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miércoles, 24 de abril de 2013

Reconstitución y movimiento juvenil. Aporte al combate ideológico (y II)



Publicamos la segunda (y última) parte del Documento firmado junto a los camaradas de la JC Almería, "Reconstitución y movimiento juvenil. Aporte al combate ideológico"

Apunte previo: sobre la práctica y la teoría
 
            El desprecio de gran parte del movimiento comunista en el Estado español por la conciencia revolucionaria y sus problemáticas (la reconstitución teórica y política del comunismo desde el análisis de la experiencia histórica de la lucha de clases) tiene como anverso el practicismo más estrecho. Hasta ahora las estructuras del revisionismo simplemente han callado frente aquellos que les interpelábamos para que debatiesen en el terreno de la ideología. “La práctica es el criterio de la verdad” espetaba complaciente el revisionista medio, haciendo apología de su ignorancia, contraponiendo la ideología y la práctica. Pero no en un sentido dialéctico, como propugna la tesis marxista a la que hacen vacua referencia estas gentes, es decir, comprendiendo que entre la ideología proletaria y la práctica (el movimiento de la clase) median una serie de contradicciones que sólo pueden resolverse desde su unidad dialéctica objetiva (que transforma y eleva a los contrarios) en movimiento revolucionario organizado. El sentido de la diferenciación entre teoría y práctica viene para el revisionismo marcada por su concepción sesgada de la lucha de clases y el marxismo. La metafísica es su modo de comprender la teoría y la práctica. Ve a ambas como elementos estáticos cuya unidad se da de forma externo-formal. El hecho de autoproclamarse “marxista-leninistas” y acudir tras de las formas de organización de los movimientos de resistencia de la clase, o creando otros de manera artificial, es el modo en que observan estos elementos a la unidad entre socialismo científico y movimiento obrero. Y esto se transmite igualmente a la concepción sobre el Partido revolucionario. Frente a la reconstitución desde la lucha de dos líneas, como mediación necesaria en el desarrollo hacia el Partido, el revisionismo propone la unidad de aquellos que se declaran comunistas.
            Con todo esto se torna como lógica su denostación de la conciencia revolucionaria y del papel que ésta ocupa en la construcción del movimiento político revolucionario. Y para nosotros ¡por supuesto que la práctica es el criterio de la verdad! Pero circunscribir la práctica a la que uno mismo ha realizado, no comprendiendo como “práctica” toda la rica experiencia pasada del movimiento comunista internacional e ignorando la vinculación de esa historia con el momento actual, es un ejercicio empirista que en nada se asemeja al marxismo pues lo circunscribe en los límites del positivismo. ¿Hemos de repetir todos los errores sobre los que se ha estrellado el MC, retardando el proceso de reconstitución de los instrumentos revolucionarios,  o debemos aprender de ellos para situarnos a la altura de las circunstancias?          

¿Lucha ideológica y balance o practicismo y unidad?

 La práctica social humana genera la teoría que permite comprender esa práctica en un momento dado del desarrollo. El marxismo, desde la dialéctica materialista, nos permite comprender la práctica de la lucha de clases, sintetizarla en teoría revolucionaria y así, con la consciencia en un punto más elevado poder lanzarnos sobre la realidad para revolucionarla. Cuando en ésta hallamos elementos que “no habíamos tenido en mente” los enfrentamos teniendo en cuenta toda la experiencia previa y analizando el momento concreto. Así es como ha ido el proletariado revolucionario adquiriendo sus conocimientos a lo largo de la historia. Sin la síntesis que de la Comuna realizan Marx y Lenin, no habría Octubre. Sin las enseñanzas de Octubre y la construcción del Socialismo soviético recogidas por Mao no tendríamos ni Guerra Popular ni Gran Revolución Cultural Proletaria. Y sin lo desarrollado en China serían inconcebibles los logros de la guerra revolucionaria de liberación en Vietnam.
Para realizar un Plan político proletario es necesario, junto con el análisis de la sociedad actual (en el que se incluye el estado de la vanguardia), tener en cuenta la experiencia práctica previa, pues la teoría no surge simplemente de lo que uno realiza sino que surge del conjunto de experiencias que se han desarrollado en la historia. De aquí que el papel que ocupa la teoría revolucionaria en nuestro tiempo sea fundamental y los comunistas no podamos desatender las tareas de vanguardia cobijándonos en la práctica política sindicalista. La teoría, como síntesis de la práctica, ha de ser punto de partida. Es una cuestión práctica para el movimiento revolucionario el que la ideología esté a la altura de las circunstancias históricas y sea el centro dirigente que permita seguir desarrollando el Plan político para reconstituir el Partido Comunista (Plan que por otro lado ya ha sido expuesto por algunos destacamentos, independientemente del grado de desarrollo que haya alcanzado hasta el momento[1]). Plan que en su desarrollo nos permite concretar la línea política de masas que se encamina a resolver las contradicciones entre la vanguardia y sus masas.
Y sobre la planificación de la reconstitución cabe realizar un inciso. Conocemos a multitud de camaradas que reconocen la inexistencia del Partido revolucionario en el Estado español y que comprenden que su reconstitución es una necesidad para el marchar de la Revolución. Éstas tareas (a la que se añade la cuestión nuclear de la ideología) no pueden dejarse al “desenvolvimiento natural” de la vanguardia sino que han de llevarse por un único camino, el de la lucha del elemento consciente sobre los que “prefieren” correr tras del movimiento espontáneo. Comprender esto significa que hay que abandonar esa postura ambivalente por la que se reconoce la importancia de la teoría pero sigue desarrollando una práctica atravesada por el inmediatismo sindicalista.

