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lunes, 21 de octubre de 2013

La clase obrera y las reformas educativas

El estado actual que atraviesa la Educación, se explica a través de una serie de lógicas concretas que dominan y determinan nuestra sociedad. Llevamos tiempo escuchando como una multitud de reformas educativas van a ser implantadas en nuestros colegios y universidades, con el fin de prestarnos una mejor “calidad de la enseñanza” y un conocimiento más “competitivo y progresivo”, que ayude a la “transformación del actual sistema productivo”. Ya estemos hablando de la “LOMCE” o de la “Estrategia Universidad 2015”, la estrategia de quienes gestionan el Estado burgués es clara, ante la crisis, hay que reestructurar el modo de producción capitalista, y dicha reestructuración se materializa en los denominados “recortes”. Así podemos ver como esta nueva reforma educativa integra unos cambios determinados para que el alumno, generalmente de ascendencia obrera, salga prematuramente al mercado de trabajo con una baja cualificación, lo que le asegura un futuro laboral aún más precario, que pueda encajar bien en las nuevas demandas del mercado.
Con este panorama, podríamos posicionarnos sin más en contra de la mercantilización de la enseñanza pública, o manifestar nuestra indignación por la privatización de dicha institución. Sin embargo los trabajadores conscientes tendemos a realizar nuestros análisis desde la raíz, y la educación no se libra. Para ello tenemos que retrotraernos y preguntarnos qué es lo que socialmente sostiene al sistema educativo.
La educación tiene la principal característica de tener un interés práctico, que es dotarnos de los conocimientos necesarios para desarrollar las labores y los trabajos. Por tanto podemos decir que educación y trabajo se encuentran íntimamente ligados, aunque parece que algunos acaban de descubrir “de repente” que el sistema educacional está mercantilizado. De este modo la educación que tenemos es, objetivamente, un producto de las relaciones capitalistas que rigen nuestra sociedad. De esto que el sistema educativo existente sea un derecho fundamental y universal”, que alcanza hasta el momento en que el hijo del obrero puede acceder al mercado de trabajo. 
La educación en España se basa en la “coalición”, entre colegios públicos y privados, una alianza política (en tanto que forma parte del pacto constitucional del que se dotó el capital). Aquí la apuesta de la derecha es clara, una enseñanza privada y religiosa, en centros privados vinculados a entramados políticos empresariales, tales como el Opus Dei. De donde los alumnos, solo los que puedan permitírselo (los hijos de la clase dominante), podrán terminar con unas buenas calificaciones a bases de grandes pagos y obtendrán buenas salidas hacia empresas asociadas. La educación pública, la podremos definir entonces como un “bien estatal”, que como hemos señalado, nos ofrece un nivel de instrucción para ganar competitividad en aras de un mejor futuro laboral. Aquí lo que viene denominándose izquierda observa el modelo idóneo para la educación de las masas. El Estado burgués, el cual ellos también gestionan, ha de estar con sus lógicas sobre nosotros desde la infancia. De modo que la educación es una inversión en capital variable, el alumnado como futuro proletariado, se dispone a revalorizarse.
La relación entre lo público y lo privado, en el marco capitalista, es una relación entre quien gestiona una parte de la economía y el beneficio que puedan obtener. La educación, al formar parte de esta economía, se reorganiza con las reformas para que una parte de la clase dominante obtenga un gran beneficio a expensas de su propio Estado. Siguiendo el mismo objetivo que la nacionalización de las pérdidas de la banca. Por ejemplo, podemos ver como en las universidades públicas, el consejo social está compuesto por los representantes de las grandes empresas estatales, que con la nueva regulación tendrán todo el poder tanto de gestión como de administración en estas instituciones, sacando todo el posible beneficio bajo sus mandatos. Cuando la economía y los capitalistas están mal, el Estado acude a socorrerlos, en aquellos sectores económicos en que el capital se sostiene “por sí mismo” el Estado actúa de forma complementaria (como en los centros educativos privados, que reciben cuantiosas subvenciones estatales). 
La clase capitalista, al ser la clase que detenta el poder tanto económico como político, es la que monopoliza el sentido de toda la actividad humana, sus lógicas empapan a todo el conjunto social y desde luego la educación que nos imponen actúa como correa de transmisión de su ideología, ese conjunto de lógicas que representan unos intereses de clase. La educación no puede existir en abstracto, alejado del modo de producción, como un ente libre y puro, mientras que el capitalismo exista, por tanto quienes gestionan la economía deben intentar  mantener y reproducir su orden ideológico y social. De este modo es como se transfiere toda esta realidad al sistema académico, y lo podemos apreciar desde la figura del examen (como método resultadista-mercantil para poder progresar en el sistema) hasta la del director del centro (la cual, dicho sea de paso, con la reforma de gobierno tendrá un carácter aún más reaccionario).
