacilarán las tropas (…)”[15]
Es en ese mismo año, en 1905, cuando el
proletariado ruso va a dar a la clase obrera mundial la experiencia de los Soviets
como forma de poder popular. Aunque
en 1905 éstos se originan de forma espontánea (surgen de la huelga política de
masas contra el absolutismo), pronto los bolcheviques van a situar a estos organismos de poder, unidos a esa consigna verdadera (y no como recurso
literario) del armamento del
proletariado por y para la Revolución, como base primordial de la conquista
de las masas por parte del sujeto revolucionario, en detrimento de la huelga política de masas, que acabará
por ser complemento de movilización (insistimos, con la vanguardia armando a
las masas) hacia los organismos de la dictadura revolucionaria de la clase
obrera. Es decir que Lenin, en los inicios del movimiento revolucionario ruso,
concibe la huelga como movilizadora de masas para la Revolución, siempre que el movimiento político
revolucionario esté forjado y pueda transformar y elevar las demandas
concretas de la clase en adscripción al programa de la Revolución que sólo
puede ponerse en marcha desde el Nuevo Poder proletario.
Pero todo esto se desvanece ante el
culto exacerbado que existe en el conjunto de nuestro movimiento por las luchas
sindicales de la clase obrera (en especial por la huelga), de tal modo que se llega
al planteamiento de que para ser un cuadro comunista hay que ser a la vez, sino
antes, un dirigente curtido en las luchas concretas de la clase por mejorar sus
condiciones. Esta premisa, tan vieja como la socialdemocracia, encuentra
valedores entre destacados teóricos contemporáneos. Un ejemplo paradigmático,
por cuanto su línea influye a un amplio espectro del movimiento comunista, es
el del Partido de los Trabajadores de Bélgica (PTB) y Ludo Martens. En uno de
sus principales trabajos, “El Partido de
la Revolución”, el belga exponía la
historia del PTB como un partido cuyo núcleo central surgió de las luchas
espontáneas de la clase. En su retrospección Martens introduce elementos de
crítica, pero considera necesaria esa particular experiencia previa:
“La
experiencia nos enseña que la formación del núcleo es un proceso de larga
duración. Sólo puede llegar a formarse a través de la participación en la lucha
de clases y después, a través de las abundantes luchas contra las líneas
oportunistas.”[16]
En
primer lugar, ¿acaso la lucha ideológica no es lucha de clases? Martens sienta
la pauta para interpretar que la lucha de clases no es más que la lucha contra
el patrón y el Estado por mejoras salariales. Pareciese que la lucha de clases se
circunscribe al ámbito de la lucha económica-sindicalista. Nadie ha negado
nunca que cuadros dirigentes puedan provenir de ese tipo de experiencia. Pero
ha de ponernos en guardia el mero hecho de insinuar que es necesario que los
cuadros comunistas (cuya tarea actual se encuentra en resolver las
contradicciones ideológicas en las que se encuentra varado el movimiento, para
empezar a articular a ese núcleo revolucionario), han de pasar por la escuela
sindical de la clase. Ya que este tipo de argumentaciones son las que llevan en
sí aquella separación anti-dialéctica (que señalábamos antes) entre teoría y
práctica y que nos impiden aprehender las tareas del momento.
Tampoco ha negado nadie el trabajo
político junto a cierto sector “práctico” de las masas (con las cuales se
aprende mucho más que de la práctica revisionista); discurso demagógico muy
extendido que nos confina a escuchar hasta la saciedad el epíteto de
“izquierdistas”, “sectarios”, etc. y que cuanto más se repite más aleja de la
realidad a quien así nos adjetiva (no está de más señalar que estos adjetivos
que nos lanzan hacen “extraños” compañeros de cama, desde dirigentes “m-l”
hasta algún que otro cargo público de la izquierda). No es más que concebimos
el partido de nuevo tipo (y las organizaciones embrionarias) en sentido
leninista, como una suma de organizaciones con distintos eslabones, con
distinta gradación de conciencia (y por ello de tareas) cuya labor no sólo es
adherir a más sujetos o colectivos a la ideología revolucionaria, sino
elevarlos a las problemáticas de ésta para que participen de la resolución de
sus problemas activamente, ya que el principal terreno de batalla de la clase
obrera hoy se encuentra en la lucha por reconstituir los principios del
movimiento comunista (la teoría revolucionaria) y no en luchar simplemente por
unas pocas migas de pan que apenas nos llegarán para el día a día y que no nos
quitarán el hambre del mañana.