El centrismo es un concepto político. Su ideología es la ideología de la adaptación, ideología de la supeditación de los intereses proletarios a los intereses de la pequeña burguesía dentro de un partido común. Esta ideología es extraña, ajena al leninismo”[2]

En la socialdemocracia alemana, con el SPD en el papel de vanguardia del movimiento obrero internacional, existían “dos” posiciones (en realidad, en lo que a éstos se refiere, una sola): para E. Bernstein “el objetivo final no es nada, el movimiento lo es todo”; mientras que para Wilhem Liebknecht (padre de Karl Liebknecht, fundador del KPD):La esencia del revolucionarismo está no en los medios, sino en el fin” [3]. Ninguno renegaba formalmente del “socialismo”, pero ambos presentaban una disociación entre los medios y el fin, como si éstos dependiesen del voluntarismo coaligado con el devenir espontáneo de la lucha de clases (determinismo que lleva a abrazar la “táctica-proceso”) y no de las tareas concretas que demanda a cada paso el hito estratégico que queremos alcanzar (táctica-plan). Esta disociación de los elementos nos devuelve una vez más a esa posición anti-dialéctica que corroe actualmente a nuestro movimiento (igual que ocurriera en otro tiempo, hecho que demuestra la necesidad de realizar un balance crítico sobre la experiencia de la Revolución Proletaria Mundial) y que si en lo que respecta al Poder toma cuerpo en forma de teorías sobre la diversidad de las “vías al socialismo”; en cuanto a la recomposición de los instrumentos de la Revolución Socialista niega que sea necesario desarrollar esa planificación que sitúa en primera instancia al elemento consciente como base que nucleará al movimiento revolucionario.
Pero resulta que la contradicción sobre la que camina la reconstitución del único organismo social que puede desarrollar “praxis revolucionaria” es hoy sobre la teoría revolucionaria y no sobre la forma en que se organizan las luchas económicas de las masas. Frente a esta concepción se plantea (mayoritariamente) que la vanguardia ha de curtirse en el trabajo sindical o buscar la “unidad comunista” en el trabajo práctico cotidiano[4], comprendiendo que realizar ese necesario balance en aras de devolvernos a las concepciones propias de la teoría revolucionaria significa “encerrarse” y “dejar de lado” al proletariado. Precisamente estas críticas, que recuerdan a Rabócheie Dielo acusando a Iskra de “subestimar la importancia del elemento objetivo o espontáneo del desarrollo” y “sobreestimar la ideología y exagerar el papel del elemento consciente”[5]; certifican esa concepción errónea de ideología y praxis como elementos paralelos que intervienen en procesos distintos, cuando en realidad la resolución de la cuestión ideológica no es más que la primera parte del Plan político, por ello conectado indefectiblemente con el siguiente, para poder conquistar el Partido de la Revolución y luchar por la Revolución Socialista.   

Los límites del reformismo  

            Al principio de este escrito mentábamos lo que a nuestro entender es un punto común de todo el campo revisionista: el observar la acumulación de fuerzas para la Revolución desde la unión de los distintos frentes parciales en los que la clase asalariada pugna por reproducir, en mejor modo, sus condiciones de vida.
            Sobre la línea de la UJCE hemos batallado antes y después de nuestra expulsión: su política entrista en CCOO sólo intenta revitalizar la línea de construcción sindicalista que entronca no con las masas proletarias, sino con la aristocracia obrera, que es la clase representada por el sindicalismo existente en el Estado español (como en todo en que el capitalismo se ha desarrollado[6]) y que objetivamente está interesada en reformar el capital. En esta línea constructiva se trasladan mecánicamente algunas de las consignas lanzadas en su momento por la Internacional Comunista, principalmente aquella en la que Lenin exponía la necesidad de que los comunistas (principalmente en Europa occidental) interviniesen en los sindicatos reaccionarios. Más allá de los límites de esta línea de construcción (ningún P.C. ha instaurado nunca el poder revolucionario bajo esa línea política); hay que decir que cuando Lenin desarrolla esta propuesta los Partidos Comunistas ya están constituidos; y en esos “sindicatos reaccionarios” se encuadraba buena parte de la masa proletaria entre la que todavía se confundía esa masa reaccionaria desgajada de los oprimidos, la aristocracia obrera. Pero en el Estado español de inicios del s. XXI ni la vanguardia comunista está articulada hasta el grado de poder conformar su unidad con las amplias masas (en la forma de P.C.) ni en los “sindicatos reaccionarios” se encuentran las masas oprimidas por el capital (entre los asalariados apenas el 20% se encuadra en sindicatos), ya que su base social es la aristocracia obrera, aquel sector asalariado que, bajo la fase actual del capital, accede al reparto del botín de su burguesía imperialista. Pero la dirección de la UJCE prefiere enmarañar estas cuestiones. Al igual que ha desprovisto a una obra fundamental de Lenin como “La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo” de todo su contenido revolucionario, en el novísimo vocabulario de la dirección de la UJCE se introduce al “neoliberalismo” como toda una “fase” del capitalismo, quedando el análisis sobre el imperialismo reducida a alguna que otra proclama literaria. Todo este enjuague es necesario para olvidarse de la época histórica que vivimos: 

La sociedad actual vive a expensas del proletario moderno. Marx subrayaba especialmente esta profunda observación de Sismondi. El imperialismo modifica algo la situación. Una capa privilegiada del proletariado de las potencias imperialistas vive, en parte, a expensas de los centenares de millones de hombres de los pueblos no civilizados[7].

