En una sociedad en la que, cuando todo va bien, buena parte de la
población salta de día en día a base de anti-depresivos, el suicidio parece
haberse sustanciado como una salida normalizada a los tiempos de crisis. Así,
la prensa es salpicada cada día con algún asesinato cocinado a fuego lento en
el cual el sistema judicial, las fuerzas represivas, el capital financiero y
los recaderos del parlamento se han combinado con la precisión de un reloj
suizo para que un obrero inmigrante, una parada o una pareja de jubilados
acaben apretándose ellos mismos la soga que la dictadura del capital puso a su
cuello.
La democracia del capital es una apisonadora imparable. Y su marchar no
puede retenerse por nada ni por nadie. Esto nunca fue de individuos, sino de
clases sociales. Por eso el pistolero a sueldo del Estado, el pobre director de una sucursal o el
advenedizo parásito de un partido de orden (del PP, PSOE, UPyD…) no son más que
la representación personalísima de unos intereses sociales, de una
clase social y sus actos no pueden concebirse como un problema de actitud moral
(sólo un cura embriagado puede pensar así) sino como una consecuencia racional del régimen capitalista.
Aunque la razón de ser, entendida como necesidad, del capitalismo cada
vez se ahoga más en su carácter irracional.
Hay muchos signos de esa podredumbre histórica que a cada paso reclama más y
más la reconstitución de los instrumentos de la Revolución Socialista: que las
crisis del capital se produzcan por sobreproducción; que, en conjunto, los
trabajadores del Mundo sean cada vez más pobres; son sólo un par de muestras.
Pero en estos inicios de 2013 marcados por una marea de
suicidios con domiciliación bancaria el mejor ejemplo del anacronismo de la
dictadura del capital lo vemos en las tribunas parlamentarias donde se expresan
los representantes de la clase dominante: La PAH, a nivel estatal, pone en
marcha una ILP en torno a la dación en pago. Esto lleva a una compañera a
compadecer en el Congreso para exponer los puntos de la ILP y llamar a los
señores diputados a que tengan en cuenta a los cientos de miles de desahuciados
en el Estado español. Sus señorías le llaman al orden, le piden que no amenace
y que pida disculpas a la banca.
Nunca a la casta política podremos agradecerle sus momentos
de sinceridad en los que sus palabras concuerdan con los intereses reales que
representan y en los que hacen propaganda, inconscientemente, sobre la
caducidad del parlamentarismo burgués, en el cual sólo departen sobre
democracia los explotadores de trabajo ajeno; pero nunca los explotados.
Mismamente en Zamora, en estos días se ha producido una
oleada de simpatías con la situación del compañero Miguel y su familia. El caso
es a estas alturas más que conocido a nivel local, pero un repaso sobre cómo la
democracia burguesa atropella al proletariado nunca está de más: El banco
Banesto, cuyo presidente es Antonio Basagoiti (ex presidente de Unión Fenosa,
fundador de Iberdrola y el Banco Hispánico Americano…; padre del ínclito
presidente del PP vasco), y que pertenece al Grupo Santander de los Botín, pretende
subastar la vivienda de Miguel por retrasos en su cuota hipotecaria de 3.000
euros. Este compañero era obrero soldador hasta que tuvo un accidente laboral
que le dejó un 70% de minusvalía, pero que ni mucho menos aplacó sus ganas de
luchar por los suyos. En al menos tres ocasiones los representantes de Banesto
han rechazado cualquier tipo de negociación sobre la dación en pago de la
vivienda, el mal menor para este colombiano y su familia.
El 13 de Febrero la PAH convocó una concentración en la
cual varias compañeras y compañeros ocuparon la oficina de Basagoiti-Botín en
Zamora. En torno a 100 manifestantes esperaban a fuera. Pronto llegaron más de
una decenas de tipos con pistola y encapuchados. Eran policías. A los
compañeros que ocupaban la oficina los amenazaron con llevarlos al calabozo.
Los obligaron a salir. A fuera un pistolero empujó a un hombre con problemas de
salud que se desvaneció ante la oficina. La policía decidió que allí molestaba
e intentó levantarlo en volandas. Sólo la presión de los presentes hizo que
quienes representan el monopolio de la violencia del capital reculasen y se
situasen, como buen destacamento armado de la patronal, en la puerta de la
entidad bancaria. El derecho burgués siguió mostrando su inutilidad para con el
proletariado. La íntima relación en “libertad” que el idealismo liberal dicta
que ha de regir entre el Banco y su cliente fue actualizada. Miguel sólo podía
hablar con la policía, a la cual estuvieron dando indicaciones durante toda la
mañana un par de señores engominados a los que seguramente no afecte la
reestructuración de la banca. Por cierto, mientras todo esto ocurría se
anunciaba en asamblea el asesinato de ingeniería
social de otro desahuciado,
esta vez en Alicante.
Finalmente (en cuanto al día 13) el régimen social volvió a
dar una última muestra de su decaimiento. Mientras la PAH recogía firmas frente
a la sucursal se iniciaba a varios metros el desfile de “el entierro de la
sardina”, certificando el carácter carnavalesco de la marca España. Una fiesta que
fue pagana y de protesta frente al poder dominante se convierte con el
capitalismo en una marcha más del circo de la burguesía que insiste en gritar tout va bien mientras hunde en la miseria al pueblo
trabajador.
Sobre estos días como concreción de la actuación general y lógica de la clase dominante sobre los
explotados hemos de concluir una enseñanza que no es nueva pero sí anuncia lo
Nuevo: con el capitalismo no caben componendas de ningún tipo. Negociar con el
capital, que políticamente significa acudir a reformas o a cuidar de la gestión
“sana” de sus instituciones nada aporta al proletariado.
La historia de la Revolución muestra numerosos ejemplos que
evidencian que, a lo sumo, la única negociación posible con el Estado burgués
es la de negociar sus condiciones de rendición. Suena radical, porque así debe
ser. A ese punto, hoy lejano, en que sea la clase obrera la que marque las
reglas del juego se llega constituyendo los organismos de la Revolución, el
partido comunista (como movimiento revolucionario organizado) y las estructuras
del Poder Revolucionario (como ejecutorias de la democracia de los
trabajadores), las únicas que pueden enviar al capital y su corporeidad al
fondo de la irracionalidad para hacer real la única democracia para los
trabajadores posible, la dictadura del proletariado. Será con ésta con la que
pueda institucionalizarse la emotiva frase del revolucionario, aunque de otra
época, Robespierre:
“Castigar
a los opresores de la humanidad es clemencia, pero perdonarlos es barbarie"
Juventud Comunista de Zamora
Febrero 2013
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