Esto significa observar al proletariado
como clase que ha de transformarse en clase revolucionaria. Y esto no significa
desatender a la clase obrera. Quien realmente hace esto son todos aquellos que
observan paternalmente al proletariado y que acuden constantemente a repetirle,
con una ingente cantidad de octavillas por reformas político-laborales “vía al
socialismo”, lo que los obreros, por su día a día, ya saben.
“Esto
no significa, naturalmente, que los obreros no participen en esta elaboración (de la ideología revolucionaria. N. de la
R.). Pero no participan en calidad de
obreros, sino en calidad de teóricos del socialismo, como los Proudhon y los
Weitling; en otros términos, sólo participan en el momento y en la medida en
que logran, en mayor o menor grado, dominar la ciencia de su siglo y hacer
avanzar esa ciencia. Y, a fin de que los obreros lo logren con mayor
frecuencia, es necesario ocuparse lo más posible de elevar el nivel de la
conciencia de los obreros en general; es necesario que los obreros no se
encierren en el marco artificialmente restringido de la "literatura para
obreros", sino que aprendan a asimilar más y más la literatura general.
Incluso sería más justo decir, en vez de "no se encierren", "no
sean encerrados", pues los obreros leen y también quieren leer todo cuanto
se escribe para los intelectuales, y únicamente ciertos intelectuales (de
ínfima categoría) creen que "para los obreros" basta con relatar el
orden de cosas que rige en las fábricas y rumiar lo que ya se conoce desde hace
mucho tiempo.”[17]
Grecia,
un ejemplo
El problema de la Revolución es el
problema de las mediaciones (organismos sociales) necesarias para derrocar el
poder capitalista e instaurar el de la clase obrera hasta la conquista de la
sociedad sin clases. A fin de cuentas se trata de comprender como construimos
un movimiento organizado, en forma de Partido, con una estrategia de Poder bien
definida y basada, con la experiencia de la Revolución Proletaria Mundial como
bandera, en la clarificación de cómo va
a tomar el proletariado revolucionario el Poder, alejándose del
eclecticismo con el que despacha esta cuestión el revisionismo.
Esta problemática cardinal para nuestro
movimiento la encontramos con claridad en la lucha de clases que se da en
Grecia. Grecia representa en cierta medida (en el ámbito europeo) aquel
carácter que Marx y Engels destacaron de Francia como lugar en el que en forma
más acabada se daban los conflictos de clase: en Grecia el fascismo tiene hoy
su “mejor aspecto” en mucho tiempo; el anarquismo insurreccional muestra
músculo en las calles de Atenas o Tesalónica; y es allí donde mejor se ve la
aplicación práctica de la línea estratégica de un amplio espectro de la
vanguardia marxista-leninista, pues
allí está la organización más valorada
de Europa en este aspecto. El infantil recordatorio constante sobre quién es el referente del KKE-KNE en el
Estado español lo muestra a las claras.
El KKE sigue una línea de construcción
política sindical. Dado que los CUO son la variedad ibérica del PAME (el frente
sindical del KKE) lo dicho para unos, que sitúa al movimiento obrero sindical
como base del movimiento político, puede servir para los otros. No obstante el
PAME si es una fuerza sindical con capacidad política en toda Grecia. El PAME
es el motor del frente obrero del
KKE. A través de él acciona su línea de masas. El otro de los puntos clave del
KKE es su participación electoral. Sobre ésta vuelca gran parte de sus activos,
por mucho que, a veces, reniegue de ello: Desde 2008 hasta el batacazo de 2012 el
KKE ha hecho propaganda en repetidas ocasiones por el “adelanto electoral”. Por
su puesto, la línea oficial del KKE nos dice que toda su participación en las
elecciones viene a ser una resonancia de su labor
militante concreta en los centros de trabajo, de tal forma que sus votos
son votos conscientes. En 4 años de
sobresaltos electorales el KKE había mantenido su base electoral. En el último
circo del capital sus votos descendieron a la mitad[18].
¿A dónde fue el voto consciente? El
KKE habla de la toma del poder por la clase obrera, del fin del sistema
capitalista. Pero al respecto habla y nada más. Es un partido que se dice ya
construido, preparado para la lucha de clases ¿a qué espera para educar al
proletariado griego en la lucha revolucionaria? El KKE prefiere seguir
utilizando su baza sindical, pero desde ésta es imposible “acumular fuerzas”
para asestar un “golpe revolucionario” y educar a las masas para la Revolución.