La particular línea político-sindical de la UJCE sigue con la de la Izquierda Unida en la que pululan diputados “comunistas” como Alberto Garzón, un chico avezado (como todos los de ATTAC) que no pierde tiempo en reconocer que la sociedad ideal por la que luchan se va a hacer con las ruinas del régimen[8], en concreto con esa aristocracia obrera desnortada por las políticas seguidas por la facción burguesa representada en el PSOE. Ya que nuestro marxista-leninista en las Cortes no se refiere a que la sociedad comunista se erigirá sobre las ruinas del régimen capitalista, ruinas producto de la capacidad creadora y constructiva de la clase obrera que constituida en clase revolucionaria (como partido comunista) y en clase dominante (desarrollando la dictadura proletaria) destruirá todo vestigio de las instituciones burguesas y todo el conjunto de relaciones sociales de las que emanan. “Nuestro” Garzón, muy al contrario, proyecta su ideal social como recuperador de las “ruinas” que el propia capital crea (por sus contradicciones internas) para recomponer ese mismo régimen. Aunque al menos el diputado es sincero, pues el revisionismo es la línea de edificación social a la que se amarran los sectores privilegiados de la clase asalariada en su connivencia con el capital monopolista. Aquí, en esto de las instituciones y el parlamento, volverá el oportunista (repleto de las ilusiones parlamentarias que jamás han movilizado a un 30% de la población) a tergiversar la experiencia histórica de la lucha de clases. La IC señaló que no se podía rehuir de la participación en los parlamentos burgueses siempre que éstos se utilizasen como altavoz de la Revolución. Pero de aquí no puede entenderse que los comunistas tengan que participar en esos organismos de la democracia burguesa para constituirse en un grupo por reformas, salvo que se pretenda pasar por “acumulación de fuerzas” para crear “conciencia” y “poder popular” la complementación de esas reformas con “luchas extra-parlamentarias” tales como recoger firmas por la “Rebelión Democrática”, suscribir querellas contra el PP vía Audiencia Nacional, etc.  
El círculo de la discursiva política de la UJCE se cierra con la teoría del proceso constituyente[9], mantra bajo el que históricamente se ha cobijado la pequeña burguesía en el Estado español y que ante la crisis económica y social es la cabecera de las tertulias de La Tuerka (sin duda alguna un buen exponente para tomar temperatura a la academia burguesa radical), de las propuestas electorales de Izquierda Unida, del Frente Cívico de Anguita y hasta del “marxista-leninista” Comité Central de la UJCE. No obstante sería puro oportunismo cargar esta consigna únicamente sobre las espaldas de la juventud del PCE; la consigna sobre un “proceso constituyente”, a la que se incorpora la consigna de la tercera república, ha sido adoptada por el movimiento comunista en el Estado español (salvo honrosas excepciones) en sus versiones más variadas, teniendo siempre como telón de fondo la línea estratégica frente populista asumida en los proscenios de la guerra civil en la que se teorizó (a nivel internacional y recuperando las posiciones de la socialdemocracia) sobre la posibilidad de crear un tipo de Estado intermedio entre la dictadura burguesa y la Revolución Socialista, dando al traste con la teoría marxista del Estado a la que había entronado como vanguardia Lenin, en enconada lucha de dos líneas con la II Internacional:

“Lo principal entre lo que no comprenden los socialistas --y de aquí su miopía teórica, su cautiverio en poder de los prejuicios burgueses y su traición política al proletariado-- es que en la sociedad capitalista, cuando la lucha de clases inherente a ella experimenta una agudización más o menos seria, no puede haber nada intermedio, nada que no sea la dictadura de la burguesía o la dictadura del proletariado. Todo sueño en una tercera solución es un reaccionario gimoteo de pequeño burgués. Así lo evidencian tanto la experiencia de más de cien años de desarrollo de la democracia burguesa y del movimiento obrero en todos los países adelantados como, particularmente, la experiencia del último lustro. Así lo dice también toda ciencia de la economía política, todo el contenido del marxismo, que esclarece la inevitabilidad económica de la dictadura de la burguesía en toda economía mercantil, burguesía que nadie puede sustituir de no ser la clase que está siendo desarrollada, multiplicada, unida y fortalecida por el propio desarrollo del capitalismo, es decir, la clase de los proletarios”[10]

            Cabe referirse a otro elemento particular de la línea defendida por la dirección de la UJCE en estos tiempos de reconfiguración del marco político en el Estado español: La defensa cerril que la dirección hace de Izquierda Unida como “proyecto estratégico de los comunistas” se ha basado en la premisa de que las reformas coadyuvan a la revolución (premisa falsa pues sólo con un movimiento revolucionario en pie es como la burguesía se ha visto obligada a realizar concesiones temporales a los oprimidos). Aun con todo esto, ahora que IU tiene parte en el desmantelamiento del “Estado de bienestar” continúan, cual contorsionistas de la política, hablando de la “flexibilidad táctica” y participando en esos organismos, más allá de desmarques de tal o cual medida emprendida por instituciones que ellos mismos gestionan.  Y es que tienen una simpática forma de desarrollar  la “práctica m-l” aquellos que nos tildan de “izquierdistas”, “teoricistas” y demás sainetes que se lanzan entre reunión y reunión: participan de los medios de gestión del capital, caso andaluz, y su mayor “práctica revolucionaria” se limita a emitir comunicados de disconformidad cuando alguna decisión de su gobierno les disgusta. Lo que demuestra que el reformismo ni sirve para acercar la Revolución Socialista, ni tan siquiera sirve para defender a la clase obrera. Y toda argumentación reformista en el sentido de defender la intervención en las instituciones para “acercar la revolución” (línea que se extiende más allá de la UJCE); cuyos resultados son pírricos y no han aportado más que la enseñanza de lo que no tenemos que hacer, es lo que realmente va en contra de la clase obrera.

Revolución y organización

            La derrota histórica sufrida por el movimiento comunista ha llevado al marxismo, como cosmovisión de la realidad, a ser desarmado de sus atributos. El marxismo fue troceado por el revisionismo, pues éste no es un agente “externo” que embauca a la vanguardia revolucionaria hasta el punto de convertirla en algo ajeno a sí misma. El revisionismo es la visión parcial y unilateral del socialismo científico, es algo que se desarrolla junto al mismo marxismo como teoría revolucionaria, de ahí que este revisionismo pueda convertirlo en su contrario, es decir, transformar en algo reaccionario lo que un día fue la vanguardia internacional del proletariado: pasó con el SPD, pasó con la URSS y pasó con la República Popular China. Es la dialéctica, de la que también participa el movimiento revolucionario. De esta derrota, temporal pero general, del movimiento revolucionario tenemos una realidad observada con las lentes reaccionaria de la burguesía.
            El marxismo concibe al proletariado como clase revolucionaria, no porque el simple hecho de producir plusvalía genere Revolución. Si así fuese serían innecesarios la teoría revolucionaria y el Partido Comunista y el capitalismo caería en cuanto se acumulasen frente a él unas cuantas de sus consecuencias (esos frentes sindicales y/o de colores). Los marxistas concebimos a la clase obrera como la clase revolucionaria porque objetivamente es la clase social a la que el régimen capitalista desapropia constantemente de su fuerza de trabajo y el único modo de escapar a esta situación que tiene esta clase es destruir todo el sistema, desde su raíz. Por ello el proletariado es el objeto de la transformación. Y por ello también el proletariado es el sujeto del cambio, pues es la única clase social que puede llevar hasta las últimas consecuencias ese proceso de transformación revolucionaria. Cuando se unifica ese objeto (la clase en sí) con el sujeto (la clase para sí, con conciencia de su posición en la historia) es cuando se pone en marcha la clase como clase revolucionaria. De ahí que Lenin insista en que el partido es la unión del socialismo científico y el movimiento obrero.
Esta premisa en que el movimiento revolucionario se erige como totalizador (frente a lo atomización burguesa de la realidad) nos dirige políticamente a la consigne de que “salvo el poder todo es ilusión” ¿por qué? Porque si no se aspira a que las transformaciones sociales se realicen desde el Poder revolucionario, desde la dictadura proletaria que cambie todo el panorama social desde la raíz; se cae en la ilusión de la reforma, pretendiendo que la clase trabajadora pueda ir resolviendo sus distintas problemáticas parciales desde la reforma del Estado capitalista. A esto lleva toda esa cosmovisión que sustancia al subproducto de la división social del trabajo hasta el grado que puede encontrarle “soluciones parciales”, que siempre acaban reconduciéndose hacia la gestión del aparato de dominación del capital, apuntalando así todo el sistema de la esclavitud asalariada.
Los CJC denuncian el carácter “frentista” de la UJCE porque no elige al movimiento obrero y sindical como núcleo de toda la unidad de frentes feministas, de estudiantes, etc.