La respuesta social que está teniendo esta situación de miseria que afecta a la educación, se reduce a unos límites sindicalistas. Se suceden manifestaciones, concentraciones y huelgas que a lo sumo no luchan más que por intentar recuperar esa “educación pública y de calidad” que supuestamente nos pertenece a todos como ciudadanos. Actualmente tenemos el gran ejemplo de los compañeros, profesores y estudiantes, que iniciaron una huelga indefinida en Baleares. Si bien esta huelga es una lucha justa en tanto que intenta oponerse a las reformas que van a empeorar las condiciones de la clase obrera, también posee unos límites, ya que se reivindica que no empeore una situación, que de por sí nos mantienen atados al capital. Estas son las lindes que pueden tener las luchas si se actúan dentro del marco político sindical. Abogar, sin más, por la educación pública, significa defender los intereses de clase de quienes nos dominan, representados fielmente, sin engaños, en el arco de la democracia parlamentaria capitalista. Por ello, consignas como “Wert dimisión”, son nocivas para la clase obrera pues desvían la atención al poner todo el peso del conflicto en una única persona, negando que sea el conjunto del sistema capitalista el que sienta las condiciones para este nuevo ataque a la clase obrera, y por tanto permitiendo que los proletarios sigamos bajo el yugo de la burguesía.
Y este no es el único ejemplo. También hay quien se empeña en hacernos creer que existe un “instituto obrero”. Aquí tenemos que señalar que los revolucionarios estamos por el instituto obrero si lo concebimos como organismos que ha de construir el proletariado revolucionario en el proceso de reconstitución del movimiento comunista. Sin embargo el instituto al que se refieren estas consignas oportunistas, en las que entran desde anarquistas hasta revisionistas de todo tipo, no es más que aquella institución del Estado que está situado en los distritos y barrios obreros. A estos oportunistas también se les puede oír reclamar una “Educación popular”, como si pudiera darse una educación “para todos”. No puede existir un movimiento revolucionario, como algunos creen, que defienda lo público, ya porque en “buenas manos” sirva para el pueblo. Es decir, que mientras exista el Estado burgués, gestionado por cualquier parte de esa bóveda parlamentaria, se sienten en el ala derecha, en el ala izquierda o en el centro, el Estado seguirá siendo el instrumento que utiliza el capital para imponer sus intereses de clase.
Los comunistas enmarcamos al sistema educativo actual bajo las condiciones de la dictadura capitalista. Señalamos que aquella “educación popular” solo puede constituirse para servir a los explotados si estos instauran su régimen social, a través de la Dictadura del Proletariado, única y verdadera garantía de democracia para el pueblo. Si le damos a este tema una perspectiva histórica veremos que si un amplio sector de la población puede estar hoy día escolarizado, fue por el resultado, no de la benevolencia y piedad que haya podido tener la clase capitalista, si no que fue gracias al movimiento obrero revolucionario, que pudo permitir que la educación llegase a los pueblos y barrios olvidados, bien entrado el siglo XX. Unas pocas migajas que la clase dominante se vio forzada a lanzar ante la ofensiva revolucionaria de los trabajadores de todo el Mundo.
Actuar con los medios que nos permite el sindicalismo no es sino estar luchando por un conjunto de reformas que apuntalan el sistema económico en su conjunto. Y es esta línea política, que reproduce los intereses de la burguesía, la que le niega a la clase obrera su condición como clase revolucionaria, sometiéndola a una idealización perenne de sus paupérrimas condiciones de vida. Para hacer bascular cualquier parcela de la realidad del lado de la Revolución es necesaria la transformación del conjunto de la sociedad desde sus bases quedando obsoleta la formula reformista o la forma de ver la educación por sí sola como un sostén de una nueva sociedad, como nos sugieren muchos revisionistas.

Unir conscientemente educación y producción, y construir un sistema productivo antagónico al capital, donde no exista propiedad privada en los medios de producción siendo eliminada la división social, es la única manera en la que se permitirá tener la educación y el trabajo en manos del conjunto de la sociedad, donde se encuentren la labor educativa y el trabajo asociados sin que medie entre ellos la explotación del trabajo asalariado. Para ello necesitamos un movimiento que siente sus bases en la reconstitución de los medios políticos revolucionarios de lucha de la clase obrera, esto es, el movimiento comunista. Solo así haremos que el fin de la explotación pueda configurarse como un movimiento práctico, como actividad práctica humana que instaure unas bases sociales nuevas para hacer también una nueva educación. Alzar la hoz y el martillo, es alzar el futuro de la humanidad, que solo va a poder encontrar su liberación por este único camino, que pasa por la reconstitución del Partido Comunista.

Juventud Comunista de Almeria
Juventud Comunista de Zamora

Octubre 2013



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