Lenin señalaba que la experiencia propia de las masas es
la que determina si se mantienen del lado de la dictadura del capital o
basculan hacia el lado de la dictadura del proletariado. Experiencia en padecer
una y ejecutar otra, poco que ver con el positivismo
político-sindical patrocinado por buena parte de nuestro movimiento.
Todos aquellos camaradas que hablan de
su estructura política como del “Estado Mayor” del proletariado, de tomar el
poder y construir el socialismo-comunismo.
Los que dicen que el momento es para la “práctica”
“revolucionaria”, para dejarse de
excusas y estar con las masas en sus luchas en vez de “teorizando” ¿qué proponen en lo concreto? ¿Qué realizan
en la práctica? Sindicalismo. Política sindical.
Mientras el KKE juega a manifestarse,
los anarquistas, ¡los anarquistas!, ¡unas gentes que están contra la
organización de nuevo tipo!, son capaces de crear vacíos de Poder en Atenas,
caso del barrio de Exarchia, donde
apenas la policía puede entrar con normalidad[19].
Y el KKE no sólo no educa ni organiza a las masas en la Revolución, sus causas
y consecuencias: la violencia revolucionaria, consciente, planificada,
centralizada por el verdadero “Estado Mayor” proletario; sino que infecta la
moral proletaria abjurando de la violencia cada vez que un grupo anarquista
lleva a término alguna acción terrorista. En todo caso, como Partido de la Revolución, habría de denunciar
los límites del terrorismo pequeñoburgués frente a los de la práctica militar
del proletariado revolucionario. Pero esto significaría, dicen los defensores
acríticos del KKE, ¡ser ilegalizados!, ¡perseguidos por el Estado burgués!,
trance del que los camaradas griegos intentan escapar ¿No habrían de tener,
como Partido de vanguardia, un verdadero aparato clandestino? Los camaradas
griegos contestan a esto paseando a su comité central por los platós de
televisión, exponiendo a sus dirigentes, al mejor estilo de los liquidacionistas del POSDR.
La primera dictadura del proletariado,
la Comuna de París, se instauró con la Guardia
Nacional como organismo armado del proletariado, ya que la guerra
franco-prusiana llevó prácticamente a la burguesía francesa al abandono de la
capital en donde se mantuvieron los cuerpos armados nutridos por el
proletariado parisino. El vacío de poder en
París fiscalizó esta forma espontánea en que el proletariado militarizó su
poder. Sólo mediante aquel movimiento de masas armadas pudo sostenerse la
Comuna y, sobre esta base, los organismos del Poder popular pudieron colocar en
el Hotel de Ville la Bandera Roja. Sin
todo esto no podrían explicarse los Soviets rusos, donde surge ya el elemento
consciente de la mano del Partido bolchevique, que se forja ante la parálisis
ideológica y de acción en que se encuentra la socialdemocracia internacional
frente a la situación revolucionaria rusa, en donde la toma del poder por parte
del proletariado no encuentra solución en la táctica de la II Internacional,
centrada en tomar las luchas económicas como “frentes” del Partido a través de
los cuales organizar a la clase para tomar el Estado (economicismo) o
planteando la necesidad de compartir un periodo de democracia junto a sectores
de la burguesía previo a la dictadura proletaria (menchevismo). En Rusia, sin
duda un avance con respecto a 1871, aún no es la vanguardia la que crea los
soviets, pero será solo la incursión de ésta la que permita a los Soviets
convertirse en la base de la dictadura del proletariado en Rusia. En Rusia los
“vacíos de Poder” son generados por la pugna entre los soviets revolucionarios
y las instituciones de la república burguesa. Los bolcheviques convierten a los
órganos de poder creados por las masas, en los frentes de lucha del Partido, es
decir, que desplazan la concepción socialdemócrata del frente del economicismo
(arañar mejoras al poder burgués) a la lucha política por ejercer poder
revolucionario, que solo puede llevarse a cabo en confrontación a la dictadura
de la burguesía. El proletariado revolucionario ya cuenta con un organismo
militar propio, la Guardia Roja que junto a los Soviets de soldados va a
permitir formar el primer Ejército Rojo
La
universalidad de los soviets y del partido bolchevique reside en que el Partido
obrero ya no es lo más avanzado en las luchas económicas, sino que es el
organismo a través del cual se imbrica la vanguardia revolucionaria con las
masas abriendo la brecha para que sea la clase obrera la que haga su programa
revolucionario, la que acometa la tarea de la revolución socialista.