“Reflejo de la centralidad que tiene para el PCPE la clase obrera como sujeto revolucionario, nuestro Partido está poniendo todo su empeño en la constitución de los Comités por la Unidad Obrera (CUO).” [11]
Para los camaradas de CJC los CUO son el indeleble signo del carácter revolucionario del PCPE, al cual señalan ya, en ese mismo texto, como el “Estado Mayor del proletariado”. Estamos de acuerdo en que el PCPE sitúa a los CUO en su centralidad política, ya que éstos son el núcleo de su “Frente Obrero y Popular por el Socialismo” (FOPS). Pero precisamente ese carácter nuclear del organismo sindical en la construcción del movimiento revolucionario niega toda posibilidad al PCPE-CJC de observar a la clase obrera como sujeto revolucionario, por observar al proletariado, desde esos CUO, como garante de multitud de reformas (por mejorar el derecho a huelga, limitar la jornada de  trabajo, etc.[12]) del Estado burgués, reconociendo en última instancia que el movimiento revolucionario se constituye en base a unir frentes parciales, precisamente esto es parte de los que imputan a UJCE, y es que existe una línea de continuidad entre quienes pretenden construir el movimiento político proletario a base de unir frentes parciales y quienes pretenden construir ese movimiento uniendo esos mismos frentes con la salvedad que sitúan el frente sindical en primera plana. Cuantitativamente la disposición política difiere (unos se centran más en el movimiento sindical que los otros) pero la esencia cualitativa es la misma. Muy a pesar de que, con las dosis de buena voluntad, se diga que, aún con una práctica de reformas por “mejoras concretas” en realidad se lucha por el objetivo del socialismo. Ahora también es buen momento de traer a colación la premisa de que “la práctica es el criterio de la verdad”. Al socialismo no se llega por medio de estructuras sindicales, ni por muchos comunistas que participen en ellas ni por muchos frentes parciales que se quieran añadir (feministas, ecologistas, etc.). Ni, tampoco, por dotarlas del nombre más radical que se nos pueda ocurrir.
Al Socialismo, como dictadura del proletariado, se llega con una organización de nuevo tipo, imposible de cultivar desde la intervención sindical, por mucho que, trastocando a Lenin, se diga que las huelgas actuales son “escuelas de guerra[13] para los jóvenes comunistas:

“Las afirmaciones de Rab. Dielo, antes analizadas, de que la lucha económica es el medio de agitación política más ampliamente aplicable, de que nuestra tarea consiste ahora en dar a la lucha económica misma un carácter político, etc., demuestran que se tiene una noción estrecha no sólo de nuestras tareas políticas, sino también de las de organización. Para sostener la "lucha económica contra los patronos y el gobierno" es innecesaria en absoluto una organización centralizada de toda Rusia –que, por ello mismo, no puede formarse en el curso de semejante lucha – que agrupe en un solo impulso común todas las manifestaciones de oposición política, de protesta y de indignación; una organización formada por revolucionarios profesionales y dirigida por verdaderos líderes políticos de todo el pueblo. Y se comprende. La estructura de cualquier organismo está determinada, de modo natural e inevitable, por el contenido de la actividad de dicho organismo.”[14]

Es muy saludable que entre la juventud trabajadora del Estado español las manifestaciones conformadas por pelotones que desfilan a ritmo de “batucada” dejen paso a unos mínimos de disciplina. Pero de ahí a hablar de “escuelas de guerra” va un largo trecho. Lenin concebía la “huelga general política” como un elemento que podía adherir a las masas al programa de la Revolución. Y, más allá del desarrollo que ha conocido el movimiento revolucionario desde entonces, hay que señalar que: no sólo las condiciones de la vanguardia revolucionaria (sobre todo cuando los bolcheviques son ya un bloque nítido) de la clase obrera rusa (en pleno auge político) y del propio contrincante (la autocracia zarista) eran distintas. Sino que la huelga general y política de la que con tanta fuerza hablaban los revolucionarios rusos venía acompañada de la consigna de armamento general de las masas proletarias:

“Nosotros decimos: ¡Viva el proletariado revolucionario! La huelga general pone en pie y moviliza a masas cada día más nutridas de la clase obrera y de los pobres de la ciudad. El armamento del pueblo pasa a ser una de las tareas inmediatas del momento revolucionario. Sólo el pueblo armado puede ser un verdadero baluarte de su libertad. Y cuanto antes logre armarse el proletariado, cuanto más tiempo se mantenga en su posición aguerrida de huelguista revolucionario, tanto antes vacilarán las tropas (…)”[15]

