Cuestión de razones
Ante las situación económica y social declinante que nos lleva poco a poco a la miseria progresiva, algo que lleva intrínseco el capitalismo, se producen movimientos sociales de masas que intentan frenar esta situación (tenemos desde hace más de un año el ejemplo del 15M). Tanto la clase obrera como la clase media que se ve proletarizada empiezan a realizar cada vez más acciones en la vida pública. Así se puede ver como cada vez más gente se involucra en manifestaciones, aunque no estén promovidas por referentes sindicales, ya que a raíz de la crisis, tanto económica como política, se han creado diferentes colectivos que reclaman de una u otra manera un cambio en el sistema. Y es en estos colectivos donde parte de la clase obrera cree verse representada ya que en la mayoría de los discursos se promueven cambios para la sociedad.
Es común encontrar en estos nuevos colectivos y en los partidos políticos que intentan vincularse a parte de los movimientos sociales, unos patrones que se repiten en los discursos, que son el reflejo de su ideología. Algunos optan por ensalzar la razón como el eje central para levantar una nueva sociedad. Algo que no es nada nuevo, pues en el siglo XVIII o “Siglo de Las Luces”, la incipiente burguesía, preparando su ideología para su gran época, ya pensaba que la razón, junto con la verdad y la justicia concebidas de forma absoluta, resolverían todas las contradicciones sociales.
Como una vuelta al pasado, se vuelve a intentar que esa razón absoluta, ajena a las relaciones sociales y que despoja a la realidad de su base material, sea la que nos salve de esta situación declinante del capital. La razón no es más que un producto del cerebro, de la naturaleza del ser humano, al igual que la imaginación, por ello está condicionada por la ideología que nos imponen. Para que la razón pudiera cambiar algo, el educador que nos educa (la sociedad) tendría que ser educado , es decir, tendríamos que tener un referente ideológico fuera de las manos del imperialismo. La razón es un medio, y no un fin, necesario para la lucha revolucionaria del proletariado.
Otro discurso dominante que se une al anterior es el interclasista, que no reconoce las diferentes clases sociales, tratando a todas las personas como ciudadanos de un lugar llamado mundo sin dejar ver las diferentes condiciones que se reproducen en la sociedad, la diferencia tanto cualitativa como
cuantitativa de ser patrón a ser obrero. Y sin embargo es casi un recurso literario hablar en el marco del interclasismo de la clase política, como si esta sí que fuera una clase social. Los políticos en todo caso son los representantes de los intereses de la clase dominante, de la burguesía, mientras los intereses de los proletarios aún no se ven representados, que solo se verán cuando ellos mismos ejecuten su programa revolucionario.
Este tipo de interclasismo deriva en la meritocracia y el tecnocratismo. Por un lado una intenta justificar que “el que tiene algo en la vida” es porque “se lo ha ganado”, donde los buenos gobernantes serían los que han sido consecuentes con la ética del esfuerzo (caso de Amancio Ortega). Mientras la tecnocracia defiende que el gobernante sea el mejor preparado para ello (al igual que Platón ponía a los filósofos como los mejores gobernantes, y tomarlo como referente, mecánicamente, sería volver al siglo IV a.C). Ninguna de las dos reconoce ni las distintas condiciones en las que viven las clases sociales, ni la misma lucha de clases. El obrero siempre se va a esforzar y su esfuerzo, entendido como fuerza de trabajo no como empeño que se pone a una labor, quedará en manos del capitalista. Por tanto, los proletarios sobreviven gracias a su esfuerzo y lo que está seguro es que no llegarán a ser gobernantes en una Republica democrática burguesa, que es lo que defienden, en el mejor de los casos, estos movimientos.
Hay que dejar claro que las condiciones materiales, es decir, las económicas y sociales, son la base de la sociedad. Condicionan el modo de pensar, pues es de donde se levanta toda la estructura social. De ahí que el modo de producción determine las condiciones políticas e ideológicas. Como los medios de producción están en manos de una clase, la burguesía, la ideología que domina en la sociedad es la ideología burguesa heredera de la vieja burguesía del siglo XIX. Solo la conformación de un movimiento obrero revolucionario permitirá que la razón acompañe a los oprimidos del mundo como medio para su liberación de las manos del imperialismo.
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