El objetivo del socialismo ya no es una consigna de cara a la propaganda, sino
que a través del Partido, que impone su programa en los Soviets, las masas
conocen el socialismo y su dictadura. Esta universalidad, esta aportación del
leninismo y la experiencia bolchevique al socialismo científico, se demostrará
y se perfilará aún con más fuerza cuando los comunistas chinos desarrollen la
estrategia de guerra popular donde el Poder se construye en torno al Partido
revolucionario y donde los frentes del partido serán, precisamente, no los
sindicatos u organizaciones de masas campesinas (aunque se cuiden por trabajar
en ellos) sino el Nuevo Poder con el Ejército Rojo. Es decir que ganarán a las
masas para la Revolución creando las condiciones para que ellas mismas ejecuten
el programa revolucionario y sean así las Bases de Apoyo del Partido y la Revolución.
El Ejército Popular es una
construcción consciente del Partido Comunista que movilizará a las masas con
guerra popular (en medio de guerras civiles y la guerra anti-japonesa)
adhiriendo a las masas a la Revolución (acumulando fuerzas) no con el movimiento
práctico concreto sindical, sino con la construcción de nuevo poder. Todo esto
implica una de las principales enseñanzas universales de la Revolución, en lo
que al papel del partido se refiere:
“La
relación entre jefes, partido, clase y masas, y, al mismo tiempo, la de la
dictadura del proletariado y su partido con respecto a los sindicatos, se
presenta actualmente entre nosotros en la forma concreta siguiente: la
dictadura la lleva a cabo el proletariado organizado en Soviets, dirigido por el
Partido Comunista bolchevique (…) Se obtiene, en conjunto, un aparato
proletario, formalmente no comunista, flexible y relativamente amplio,
potentísimo, por medio del cual el Partido está estrechamente vinculado a la
clase y a la masa y por medio del cual se lleva a cabo la dictadura de la
clase, bajo dirección del Partido”[20]
La
actual lucha de dos líneas en el ámbito
juvenil
Ahora que se ha reavivado la cuestión
del carácter del Partido Comunista, cabe reapropiarse, desde las filas de la
Revolución, de la experiencia histórica para así enfrentar en las mejores
circunstancias esa lucha por el Socialismo y el Comunismo. La historia muestra
que a medida que se ha desarrollado, el proletariado, en su lucha, se ha visto
obligado a concebir su Revolución como un todo planificado estratégicamente, en
el que el papel de la consciencia ha sido cada vez más importante, coincidiendo
esto con una caracterización cada vez más certera de las labores políticas y
militares proletarias. “Del fusil nace el Poder” se complementa con “sobre el
fusil manda el Partido”. Y el Partido Comunista como relación entre vanguardia
y masas no es más que la mediación que eleva y transforma a las amplias
masas desde su posición alienada en la sociedad burguesa a su posición activa
en la revolución.
Las carencias del movimiento comunista
en Grecia, más amplio y fuerte que el del Estado español, nos permiten
comprender que las bases mayoritarias sobre la que se sustenta el comunismo
español son insuficientes para el abordaje de la reconstitución de un partido
que no existe y cuya práctica no puede “suplantarse” ni con la “praxis” de los
destacamentos dispersos ni con su unidad formal. En los distintos destacamentos
(nos incluimos nosotros) se encuentran elementos que, si pugnan por llevar en forma abierta la lucha ideológica y crear los
espacios necesarios para el debate (algunos ya existen y otros se van fraguando)
y la articulación de la vanguardia en base a los principios del marxismo, entonces
sí serán núcleo de la Revolución.
Hasta entonces las estructuras mayoritarias del MC seguirán desatendiendo esta
tarea y se mantendrán ensimismadas en su práctica política que no sobrepasa el
alfoz de la política burguesa de la clase
obrera.