Es en ese mismo año, en 1905, cuando el proletariado ruso va a dar a la clase obrera mundial la experiencia de los Soviets como forma de poder popular. Aunque en 1905 éstos se originan de forma espontánea (surgen de la huelga política de masas contra el absolutismo), pronto los bolcheviques van a situar a estos organismos de poder, unidos a esa consigna verdadera (y no como recurso literario) del armamento del proletariado por y para la Revolución, como base primordial de la conquista de las masas por parte del sujeto revolucionario, en detrimento de la huelga política de masas, que acabará por ser complemento de movilización (insistimos, con la vanguardia armando a las masas) hacia los organismos de la dictadura revolucionaria de la clase obrera. Es decir que Lenin, en los inicios del movimiento revolucionario ruso, concibe la huelga como movilizadora de masas para la Revolución, siempre que el movimiento político revolucionario esté forjado y pueda transformar y elevar las demandas concretas de la clase en adscripción al programa de la Revolución que sólo puede ponerse en marcha desde el Nuevo Poder proletario.
Pero todo esto se desvanece ante el culto exacerbado que existe en el conjunto de nuestro movimiento por las luchas sindicales de la clase obrera (en especial por la huelga), de tal modo que se llega al planteamiento de que para ser un cuadro comunista hay que ser a la vez, sino antes, un dirigente curtido en las luchas concretas de la clase por mejorar sus condiciones. Esta premisa, tan vieja como la socialdemocracia, encuentra valedores entre destacados teóricos contemporáneos. Un ejemplo paradigmático, por cuanto su línea influye a un amplio espectro del movimiento comunista, es el del Partido de los Trabajadores de Bélgica (PTB) y Ludo Martens. En uno de sus principales trabajos, “El Partido de la Revolución”,  el belga exponía la historia del PTB como un partido cuyo núcleo central surgió de las luchas espontáneas de la clase. En su retrospección Martens introduce elementos de crítica, pero considera necesaria esa particular experiencia previa:

“La experiencia nos enseña que la formación del núcleo es un proceso de larga duración. Sólo puede llegar a formarse a través de la participación en la lucha de clases y después, a través de las abundantes luchas contra las líneas oportunistas.”[16]

 En primer lugar, ¿acaso la lucha ideológica no es lucha de clases? Martens sienta la pauta para interpretar que la lucha de clases no es más que la lucha contra el patrón y el Estado por mejoras salariales. Pareciese que la lucha de clases se circunscribe al ámbito de la lucha económica-sindicalista. Nadie ha negado nunca que cuadros dirigentes puedan provenir de ese tipo de experiencia. Pero ha de ponernos en guardia el mero hecho de insinuar que es necesario que los cuadros comunistas (cuya tarea actual se encuentra en resolver las contradicciones ideológicas en las que se encuentra varado el movimiento, para empezar a articular a ese núcleo revolucionario), han de pasar por la escuela sindical de la clase. Ya que este tipo de argumentaciones son las que llevan en sí aquella separación anti-dialéctica (que señalábamos antes) entre teoría y práctica y que nos impiden aprehender las tareas del momento.
Tampoco ha negado nadie el trabajo político junto a cierto sector “práctico” de las masas (con las cuales se aprende mucho más que de la práctica revisionista); discurso demagógico muy extendido que nos confina a escuchar hasta la saciedad el epíteto de “izquierdistas”, “sectarios”, etc. y que cuanto más se repite más aleja de la realidad a quien así nos adjetiva (no está de más señalar que estos adjetivos que nos lanzan hacen “extraños” compañeros de cama, desde dirigentes “m-l” hasta algún que otro cargo público de la izquierda). No es más que concebimos el partido de nuevo tipo (y las organizaciones embrionarias) en sentido leninista, como una suma de organizaciones con distintos eslabones, con distinta gradación de conciencia (y por ello de tareas) cuya labor no sólo es adherir a más sujetos o colectivos a la ideología revolucionaria, sino elevarlos a las problemáticas de ésta para que participen de la resolución de sus problemas activamente, ya que el principal terreno de batalla de la clase obrera hoy se encuentra en la lucha por reconstituir los principios del movimiento comunista (la teoría revolucionaria) y no en luchar simplemente por unas pocas migas de pan que apenas nos llegarán para el día a día y que no nos quitarán el hambre del mañana.    
Esto significa observar al proletariado como clase que ha de transformarse en clase revolucionaria. Y esto no significa desatender a la clase obrera. Quien realmente hace esto son todos aquellos que observan paternalmente al proletariado y que acuden constantemente a repetirle, con una ingente cantidad de octavillas por reformas político-laborales “vía al socialismo”, lo que los obreros, por su día a día, ya saben.

“Esto no significa, naturalmente, que los obreros no participen en esta elaboración (de la ideología revolucionaria. N. de la R.). Pero no participan en calidad de obreros, sino en calidad de teóricos del socialismo, como los Proudhon y los Weitling; en otros términos, sólo participan en el momento y en la medida en que logran, en mayor o menor grado, dominar la ciencia de su siglo y hacer avanzar esa ciencia. Y, a fin de que los obreros lo logren con mayor frecuencia, es necesario ocuparse lo más posible de elevar el nivel de la conciencia de los obreros en general; es necesario que los obreros no se encierren en el marco artificialmente restringido de la "literatura para obreros", sino que aprendan a asimilar más y más la literatura general. Incluso sería más justo decir, en vez de "no se encierren", "no sean encerrados", pues los obreros leen y también quieren leer todo cuanto se escribe para los intelectuales, y únicamente ciertos intelectuales (de ínfima categoría) creen que "para los obreros" basta con relatar el orden de cosas que rige en las fábricas y rumiar lo que ya se conoce desde hace mucho tiempo.”[17]