La última experiencia en este sentido
nos la dan los camaradas de la antigua UJC-Madrid. Los camaradas llevan años
remarcando la importancia de la formación del militante comunista y trabajando
con seriedad aspectos (teóricos y políticos) que, salvo destacamentos
concretos, son desechados por la mayoría del MC del Estado español. Si bien
nosotros hemos mostrado discrepancias con los camaradas en alguna ocasión, por
ejemplo no coincidíamos con su análisis con respecto al PCPE[21]
ni con la política de “unidad comunista”[22]
(habida cuenta que en el Estado español la práctica ha certificado
implacablemente, como poco durante 30 años, los límites de ese modelo de
construcción); estos camaradas conforman un destacamento avanzado del
movimiento comunista que se acerca a los principales elementos que nos pueden
hacer avanzar en la lucha contra el capital. Aunque también hemos de señalar
alguna discrepancia más, que se inserta en el proceso de lucha entre CJC y los
camaradas de la vieja UJC-M. Éstos últimos, en su extenso trabajo sobre la
ruptura del proceso de unidad (coincidiendo en numerosos aspectos). Para los
camaradas de Madrid el problema es de aplicación de la línea política que,
parece, sería justa en cuanto a que interpretan que el “FOPS” y los CUO son el
principal elemento en que ha de basar el partido su política de acumulación de
fuerzas. Pero desde esta postura que
dice que los fallos son de “aplicación” de la línea política (el debate
sobre si los errores son de concepción o aplicación se extiende a más sectores
de la vanguardia del Movimiento Comunista Internacional) no se representa un debate
entre dos líneas cualitativamente diferentes (lo que se denomina como lucha de
dos líneas) sino que se siguen defendiendo elementos de lo mismo. Por
adelantar algún aspecto (aunque tanto el proceso de ruptura como el análisis que
realiza la antigua UJC-M requieren tiempo y detenimiento) opinamos que las
posiciones que se retratan en el texto de ruptura sobre el PCPE-CJC, si son
tales como el idealismo, no podrán limitarse a la cuestión de la construcción
interna del partido sino que serán transversales a toda la línea política de
esos camaradas (a su análisis sobre la lucha de clases y la consecuente
construcción política que desarrollen al respecto).
No obstante, insistimos, estos camaradas
de Madrid son un ejemplo de madurez política y de trato de las controversias en
el seno de la vanguardia.
Frente a este buen hacer se mantienen
las estructuras políticas ancladas en el sectarismo y en la pelea por cómo
convertirse en la vanguardia político-sindical (al estilo economista) de los movimientos estudiantiles azuzados por los
recortes sociales. Seguirán obnubilados con sus luchas intestinas en el seno de
organismos internacionales cuya necesidad histórica se anclaba en el proceso de
desarme internacional del proletariado. Seguirán también hablando de la
“flexibilidad táctica” a la par que, una tras otra, seguirán convergiendo a las
citas electorales de las instituciones del capital para señalar las bondades de
la reforma. Debates todos estos
improductivos y sesgados por las siglas desde las que se interpretan y que se
circunscriben al modo en que se organizan las luchas sindicales de la clase. Y
que ponen ante nosotros los serios límites que rodean a las organizaciones
mayoritarias, cuyas estructuras seguirán siendo un obstáculo para el desarrollo
de la lucha ideológica, la actual escuela de guerra del cuadro comunista.
Para nosotros la cuestión más candente
en el seno del movimiento juvenil comunista en el Estado español, la que nos va
a permitir avanzar en el proceso de construcción de los elementos de la
Revolución pasa por cómo se logre responder colectivamente (es decir, como
movimiento comunista) a la pregunta que lanzábamos: desarrollamos el combate
teórico para asentar las bases del núcleo del movimiento político
revolucionario o continuamos la práctica cotidiana marcada por el sindicalismo limitándonos a intentar
(sin demasiado éxito práctico) unir en esa práctica economicista a los
destacamentos dispersos
Converger para debatir, para luchar y
para poner sobre la mesa los límites de nuestro movimiento y las necesidades
del mismo son la base para reconstituir los instrumentos de la Revolución
Socialista y parar articular el proyecto emancipador de la clase obrera Romper
con la estulticia del revisionismo y su practicismo estrecho abrirá grandes
posibilidades.
[1]
Hacemos referencia a la “Tesis de Reconstitución del Partido Comunista” del Partido
Comunista Revolucionario, así como sus posteriores desarrollos.
[2] J. Stalin, “Sobre el
peligro de derecha en el P.C. (b) de la URSS”
[3]
Citado por György Lukács en “Lenin, la coherencia de su pensamiento”:
"Sé que hay otro camino, el cual, en
opinión de algunos pocos de nosotros, es más corto: el de la violencia... pero
ese camino conduce al anarquismo, y es culpa grande de la oposición no haber
tenido en cuenta este resultado... La esencia del revolucionarismo está no en
los medios, sino en el fin". W. Liebknecht, durante el famoso Congreso
de Erfurt del SPD.
[4]
Por rizar el rizo, hoy es prolífico ese argumento que dice que la
reconstitución del P.C. (único organismo social con posibilidad de transformar
la realidad, es decir, para desarrollar praxis revolucionaria) se llega
mediante la “praxis” en los tajos y en las calles de los distintos
destacamentos.