Grecia, un ejemplo

El problema de la Revolución es el problema de las mediaciones (organismos sociales) necesarias para derrocar el poder capitalista e instaurar el de la clase obrera hasta la conquista de la sociedad sin clases. A fin de cuentas se trata de comprender como construimos un movimiento organizado, en forma de Partido, con una estrategia de Poder bien definida y basada, con la experiencia de la Revolución Proletaria Mundial como bandera, en la clarificación de cómo va a tomar el proletariado revolucionario el Poder, alejándose del eclecticismo con el que despacha esta cuestión el revisionismo.
Esta problemática cardinal para nuestro movimiento la encontramos con claridad en la lucha de clases que se da en Grecia. Grecia representa en cierta medida (en el ámbito europeo) aquel carácter que Marx y Engels destacaron de Francia como lugar en el que en forma más acabada se daban los conflictos de clase: en Grecia el fascismo tiene hoy su “mejor aspecto” en mucho tiempo; el anarquismo insurreccional muestra músculo en las calles de Atenas o Tesalónica; y es allí donde mejor se ve la aplicación práctica de la línea estratégica de un amplio espectro de la vanguardia marxista-leninista, pues allí está la organización más valorada de Europa en este aspecto. El infantil recordatorio constante sobre quién es el referente del KKE-KNE en el Estado español lo muestra a las claras.
El KKE sigue una línea de construcción política sindical. Dado que los CUO son la variedad ibérica del PAME (el frente sindical del KKE) lo dicho para unos, que sitúa al movimiento obrero sindical como base del movimiento político, puede servir para los otros. No obstante el PAME si es una fuerza sindical con capacidad política en toda Grecia. El PAME es el motor del frente obrero del KKE. A través de él acciona su línea de masas. El otro de los puntos clave del KKE es su participación electoral. Sobre ésta vuelca gran parte de sus activos, por mucho que, a veces, reniegue de ello: Desde 2008 hasta el batacazo de 2012 el KKE ha hecho propaganda en repetidas ocasiones por el “adelanto electoral”. Por su puesto, la línea oficial del KKE nos dice que toda su participación en las elecciones viene a ser una resonancia de su labor militante concreta en los centros de trabajo, de tal forma que sus votos son votos conscientes. En 4 años de sobresaltos electorales el KKE había mantenido su base electoral. En el último circo del capital sus votos descendieron a la mitad[18]. ¿A dónde fue el voto consciente? El KKE habla de la toma del poder por la clase obrera, del fin del sistema capitalista. Pero al respecto habla y nada más. Es un partido que se dice ya construido, preparado para la lucha de clases ¿a qué espera para educar al proletariado griego en la lucha revolucionaria? El KKE prefiere seguir utilizando su baza sindical, pero desde ésta es imposible “acumular fuerzas” para asestar un “golpe revolucionario” y educar a las masas para la Revolución. Lenin señalaba que la experiencia propia de las masas es la que determina si se mantienen del lado de la dictadura del capital o basculan hacia el lado de la dictadura del proletariado. Experiencia en padecer una y ejecutar otra, poco que ver con el positivismo político-sindical patrocinado por buena parte de nuestro movimiento.
Todos aquellos camaradas que hablan de su estructura política como del “Estado Mayor” del proletariado, de tomar el poder y construir el socialismo-comunismo. Los que dicen que el momento es para la “práctica” “revolucionaria”, para dejarse de excusas y estar con las masas en sus luchas en vez de “teorizando” ¿qué proponen en lo concreto? ¿Qué realizan en la práctica? Sindicalismo. Política sindical.
Mientras el KKE juega a manifestarse, los anarquistas, ¡los anarquistas!, ¡unas gentes que están contra la organización de nuevo tipo!, son capaces de crear vacíos de Poder en Atenas, caso del barrio de Exarchia, donde apenas la policía puede entrar con normalidad[19]. Y el KKE no sólo no educa ni organiza a las masas en la Revolución, sus causas y consecuencias: la violencia revolucionaria, consciente, planificada, centralizada por el verdadero “Estado Mayor” proletario; sino que infecta la moral proletaria abjurando de la violencia cada vez que un grupo anarquista lleva a término alguna acción terrorista. En todo caso, como Partido de la Revolución, habría de denunciar los límites del terrorismo pequeñoburgués frente a los de la práctica militar del proletariado revolucionario. Pero esto significaría, dicen los defensores acríticos del KKE, ¡ser ilegalizados!, ¡perseguidos por el Estado burgués!, trance del que los camaradas griegos intentan escapar ¿No habrían de tener, como Partido de vanguardia, un verdadero aparato clandestino? Los camaradas griegos contestan a esto paseando a su comité central por los platós de televisión, exponiendo a sus dirigentes, al mejor estilo de los liquidacionistas del POSDR.

La primera dictadura del proletariado, la Comuna de París, se instauró con la Guardia Nacional como organismo armado del proletariado, ya que la guerra franco-prusiana llevó prácticamente a la burguesía francesa al abandono de la capital en donde se mantuvieron los cuerpos armados nutridos por el proletariado parisino. El vacío de poder en París fiscalizó esta forma espontánea en que el proletariado militarizó su poder. Sólo mediante aquel movimiento de masas armadas pudo sostenerse la Comuna y, sobre esta base, los organismos del Poder popular pudieron colocar en el Hotel de Ville la Bandera Roja. Sin todo esto no podrían explicarse los Soviets rusos, donde surge ya el elemento consciente de la mano del Partido bolchevique, que se forja ante la parálisis ideológica y de acción en que se encuentra la socialdemocracia internacional frente a la situación revolucionaria rusa, en donde la toma del poder por parte del proletariado no encuentra solución en la táctica de la II Internacional, centrada en tomar las luchas económicas como “frentes” del Partido a través de los cuales organizar a la clase para tomar el Estado (economicismo) o planteando la necesidad de compartir un periodo de democracia junto a sectores de la burguesía previo a la dictadura proletaria (menchevismo). En Rusia, sin duda un avance con respecto a 1871, aún no es la vanguardia la que crea los soviets, pero será solo la incursión de ésta la que permita a los Soviets convertirse en la base de la dictadura del proletariado en Rusia. En Rusia los “vacíos de Poder” son generados por la pugna entre los soviets revolucionarios y las instituciones de la república burguesa. Los bolcheviques convierten a los órganos de poder creados por las masas, en los frentes de lucha del Partido, es decir, que desplazan la concepción socialdemócrata del frente del economicismo (arañar mejoras al poder burgués) a la lucha política por ejercer poder revolucionario, que solo puede llevarse a cabo en confrontación a la dictadura de la burguesía. El proletariado revolucionario ya cuenta con un organismo militar propio, la Guardia Roja que junto a los Soviets de soldados va a permitir formar el primer Ejército Rojo

La universalidad de los soviets y del partido bolchevique reside en que el Partido obrero ya no es lo más avanzado en las luchas económicas, sino que es el organismo a través del cual se imbrica la vanguardia revolucionaria con las masas abriendo la brecha para que sea la clase obrera la que haga su programa revolucionario, la que acometa la tarea de la revolución socialista. El objetivo del socialismo ya no es una consigna de cara a la propaganda, sino que a través del Partido, que impone su programa en los Soviets, las masas conocen el socialismo y su dictadura. Esta universalidad, esta aportación del leninismo y la experiencia bolchevique al socialismo científico, se demostrará y se perfilará aún con más fuerza cuando los comunistas chinos desarrollen la estrategia de guerra popular donde el Poder se construye en torno al Partido revolucionario y donde los frentes del partido serán, precisamente, no los sindicatos u organizaciones de masas campesinas (aunque se cuiden por trabajar en ellos) sino el Nuevo Poder con el Ejército Rojo. Es decir que ganarán a las masas para la Revolución creando las condiciones para que ellas mismas ejecuten el programa revolucionario y sean así las Bases de Apoyo del Partido y la Revolución. El Ejército Popular es una construcción consciente del Partido Comunista que movilizará a las masas con guerra popular (en medio de guerras civiles y la guerra anti-japonesa) adhiriendo a las masas a la Revolución (acumulando fuerzas) no con el movimiento práctico concreto sindical, sino con la construcción de nuevo poder. Todo esto implica una de las principales enseñanzas universales de la Revolución, en lo que al papel del partido se refiere:

La relación entre jefes, partido, clase y masas, y, al mismo tiempo, la de la dictadura del proletariado y su partido con respecto a los sindicatos, se presenta actualmente entre nosotros en la forma concreta siguiente: la dictadura la lleva a cabo el proletariado organizado en Soviets, dirigido por el Partido Comunista bolchevique (…) Se obtiene, en conjunto, un aparato proletario, formalmente no comunista, flexible y relativamente amplio, potentísimo, por medio del cual el Partido está estrechamente vinculado a la clase y a la masa y por medio del cual se lleva a cabo la dictadura de la clase, bajo dirección del Partido[20]

La actual lucha de dos líneas en el ámbito juvenil

Ahora que se ha reavivado la cuestión del carácter del Partido Comunista, cabe reapropiarse, desde las filas de la Revolución, de la experiencia histórica para así enfrentar en las mejores circunstancias esa lucha por el Socialismo y el Comunismo. La historia muestra que a medida que se ha desarrollado, el proletariado, en su lucha, se ha visto obligado a concebir su Revolución como un todo planificado estratégicamente, en el que el papel de la consciencia ha sido cada vez más importante, coincidiendo esto con una caracterización cada vez más certera de las labores políticas y militares proletarias. “Del fusil nace el Poder” se complementa con “sobre el fusil manda el Partido”. Y el Partido Comunista como relación entre vanguardia y masas no es más que la mediación que eleva y transforma a las amplias masas desde su posición alienada en la sociedad burguesa a su posición activa en la revolución.
Las carencias del movimiento comunista en Grecia, más amplio y fuerte que el del Estado español, nos permiten comprender que las bases mayoritarias sobre la que se sustenta el comunismo español son insuficientes para el abordaje de la reconstitución de un partido que no existe y cuya práctica no puede “suplantarse” ni con la “praxis” de los destacamentos dispersos ni con su unidad formal. En los distintos destacamentos (nos incluimos nosotros) se encuentran elementos que, si pugnan por llevar en forma abierta la lucha ideológica y crear los espacios necesarios para el debate (algunos ya existen y otros se van fraguando) y la articulación de la vanguardia en base a los principios del marxismo, entonces sí serán núcleo de la Revolución. Hasta entonces las estructuras mayoritarias del MC seguirán desatendiendo esta tarea y se mantendrán ensimismadas en su práctica política que no sobrepasa el alfoz de la política burguesa de la clase obrera.
La última experiencia en este sentido nos la dan los camaradas de la antigua UJC-Madrid. Los camaradas llevan años remarcando la importancia de la formación del militante comunista y trabajando con seriedad aspectos (teóricos y políticos) que, salvo destacamentos concretos, son desechados por la mayoría del MC del Estado español. Si bien nosotros hemos mostrado discrepancias con los camaradas en alguna ocasión, por ejemplo no coincidíamos con su análisis con respecto al PCPE[21] ni con la política de “unidad comunista”[22] (habida cuenta que en el Estado español la práctica ha certificado implacablemente, como poco durante 30 años, los límites de ese modelo de construcción); estos camaradas conforman un destacamento avanzado del movimiento comunista que se acerca a los principales elementos que nos pueden hacer avanzar en la lucha contra el capital. Aunque también hemos de señalar alguna discrepancia más, que se inserta en el proceso de lucha entre CJC y los camaradas de la vieja UJC-M. Éstos últimos, en su extenso trabajo sobre la ruptura del proceso de unidad (coincidiendo en numerosos aspectos). Para los camaradas de Madrid el problema es de aplicación de la línea política que, parece, sería justa en cuanto a que interpretan que el “FOPS” y los CUO son el principal elemento en que ha de basar el partido su política de acumulación de fuerzas. Pero desde esta postura que dice que los fallos son de “aplicación” de la línea política (el debate sobre si los errores son de concepción o aplicación se extiende a más sectores de la vanguardia del Movimiento Comunista Internacional) no se representa un debate entre dos líneas cualitativamente diferentes (lo que se denomina como lucha de dos líneas) sino que se siguen defendiendo elementos de lo mismo. Por adelantar algún aspecto (aunque tanto el proceso de ruptura como el análisis que realiza la antigua UJC-M requieren tiempo y detenimiento) opinamos que las posiciones que se retratan en el texto de ruptura sobre el PCPE-CJC, si son tales como el idealismo, no podrán limitarse a la cuestión de la construcción interna del partido sino que serán transversales a toda la línea política de esos camaradas (a su análisis sobre la lucha de clases y la consecuente construcción política que desarrollen al respecto).
No obstante, insistimos, estos camaradas de Madrid son un ejemplo de madurez política y de trato de las controversias en el seno de la vanguardia.
Frente a este buen hacer se mantienen las estructuras políticas ancladas en el sectarismo y en la pelea por cómo convertirse en la vanguardia político-sindical (al estilo economista) de los movimientos estudiantiles azuzados por los recortes sociales. Seguirán obnubilados con sus luchas intestinas en el seno de organismos internacionales cuya necesidad histórica se anclaba en el proceso de desarme internacional del proletariado. Seguirán también hablando de la “flexibilidad táctica” a la par que, una tras otra, seguirán convergiendo a las citas electorales de las instituciones del capital para señalar las bondades de la reforma. Debates todos estos improductivos y sesgados por las siglas desde las que se interpretan y que se circunscriben al modo en que se organizan las luchas sindicales de la clase. Y que ponen ante nosotros los serios límites que rodean a las organizaciones mayoritarias, cuyas estructuras seguirán siendo un obstáculo para el desarrollo de la lucha ideológica, la actual escuela de guerra del cuadro comunista.
Para nosotros la cuestión más candente en el seno del movimiento juvenil comunista en el Estado español, la que nos va a permitir avanzar en el proceso de construcción de los elementos de la Revolución pasa por cómo se logre responder colectivamente (es decir, como movimiento comunista) a la pregunta que lanzábamos: desarrollamos el combate teórico para asentar las bases del núcleo del movimiento político revolucionario o continuamos la práctica cotidiana marcada por el sindicalismo limitándonos a intentar (sin demasiado éxito práctico) unir en esa práctica economicista a los destacamentos dispersos
Converger para debatir, para luchar y para poner sobre la mesa los límites de nuestro movimiento y las necesidades del mismo son la base para reconstituir los instrumentos de la Revolución Socialista y parar articular el proyecto emancipador de la clase obrera Romper con la estulticia del revisionismo y su practicismo estrecho abrirá grandes posibilidades.