[5] V.I. Lenin, ¿Qué hacer?
Progreso. Pg. 38
[6]
"Me pregunta usted ¿qué piensan los
obreros ingleses acerca de la política colonial? Lo mismo que piensan de la política
en general. Aquí no hay un partido obrero, sólo hay conservadores y radicales
liberales, y los obreros se aprovechan con ellos, con la mayor tranquilidad,
del monopolio colonial de Inglaterra y de su monopolio en el mercado
mundial". F. Engels, Carta a C.
Kautsky del 12 de Septiembre de 1882.
[7]
V.I. Lenin “El imperialismo y la
escisión del socialismo” de 1916, texto imprescindible para comprender el
profundo calado que tiene la cuestión de la aristocracia obrera.
[8]
Alberto Garzón, “Construir base social a partir de las ruinas del régimen”.
Público.es, 21/02/13
[9]
“En nuestra realidad inmediata, cobra más
fuerza que nunca la necesidad de construir
movimiento juvenil combativo, articulado desde la lucha por los derechos
de la juventud, por el derecho a una vida digna; que sea un motor fundamental
en el nuevo proceso de convergencia política y social, en la recomposición de
la identidad de clase y en la organización de un Proceso Constituyente hacia la
III República como vía al Socialismo.” Llamamiento al XII Congreso de la
Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE).
[10]
V.I. Lenin, “Tesis e Informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del
proletariado”. Presentada ante el I Congreso de la Internacional Comunista, en
1919.
[11]
“Acerca del XII Congreso de la UJCE (3): “El
proletariado no dispone, en su lucha por el Poder, de más arma que la
organización"” Comité Central de los CJC. Área Ideológica.
[12]
Se pueden encontrar un buen puñado de reformas programáticas hacia
“la sociedad socialista” del PCPE, a través de los CUO, en el Documento del
“Primer Encuentro Estatal” de los CUO, sancionado en Asturias el 26/05/2012.
[13] “Enseñanzas de una
«Escuela de guerra», la Huelga General del 14 de noviembre”, Tinta Roja nº
20.
[14]
V.I. Lenin, ¿Qué hacer? Obras Escogidas,
Tomo II. Progreso. Pg. 95
[15]
V.I. Lenin, “El comienzo de la Revolución en Rusia”. Obras Escogidas, Tomo II.
Progreso. Pg. 406
[16] Ludo Martens, “El Partido
de la Revolución”, Capítulo Primero.
[17]
V.I. Lenin, ¿Qué hacer? Progreso. Pg. 40
[18]
En las parlamentarias de 2009 y mayo de 2012 el
KKE tuvo 517.154 (7,5%) y 538. 072 (8,5%) votos respectivamente. En junio de
2012, comicios repetidos tal y como reclamaba el KKE para que la clase obrera
le diese su confianza, tuvo 277.179 votos (4,5%). Las estadísticas pueden
consultarse en la web del Ministerio de
Interior heleno: http://ekloges.ypes.gr/v2012b/public/index.html?lang=en#{%22cls%22:%22main%22,%22params%22:{}}
[19] Estos vacíos de Poder son
endebles y por seguro si el Estado heleno emplease cierta contundencia policial
y militar podría acabar con ellos. Sin embargo la mera existencia de los mismos
es una muestra de la potencialidad existente en los barrios proletarios.
Potencia que sólo puede activar en toda su fuerza un movimiento de nuevo tipo.
[20] V.I. Lenin, “La
enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo”.
[21] Para nosotros que el PCPE
haya absorbido a diferentes destacamentos no implica que se convierte en núcleo
del partido revolucionario. Éste núcleo depende principalmente de la justeza de
la línea política, no del conjunto de siglas o número de individuos que pueda
aglutinar.
[22]
Esto quedó marcado, por ejemplo, en la carta que los camaradas de la dirección
de UJC-M enviaron en verano a la Escuela de la JC Almería, a la cual se
respondía señalando lo que a nuestro entender es un lastre para el movimiento
comunista, la línea de “unidad comunista” frente a la de confrontación y
esclarecimiento ideológico. Aquí hemos de hacer auto-crítica por no haber
publicado aún esos textos (situación que en breve finiquitaremos) que no son
más que fruto del debate sincero que debemos acometer entre comunistas y que
son de interés para la vanguardia y la
clase obrera en su conjunto.
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