[1] Hacemos referencia a la “Tesis de Reconstitución del Partido Comunista” del Partido Comunista Revolucionario, así como sus posteriores desarrollos.
[2] J. Stalin, “Sobre el peligro de derecha en el P.C. (b) de la URSS”
[3] Citado por György Lukács en “Lenin, la coherencia de su pensamiento”: "Sé que hay otro camino, el cual, en opinión de algunos pocos de nosotros, es más corto: el de la violencia... pero ese camino conduce al anarquismo, y es culpa grande de la oposición no haber tenido en cuenta este resultado... La esencia del revolucionarismo está no en los medios, sino en el fin". W. Liebknecht, durante el famoso Congreso de Erfurt del SPD.
[4] Por rizar el rizo, hoy es prolífico ese argumento que dice que la reconstitución del P.C. (único organismo social con posibilidad de transformar la realidad, es decir, para desarrollar praxis revolucionaria) se llega mediante la “praxis” en los tajos y en las calles de los distintos destacamentos.
[5] V.I. Lenin, ¿Qué hacer? Progreso. Pg. 38
[6]  "Me pregunta usted ¿qué piensan los obreros ingleses acerca de la política colonial? Lo mismo que piensan de la política en general. Aquí no hay un partido obrero, sólo hay conservadores y radicales liberales, y los obreros se aprovechan con ellos, con la mayor tranquilidad, del monopolio colonial de Inglaterra y de su monopolio en el mercado mundial".  F. Engels, Carta a C. Kautsky del 12 de Septiembre de 1882.
[7] V.I. Lenin “El imperialismo y la escisión del socialismo” de 1916, texto imprescindible para comprender el profundo calado que tiene la cuestión de la aristocracia obrera.
[8] Alberto Garzón, “Construir base social a partir de las ruinas del régimen”. Público.es, 21/02/13
[9]En nuestra realidad inmediata, cobra más fuerza que nunca la necesidad de construir  movimiento juvenil combativo, articulado desde la lucha por los derechos de la juventud, por el derecho a una vida digna; que sea un motor fundamental en el nuevo proceso de convergencia política y social, en la recomposición de la identidad de clase y en la organización de un Proceso Constituyente hacia la III República como vía al Socialismo.” Llamamiento al XII Congreso de la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE).
[10] V.I. Lenin, “Tesis e Informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado”. Presentada ante el I Congreso de la Internacional Comunista, en 1919.
[11] “Acerca del XII Congreso de la UJCE (3): “El proletariado no dispone, en su lucha por el Poder, de más arma que la organización"” Comité Central de los CJC. Área Ideológica.
[12] Se pueden encontrar un buen puñado de reformas programáticas hacia “la sociedad socialista” del PCPE, a través de los CUO, en el Documento del “Primer Encuentro Estatal” de los CUO, sancionado en Asturias el 26/05/2012.
[13] “Enseñanzas de una «Escuela de guerra», la Huelga General del 14 de noviembre”, Tinta Roja nº 20. 
[14] V.I. Lenin, ¿Qué hacer?  Obras Escogidas, Tomo II. Progreso. Pg. 95
[15] V.I. Lenin, “El comienzo de la Revolución en Rusia”. Obras Escogidas, Tomo II. Progreso. Pg. 406
[16] Ludo Martens, “El Partido de la Revolución”, Capítulo Primero.
[17] V.I. Lenin, ¿Qué hacer? Progreso. Pg. 40
[18] En las parlamentarias de 2009 y mayo de 2012 el KKE tuvo 517.154 (7,5%) y 538. 072 (8,5%) votos respectivamente. En junio de 2012, comicios repetidos tal y como reclamaba el KKE para que la clase obrera le diese su confianza, tuvo 277.179 votos (4,5%). Las estadísticas pueden consultarse en la web  del Ministerio de Interior heleno:  http://ekloges.ypes.gr/v2012b/public/index.html?lang=en#{%22cls%22:%22main%22,%22params%22:{}}
[19] Estos vacíos de Poder son endebles y por seguro si el Estado heleno emplease cierta contundencia policial y militar podría acabar con ellos. Sin embargo la mera existencia de los mismos es una muestra de la potencialidad existente en los barrios proletarios. Potencia que sólo puede activar en toda su fuerza un movimiento de nuevo tipo.
[20] V.I. Lenin, “La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo”.
[21] Para nosotros que el PCPE haya absorbido a diferentes destacamentos no implica que se convierte en núcleo del partido revolucionario. Éste núcleo depende principalmente de la justeza de la línea política, no del conjunto de siglas o número de individuos que pueda aglutinar.
[22] Esto quedó marcado, por ejemplo, en la carta que los camaradas de la dirección de UJC-M enviaron en verano a la Escuela de la JC Almería, a la cual se respondía señalando lo que a nuestro entender es un lastre para el movimiento comunista, la línea de “unidad comunista” frente a la de confrontación y esclarecimiento ideológico. Aquí hemos de hacer auto-crítica por no haber publicado aún esos textos (situación que en breve finiquitaremos) que no son más que fruto del debate sincero que debemos acometer entre comunistas y que son de interés para la vanguardia y  la clase obrera en su conjunto. 

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